ALARMA EN EL EXPRESO
"Entretenida y trepidante cinta de acción que recupera a un Tony Scott unido al destino de un género en horas bajas."
Siempre a la sombra de su hermano Ridley, Tony Scott ha logrado hacerse hueco en la industria cinematográfica cómo un clásico del género de acción. Una filmografía llena de títulos muy secundarios en lo artístico pero con una notable rentabilidad económica. Filmes cómo Top Gun (1986), El Último Boy Scout (The Last Boyscout, 1991), Amor a Quemarropa (True Romance, 1993), Spy Game (2001), El Fuego de la Venganza (Men on Fire, 2004) o Pelham 1,2.3 (2009), le han convertido en un referente de un género cuyo mejores momentos quedan lejanos. Con un estilo muy particular, donde la cámara circula a velocidades vertiginosas, Tony Scott sigue siendo punta de lanza para los grandes estudios en ejercicios de entretenimiento o baja gama. Un realizador de “arte rápido” que atrae a espectadores al cine con la simple premisa de divertir y olvidar. Lejos de la grandilocuencia de su hermano, Scott se mueve como pez en el agua en las pantanosas marismas del cine de carreras y pistolas.
Pese a su estatus de especialista en el género siempre se esperó más del realizador nacido en Stockton On Tees (Reino Unido). Unas perspectivas, que al igual que el género de acción, han ido decreciendo con el paso de los años. Salvo esporádicas apariciones de James Bond o Jason Bourne, la acción no vive, precisamente, momentos de vino y rosas. Las numerosas producciones de los noventa unidas al descenso del mercado doméstico han influido en el ocaso del género. Sólo la incursión de grandes del celuloide como Martin Scorsese o Christopher Nolan ha logrado revivir un tipo de cine que ha derivado en múltiples afluentes. Caminos a los que se acoge el propio Scott con su último filme, Imparable (Unstoppable, 2010). Adrenalina y catástrofes que adaptan a la gran pantalla un hecho real que conmocionó a la sociedad norteamericana.
En su segunda incursión en el mundo de los raíles (tras Pelham 1,2,3), Scott contó con su actor fetiche, Denzel Washington para contar la historia de dos abnegados maquinistas que deben salvar a una población de un siniestro histórico. Un deslizador (tren) vaga sin control cargado de peligroso material químico. Dos maquinistas, uno al borde del despido y otro cercano a la desesperanza deben salvar a millares de inocentes y, con ello, redimir sus vidas. Imparable, es el típico producto lleno de camaradería, heroicidad y patriotismo que ya poco abunda en las carteleras. Denostado pero necesario, este tipo de cine en las manos de Tony Scott es una garantía, al menos, de simple evasión. Con Imparable lo consigue, gracias a un atinado despliegue visual y a dos carismáticos protagonistas encarnados por el nombrado Denzel Washington y Chris Pine (Stark Trek).
Pese al empeño del director en que conozcamos las vidas de los protagonistas dándole cierto fondo, Imparable sólo cobra fuerza a medida que el tren sin dueño alcanza su máxima celeridad. Los numerosos planos montados a velocidad terminal logran involucrar al público y hacerlo partícipe del desastre en ciernes. Pese a su enorme carga de estereotipos y tópicos, Imparable no desfallece, subiendo el nivel de adversidad con el paso de metraje. En esos momentos, es donde el público se cuestiona la credibilidad de estos héroes inesperados. Pregunta que encuentra una excelente respuesta a cargo de Washington y Pine. En su quinta colaboración con Scott, Washington aporta aplomo al clásico prejubilado que tiene que soportar al novato. El novato, Pine, demuestra soltura en un papel de difícil lucimiento y demuestra porque es uno de los actores jóvenes más valorados en la actualidad.
"Entretenida y trepidante cinta de acción que recupera a un Tony Scott unido al destino de un género en horas bajas."
Siempre a la sombra de su hermano Ridley, Tony Scott ha logrado hacerse hueco en la industria cinematográfica cómo un clásico del género de acción. Una filmografía llena de títulos muy secundarios en lo artístico pero con una notable rentabilidad económica. Filmes cómo Top Gun (1986), El Último Boy Scout (The Last Boyscout, 1991), Amor a Quemarropa (True Romance, 1993), Spy Game (2001), El Fuego de la Venganza (Men on Fire, 2004) o Pelham 1,2.3 (2009), le han convertido en un referente de un género cuyo mejores momentos quedan lejanos. Con un estilo muy particular, donde la cámara circula a velocidades vertiginosas, Tony Scott sigue siendo punta de lanza para los grandes estudios en ejercicios de entretenimiento o baja gama. Un realizador de “arte rápido” que atrae a espectadores al cine con la simple premisa de divertir y olvidar. Lejos de la grandilocuencia de su hermano, Scott se mueve como pez en el agua en las pantanosas marismas del cine de carreras y pistolas.
Pese a su estatus de especialista en el género siempre se esperó más del realizador nacido en Stockton On Tees (Reino Unido). Unas perspectivas, que al igual que el género de acción, han ido decreciendo con el paso de los años. Salvo esporádicas apariciones de James Bond o Jason Bourne, la acción no vive, precisamente, momentos de vino y rosas. Las numerosas producciones de los noventa unidas al descenso del mercado doméstico han influido en el ocaso del género. Sólo la incursión de grandes del celuloide como Martin Scorsese o Christopher Nolan ha logrado revivir un tipo de cine que ha derivado en múltiples afluentes. Caminos a los que se acoge el propio Scott con su último filme, Imparable (Unstoppable, 2010). Adrenalina y catástrofes que adaptan a la gran pantalla un hecho real que conmocionó a la sociedad norteamericana.
En su segunda incursión en el mundo de los raíles (tras Pelham 1,2,3), Scott contó con su actor fetiche, Denzel Washington para contar la historia de dos abnegados maquinistas que deben salvar a una población de un siniestro histórico. Un deslizador (tren) vaga sin control cargado de peligroso material químico. Dos maquinistas, uno al borde del despido y otro cercano a la desesperanza deben salvar a millares de inocentes y, con ello, redimir sus vidas. Imparable, es el típico producto lleno de camaradería, heroicidad y patriotismo que ya poco abunda en las carteleras. Denostado pero necesario, este tipo de cine en las manos de Tony Scott es una garantía, al menos, de simple evasión. Con Imparable lo consigue, gracias a un atinado despliegue visual y a dos carismáticos protagonistas encarnados por el nombrado Denzel Washington y Chris Pine (Stark Trek).
Pese al empeño del director en que conozcamos las vidas de los protagonistas dándole cierto fondo, Imparable sólo cobra fuerza a medida que el tren sin dueño alcanza su máxima celeridad. Los numerosos planos montados a velocidad terminal logran involucrar al público y hacerlo partícipe del desastre en ciernes. Pese a su enorme carga de estereotipos y tópicos, Imparable no desfallece, subiendo el nivel de adversidad con el paso de metraje. En esos momentos, es donde el público se cuestiona la credibilidad de estos héroes inesperados. Pregunta que encuentra una excelente respuesta a cargo de Washington y Pine. En su quinta colaboración con Scott, Washington aporta aplomo al clásico prejubilado que tiene que soportar al novato. El novato, Pine, demuestra soltura en un papel de difícil lucimiento y demuestra porque es uno de los actores jóvenes más valorados en la actualidad.
Poco importa su epílogo naif, deudora de las típicas producciones americanas de los noventa o sus diálogos acartonados y predecibles. Imparable es un “sin sentido” bien interpretado y ejecutado que devuelve al mejor Tony Scott. Un Scott que sigue siendo una garantía década tras década y que aporta un plus a un género que necesita un rescate, vía férrea, aérea, o naval.
Lo Mejor: Denzel Washington y Chris Pine. Su ritmo de alto voltaje.
Lo Peor: Contiene todos los clichés (y elementos patrióticos) del género.
Puntuación: 6/10 CINE USA 2010.