MATCH POINT
El ferrocarril, principal medio de transporte durante los tres primeros cuartos del siglo XX, fue utilizado como telón de fondo para muchas novelas y películas de misterio de la época. El tren representa el medio romántico y clásico de locomoción, que te permite un viaje donde ves el mundo pasar desde la ventanilla y la interacción entre pasajeros conforman la intrahistoria en cada vagón. Diferentes personalidades, intereses y pensamientos que comparten el mismo camino. Encuentros casuales que han generado historias de amistad, amor y crimen. El mago del suspense Alfred Hitchcock, así lo concibió en una de sus más exitosas producciones en su etapa británica, Alarma en el Expreso (The Lady Vanishes, 1938). Una historia que transcurre completamente en los vagones del Transcontinental Express agudizando la claustrofobia y la desesperación. Hitchcock, vuelve al tren, aunque sólo sea cómo punto de partida en Extraños en un Tren, película considerada un punto por debajo de sus obras maestras, pero que, contiene todo el alma y la esencia del estilo del realizador inglés.
Extraños en un Tren (Strangers on a Train, 1951), es la duodécima cinta en territorio americano del maestro del misterio. Basada en la novela de Patricia Highsmith, Hitchcock compone de nuevo la historia del crimen perfecto, que tanto abundó en su filmografía. Tren con transbordo a Metcalf, un jugador de tenis semi-profesional bastante célebre, recibe los halagos de un seguidor bastante documentado sobre la vida del deportista. El aficionado es un hombre algo distraído y redundante que se interesa por la vida personal de tenista, en problemas por un divorcio interminable. Ese tozudo admirador le ofrece un plan para solucionar la vida de ambos, que el joven tenista no se toma en serio, hasta que un día un vértice del plan narrado por esa extraña persona se cumple. El argumento de Extraños en el Tren, está bastante edulcorado con respecto a la obra literaria original. En la novela de Highsmith el deportista, Guy Haynes, no es tan bondadoso como en el filme. Era tendencia de Hitchcock, el resolver los casos siempre oscilando hacía El Bien. Amaba lo contrastes y su cine es un continuo retrato de éstos.
La cinta se sustenta por las buenas interpretaciones de la pareja protagonista. Farley Granger, en su segunda colaboración con Hitchcock tras La Soga, acepta el papel protagónico con entereza y sobriedad, resultando muy creíble cómo Guy Haines. Haines es un hombre ingenuo que representa el típico vecino de cualquier ciudad. Su contrapunto es Robert Walker, cómo el psicopático y obsesionado Bruno Anthony. Anthony proveniente de una rica pero infeliz familia, ha estado marcado por la relación con su padre que lo ha trastornado y alejado de la realidad. Inteligente y con don de gentes, se va introduciendo sibilinamente en el mundo de Haines, haciendo la vida de éste una continua extorsión. El actor Robert Walker, es sin duda lo mejor de este film, en el inicio de un carrera que se truncó demasiado pronto. La tercera intérprete en discordia, es Ruth Roman, cómo novia de Haines. Roman fue una infravalorada actriz de la época, que participó en cintas menores y de serie B de los años cincuenta y sesenta, y que aquí representa con aplomo a una mujer con dudas y que intenta ayudar a su futuro marido en la encrucijada en la que se haya.
Muy buenas interpretaciones y sobre todo, grandes momentos de cine. Cómo la muerte de la odiosa mujer de Haines en la feria, con el encuadre de la escena en las lentes de la mujer. Todo un prodigio técnico, en una escena donde el director británico mostraba su originalidad y talento. Para los anales queda el momento de la escalera de la casa de Anthony, con un sentido del suspense inigualable. El dominio de interiores, el partido del tenis y la escena final son otras partes sublimes de esta gran película. Técnicamente impecable, con una excelente composición musical de Dimitri Tiomkin (en una de las pocas obras sin Bernard Herrmann) y la fotografía de Robert Burks, nominada al Óscar. Una obra que contiene todas las virtudes (y también defectos) del cine de Hitchcock, que con el paso del tiempo, se ha ganado un hueco entre las grandes del séptimo arte.
Una historia versionada en varias ocasiones, siendo la más reconocida la ópera prima de Danny de Vito, Tira a Mamá del Tren (Throw Mama From the Train, 1987). Durante y tras su visionado, se notan ciertos paralelismos con la cinta de Woody Allen, Match Point (2005) no sólo por el tenis de fondo si no también por el uso de la fortuna. Un anillo por un encendedor, que dio paz a Haines para siempre.
Lo Mejor: El dúo protagonista. Escenas con gran tensión y suspense.
Lo Peor: Sus licencias respecto a la novela original de Highsmith.
Puntuación: 8/10 CINE CLÁSICO.
El ferrocarril, principal medio de transporte durante los tres primeros cuartos del siglo XX, fue utilizado como telón de fondo para muchas novelas y películas de misterio de la época. El tren representa el medio romántico y clásico de locomoción, que te permite un viaje donde ves el mundo pasar desde la ventanilla y la interacción entre pasajeros conforman la intrahistoria en cada vagón. Diferentes personalidades, intereses y pensamientos que comparten el mismo camino. Encuentros casuales que han generado historias de amistad, amor y crimen. El mago del suspense Alfred Hitchcock, así lo concibió en una de sus más exitosas producciones en su etapa británica, Alarma en el Expreso (The Lady Vanishes, 1938). Una historia que transcurre completamente en los vagones del Transcontinental Express agudizando la claustrofobia y la desesperación. Hitchcock, vuelve al tren, aunque sólo sea cómo punto de partida en Extraños en un Tren, película considerada un punto por debajo de sus obras maestras, pero que, contiene todo el alma y la esencia del estilo del realizador inglés.
Extraños en un Tren (Strangers on a Train, 1951), es la duodécima cinta en territorio americano del maestro del misterio. Basada en la novela de Patricia Highsmith, Hitchcock compone de nuevo la historia del crimen perfecto, que tanto abundó en su filmografía. Tren con transbordo a Metcalf, un jugador de tenis semi-profesional bastante célebre, recibe los halagos de un seguidor bastante documentado sobre la vida del deportista. El aficionado es un hombre algo distraído y redundante que se interesa por la vida personal de tenista, en problemas por un divorcio interminable. Ese tozudo admirador le ofrece un plan para solucionar la vida de ambos, que el joven tenista no se toma en serio, hasta que un día un vértice del plan narrado por esa extraña persona se cumple. El argumento de Extraños en el Tren, está bastante edulcorado con respecto a la obra literaria original. En la novela de Highsmith el deportista, Guy Haynes, no es tan bondadoso como en el filme. Era tendencia de Hitchcock, el resolver los casos siempre oscilando hacía El Bien. Amaba lo contrastes y su cine es un continuo retrato de éstos.
La cinta se sustenta por las buenas interpretaciones de la pareja protagonista. Farley Granger, en su segunda colaboración con Hitchcock tras La Soga, acepta el papel protagónico con entereza y sobriedad, resultando muy creíble cómo Guy Haines. Haines es un hombre ingenuo que representa el típico vecino de cualquier ciudad. Su contrapunto es Robert Walker, cómo el psicopático y obsesionado Bruno Anthony. Anthony proveniente de una rica pero infeliz familia, ha estado marcado por la relación con su padre que lo ha trastornado y alejado de la realidad. Inteligente y con don de gentes, se va introduciendo sibilinamente en el mundo de Haines, haciendo la vida de éste una continua extorsión. El actor Robert Walker, es sin duda lo mejor de este film, en el inicio de un carrera que se truncó demasiado pronto. La tercera intérprete en discordia, es Ruth Roman, cómo novia de Haines. Roman fue una infravalorada actriz de la época, que participó en cintas menores y de serie B de los años cincuenta y sesenta, y que aquí representa con aplomo a una mujer con dudas y que intenta ayudar a su futuro marido en la encrucijada en la que se haya.
Muy buenas interpretaciones y sobre todo, grandes momentos de cine. Cómo la muerte de la odiosa mujer de Haines en la feria, con el encuadre de la escena en las lentes de la mujer. Todo un prodigio técnico, en una escena donde el director británico mostraba su originalidad y talento. Para los anales queda el momento de la escalera de la casa de Anthony, con un sentido del suspense inigualable. El dominio de interiores, el partido del tenis y la escena final son otras partes sublimes de esta gran película. Técnicamente impecable, con una excelente composición musical de Dimitri Tiomkin (en una de las pocas obras sin Bernard Herrmann) y la fotografía de Robert Burks, nominada al Óscar. Una obra que contiene todas las virtudes (y también defectos) del cine de Hitchcock, que con el paso del tiempo, se ha ganado un hueco entre las grandes del séptimo arte.
Una historia versionada en varias ocasiones, siendo la más reconocida la ópera prima de Danny de Vito, Tira a Mamá del Tren (Throw Mama From the Train, 1987). Durante y tras su visionado, se notan ciertos paralelismos con la cinta de Woody Allen, Match Point (2005) no sólo por el tenis de fondo si no también por el uso de la fortuna. Un anillo por un encendedor, que dio paz a Haines para siempre.
Lo Mejor: El dúo protagonista. Escenas con gran tensión y suspense.
Lo Peor: Sus licencias respecto a la novela original de Highsmith.
Puntuación: 8/10 CINE CLÁSICO.