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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Black Box Diaries | Filmin

    || Críticas | ★★★★☆
    Black Box Diaries
    Shiori Ito
    Ética abisal


    Emilio M. Luna
    Madrid |

    ficha técnica:
    Japón, Estados Unidos, Reino Unido, 2024. Título original: «Black Box Diaries». Dirección: Shiori Ito. Guion: Shiori Ito. Compañías: Cineric Creative, HanasH Film, Spark Features, Star Sands. Festival de presentación: Festival de Sundance. Distribución en España: Filmin. Fotografía: Hanna Aqvilin, Yûta Okamura, Keke Shiratama. Montaje: Ema Ryan Yamazaki. Música: Mark De Gli Antoni. Intervenciones: Shiori Ito. Duración: 99 minutos.

    El siglo XXI es la era del ruido. Cada movimiento social e ideológico lucha por convertirse más que en un canon transformador, más que en un paradigma, en tendencia democratizadora, en un caballo de Troya envuelto entre proclamas. E inevitablemente con ello llega la corruptibilidad, la decadencia y la reformulación; también una reacción, un rechazo, que porta los mismos males. Así, ¿cómo separar la narrativa de la realidad?, ¿Cómo hallar la verdad entre ese discurso domado y modulado por el materialismo? Preguntas sin probablemente respuesta; y menos ahora, cuando la corrección, devenida eslogan publicitario domina cada puesta en escena, no solo cultural, también socio-política. La narración, ese nexo que, como remarca el pensador germano-coreano Byung-Chul Han en su libro «La crisis de la narración» (Die Krise der Narration, Herder Editorial, 2023), tiene una capacidad transformadora, tanto endótica como exógena, se ha pervertido en el llamado storytelling, un mecanismo al servicio del capitalismo que no solo necesita contar una historia, sino además fuerza lograr la atención y la adicción del lector. Una suerte de realidad gobernada por el azar, la ilógica y la absoluta falta de ética. En los huecos del storytelling se encuentra una verdad, que no La verdad. Desentrañarla en la contemporaneidad es un acto de disidencia.

    Esclavo de este tiempo que vivimos, el #MeToo ha vivido todas las fases desde su nacimiento hasta el último estadio de descomposición. Sin embargo, su gran valor, el de desenmascarar dinámicas de poder, no siempre ligadas al tópico patriarcal, se ha mantenido perenne. La endogamia y las estructuras verticales, propias del capitalismo, son un ecosistema articulado sobre desigualdades tensionadas por el poder y la demanda de este; en el que ascender, en muchos casos, requiere como contrapartida el trauma. En cierta manera, el #MeToo ha subrayado las contradicciones de una sociedad que se devora a sí misma, deshumanizada. Poco importan las coordenadas, ni el nivel de desarrollo. Así lo demuestra un filme como Black Box Diaries (íd, 2024), debut en la realización de la periodista Shiori Ito. Un largometraje documental que desvela que las estructuras de poder son símiles independientemente del continente y sus tradiciones psicosociales. Ito recopila, a modo del diario que sugiere el título, todas las etapas que vivió tras ser violada en Ebisu (Shibuya), en su etapa de reportera interna de la sección de política internacional de Thomson Reuters, por Noriyuki Yamaguchi, uno de los periodistas de más prestigio en Japón que trabajaba en la TBS (Tokyo Broadcasting System Television), tótem de la televisión privada nipona. Ito, en aquel momento con 26 años, en estado de embriaguez, fue forzada por el veterano corresponsal en un hotel tras un encuentro con compañeros en un bar de la zona. El trabajo de Ito de capturar su lucha, junto a la labor de la montadora de Ema Ryan Yamazaki, va cuestionando, arrítmicamente, las incoherencias de todos los espectros de una sociedad que, como cabía esperar, la invisibilizó sin pudor. La relación de estrecha amistad entre Yamaguchi con el Primer Ministro Shinzo Abe convirtió un crimen evidente en una batalla ideológica. Y de nuevo, cuando esta emerge, ahí aparece el mentado storytelling y la verdad ya no debe importar. Pero importa.

    Una de las primeras imágenes que ofrece el metraje son las que concede una grabación de una cámara de seguridad que vela la entrada del hotel de Shibuya. En ella se aprecia como un taxi llega a sus aledaños. Desde la puerta trasera izquierda sale un hombre de mediana edad de forma errática. Tras hacerlo vuelve adentro y forcejea con otra persona que se atisba desde la luneta trasera. Un movimiento tenso, que dura varios segundos, y que culmina con la salida de una mujer del vehículo. El individuo sujeta el cuerpo de la mujer, que muestra claros signos de embriaguez, y que entra en el hotel arrastrando los pies ante la mirada atónita del portero. A estas imágenes, rotundas, el filme volverá en su parte final, aunque en realidad nos acompañarán durante todo el descenso a los infiernos que emprende Ito tras denunciar un suceso, un crimen contra su cuerpo en definitiva, que le acompañará toda la vida, como recalca en varias intervenciones. Dicho documento, por un lado, nos interpela; por su extraña cotidianidad, por su efecto paramnésico. Son imágenes que retumban en nuestra memoria, que se entienden porque alguna vez las presenciamos, aunque fuera desde la lejanía. Por otro, para desgracia de Ito, resulta incomprensible que con tales pruebas emergiera una cortina de humo y que ni la jurisprudencia, ni los medios de comunicación, ni el pueblo nipón, intercomunicados, alzaran la voz. La posición de privilegio de Yamaguchi posibilitó que lo obvio se tornara etéreo, casi difuso.

    Porque, en efecto, cuando se trata de defender una posición de este calibre, ese sistema endogámico que mencionamos, se amuralla. La ideología y los intereses siempre van por delante de lo humano. Y como arma de contraataque está, eso es, el storytelling. El mejor ejemplo de ello lo encontramos en la primera declaración pública de Ito ante sus homólogos, en la que desvela que ha sido asaltada sexualmente por Yamaguchi y que emprenderá acciones legales contra él. En un momento crucial, en el que la vida de una persona está en juego, la mirada enfoca a su camisa, que tiene el primer botón desabrochado. Un detalle que se erigirá eje de un discurso sobre la personalidad de la víctima. Una vez más, se modela una hipótesis devenida mantra consciente y dirigido. Al ser informada sobre esto por parte de su equipo, Ito responde que no sabía qué ponerse, que «si hubiera aparecido sin arreglarse, probablemente hubieran dudado de sus capacidades mentales»; una previsibilidad que empero no hace al sistema propagandístico de los núcleos de poder menos eficiente. Con todo en contra, la perseverancia de Ito, materializada en un libro que describe todo lo acaecido, titulado «Black Box: The Memoir That Sparked Japan's #Metoo Movement» (Feminist Press at the City University of New York, 2021), fue la primera piedra que edificó el cambio de la opinión pública. Primero llegando a otras víctimas de cualquier tipo de abuso laboral; después presionando a todos los estamentos japoneses, debilitados ante la lógica y el peso de las pruebas que irán emergiendo. Black Box Diaries es un contenido docuthriller que recopila todos esos momentos, que van desde los pequeños avances para llegar la victoria –en los que se remarca que esta lucha no solo es una cuestión feminista personificada en el testigo clave— de Ito hasta la muerte de Abe, asesinado el 8 de julio de 2022; sin embargo, su honestidad –solo expone visualmente a Yamaguchi tras el anuncio de la sentencia—, su falta de pretensiones visuales y narrativas, revelan la naturaleza de este largometraje documental de enfoque y rigor periodísticos: una herramienta terapéutica que parte de la curación personal para, quizás, terminar en la global. Un ejemplo de resistencia que cambia sociedades pero, ante todo, educa miradas, sea cual sea su origen. ♦


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