“Otro paso atrás de Amenábar, en una buena historia que se puede contar de manera más amena y mejor y que deja una sensación fría tras su visionado.”
Como reza el título de esta reseña, la sensación que se te queda tras ver Ágora, el último film de Amenábar, es como si te leyeran una larga referencia bíblica. Dependiendo de tus expectativas la película no decepciona, pero no justifica todos los medios y publicidad utilizados. Publicidad, que ha ido en su contra, al menos en el apartado artístico, ya que en el económico va ha obtener una rentabilidad plena. No es una cinta épica, sólo una pequeña historia de una gran mujer que buscaba que el mundo avanzara, que sus ideas progresaran y que el futuro se sirviera de ellas, como muchos pensadores que se nombran en la película.
A medida que avanza su filmografía, Amenábar, cada vez más académico y menos detallista, va perdiendo de vista la historia a favor de la producción. La capacidad de síntesis brilla por su ausencia. Quiere de Ágora un gran retrato de la sociedad alejandrina, del fanatismo religioso, pero no ahonda y solo nos deja fríos como el rostro de Rachel Weisz en su escena final. No se le puede poner ningún “pero” a los medios, a la fotografía, a la banda sonora de Darío Marinelli, o todo el conjunto de intérpretes, en una obra menor de un Alejandro Aménabar que tiene, aún, mucho que decir en este gran mundo del séptimo arte.
Lo mejor: Rachel Weisz. Que se le de importancia a sus teorías en la narración.
Lo Peor: No profundiza y su desenlace esta resuelto de manera tosca.
Puntuación: 5/10
Como reza el título de esta reseña, la sensación que se te queda tras ver Ágora, el último film de Amenábar, es como si te leyeran una larga referencia bíblica. Dependiendo de tus expectativas la película no decepciona, pero no justifica todos los medios y publicidad utilizados. Publicidad, que ha ido en su contra, al menos en el apartado artístico, ya que en el económico va ha obtener una rentabilidad plena. No es una cinta épica, sólo una pequeña historia de una gran mujer que buscaba que el mundo avanzara, que sus ideas progresaran y que el futuro se sirviera de ellas, como muchos pensadores que se nombran en la película.
A medida que avanza su filmografía, Amenábar, cada vez más académico y menos detallista, va perdiendo de vista la historia a favor de la producción. La capacidad de síntesis brilla por su ausencia. Quiere de Ágora un gran retrato de la sociedad alejandrina, del fanatismo religioso, pero no ahonda y solo nos deja fríos como el rostro de Rachel Weisz en su escena final. No se le puede poner ningún “pero” a los medios, a la fotografía, a la banda sonora de Darío Marinelli, o todo el conjunto de intérpretes, en una obra menor de un Alejandro Aménabar que tiene, aún, mucho que decir en este gran mundo del séptimo arte.
Lo mejor: Rachel Weisz. Que se le de importancia a sus teorías en la narración.
Lo Peor: No profundiza y su desenlace esta resuelto de manera tosca.
Puntuación: 5/10