Ned Merryl (Burt Lancaster) vive en una zona acomodada de Connecticut. Un día decide visitar todas las piscinas, una a una, que existen en el barrio camino a su casa. En cada parada encontrará una mujer que tuvo significancia en su vida. Esta singular sinopsis resume la trama de un los clásicos de culto por excelencia: El Nadador (The Swimmer, 1968). Dirigida por Frank Perry y finalizada por Sidney Pollack, El Nadador es una alegoría sobre los miedos del ser humano y una crítica a las sociedades occidentales envueltas en opulencia y falsedad. Cómo era de esperar, el filme no obtuvo la acogida esperada y recibió numerosas críticas negativas de los sectores tradicionales de la prensa americana. El Nadador es una creación adelantada a su tiempo, y éste le ha devuelto el favor ganando el prestigio que en su momento se le negó. Uno de los mejores papeles en la carrera de Burt Lancaster en un papel hecho a su medida.
Basada en un relato corto de John Cheever, El Nadador tiene un reflejo reciente con American Beauty (Sam Mendes, 2000) e incluso, Somewhere (Sofía Coppola, 2010). Nada es lo que parece en unas vidas asentadas en lo material y superfluo. Una cinta irrepetible, atemporal y sorprendente. Diálogos profundos y convincentes en una puesta en escena innovadora en su época. Ritmo pausado que acerca un aplastante final. En Escenas de Cine recordamos uno de sus mejores momentos. Una escena que marca la esencia de El Nadador. Una película de obligado visionado para entender el cine independiente americano y constatar que la crisis ideológica y social de nuestros días no comenzó tras la última tormenta.
Dedicatoria especial a Carlos Sánchez Franco (Buscando un Resplandor) y William de Baskerville (El Retorno a Manderlay).