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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Dìdi

    || Críticas | Americana 2025 | ★★★★☆
    Dìdi
    Sean Wang
    La identidad como experiencia política


    Lina María Rivera Cevallos
    Madrid |

    ficha técnica:
    EE.UU. 2024. Título original: Dídi. Director: Sean Wang Guión: Sean Wang Producción: Scott Wickman, Gillian Mahar, Elaine Gibson Productoras: Focus Features, Antigravity Academy, Unapologetic Projects, Maiden Voyage, Spark Features, Cedar Road, Liucrative Media. Fotografía: Sam A. Davis Música : Giosue Greco Montaje: Arielle Zakowski Reparto: Isaac Wang, Shirley Chan, Chang Li-Hua, Joan Chen, Li Li-Hua, Raúl Dial, Mahaela Park.

    La ópera prima de Sean Wang, Dìdi, se construye sobre una estructura en la que muchos de sus elementos se emparentan por relaciones ideológicas y sociales que, a primera vista y de modo engañoso, parece obvia y natural, y, sin embargo, es precisamente en el anverso de esa aparente espontaneidad donde se advierte su exactitud. Un ejemplo de ello es la secuencia inicial, que utiliza eventos cotidianos para encapsular los temas que desarrollará más adelante, pero siendo necesario apreciar la película en su integridad para calar en la profundidad de cada micromomento. Es así como de manera superficial puede sentirse como otro coming of age de los 2000, diferenciándose principalmente por su enfoque en la experiencia del inmigrante asiático-americano, pero la precisión y madurez con la que se aborda logra trascender la intensidad personal para construir una visión poliédrica sobre el universo familiar, juvenil y expatriado. Siendo posible identificar su particular configuración mediante la exploración de la influencia de la «virtualidad» en la construcción de la identidad y las relaciones interpersonales, así como la inevitable importancia de los errores; y, sobre todo, en la necesidad de reconciliarse con las oscilaciones del yo. Así el filme de Wang se erige en un relato que exalta la incomodidad y vergüenza de crecer desde el silencio, sin recurrir a peleas estridentes o diálogos autoreivindicativos que suelen ser un componente indispensable en el género. Lo logra gracias a la actuación del jovencísimo Isaac Wang, basada en gestos que revelan una gama emocional tan incoherente como la misma pubertad; y transitando con mucha sensibilidad por una narrativa donde el hallarse está intrínsecamente ligado al «perderse», lo que implica estrellarse contra las propias expectativas, para redirigir el rumbo hacia una identidad sino más auténtica sí más propia.

    Desde un universo donde realidad y virtualidad se entrelazan, el ordenador se convierte en Dìdi en un personaje más que se fusiona con el protagonista. Wang logra exponer con eficacia el rol extensivo de la tecnología, mostrando cómo la red se convierte en una conciencia externa en la que depositamos obsesiones, emociones y secretos, desdibujando los límites entre ambos mundos, hasta hacerlos inescindibles. Aborda las facetas más vulnerables de la identidad de Chris a través de la pantalla, evitando el clásico primer plano, lo que otorga un matiz reflexivo e impone una mirada inquietante de la vida moderna, en la que un chat, un vídeo o una foto conforman nuestro rostro actual, mientras lo corporal parece insuficiente para expresar nuestra humanidad. Sin embargo, la reflexión va más allá, como lo demuestra el momento en el que Chris «lo arruina todo»: acude al Chatbot y en una breve conversación, recibe como respuesta: «yo soy tu amigo». En este instante el vacío emerge, demostrando que, aunque lo virtual parece dominar nuestra realidad, sin conexiones interpersonales verdaderas, ese universo digital pierde significado y eficiencia, al colmo que el valor de lo virtual radica en su capacidad de impactar más allá de la pantalla. Esta consciencia de la modernidad se entrelaza con el ser inmigrante como otro de sus temas principales. Inicialmente, autoreferenciándose no sólo al tomar la historia desde su propia experiencia sino también al enfocarse en un grupo de amigos compuesto exclusivamente por «otros»; inmigrantes o descendientes de inmigrantes, que se definen a través de su negación a aceptar su propia identidad y esfuerzo por ser «americanos». Este intento de asimilación los lleva a desarrollar comportamientos xenófobos entre ellos mismos, juzgando a quien más evidencie su origen. Este aspecto se refleja de manera sutil pero poderosa en el hecho de que el protagonista asuma para sí el apodo «Wang Wang», y que el proceso de descubrimiento no sea encontrar un nombre sino aceptar el suyo propio.

    Por ello, una de las decisiones más elocuentes que toma el libreto firmado por Sean Wang es que la madre china de Chris sea la tercera protagonista. Ya que a partir de ella se revela la complejidad del crecimiento y la migración, no sólo como un proceso de la juventud sino como una constante a lo largo de la vida. Abordando esta búsqueda por la identidad, también, desde diversos planos de la maternidad, haciendo uso de su rasgo como artista frustrada para ir más allá del rol convencional y replantearse como un personaje que lucha contra las expectativas familiares, a partir de su propia reconstrucción. Permitiendo que los constantes juicios que recibe por ser «una mala madre», aunado a la ausencia de su esposo, terminen por visibilizar el trabajo doméstico como una actividad no remunerada ni reconocida que no debe implicar la nulidad de la individualidad. Desde este enfoque se nos recuerda la rigidez de nuestras construcciones sociales y la influencia de los estereotipos, no únicamente en los espacios públicos sino principalmente en los entornos íntimos y personales. Esta mirada se enriquece entrelazando el realismo introspectivo con momentos oníricos y surreales, evocando referencias estilísticas a Los 400 golpes de François Truffaut y Euphoria de Barry Levinson, haciendo sobresalir a Dìdi en un panorama saturado de películas similares en el cine americano; distinguiéndose por su expresividad sociológica, expresada fundamentalmente en el blocking, formalizado, por ejemplo, en la escena en la que Chris saca a su madre del cuarto, simbolizando el rechazo a sus orígenes, capturando la complejidad y futilidad de su lucha. El filme se apoya en la realidad y la cotidianidad para buscar revelar la inconsciencia a niveles social, político y tecnológico, demostrando cómo las experiencias individuales, que dan cuenta del «yo social», poseen la capacidad de modificar la conciencia colectiva. ♦


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