Las 10 mejores películas de 2024
Elegir las mejores películas del año es un acto de celebración; también de optimismo. Poco importa que el ruido lo envuelva todo de tal manera que devenga protagonista en determinados segmentos del curso. Un contexto que se repite en el último lustro, propio de la radicalización de la comunicación y la sobrexplotación del sector con la consolidación el streaming. Todo eso queda atrás cuando toca pensar en las imágenes de un año, por supuesto, irregular en materia cinematográfica pero también lleno de aristas, que surgen como resistencia ante los nuevos estándares.
Si el curso pasado obras como Trenque Lauquen (Laura Citarella, 2023) y Cerrar los ojos (Víctor Erice, 2023), que encabezaron el listado de mejores películas del año, ejercían de dique ante este este flujo de imágenes prediseñadas, en este 2024, cineastas con muchas horas de metraje a sus espaldas como Wim Wenders, Jonathan Glazer, Clint Eastwood, Christian Petzold, Jacques Audiard o Todd Haynes han marcado felizmente la ruta, en cuanto a estrenos en las salas comerciales nacionales se refiere. Entre ellos, ha emergido una realizadora como Alice Rohrwacher, una realidad dentro de un cine independiente europeo esclavo de las necesidades del circuito de primeros festivales; tiranos al límite de la supervivencia que cada año pierden más relevancia. Las imágenes rubricadas por la realizadora florentina se mueven entre los intersticios del tiempo, como lo hicieron sus idolatrados Federico Fellini y Roberto Rossellini. En cierta manera es lo que necesita la contemporaneidad: dejar de pensar en el presente inmediato y abordar qué tipo de legado necesitamos.
Que Rohrwacher encabece el listado anual de esta cabecera con su cuarta película La quimera (La chimera, 2023), como sucedía el año pasado con los citados largometrajes de Citarella y Erice, es un honor. También un motivo por el que celebrar. El cine está más vivo que nunca. Solo necesitamos saber mirar; y hacerlo, si es posible, juntos. Por ello, muchas gracias un año más a nuestros lectores y lectoras. Sin ellos este espacio de miradas y reflexiones no sería posible.
▶ Pueden consultar aquí las listas individuales de los redactores
| Menciones de honor |
- 20| El clan de hierro (The Iron Claw, Sean Durkin, Estados Unidos, 2024). 98 puntos.
- 19| Dune. Parte II (Dune. Part II., Denis Villeneuve, 2024). 100 puntos.
- 18| La estrella azul (Javier Macipe, España, 2023). 105 puntos.
- 17| Volveréis (Jonás Trueba, España, 2024). 105 puntos.
- 16| La trampa (The Trap, M. Night Shyamalan, Estados Unidos, 2024). 110 puntos.
- 15| Here (Robert Zemeckis, Estados Unidos, 2024). 110 puntos.
- 14| Segundo premio (Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, España, 2024). 121 puntos.
- 13| Anora (Sean Baker, Estados Unidos, 2024). 133 puntos.
- 12| Furiosa: De la saga Mad Max (Furiosa: A Mad Max Saga , George Miller, Australia, 2024). 140 puntos.
- 11| La sustancia (The Substance, Coralie Fargeat, Francia, 2024). 143 puntos.
A continuación, las diez mejores películas estrenadas en España durante 2024, elegidas por la redacción de El antepenúltimo mohicano:
10| DESCONOCIDOS
CRÍTICA completa.
La idea de la película es, sencillamente, viajar hasta el corazón del dolor que aflige al protagonista; recomponer los fragmentos de tristeza que conforman una vida herida por la incomprensión, el odio y la ausencia; imaginar una fantasía infantil que sea capaz de sanar la existencia; escribir una sinfonía de caricias cómplices que reconforte tanto a los personajes como al espectador. Las escenas, por tanto, se mueven por la pantalla como un suspiro cubierto de lágrimas que alivia ligeramente, que funciona como leve paliativo contra un pasado que está clavado en la memoria y la hace sangrar en silencio. En silencio, porque la cinta camina entre los hilos de la incomunicación, intentando encontrar una palabra que termine con una angustia que nace ante la imposibilidad de expresarse. El director opta por una puesta en escena transparente que no hace sino dejarle espacio a los actores, a sus rostros carentes de rencor, para que sean ellos los que construyan la emoción desde su mirada. All of us Strangers oscila entre la realidad y el deseo, entre la certeza de un cuerpo tangible al que abrazar y la fantasía de un encuentro redentor pero imposible; y, desde ahí, se expande rompiendo los límites de la pantalla para interpelar a un espectador que asiste a este prodigio del séptimo arte mudo de belleza, que se deja mecer por la suavidad de unas imágenes que son al mismo tiempo herida y venda, depresión y éxtasis, que se acurruca en el fondo de la butaca y deja que esta nana que sólo adquiere sentido completo una vez que ha rozado mínimamente la piel emocionada de sus sentidos, le conmueva hasta la lágrima.
09| EMILIA PÉREZ
CRÍTICA completa.
El autor de De latir, mi corazón se ha parado, configura un viaje emocional de una profundidad desarmante, que, en realidad, es sólo una excusa para reflexionar sobre la posibilidad de volver a empezar en la vida cuando el peso del pasado es casi insostenible, cuando los errores conforman una corona de espinas que desgarra la esperanza. A través de una protagonista que una vez que ha tomado conciencia de sus errores del pasado se propone enmendarlos, Audiard no deja de lanzarle al espectador una serie de preguntas sobre el perdón, la aceptación de la culpa y la asunción de la responsabilidad, para las que no ofrece ningún tipo de respuesta. Por detrás, muestra de forma clarividente las estrategias sucias de whitewash que las grandes empresas realizan con la intención de cambiar todo para que todo siga igual, la forma en que el sistema somete a los ciudadanos obligándoles a aceptar trabajos que contradicen radicalmente su código de valores, y la imposibilidad de escapar de la violencia (o de cualquier otra dinámica destructiva) cuando esta se encuentra en la raíz misma del entorno en el que uno se desarrolla. Emilia Pérez es una película felizmente artificiosa que lanza sobre la pantalla infinidad de ideas radicales que no siempre terminan de cuajar, que hace gala de una narrativa irregular sometida a su barroquismo hermoso y desquiciado, que en su intento de rebelarse contra todo, llega a dispersarse por momentos; pero también es una obra perfectamente imperfecta, que exuda vida y frescura por cada una de sus imágenes, que propone un viaje asombroso y emocionante, que materializa la locura de su argumento en unas imágenes igual de locas, que ofrece unos números musicales vibrantes (y brillantes en su uso del rap) que no dejan indiferente a ningún espectador, y que conmueve profundamente gracias, sobre todo, a las impresionantes interpretaciones de Karla Sofía Gascón y Zoe Saldana. Emilia Pérez, decíamos, pertenece a ese grupo de películas desbordantes que pagan el precio de la irregularidad, del desorden intermitente, con el fin de ofrecer un espectáculo inigualable.
08| EL MAL NO EXISTE
CRÍTICA completa.
La forma que tiene Hamaguchi de mostrar todo ello es a través de unos pocos pero efectivos recursos, tanto en imagen como en sonido. Ahí tenemos una minimalista pero estremecedora secuencia inicial, que sirve de dilatado preámbulo visual/musical a lo que viene. Un sencillo travelling que mira hacia arriba, hacia la copa de los árboles del bosque, que avanzan sin llegar a ningún fin. La música de Eiko Ishibashi que lo acompaña es muy bella, pero a su vez también enmarañada, como las ramas de los árboles, que se entremezclan entre ellos sin orden ni concierto. Como curiosidad, la génesis de esta película (y, cabe añadir, también de la siguiente que se le espera, titulada Gift) es un proyecto ideado por el cineasta juntamente con la compositora, una colaboración en la que Hamaguchi debía hallar unas imágenes con las que ilustrar una partitura de Ishibashi. Es importante destacar este detalle porque el papel de la música (y el silencio) es fundamental en Evil Does Not Exist y conociendo la implicación de Eiko Ishibashi, entendemos el porqué. El título de la película da a entender que, en ese paraje puro y simple, en ese orden equilibrado entre habitantes, animales y naturaleza, no hay cabida para el Mal (así, en su forma más compleja). En general, parece que sea de esta manera. Incluso en el trato tensionado con los visitantes de Tokio, hay una cordialidad que acaba imperando. También en la evolución que veremos en esos dos personajes totalmente foráneos, parece que esa bondad del paisaje se les traslada a su forma de ver el mundo. Pero, como esas ramas enmarañadas pronostican ya al inicio, la realidad es mucho más compleja y, en ocasiones, incomprensible. En su tramo final, la película muta de forma inesperada y consigue cambiar del todo el sentido de lo que le ha precedido. Se muestra la otra cara de lo bello, que es lo terrible, lo siniestro. Y, por encima de todos, deja al espectador descoyuntado, sacudido, y con un puzle que, cuando parecía que podía acabar de completarse, se ha desmoronado ante nuestros ojos.
07| SECRETOS DE UN ESCÁNDALO
CRÍTICA completa.
Si Haynes discurre habitualmente por los carriles expresivos del melodrama, campo donde se juega todo el artefacto piromusical al servicio de la enjundia emotiva, hoy lo pasa de rosca y lo lleva a consciencia hacia el terreno del telefilme, de la acuñada «película de tarde». Quien la ha dormido (la siesta) lo sabe: la película de tarde pone la tilde en cuñas bien asentadas de las fórmulas que incorpora, adoptando alternativamente los rasgos que demarcan las variantes del thriller (erótico, conspiranoico) y replicando sus aciertos con alegría. La falta de compromiso para nadie, excepto para sí mismas, las ha vuelto populares, ligeras, fantabulosas. Dulce hogar para lo camp y, en última instancia, para lo queer. También para tode aquelle que quiera pasarlo bien: Julianne Moore, experta en la gestualidad de su boca (específicamente curtida en el arte de apretar los labios), aquí ensaya las posibilidades de un ligero ceceo. Natalie Portman, imitándola para preparar el papel, simula su ceceo y lo acentúa. Juguetonamente, auguraríamos que la sobreactuada Moore trabaja en el registro del melodrama, mientras que la sobreactuada Portman se mueve en el terreno de la película de tarde. Estructurada a partir de variaciones sobre el plano medio, manos libres y proximidad en el rostro, Haynes las reconoce en todo el esplendor que el cine puede ofrecer a una estrella que se divierte (porque, lo tenemos dicho, el play no corresponde sólo al teatro). Las re-encuadra, puntualizando acerca de sus pasajes más memorables como lo haría un Hong Sang-soo, les permite entrar y salir del espacio en plano de formas sorprendentes y divertidas. Una y otra vez, la cámara se divierte rompiendo el eje visual. Trastabilla para iniciar un simpático baile de claqué y, como sus actrices, patina para salirse también un poco de madre. Bien lejos de la realidad, May December es un espectáculo gozoso.
06| JURADO Nº 2
CRÍTICA completa.
El imaginario de Clint Eastwood ha mantenido su marca o sello autoral muy por delante del complicado sistema de estudios, sus trabajos digamos más personales y menos comerciales se producen gracias a su productora Malpaso, aunque la mayoría de las veces sus películas se distribuyen bajo el respaldo de Warner Bros, que por otra parte le debe muchos de sus grandes éxitos de taquilla y algún que otro Oscar. Por eso es incomprensible el maltrato comercial y publicitario del desgraciadamente testamento final del actor de Los violentos de Kelly. Jurado Nº 2 parece sufrir los trances endémicos del streaming, un estreno muy limitado, más enfocado a Europa que a Estados Unidos en donde apenas un puñado de salas tuvieron la suerte de proyectar el filme. Su condición de cine para adultos y su empaque hubieran sido pasto y semilla de prestigio en los cines de hace una o dos décadas, sin embargo, ahora mismo sufre del delirio y las prisas del multiverso de las plataformas y del publico pasivo, domesticado por la parrilla de una oferta intercambiable. La paradoja fortuita y espontánea para Warner se descubre en la verdad que despierta el filme; un alegato amargo y desgarrador del alma humana, en un contexto fantasma, quebradizo e ilusionista. En cualquier caso, esto permite a Eastwood ocultarse entre bambalinas, estando presente fuera de campo, mucho más cómodo rehaciendo su americanismo. Las debilidades del realizador por las historias genuinamente americanas despliegan un mosaico excelso del american way life y como hemos dicho, su especial apego por los perdedores que dadas las circunstancias son empujados al extremo del ring. Pensemos en Luther Whitney, el ladrón de guante blanco de Poder absoluto, entrando a hurtadillas en el piso de su hija y llenándole la nevera en un segundo o tercer plano sin ser visto. Un ejecutor silencioso, que mantiene la calma y cuida de los suyos pero que también se debe a su condición de outsider, de soldado magullado e independiente, que en su retiro sabe cargar con toda la culpa sin miedo al juicio final. Por eso Eastwood escapa a las garras de los estudios ofreciéndonos en Jurado Nº 2 una despedida en voz baja, mejor en susurros, como sus cálidas melodías. Es mejor así porque a Jurado Nº 2 no le hace falta el CINE para serlo.
05| PERFECT DAYS
CRÍTICA completa.
En un momento en el que la espiritualidad orientalista se saquea impunemente para dar clases a ejecutivos angustiados en precario y que todo hijo de vecino anda con apps de meditación para calmar la tristeza de los días, resulta curioso que la película se imponga a la contra: lo que trae la paz reside en la suciedad y en la humillación, en la quiebra y en la fragilidad, en ese espacio misterioso en el que los sueños son fogonazos en blanco y negro apenas dibujados en el contorno de la vida. Basta con un travelling de seguimiento mientras Hirayama y su sobrina pasean en bicicleta por la ciudad para que uno note una suerte de calma explosiva, un fragmento concreto de cine distanciado y absolutamente consciente de que no podrá volver a ser hermoso. Y es que, qué duda cabe, aquí no está esa fuerza compositiva y visual que Wenders consiguió en Berlín o en sus películas en blanco y negro de alto contraste. Tampoco está esa hermosísima Lisboa llena de sonidos primorosos que parecían Fado, o viceversa. Wenders, como Hirayama, sabe que la fuerza de la captación analógica es cara y nostálgica, anacrónica, una curiosidad para espíritus sensibles que se han negado a dejar de mirar o de escuchar. Como si él mismo supiera de los dislates visuales que cometió en Inmersión (Submergence, 2017) o en Todo saldrá bien (Every Thing Will Be Fine, 2015), aquí se aparta del subrayado aparatoso y vuelve, simple y llanamente, a dejar que las cosas fluyan, que se ejerza el tránsito entre imagen e imagen, que el mundo devenga pacientemente aquello que pueda aunque sea desde la traición del digital. Es otro mundo, pero a la vez, son todos los mundos y es la danza de causalidades entre los fragmentos de nuestro propio mundo. Cine del 2023, vamos. Los últimos planos de la cinta, ese gesto inescrutable y confuso que parece conducir hacia la muerte —esto, cuidado, es una sobreinterpretación mía que nada tiene que ver con el original— hacen que toda esa emoción contenida y milimétricamente dispuesta por capas, simple y llanamente, estalle. La película llega a su cénit, Wenders no necesita sino empujar un poco todo lo que ha levantado para que una fuerza descomunal nos invada y desborde la pantalla. Wenders vuelve, durante dos o tres minutos, a ser un director titánico. Wenders vuelve, precisamente ahora que nadie lo esperaba. (Mientras termina la proyección estoy sentado sobre la alfombra lateral de la Sala Grande del Karlovy Vary, probablemente incumpliendo alguna normativa de seguridad, la voz de Nina Simone retumba y me giro apenas unos segundos para mirar los rostros que miran a Hirayama, ese mar de desconocidos y desconocidas que contienen la respiración, y pienso que ahí está, ese es el plano/contraplano, ese es el chispazo y el momento inolvidable, y pienso que quizá durante esos breves minutos de cierre somos realmente una comunidad y que el cine nos ha enhebrado brevemente, aunque fuera estén los vendedores de perritos y la confusión y el cambio de moneda y los plazos y el miedo y la prisa y el ego y todo lo demás, pero aquí dentro, sentado sobre la alfombra lateral de la sala e incumpliendo alguna normativa de seguridad, estamos Wenders, Simone, usted, yo, todos los mundos del mundo, todos los cines del cine).
04| LA BESTIA
CRÍTICA completa.
De nuevo, el director de Zombie child y Coma hace un análisis de la actualidad tan certero y puntiagudo como finalmente desolador en el que, al mismo tiempo que radiografía problemas concretos a los que no se les está prestando demasiada atención, reflexiona sobre el peligro de algunos inventos que, aunque ahora no resulten determinantes en casi ningún ámbito, no tardarán en marcar el futuro de la humanidad. La película se planta delante de la mirada como un laberinto de dobles, triples y cuádruples sentidos sin entrada ni salida que encierra en su interior a un monstruo salvajemente mortal. Y mientras el espectador intenta encontrar la respuesta de un acertijo que pronto se desvela esquivo, Bonello no deja de cuestionarse sobre las posibilidades expresivas y reflexivas que puede tener una obra de arte creada por la inteligencia artificial; sobre las consecuencias de vivir para trabajar y no trabajar para vivir: sobre extirpación de los sentimientos por parte de la rueda capitalista con el objetivo de convertir a las personas en intransigentes máquinas de producir; sobre la angustia, el desasosiego y la soledad que se ciernen sobre todo aquel que se atreva a llevarle la contraria al sistema; sobre los motivos por los cuales un chaval se convierte en un incel —sí, los del celibato—; sobre las inseguridades físicas creadas artificialmente por las clínicas de cirugía estética con el objetivo de ganar pasta a costa del sufrimiento de las personas. El director compone así unas imágenes de precisión milimétrica que destilan una belleza atractiva y pesimista; acelera y desacelera el ritmo del montaje con una sobriedad aplastante; emplea una serie de recursos visuales —pantallas partidas, distintas relaciones de aspecto, lentes con distorsión— que impactan tanto por su fuerza estética como por su original implantación en el relato. La bestia viene a confirmar lo que muchos ya sabían: que Bertrand Bonello es uno de los cineastas más inteligentes, heterodoxos, iconoclastas y superdotados del panorama actual.
03| EL CIELO ROJO
CRÍTICA completa.
Petzold, quien en su sobresaliente carrera ha mostrado un gran interés por el drama como género, se atreve aquí con una comedia envenenada, demostrando su buen conocimiento de los sistemas emocionales, y de cómo integrarlos con eficacia en un marco audiovisual. Tanto el ritmo del contenido humorístico como el desarrollo de las interacciones entre los personajes están llevados con muy buen pulso. La inteligencia del guion del propio director se basa en dos factores: por una parte, y como todo buen relato, nos ofrece desde sus primeros minutos una serie de elementos visuales —el coche, los árboles del bosque, los animales salvajes como jabalíes, el constante ruido de los helicópteros, que nunca se ven— y narrativos —el aislamiento, las noticias acerca de los incendios en poblaciones no muy lejanas de donde se encuentran, incluso la visita cómica del Helmut— que se presentan como premonitorios, y serán recogidos a lo largo del metraje, a su debido tiempo —todos ellos vuelven a aparecer, pero ahora resignificados por un aire catastrófico—; por otra, muy en sintonía con estos, configura pequeños nodos simbólicos —el más obvio, el fuego, pero también el mar como final, como desenlace— que operan por debajo del desarrollo argumental, constantemente presentes, de modo que, al ocurrir un giro intempestivo hacia la fatalidad, reparamos en estos elementos, y la sorpresa se torna entonces perfectamente verosímil, pues aquella semilla siempre estuvo ahí, aguardando, a pesar de nuestra desatención. La catarsis trágica acaba siendo inevitable, y el punto álgido de confrontación emocional se presenta en el regreso a la playa y la contemplación del Báltico nocturno, de hermoso fulgor bioluminiscente, que recuerda, de algún modo —y su uso referencial probablemente sea totalmente premeditado— a El rayo verde (1986), de Éric Rohmer. Roter Himmel supone, así, un ejercicio cinematográfico interesante, con múltiples capas de contenido discursivo y carga simbólica, escondidas bajo una apariencia ligera e inofensiva. El talento de Petzold a la hora de plantear esta serie de paisajes emotivos merece una digna mención, al igual que su logrado trabajo compositivo y capacidad para mutar de género de manera natural.
02| LA ZONA DE INTERÉS
CRÍTICA completa.
La hiperrealidad da cabida a todo aquello que reconocemos no estar viendo, vuelve aún más claustrofóbica una realidad familiar angustiante, repleta de niños crueles y mujeres despechadas. A la Sra. Höss le veremos las piernas, en primer término y extrañamente plegadas sobre la cama, cuando suplique a su marido que se marchen de vacaciones y él le dé una respuesta vaga. Glazer nunca busca dibujar un estudio de personaje y, de hecho, no ofrece ni un primer plano a la pareja de protagonistas… Su cine es cerebral y demiúrgico, kubrickiano. Paradójicamente, ofrece los pasajes de mayor cercanía (¿casi intimidad?) a un mundo exterior, nocturno y peligroso. De madrugada, una chica joven se escabulle de casa para esconder manzanas en las trincheras que se empleaban para llevar a prisioneres a las excavaciones. La cámara nocturna la encuadra de lejos, dando tiempo y espacio para su ritual inexplicado. Con los blancos por negros, en plena oscuridad, nos permitirá abstraernos del horror que la vida diurna depara. Se trata de uno de muchos gestos modernos, compenetrados en un superorganismo terrorífico y armado explícitamente contra la comodidad de nuestras butacas. El salto radical entre la concepción interior y exterior del espacio; la inclusión de escritos de la época como voz narradora en off o con subtítulos sin locutor; la presencia desconcertante de travellings de seguimiento en los que «se cuelan» elementos inesperados (un río que esconde el terror bajo las aguas, el perro que aparece en cuadro para asaltar mesas decorosamente preparadas)… Aunque «inesperados» de qué, pienso, si Glazer afianza una y otra vez su dominio total del mundo narrativo. Lo opaca a base de planos cenitales e insertos juguetones, incluso coreografiando la destrucción de toda verosimilitud en la profundidad de campo, que sus personajes explotan una y otra vez, a base de acercarse y alejarse en línea recta con respecto al tiro de cámara. The Zone of Interest juega como una criatura y tiene todas las características de un mantra. Así, radicalmente moderna, la de Glazer reconoce su incapacidad para dictar conclusiones o reconstruir cualquier certeza. Hacia el final de la cinta, que ubica a la figura del padre dentro de la institución nazi, la cámara decide rebajar su intervencionismo y contemplar el cuerpo entero de Rudolf, mientras pasa una revisión médica o en un evento social. A una distancia segura: ese es el trecho que la película escoge para con su protagonista, como si después de las constantes negociaciones con su figura, la imagen por fin tirara la toalla. Superado el engorroso deber del humanismo, sólo entonces, podrá esgrimir The Zone of Interest un castigo y una advertencia.
01| LA QUIMERA
CRÍTICA completa.
Rohrwacher sigue la estela de sus trabajos anteriores que difuminan la línea entre realidad y fantasía, así como entre pasado, presente y futuro. Como en Lázaro feliz, el paso del tiempo es distinto para sus personajes, aunque en este caso dicha alteración no se presenta como disparidad cronológica, sino como cuestión de percepción, del mismo modo que la fantasía es solo personal. La Chimera es entonces más introspectiva que esa anterior película, y su visualización depende del estado de ánimo del protagonista. Los cambios en la relación de aspecto (de nuevo con los bordes redondeados, de impresión fabulesca, como si se exhibiera un pergamino) y su correspondiente clase de celuloide (16 mm, Super 16 o 35 mm) u otras alteraciones de la imagen como la cámara rápida o lenta o el plano invertido gracias al giro vertical de 180° de la cámara son todos recursos que se insertan a partir de una acción o mirada de este personaje. Especialmente revelador es ese plano invertido, usado hasta en dos ocasiones, para mostrar que aquel vive entre dos mundos, el que está en la superficie y el que está bajo tierra, teniendo en cuenta que esta última dimensión, para él, también es propia del cielo, del paraíso, de cualquier lugar imaginario por donde pueda errar el alma de Beniamina. En cualquier caso, en esa peculiar búsqueda que, como es natural, no puede tener final feliz, Arthur va acentuando su decadencia, su traje cada vez es más raído y su mirada cada vez más perdida, por lo que no puede decirse ya que provenga de otra clase o que demuestre más categoría que los demás. Es, como ellos, un ser a la deriva. Entre tanto, el metraje se ve impregnado de una anarquía, acorde tanto a falta de asidero del personaje principal como al comportamiento ilícito y rebelde de todos ellos, que queda patente tanto desde un punto de vista técnico como narrativo. A los inesperados trucos de montaje se suman escenas espontáneas, fuera de tono y precedente, hasta confesiones dirigidas directamente a cámara, para hacer forzoso partícipe (y cómplice) al espectador de una historia que, de lo contrario, pronto le podría eludir. Lo que sí es constante en la cinta de Rohrwacher es su sensibilidad para, por muy singular, incluso sucio o inhóspito que sea el paisaje retratado, saber captar su belleza inherente, a la vista de cualquiera que quiera fijarse, por lo que tal belleza no queda reservada a creaciones ancestrales, míticas y encubiertas.