|| Críticas | Americana 2025 | ★★★★☆
In the Summers
Alessandra Lacorazza
Postales veraniegas
Nacho Álvarez
ficha técnica:
Estados Unidos. 2024. Título original: In the Summers. Dirección: Alessandra Lacorazza. Guion: Alessandra Lacorazza. Compañías productoras: Bluestone Entertainment, Exile Content Studio, 1868 Studios, Luz Films, Assembly Line Entertainment. Música: Eduardo Cabra. Fotografía: Alejandro Mejía. Reparto: René Pérez Joglar, Sasha Calle, Lio Mehiel, Dreya Castillo, Luciana Quinonez, Emma Ramos. Duración: 95 min
Estados Unidos. 2024. Título original: In the Summers. Dirección: Alessandra Lacorazza. Guion: Alessandra Lacorazza. Compañías productoras: Bluestone Entertainment, Exile Content Studio, 1868 Studios, Luz Films, Assembly Line Entertainment. Música: Eduardo Cabra. Fotografía: Alejandro Mejía. Reparto: René Pérez Joglar, Sasha Calle, Lio Mehiel, Dreya Castillo, Luciana Quinonez, Emma Ramos. Duración: 95 min
Lo cíclico es pues el hilo a partir del cual se conforma In the summers (2024) para adentrarse en el impacto emocional de este escaso tiempo que pasan las niñas fuera de su hogar. Abrazando ciertos códigos del coming of age y atendiendo al trauma como centro del relato -tema recurrente en el cine independiente de los últimos años-, la directora estructura su planificación a partir de la unión y separación de los personajes en el plano. En el primer fragmento abunda el plano de conjunto, en numerosas escenas donde el aprendizaje y la transmisión de conocimiento de padre a hijas guía a la cámara. Cómo freír un huevo, interpretar las estrellas o jugar al billar se convierten en las vías de comunicación de un padre cuya estabilidad emocional es opuesta a la de sus hijas. Poco a poco, conforme estas maduran y desafían la convivencia con Vicente, aumentan tanto la fragmentación como los planos individuales y el ritmo de montaje.
En este sentido, resulta imposible eludir la deuda representativa que mantiene con una película como Somewhere (2010). Aquella en la que Sofia Coppola planteaba una honesta operación de acercamiento a la figura del padre a través de un intercambio de focalización, logrando un ejercicio de comprensión mutua que emanaba de ese fantasear cinematográfico con el acceso a la mirada paterna, en lugar de situar la cámara a la altura de la niña. De forma similar, In the summers se limita desde un inicio a filmar el ecosistema de Vicente, reduciendo el escenario a su cotidianidad -su casa, el bar, el coche, sus fiestas-, generando como consecuencia una sensación de extrañamiento y de ser ajeno de las dos hijas, que vuelven una y otra vez al mismo espacio cada verano. Partiendo de una aproximación de tintes autoficcionales, al igual que planteaba Coppola en su película, Lacorazza fusiona no solo su propia experiencia e identidad queer con esta meditación sobre la memoria cultural latinoamericana, sino que también parece apropiarse de Residente y de su narrativa autobiográfica de caída y redención. El rapero puertorriqueño interpreta a este Vicente, una suerte de alter ego marcado por las pocas posibilidades de futuro, los errores cometidos y, finalmente, la necesidad de avanzar y de reconstruir su familia al margen de sus hijas. El último fragmento resulta profundamente revelador, cuando las hijas, en plena adolescencia turbulenta, encuentran a su padre renovado y asentado con otra mujer y una niña. Se produce, por tanto, una sensación de transferencia emocional, una especie de vampirismo paternal que, tras tantos años, ha robado la vitalidad necesaria para rehacer su entorno, condenando irremediablemente a Violeta y a Eva.
A pesar de verse contagiada de ciertos automatismos formales y narrativos del cine de autor independiente, que películas como Aftersun (Charlotte Wells, 2022) o Bird (Andrea Arnold, 2024) parecen enumerar sin cuestionamientos, In the summers respira en la mayoría de su metraje sobre el componente sensorial del recuerdo. El verano se filma como un tiempo extraño, donde el ritmo se detiene y el aire pesa más. A los mencionados interludios se unen imágenes recurrentes que funcionan como testigos del paso del tiempo, como la piscina, el bar o el propio mobiliario de la casa, que cambian ligeramente y se vuelven extraños de nuevo año tras año. Al reducir conscientemente el metraje a estos breves momentos de una vida, Lacorazza permite al espectador rebuscar en las elipsis, preguntarse por ese fuera de campo en el que se producen los cambios y reposan los traumas. Aunque la obra cae en numerosas explicitaciones dramáticas en diálogo y en reducir muchos de los grandes temas que trata a meras líneas de guion, existe una búsqueda vehemente de crear un imaginario personal sobre el pasado y su influencia generacional. El último gesto de la directora es detenerse en un espacio que la cámara no había traspasado aún, el asfalto del aeródromo tras despedirse de su padre, quedándose, ahora sí, con las dos hermanas bañadas por la luz de un atardecer que marca el irremediable final de otro verano en Las Cruces. ♦
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