Clásico entre clásicos del cine romántico, Los Puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995) representa un aislado eslabón de “la Edad de Oro” del cine americano. Mágica desde su estreno, fantástica con el paso de los años, Los Puentes de Madison mantiene su esencia perenne. Un aura que le ha hecho se considerada una de las grandes historias de amor del séptimo arte. Clint Eastwood no sólo creo que otra pieza clave en su maravillosa filmografía, desmitificó su figura de “lone ranger”, de tipo duro y rudo que siempre le acompañó en todos los papeles de su carrera. Junto a él, una sobresaliente Meryl Streep en una historia de amor maduro que cala en el público cómo si de un sentimiento adolescente se tratara. Una lluvia de recuerdos y emociones que no tuvo excesiva recompensa en la temporada de premios con tan sólo una nominación al Óscar (mejor actriz, Meryl Streep) pero que se ganó el recuerdo eterno de una generación.
Una historia de romance entre un ama de casa y un fotógrafo del National Geographic que supera la adversidad y que devuelve el trazo de todos los anhelos recónditos en nuestra memoria. Un filme básico para entender el cine americano de los noventa y que cada visionado supone una experiencia. Amor sin estridencias y edulcorantes, arte puro en una de las creaciones contemporáneas indispensables. Los Puentes de Madison supuso, por entonces, la confirmación de un gran cineasta, un hombre que amaba el cine y depositaba toda su pasión en su obra. “Él último gran clásico” hace honor a este apelativo en cada largometraje que lleva su firma. Una firma que es garantía del mejor cine.
Cómo homenaje a una de las películas más representativas del actor y director de San Francisco, en Escenas de Cine rememoramos el momento más emotivo de Los Puentes de Madison. Una asombrosa secuencia digna de constante revisión. La muestra de que Eastwood es el pasado, el presente y seguirá siendo el futuro de los sueños creados en celuloide. Una joya atemporal.
Una historia de romance entre un ama de casa y un fotógrafo del National Geographic que supera la adversidad y que devuelve el trazo de todos los anhelos recónditos en nuestra memoria. Un filme básico para entender el cine americano de los noventa y que cada visionado supone una experiencia. Amor sin estridencias y edulcorantes, arte puro en una de las creaciones contemporáneas indispensables. Los Puentes de Madison supuso, por entonces, la confirmación de un gran cineasta, un hombre que amaba el cine y depositaba toda su pasión en su obra. “Él último gran clásico” hace honor a este apelativo en cada largometraje que lleva su firma. Una firma que es garantía del mejor cine.
Cómo homenaje a una de las películas más representativas del actor y director de San Francisco, en Escenas de Cine rememoramos el momento más emotivo de Los Puentes de Madison. Una asombrosa secuencia digna de constante revisión. La muestra de que Eastwood es el pasado, el presente y seguirá siendo el futuro de los sueños creados en celuloide. Una joya atemporal.