El auge del género provocado por Crepúsculo y la buena factura que HBO imprime a sus productos han hecho de True Blood un habitual en la parrilla televisiva. Junto a House y Dexter, es el imprescindible en la ficción americana actual. La tercera temporada ha tenido un nivel muy alto desarrollando interesantes personajes descritos en la segunda. Al trío amoroso Sookie-Bill-Erik, se les ha sumando un cuarto partener con Alcide (Joe Manganiello), un hombre lobo honesto y heroico que luchará por el bienestar de la señorita Stackhouse. Erik Northman (Alexander Skarsgaard) se adueña de la función y, sin lugar a dudas, es el gran reclamo de True Blood. Incluso logra eclipsar a Bill Compton (Stephen Moyer), el eterno amor de Sookie, del que se van revelando aspectos opuestos a la figura de caballero que representa.
Los secretos son la base de esta temporada (y de True Blood). El principal es saber quién es Sookie Stackhouse y el por qué de sus poderes (sin demasiada sorpresa). Anna Paquin se muestra más comedida que en cursos anteriores y ofrece una interpretación donde la angustia y el agotamiento son el sino que marca su presente. Pero además de las desventuras amorosas de Sookie, esta tercera temporada los secundarios adquieren mayor profundidad. Conoceremos el pasado de Sam Merlotte (Sam Trammell) -algunos elementos algo forzados- que le conducirán a su hermano Tommy (interpretado por Marshall Altman, conocido como el hijo de Lincoln Burrows en Prison Break); Lafayette (Nelsan Ellis), encontrará el amor y puede que algo más; Jason (Ryan Kwanten) Stackhouse, hallará a unas nuevas criaturas de la noche; y Tara (Rutina Wesley), tocará fondo en el mundo que acompaña a su fiel amiga Sookie.
Todos en un universo que lidera uno de los líderes vampíricos, el rey de Louisiana Russell Edgington (Dennis O´Hare). Un personaje tan entrañable como deleznable que busca someter a la humanidad a las leyes de los señores de la noche. Muchos personajes y varias tramas, todas igual de entretenidas que consolidan a True Blood como una de las series corales más potentes del panorama televisivo. True Blood sigue siendo un producto lleno de excesos y todos se concentran en un final tan innecesario como incomprensible. De la nada salen personajes extintos o poco relevantes en un batiburrillo que afloja la calidad media de una temporada que roza el notable. Sobresaliente, en cambio ha sido la selección musical con la que se han acompañado las aventuras de Sookie y con las que se ha finalizado cada capítulo. True Blood es un show que ha alcanzado la madurez y que sólo sus erráticos finales lo alejan del eterno altar televisivo. Una eternidad que tiene ganada ese gran vikingo llamado Erik Northman.
Puntuación: *** ADICTOS EN SERIE