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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Senhora da Serra

    || Críticas | Novos Cinemas 2024 | ★★★☆☆ |
    Senhora da Serra
    João Dias
    Perder la fe en la humanidad


    Yago Paris
    Pontevedra |

    ficha técnica:
    Portugal. 2023. Título original: Senhora da Serra. Director: João Dias. Guion: João Dias. Productores: Abel Ribeiro Chaves. Productoras: OPTEC Filmes. Fotografía: João Dias. Música: -. Montaje: João Dias. Reparto: Patrícia Guerreiro, Elsa Vaz, João Figueira, Vasco Rolão Preto, Lucas Melo, Coro da Soalheira, Adufeiras do Paul.

    La película de apertura de la edición de 2023 del festival Novos Cinemas de Pontevedra, À procura da estrela (Carlos Martínez-Peñalver, 2023), narra la exploración de Xoel (Joel Fontán), un sonidista aficionado que se dedica a grabar sonidos en vías de extinción. Su viaje se encuadra dentro de la Serra da Estrela, ubicación rural portuguesa donde la despoblación ha provocado que ciertos sonidos, como los causados por las labores del pastoreo, cada vez sean más escasos. Así, el joven se dedica a registrar para la posteridad algo que está a punto de desaparecer, y que pertenece a los orígenes del ser humano. Esta búsqueda lo conduce a seguir un extraño sonido, que lo llevará a cruzar un umbral que lo transporará al terreno de lo mítico. Así, su búsqueda se podría leer como una especie de conexión espiritual con lo verdaderamente trascendente del ser humano, en una mirada hacia el pasado como la necesidad de huir de un presente carente de certezas y nortes morales.

    Se podría argumentar que la premisa de Senhora da Serra (João Dias, 2023) comparte numerosos nexos con la del filme anteriormente descrito. En esta cinta portuguesa se narra la llegada de la Senhora da Serra (Patrícia Guerreiro) a la tierra. Transmutando su figura de piedra en una de carne y hueso, y entendiéndose a esta presencia como un trasunto de la Virgen María, la protagonista del relato se dedica a interactuar con los seres humanos de la zona. En este caso, el punto de partida ya es el limbo espaciotemporal que suponía el final de À procura da estrela. En ese sentido, Senhora da Serra se mueve enteramente en el terreno de lo simbólico, y los personajes que aparecen son representaciones de ideas, más que seres humanos individuales. El motivo de la figuración humana de un ser celestial es similar al que provocaba el viaje de Xoel: la carencia de certezas y valores del presente humano. De esta forma, la Senhora da Serra que da título al filme se dedicará a interrogar a las diferentes personas que aparecen en los parajes naturales de la Serra da Gardunha –localización única donde se ha rodado el filme–, en busca de respuestas que expliquen la desazón que siente ante la deriva que la especie humana ha tomado.

    Senhora da Serra recuerda a otra película portuguesa reciente, Fogo do vento (Marta Mateus, 2024), que pudo verse en la edición de 2024 del Festival Internacional de Cine de Gijón. Este filme narra la historia de una pequeña comunidad rural que, ante la presencia de animales bravíos sueltos, corren a subirse a unos árboles para protegerse del peligro. Una vez a salvo en las alturas, la comunidad se sitúa en otro limbo, donde el paso del tiempo se difumina y el pasado se mezcla con el presente, dando lugar a una suerte de repaso de la evolución reciente de la sociedad portuguesa. En este contexto, la subida a los árboles se podría entender como una especie de ascensión, que permitiría evitar los peligros terrenales de un presente turbulento, representado por los fieros animales. Además de temáticamente, Fogo do vento se puede conectar con Senhora da Serra en términos formales. En ambos casos se trata de filmes tremendamente austeros en recursos audiovisuales, que toman un único escenario para la representación de sus respectivas ficciones, y donde un apabullante naturalismo fotográfico, lleno de fuerza luminosa, se combina con un lenguaje verbal de corte poético que da pie a interminables disquisiciones y reflexiones sobre el ser humano, ya sea en el terreno del hecho y la experiencia o de la moral y la ética.

    En Senhora da Serra el debate moral gira en torno a las perversiones de las doctrinas. La protagonista vive sucesivos encuentros con un ermitaño y con el secretario de un partido político. El primero representa la fe cristiana, mientras que el segundo, la convicción marxista. En principio, ambas ideologías deberían tener más puntos en común que tiranteces. En ambos se defiende la igualdad de los seres humanos, el desprecio a las posesiones materiales y la necesidad de que todos los miembros de la sociedad tengan una vida digna, donde las injusticias sociales desaparezcan. Sin embargo, la doctrina, punto de partida prometedor, se acaba corrompiendo cuando el ser humano pasa a aplicarla en el día a día, y esto se debe al conflicto de intereses entre lo personal y lo colectivo. Así, la doctrina pasa de ser un estandarte moral a convertirse en el subterfugio del poder, que clama unos ideales pero aplica otros. A pesar de que el ermitaño y el político deberían estar hermanados en su lucha común, viven enfrentados entre sí en una batalla encarnizada de acusaciones y desprecios. En medio queda la Senhora da Serra, quien, como si del Dios del Antiguo Testamento se tratase, castiga a ambos bandos, acribillándolos dialécticamente, como consecuencia de la profunda decepción que siente ante las derivas del ser humano. ¿Dónde quedó la moral? ¿Dónde se perdió la empatía y la compasión? La santa, horrorizada ante el panorama de incertezas y cinismos, huye de vuelta a su pedestal, pues el dolor que le causa la situación le provoca la necesidad de dejar de sentir, es decir, de retornar a su origen pétreo.

    Sin embargo, el tercer vértice del triángulo de seres humanos con los que la santa ha entrado en contacto hace una aparición final: se trata del ladrón, un personaje con el que también había tenido debates morales. Este personaje es el más cínico de todos, pues no cree en nada y desprecia todo modelo ideológico. Este personaje se podría leer como una cierta actitud punkie de crítica a todo como manera de justificar actos del todo cuestionables moralmente. El personaje asegura que el «nuevo hombre» nacerá de la unión de personas como él con santidades como ella, y sin duda se toma al pie de la letra esta afirmación porque, en el tramo final del filme, el ladrón viola a la Senhora, antes de que esta pueda retornar a su estado original, mancillada y abrumada por la mezquindad de una sociedad que no es mala por contar con ideales perversos, sino que, precisamente, lo es por carecer de toda creencia, de todo valor. El cinismo se manifiesta en el ermitaño, el político y el ladrón, pues los tre son, en última instancia, hermanos: todos ellos comparten el mal del presente, la carencia de convicciones y valores comunitarios; los tres viven dominados por las lógicas capitalistas del individualismo y la acumulación de poder. Y, en ese sentido, el ladrón, dentro de su autoengaño –pues siente que está luchando contra el sistema–, al menos es el más honesto a la hora de ejecutar sus acciones. ♦


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