El cine de Serie B o cine de bajo presupuesto ha sido de siempre todo ese grupo de películas que contaban con actores desconocidos o grandes actores en decadencia como protagonistas, con directores todo terreno al frente o bien, cómo no, grandes en horas bajas (William Beaudine, Eugène Lourié), entendiéndose horas bajas como aquellas en las que ninguna productora los hubiera querido para producciones de presupuestos elevados, no necesariamente porque fueran incapaces de hacer magníficas películas, o directamente directores vetados por algún productor rencoroso (ese fue el sino del gran Edgar G. Ulmer, por ejemplo). En fin, todo un universo lleno de historias increíbles, películas que salían adelante gracias a la inventiva del equipo o sencillamente porque había todo un departamento que las confeccionaba como churros, esto último en las grandes productoras, que siempre contaban con su departamento de películas de serie b, películas pensadas para cumplimentar los grandes estrenos proyectándolas antes de las películas importantes, no por esto en muchos casos mejores.
Hubo más de una vez en que estas películas B cosecharon éxitos tremendos, y también había productoras dedicadas a realizar en su totalidad películas de bajo presupuesto. El cine de género era su premisa, los seriales (el antecedente cinematográfico de las series de televisión) su abanderado y la televisión su refugio final. Para el recuerdo, saber que algunas de las películas más importantes y recordadas de la historia del cine nacieron en estos departamentos y productoras. Y dentro de la multitud de géneros, las películas del oeste o, dicho a lo fino, los westerns fueron uno de los más recurrentes.
El director Jack Arnold es recordado hoy sobre todo por sus películas de género fantástico, todas ellas dentro de la categoría de películas B: Vinieron del espacio (It Came from Outer Space, 1953), La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954) o Tarántula (Tarantula, 1955), citando las más populares, todas ellas excelentes. Pero de manera especial por esa obra maestra, subyugante y maravillosa, que es El increíble hombre menguante (The Incredible Shrinking Man, 1957). Pero no es ninguna de ellas la que he elegido para traer aquí.
Hubo más de una vez en que estas películas B cosecharon éxitos tremendos, y también había productoras dedicadas a realizar en su totalidad películas de bajo presupuesto. El cine de género era su premisa, los seriales (el antecedente cinematográfico de las series de televisión) su abanderado y la televisión su refugio final. Para el recuerdo, saber que algunas de las películas más importantes y recordadas de la historia del cine nacieron en estos departamentos y productoras. Y dentro de la multitud de géneros, las películas del oeste o, dicho a lo fino, los westerns fueron uno de los más recurrentes.
El director Jack Arnold es recordado hoy sobre todo por sus películas de género fantástico, todas ellas dentro de la categoría de películas B: Vinieron del espacio (It Came from Outer Space, 1953), La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954) o Tarántula (Tarantula, 1955), citando las más populares, todas ellas excelentes. Pero de manera especial por esa obra maestra, subyugante y maravillosa, que es El increíble hombre menguante (The Incredible Shrinking Man, 1957). Pero no es ninguna de ellas la que he elegido para traer aquí.
No Name on the Bullet (que podríamos traducir como Bala sin nombre, aunque resulta menos sonoro que el original) fue rodada por Jack Arnold en el año 1959, justo cuando daba comienzo su época televisiva, su último refugio. Realizaría alguna película más, pero su época de gloria, o al menos la época que hoy más se recuerda, tocaba a su fin. No Name on the Bullet es una de estas películas de Serie B, un western que contaba con un actor muy querido en EE.UU, un héroe de guerra, compositor de canciones country y auténtico ejemplo de eso que tanto gusta de hombre formado a sí mismo que emprendió su carrera desde lo más bajo (recolector de algodón): Audie Murphy, un actor de mirada acuosa, ojos azules y baja estatura.
Por qué he elegido esta película y no alguno de sus clásicos de ciencia ficción lo explico ahora mismo: porque esta es, a mi gusto, una de sus mejores películas, si me apuráis mi favorita si no existiera la prodigiosa El increíble hombre menguante. Y me temo que está un tanto olvidada u oculta entre sus logros dentro del cine fantástico.
No Name on the Bullet comienza con la llegada de un misterioso pistolero, John Gant (Audie Murphy), a un pequeño pueblo cuyos habitantes viven tranquila y apaciblemente sus diarias rutinas. Gant es conocido por ser un asesino a sueldo, un tipo que mata por encargo, pero tan hábil que nunca ha podido ser acusado de asesinato: su táctica consiste en provocar a su futura víctima de manera que esta desenfunde primero su revólver y, ay, ya está perdida porque Gant es, ¿alguien lo dudó un segundo?, el pistolero más rápido del oeste. Sus crímenes son en defensa propia, eludiendo así a la justicia. Claro, en cuanto los habitantes del pueblo lo ven llegar, todos se hacen cruces pensando quién será el desgraciado al que Gant va a poner fuera de juego.
No Name on the Bullet comienza con la llegada de un misterioso pistolero, John Gant (Audie Murphy), a un pequeño pueblo cuyos habitantes viven tranquila y apaciblemente sus diarias rutinas. Gant es conocido por ser un asesino a sueldo, un tipo que mata por encargo, pero tan hábil que nunca ha podido ser acusado de asesinato: su táctica consiste en provocar a su futura víctima de manera que esta desenfunde primero su revólver y, ay, ya está perdida porque Gant es, ¿alguien lo dudó un segundo?, el pistolero más rápido del oeste. Sus crímenes son en defensa propia, eludiendo así a la justicia. Claro, en cuanto los habitantes del pueblo lo ven llegar, todos se hacen cruces pensando quién será el desgraciado al que Gant va a poner fuera de juego.
Esto desata una verdadera fiebre en el pueblo: porque no hay tipo que no crea que el famoso y temible pistolero viene a por él. Todos comienzan así a sacar a relucir algún acto del pasado que los haría merecedores de la venganza de alguien, alguien a quien no le ha importado contratar a Gant, el cual sobra decir que no se alquila barato.
Gant se pasea por el pueblo como un auténtico ángel de la muerte, su sola visión aterrorizando a todos, sacando a la luz sin soltar una palabra las miserias de cada uno de los habitantes del desdichado pueblo. Algunos se salvan de tener algo que ocultar, pero son pocos. ¡Vaya pueblo! Y uno de estos es el doctor, el único que se atreverá a enfrentarlo en una guerra dialéctica que ofrece los momentos más intensos y elegantes de una película que brilla en especial por la profundidad de su planteamiento rodado con una sobriedad casi espartana. El doctor juega una partida de ajedrez con el temido Gant y creedme que, si bien la secuencia es breve, no tiene que envidiar nada a la de El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957) del mismo Ingmar Bergman. Aunque, sobra decirlo, el objetivo de la película de Arnold no es conmover nuestras almas sino nuestra conciencia. Sin olvidar nunca entretener, claro, que es la forma más bonita de hacernos pensar.
Gant se pasea por el pueblo como un auténtico ángel de la muerte, su sola visión aterrorizando a todos, sacando a la luz sin soltar una palabra las miserias de cada uno de los habitantes del desdichado pueblo. Algunos se salvan de tener algo que ocultar, pero son pocos. ¡Vaya pueblo! Y uno de estos es el doctor, el único que se atreverá a enfrentarlo en una guerra dialéctica que ofrece los momentos más intensos y elegantes de una película que brilla en especial por la profundidad de su planteamiento rodado con una sobriedad casi espartana. El doctor juega una partida de ajedrez con el temido Gant y creedme que, si bien la secuencia es breve, no tiene que envidiar nada a la de El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957) del mismo Ingmar Bergman. Aunque, sobra decirlo, el objetivo de la película de Arnold no es conmover nuestras almas sino nuestra conciencia. Sin olvidar nunca entretener, claro, que es la forma más bonita de hacernos pensar.
Y para ello se vale de la genial idea de elegir a Audie Murphy como este espectro oscuro que aterroriza a todos con solo asomarse a la puerta del salón, un actor de aspecto angelical que aquí sabe transmitir ese aire necesario de pistolero sin piedad pero al tiempo vulnerable, sabedor de que su sola presencia sacará lo peor de las personas con las que se encuentra, lo cual le ha llevado a tener una visión amarga y desesperada de la vida que se refleja de manera brutal en el desenlace de la película. Rodado de manera tan sobria y elegante como el resto, también aquí Arnold dio con el tono justo: porque pocas películas del oeste encontraréis con un final tan amargo y resignado, pero al tiempo como si esto no importara, sin remarcar un solo gesto o engrandecer ninguna acción, sin épica, como si la consecuencia lógica de vivir fuera terminar cuanto antes con nuestro sufrimiento.
Por José Luis Forte
Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
Cuando sale se divierte, aunque solo piensa en volver.
Cuando por las noches llueve, también le gusta leer.
arthurmachen [@] hotmail.com
La décima víctima
Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
Cuando sale se divierte, aunque solo piensa en volver.
Cuando por las noches llueve, también le gusta leer.
arthurmachen [@] hotmail.com
La décima víctima