"Inquietante thriller dramático protagonizado por una soberbia Elizabeth Olsen, entregada en alma a un perturbado personaje que copa de manera repetitiva una trama monocorde."
Presentada en el pasado festival de Sundance (Enero), Martha Marcy May Marlene (Sean Durkin, 2011) ha acaparado la vitola de gran película independiente del año durante gran parte de éste. Un efecto efervescente que se fue disipando paulatinamente tras su paso por Cannes y que la convirtió de una potencial nominada al Óscar a una simple y atractiva muestra del circuito de bajo presupuesto. Una película que sigue la estela de Winter’s Bone (Debra Granik, 2010) o Texas Killing Fields (Ami Canaan Mann, 2011), y nos traslada a la América profunda con una sórdida historia sobre la carestía de humanidad en algunos rincones de nuestra existencia. No es el único paralelismo que Martha Marcy May Marlene guarda con la exitosa cinta de Debra Granik. Si en Winter’s Bone, su protagonista (Jennifer Lawrece) se antojaba como un sugerente descubrimiento, en la ópera prima de Durkin se eleva la incontestable figura de Elizabeth Olsen.
Martha Marcy May Marlene nos narra la huida y secuelas de una joven (Martha) tras un periodo en los brazos de una secta. Un relato a dos tiempos donde el pasado se entremezcla con el presente, donde la distancia entre la locura y la cordura se reduce a la mínima expresión. Un proceso interior doloroso y sobrecogedor que anula la existencia de su protagonista y que extrapola todos esos sentimientos al espectador. Poco importan las causas de su inclusión en esa comuna al servicio de la testosterona, la memoria ya es el principal enemigo de Martha y la reiteración de dicho dolor el del filme. Porque tras un excelente arranque. con unos primeros minutos de asfixiante atmósfera como fondo, Martha Marcy May Marlene va perdiendo interés al repetir en cada secuencia el mismo planteamiento.
Presentada en el pasado festival de Sundance (Enero), Martha Marcy May Marlene (Sean Durkin, 2011) ha acaparado la vitola de gran película independiente del año durante gran parte de éste. Un efecto efervescente que se fue disipando paulatinamente tras su paso por Cannes y que la convirtió de una potencial nominada al Óscar a una simple y atractiva muestra del circuito de bajo presupuesto. Una película que sigue la estela de Winter’s Bone (Debra Granik, 2010) o Texas Killing Fields (Ami Canaan Mann, 2011), y nos traslada a la América profunda con una sórdida historia sobre la carestía de humanidad en algunos rincones de nuestra existencia. No es el único paralelismo que Martha Marcy May Marlene guarda con la exitosa cinta de Debra Granik. Si en Winter’s Bone, su protagonista (Jennifer Lawrece) se antojaba como un sugerente descubrimiento, en la ópera prima de Durkin se eleva la incontestable figura de Elizabeth Olsen.
Martha Marcy May Marlene nos narra la huida y secuelas de una joven (Martha) tras un periodo en los brazos de una secta. Un relato a dos tiempos donde el pasado se entremezcla con el presente, donde la distancia entre la locura y la cordura se reduce a la mínima expresión. Un proceso interior doloroso y sobrecogedor que anula la existencia de su protagonista y que extrapola todos esos sentimientos al espectador. Poco importan las causas de su inclusión en esa comuna al servicio de la testosterona, la memoria ya es el principal enemigo de Martha y la reiteración de dicho dolor el del filme. Porque tras un excelente arranque. con unos primeros minutos de asfixiante atmósfera como fondo, Martha Marcy May Marlene va perdiendo interés al repetir en cada secuencia el mismo planteamiento.
Sean Durkin, que ya destacó con sus dos primeras obras --los cortometrajes Doris (2006) y Mary Last Seen (2010)--, ofrece un debut sobrio, acopiando estilemas del clásico cine independiente americano de finales de los noventa representado, entre otros, por autores como Kenneth Lonergan o Marc Foster. Su labor en Martha Marcy May Marlene, sin embargo, resulta demasiado impersonal. La narrativa empleada, de ritmo monocorde, supone una pesada losa que va aletargando el metraje del filme. Durkin apuesta por la forma antes que el fondo y cede total responsabilidad a una opresiva ambientación y a unos excelentes intérpretes. Éstos, en especial Elizabeth Olsen y John Hawkes, logran mantener en pie una historia que se va desenganchando de la mirada del público. Todo resulta demasiado insulso y superficial. Sufrimiento tocado de forma tangencial que deja como resultado un producto demasiado irregular.
Entre los vastos defectos narrativos afloran, también, algunas virtudes. La principal tiene el nombre de Elizabeth Olsen que en su primer gran papel relevante desborda cualquier previsión. Enamora tanto como agobia con un delicado carácter que representa la pérdida de toda inocencia, la ira por la muerte en vida. Una composición excelente que supone el único punto álgido del largometraje. Le acompaña John Hawkes como taimado y enigmático líder de esta peculiar congregación. Su mera presencia (como ocurría con su papel de Teardrop en Winter’s Bone) infunde miedo. Él representa el otro lado. Ese que, de manera aparente, no forma parte de la cotidianeidad pero se tiene conciencia de su existencia. Martha Marcy May Marlene supone una atractiva pero insuficiente propuesta que guarda un as en la manga en forma de última escena. Solo por ello merece la pena.
Lo Mejor: Elizabeth Olsen.
Lo Peor: No termina de arrancar en ningún momento. Se centra sólo en la perturbación de la protagonista en exclusiva.
Puntuación: 5,5/10 CINE USA 2011/CINE INDEPENDIENTE AMERICANO.
Lo Mejor: Elizabeth Olsen.
Lo Peor: No termina de arrancar en ningún momento. Se centra sólo en la perturbación de la protagonista en exclusiva.
Puntuación: 5,5/10 CINE USA 2011/CINE INDEPENDIENTE AMERICANO.