Magia y cartulinas recortadas
Las aventuras del príncipe Achmed (Die Abenteuer des Prinzen Achmed, Lotte Reiniger, 1926).
Considerado el primer largometraje de animación de la historia del cine, Die Abenteuer des Prinzen Achmed, dirigida por la alemana Lotte Reiniger en 1926, es una película de una belleza subyugante, primitiva e inmortal. Realizada en su totalidad con la técnica de siluetas, figuras de cartulina recortadas colocadas sobre diversos fondos y fotografiadas paso a paso para generar movimiento, es una obra maestra rebosante de delicadeza y sentido de la maravilla. Una obra artesanal, una forma de hacer cine de la cual Reiniger fue una pionera. Fascinada por los cuentos de hadas populares, casi todas sus historias las desarrolló en formato de cortometraje: revisiones de cuentos clásicos, recreaciones de fragmentos de óperas o incursiones en el mundo de la fantasía más tradicional. Todo ello atravesado por un emocionante aliento poético, el cual se ve multiplicado por la técnica empleada, un ejemplo magistral de cómo fondo y forma se aúnan para crear una obra única.
Las aventuras del príncipe Achmed se inspira en los relatos de Las mil y una noches, en ese Oriente de fábula que tantas veces el cine nos ha devuelto de una manera tan sencilla en su narración como aparatosa en su formulación. Puro terreno ficticio en el cual dar rienda suelta a la fantasía en su acepción más escapista, buscando siempre lo maravilloso, lo increíble, fascinar al espectador con historias que beben de lo mítico y la ensoñación antes que de la realidad, por muy imaginada que sea. De esta forma nuestro Príncipe Achmed se verá envuelto en mil aventuras: cabalgará un caballo volador que le llevará a una isla en los dominios de Waq Waq, donde se enamorará de una bella Princesa, Peri Banu, que será raptada por el malvado Hechicero que desea tomar a la hermana de Achmed como esposa; llegará a la lejana China; se enfrentará a los espíritus que mantienen a Peri Banu retenida en Waq Waq; y recibirá la ayuda de Aladino y su Lámpara Maravillosa y una Bruja para luchar contra los malvados espíritus y el aún más malvado Hechicero. Todo envuelto en el brillo deslumbrante de las fascinantes imágenes que Lotte Reiniger consigue crear con su técnica manual, casi de juguete, y como un juguete precioso y mágico veremos esta película con momentos de una belleza casi sobrenatural. Sorprende comprobar cómo en el mundo de fantasía de Reiniger la Bruja fea y contrahecha es un personaje positivo, detentadora de todos los valores del bien y los poderes de la luz, enfrentándose al malvado Hechicero, un hombre violento y ambicioso que solo concibe conseguir el corazón de su amada utilizando la fuerza y el engaño.
Trabajando prácticamente en solitario, con la ayuda fundamental de su marido Carl Koch (Koch fue colaborador ocasional de Jean Renoir, y fue Renoir quien, antes de trabajar con él, hizo posible el estreno de Las aventuras del príncipe Achmed en París en 1926) en todas las tareas de rodaje (guion, dirección, fotografía, animación de las figuras de cartulina), totalmente ajena a gustos y modas, siguiendo y marcando su camino con una filmografía que se mide por una obra maestra seguida de otra, sumergirse hoy en su mundo es una experiencia arrebatadora y catártica. Es sencillo localizar en la red su cortometraje de 1922 Aschenputtel (Cenicienta), el cual, de entre su majestuoso legado, os recomendamos con fervor: ¡qué forma tan inteligente, original y maravillosa de contar una historia que todos conocemos! Por esto las obras maestras no mueren.
José Luis Forte
© Revista EAM / Cáceres