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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | No sleep till

    || Críticas | Novos Cinemas 2024 | ★★★☆☆ |
    No sleep till
    Alexandra Simpson
    Un huracán como mero contexto


    Yago Paris
    Pontevedra |

    ficha técnica:
    Estados Unidos. 2024. Título original: No Sleep Till. Director: Alexandra Simpson. Guion: Alexandra Simpson. Productores: Tyler Taormina, Elijah Graf Quartier, Jason Simpson. Productoras: Omnes Films, Roc Films, Salem Films Entertainment. Fotografía: Sylvain Froidevaux. Música: -. Montaje: Alexandra Simpson. Reparto: Taylor Benton, Xaview Brown-Sanders, Jordan Coley, Brynne Hofbauer, Christina Brennan.

    Dos películas presentes en la edición de 2024 del festival Novos Cinemas de Pontevedra están producidas por el también director Tyler Taormina: Los capítulos perdidos (Lorena Alvarado, 2024) y la obra que nos ocupa en este texto, No Sleep Till (Alexandra Simpson, 2024). El propio Taormina estuvo representado en la edición de 2022 con su segundo largometraje, Happer’s Comet (2022), que se alzó con los premios a la mejor película por parte del jurado internacional y del de la crítica. No extraña que el realizador estadounidense sea el productor de las cintas de la directora venezolana y la francoestadounidense, pues ambas comparten el espíritu de Omnes Films, la productora del colectivo al que los tres cineastas pertenecen: «favorecer la atmósfera sobre el argumento y estudiar las múltiples formas de decadencia cultural del siglo XXI». Estas ideas recorren la filmografía de Taormina, quien en obras como la anteriormente citada o en Wild Flies (2016), en Ham on Rye (2019) o, se intuye, en la todavía por estrenar en España Christmas Eve in Miller’s Point (2024), aborda distintas comunidades y sus rituales de socialización desde una perspectiva entre lo costumbrista y lo onírico, en una aproximación al suburb estadounidense que recuerda inmediatamente al cine de David Lynch, con especial mención a Terciopelo azul (Blue Velvet, 1986) o la serie Twin Peaks (1990-2017), dos ejemplos, quizás menos radicales, de preferencia de la atmósfera sobre la trama.

    Ideas similares se manifiestan en No Sleep Till. El debut en el largometraje de Alexandra Simpson, presente en la Sección Oficial del festival, aborda la comunidad de Atlantic Beach, en Florida, en las horas previas a la llegada de un huracán. Las autoridades han iniciado los procesos de evacuación de la zona, lo que provoca un vaciado de los espacios públicos. Sin embargo, algunos residentes deciden permanecer, sin que parezca que tengan demasiados motivos para hacerlo. Salvo en el caso de Taylor, un joven cazador de tormentas que está iniciando su carrera, los demás personajes que aparecen en el filme nunca llegan a aclarar los motivos de su permanencia en la zona próximamente afectada. De esta forma, se inicia un estudio comunitario desde una perspectiva contemplativa, casi observacional, donde se juega con estéticas y dinámicas narrativas de lo documental –encuadres alejados, fijos, donde prima el retrato contextual y cotidiano frente a la acción extraordinaria; la fotografía naturalista–. Todos estos ingredientes dan lugar a un filme reposado, existencial, donde la inminente llegada del cataclismo parece el menor de los problemas de una población ya de por sí mermada en un escenario como el presente, dominado por la incertidumbre, la desidia y la fragmentación de una sociedad cuyos individuos, aunque compartan espacio, viven aislados, atomizados, sin la menor impresión de remar en equipo hacia un futuro común y comunitario.

    Al igual que sucede en el cine de Tyler Taormina, un evento social se coloca en el centro de la narración. Si en Happer’s Comet se trata del confinamiento de la pandemia de COVID-19, y en Ham on Rye se trata del baile de graduación de un instituto, en No Sleep Till la llegada de un huracán es el gran evento que determina la narración, o al menos en apariencia. Estos tres puntos clave serían el núcleo para el desarrollo de sendas narraciones si estuviéramos ante ejemplos de cine de corte clásico, en el sentido de convencional. Lo relevante de estos tres ejemplos de Omnes Films es la manera con que lo que se esperaría que dominase la trama pasa a quedar en un segundo plano: lo extraordinario se convierte en el contexto. A su vez, estos eventos no dejan de perder su relevancia, pues permiten suspender el tiempo en una especie de limbo donde los personajes salen de su rutina para explorar sus propias existencias. Esto se manifiesta con especial notoriedad en No Sleep Till, la más existencialista de las tres obras. Alexandra Simpson, también escritora del guion del filme, reúne a una suerte de personajes dispares, que comparten entre sí su sensación de fracaso existencial, de falta de oportunidades, como si se tratara de la cara B del sueño americano. Lejos de construir un discurso político basado en las falsedades de la promesa de futuro y prosperidad de Estados Unidos, Simpson opta, como también lo hace Taormina en su cine, por una aproximación más basada en la experiencia emocional que en la rabia activista. A nadie se le debería escapar que Simpson está retratando una comunidad decadente, económicamente deprimida –incluso se incluye en el metraje una escena donde se despide a un grupo de empleados de una empresa utilizando como motivo, o excusa, la llegada del huracán–, pero lo que le parece interesar son las repercusiones emocionales sobre unos seres bloqueados, sumidos en un fango en el que cuesta avanzar, como le sucede a ese par de amigos, aspirantes a cómicos de stand up, que deciden probar suerte yéndose a Filadelfia, lugar al que tenemos claro de antemano que nunca van a llegar.

    Son muchas las similitudes que hermanan a No Sleep Till con el cine de Tyler Taormina. Sin embargo, una serie de diferencias también están presentes, y resultan determinantes de cara al resultado final de sendos modelos cinematográficos. Uno de los aspectos cruciales de la solvencia narrativa de Taormina es la manera en que, prescindiendo casi por completo tanto de la idea de trama como de la de personaje, el cineasta es capaz de transmitir ideas que interconectan a cada miembro de sus ficciones, estableciendo un estado de la cuestión comunitario que acaba definiendo el tono del relato y las texturas de sus imágenes. El mejor ejemplo es, de nuevo, Happer’s Comet, a la postre su película más vanguardista hasta la fecha. En ella no existe la menor noción de trama, hasta el punto de que concluir que se trata de una representación del confinamiento pandémico es una mera especulación; aunque existen claros motivos en el filme para pensarlo, esto nunca llega a confirmarse. La cinta se construye, por tanto, como una suerte de fragmentos desgajados, que desconciertan en buena medida porque, hasta pasada la mitad del metraje, uno no empieza a comprender qué es lo que debe de estar queriendo exponer su creador. Para que esta propuesta funcione, resulta imprescindible que el enfoque sobre los distintos personajes esté comandado por ideas comunes, que permitan dar forma, mediante la lógica del patrón y la variación, a una suerte de ideas abtractas. En este sentido, No Sleep Till se sitúa en terreno de nadie. El filme cuenta suficientes detalles como para que la idea de trama sea más robusta, pero no los desarrolla lo suficiente como para llevar la narración a un punto concreto. Al mismo tiempo, los personajes portan demasiada entidad personal como para ser meras herramientas narrativas, pero insuficiente como para que sus respectivas historias puedan aportar a la narración. A esto se suman las escasas conexiones entre las diferentes historias a un nivel conceptual; cada una parece querer reflexionar sobre algo distinto, sin que se perciba un hilo conductor que refuerce el cómputo global. Así, la no obstante estimulante y sugerente No Sleep Till se queda a medio camino, se podría decir, del vanguardismo de Happer’s Comet y la narratividad de El mito de la adolescencia (The Myth of the American Sleepover, David Robert Mitchell, 2010), otra película sobre una comunidad suburbial estadounidense emocionalmente decadente. ♦


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