"Entretenimiento de gama media, de vigor impostado y poco elaborado que se debilita cómo su protagonista ante la falta de complementos."
Aristóteles (384 AC-322 AC) en su obra hablaba de que la cualidad humana conocida como inspiración se hallaba previa a la consciencia no estando relacionada con el ingenio o la clarividencia. Las llamadas musas han hecho del hombre un ser brillante que domina las artes, las relaciones, su futuro. Tristemente, la inspiración no sólo no es algo permanente sino también que a muy pocas personas les corresponde a lo largo de su existencia. Prueba de ello es la sociedad actual dominada por un martillo económico que no entiende de armonía y empatía. La naturaleza ha dotado al ser humano de un cerebro con miles de soluciones y caminos. Lástima que tan sólo se aproveche un mínimo porcentaje de éste. Precisamente sobre la capacidad cerebral y su aprovechamiento trata el filme que hoy nos ocupa, Sin Límites (Limitless, Neil Burger, 2011).
¿Puede un suplemento sacar lo mejor de nosotros mismos? Pese a los intentos de la ciencia en encontrar el superhombre todo se queda en un mero sueño. Sueño que alguna vez hemos imaginado de manera consciente y que nos ha permitido convertirnos en héroes, seres destacados y admirados a nuestros propios ojos. Sin Límites, el cuarto filme de Neil Burger, ahonda en esa circunstancia. A través de una droga su mediocre protagonista pasa a ser un hombre brillante en todos los campos que se proponga. Resulta paradójico una de los frases del guión, que cita que el hombre sólo utiliza un quince o veinte por ciento de su cerebro. Justamente el director de Sin Límites adolece de la falta de dicha capacidad, muy por debajo de los estándares, al no sacar más partido a una tópica pero versatil historia que en otras manos pudiera haber sido notable.
Christopher Nolan, el reverso de la situación, aparte de maravillar con la sobresaliente Origen (Inception, 2010), también refundó el género sci-fi romántico que en la últimas temporadas se ha convertido en imprescindible para la gran pantalla. Destino Oculto (The Adjustment Bureau, George Nolfi, 2011); Más Allá del Tiempo (The Time Traveler’s Wife, Robert Schwentke, 2010); Código Fuente (Source Code, Duncan Jones, 2011) o el serial Fringe (J.J Abrams, 2008-2012) son los ejemplos más destacados de una corriente en la que se encuadra Sin Límites. Ciencia-ficción de sencilla composición junto a un drama romántico-familiar que ha calado hondo en un público ávido de imaginación y nuevas historias. La cinta de Burger logra el objetivo de entretener pero cómo antesala de un presumible y rápido olvido.
Burger, logró con su segundo largometraje, El Ilusionista (The Illusionist, 2006) un “efecto similar”. Con un gran actor cómo referente (Edward Norton) y con un prólogo y un epílogo notable obtuvo la atención del espectador y los medios. Una creación simple que palidecía en comparación a su contemporánea El Truco Final (The Prestige, 2006), también de Christopher Nolan. Cinco años después no hay rastro de evolución y Sin Límites logra su cometido sin trascender ni provocar sentimiento alguno. Todo demasiado correcto, sin ningún tipo de riesgos. Para su suerte el ritmo narrativo y su protagonista le dan un plus que lo apartan del descalabro. En lado positivo Sin Límites es la confirmación de Bradley Cooper como futuro referente de grandes producciones. Un héroe anónimo y humano que tan bien encaja en los tiempos que corren.
A su lado, dos grandes intérpretes Abbie Cornish y Robert De Niro que cumplen los estereotipos clásicos de sus papeles respectivos y dan cierta verosimilitud a la trama. Una trama que va perdiendo fuerza a cada minuto y que tiene como colofón moralina y buenas intenciones. “Sé tu mismo (y aguántate)” rezan los pensamientos de Leslie Dixon (el guionista que adapta la novela de Alan Glynn). Ser mejores de lo que realmente somos siempre será un sueño de ahí su encanto.
Lo Mejor: Bradley Cooper.
Lo Peor: Es difícil de tomar en serio.
Puntuación: 5,5/10 CINE USA 2011/CIENCIA-FICCIÓN.
Aristóteles (384 AC-322 AC) en su obra hablaba de que la cualidad humana conocida como inspiración se hallaba previa a la consciencia no estando relacionada con el ingenio o la clarividencia. Las llamadas musas han hecho del hombre un ser brillante que domina las artes, las relaciones, su futuro. Tristemente, la inspiración no sólo no es algo permanente sino también que a muy pocas personas les corresponde a lo largo de su existencia. Prueba de ello es la sociedad actual dominada por un martillo económico que no entiende de armonía y empatía. La naturaleza ha dotado al ser humano de un cerebro con miles de soluciones y caminos. Lástima que tan sólo se aproveche un mínimo porcentaje de éste. Precisamente sobre la capacidad cerebral y su aprovechamiento trata el filme que hoy nos ocupa, Sin Límites (Limitless, Neil Burger, 2011).
¿Puede un suplemento sacar lo mejor de nosotros mismos? Pese a los intentos de la ciencia en encontrar el superhombre todo se queda en un mero sueño. Sueño que alguna vez hemos imaginado de manera consciente y que nos ha permitido convertirnos en héroes, seres destacados y admirados a nuestros propios ojos. Sin Límites, el cuarto filme de Neil Burger, ahonda en esa circunstancia. A través de una droga su mediocre protagonista pasa a ser un hombre brillante en todos los campos que se proponga. Resulta paradójico una de los frases del guión, que cita que el hombre sólo utiliza un quince o veinte por ciento de su cerebro. Justamente el director de Sin Límites adolece de la falta de dicha capacidad, muy por debajo de los estándares, al no sacar más partido a una tópica pero versatil historia que en otras manos pudiera haber sido notable.
Christopher Nolan, el reverso de la situación, aparte de maravillar con la sobresaliente Origen (Inception, 2010), también refundó el género sci-fi romántico que en la últimas temporadas se ha convertido en imprescindible para la gran pantalla. Destino Oculto (The Adjustment Bureau, George Nolfi, 2011); Más Allá del Tiempo (The Time Traveler’s Wife, Robert Schwentke, 2010); Código Fuente (Source Code, Duncan Jones, 2011) o el serial Fringe (J.J Abrams, 2008-2012) son los ejemplos más destacados de una corriente en la que se encuadra Sin Límites. Ciencia-ficción de sencilla composición junto a un drama romántico-familiar que ha calado hondo en un público ávido de imaginación y nuevas historias. La cinta de Burger logra el objetivo de entretener pero cómo antesala de un presumible y rápido olvido.
Burger, logró con su segundo largometraje, El Ilusionista (The Illusionist, 2006) un “efecto similar”. Con un gran actor cómo referente (Edward Norton) y con un prólogo y un epílogo notable obtuvo la atención del espectador y los medios. Una creación simple que palidecía en comparación a su contemporánea El Truco Final (The Prestige, 2006), también de Christopher Nolan. Cinco años después no hay rastro de evolución y Sin Límites logra su cometido sin trascender ni provocar sentimiento alguno. Todo demasiado correcto, sin ningún tipo de riesgos. Para su suerte el ritmo narrativo y su protagonista le dan un plus que lo apartan del descalabro. En lado positivo Sin Límites es la confirmación de Bradley Cooper como futuro referente de grandes producciones. Un héroe anónimo y humano que tan bien encaja en los tiempos que corren.
A su lado, dos grandes intérpretes Abbie Cornish y Robert De Niro que cumplen los estereotipos clásicos de sus papeles respectivos y dan cierta verosimilitud a la trama. Una trama que va perdiendo fuerza a cada minuto y que tiene como colofón moralina y buenas intenciones. “Sé tu mismo (y aguántate)” rezan los pensamientos de Leslie Dixon (el guionista que adapta la novela de Alan Glynn). Ser mejores de lo que realmente somos siempre será un sueño de ahí su encanto.
Lo Mejor: Bradley Cooper.
Lo Peor: Es difícil de tomar en serio.
Puntuación: 5,5/10 CINE USA 2011/CIENCIA-FICCIÓN.