|| Críticas | Novos Cinemas 2024 | ★★★★☆ |
Los capítulos perdidos
Lorena Alvarado
La realidad, de fondo
Yago Paris
ficha técnica:
Venezuela. 2024. Título original: Los capítulos perdidos. Director: Lorena Alvarado. Guion: Lorena Alvarado. Productores: José Ostos, Lorena Alvarado, Tyler Taormina, Emiliana Ammirata. Productoras: Omnes Films, La Mala Films, Discordia Cine. Fotografía: José Ostos, Lorena Alvarado. Música: -. Montaje: Lorena Alvarado. Reparto: Ena Alvarado, Ignacio Alvarado, Adela Rodríguez.
Venezuela. 2024. Título original: Los capítulos perdidos. Director: Lorena Alvarado. Guion: Lorena Alvarado. Productores: José Ostos, Lorena Alvarado, Tyler Taormina, Emiliana Ammirata. Productoras: Omnes Films, La Mala Films, Discordia Cine. Fotografía: José Ostos, Lorena Alvarado. Música: -. Montaje: Lorena Alvarado. Reparto: Ena Alvarado, Ignacio Alvarado, Adela Rodríguez.
De la misma manera que La memoria infinita se podría relacionar con el cine de Patricio Guzmán, Los capítulos perdidos (Lorena Alvarado, 2024) se podría conectar con dicho filme. La ópera prima de Lorena Alvarado, presentada dentro de la Sección Oficial de la edición de 2024 del Festival Novos Cinemas de Pontevedra, narra la historia de Ena (Ena Alvarado), una joven que, tras años viviendo en Barcelona, regresa a su Caracas natal para pasar unas semanas con su padre, Ignacio (Ignacio Alvarado) y la madre de este y abuela de la protagonista (Adela Rodríguez). Durante su estancia vivirá una serie de encuentros con la idea de memoria. Por un lado, su abuela está sufriendo un proceso degenerativo que le dificulta recordar el pasado, mientras que, por otro, su padre está llevando a cabo el ambicioso proyecto de fundar el Museo del Libro Venezolano. Así, Ena vive unas semanas sumergida en la idea de memoria, tanto personal como colectiva, lo que permite, de una manera extremadamente sutil, ofrecer anotaciones sobre los procesos de desmemoria que Venezuela sufre a nivel estatal. Al mismo tiempo, se observa con claridad que el parecido entre La memoria infinita y Los capítulos perdidos se refiere exclusivamente a sus respectivos planteamientos. El morbo y la explicitud de la primera se contraponen a la sutileza y el tacto ofrecidos en la segunda. En lo personal, Lorena Alvarado maneja con notable buen gusto la enfermedad mental; en lo colectivo, no considera necesaria la explicitud a la hora de enviar mensajes políticos. La sutileza no está reñida con la contundencia, parece querer transmitir a través de sus imágenes plácidas, que invitan a una cálida introspección.
Desde el punto de vista narrativo, el principal hallazgo de Los capítulos perdidos es el juego que se establece entre la realidad y la ficción, hasta el punto de que, en primera instancia, cuesta distinguir si se trata de un documental o una ficción. La conclusión que se extrae, pasados los minutos, es que se trata de una ficción documentalizada, o un documental ficcionalizado. La historia que se cuenta, es decir, las interacciones entre los personajes, sus conversaciones, pertenecen al mundo de la ficción. Sin embargo, ¿cuánto de ficción hay cuando los personajes se interpretan a sí mismos, y esta familia de ficción coincide con la de la realidad? ¿Cuánto de ficción hay en el proyecto de preservación de la literatura venezolana, cuando Ignacio Alvarado es, en efecto, uno de los fundadores del Museo del Libro Venezolano? Lorena Alvarado, detrás de las cámaras, cuenta con su hermana, su padre y su abuela para desarrollar su proyecto cinematográfico, y los coloca en escenas de ficción donde, como suele suceder, el punto de partida de cada escena está acordado, pero no tanto los diálogos y el ritmo de las interacciones, que se perciben como entre improvisados y naturalistas, dando así espacio para elementos más propios del documental, tales como todo lo relacionado con lo fortuito y lo inesperado en la interpretación.
Por otro lado, este contexto de juego con la realidad y la ficción eleva el filme a un nuevo escalón cuando Ena descubre, dentro de uno de los libros de la biblioteca de su padre, una postal que habla de un libro imposible de encontrar: Elvia, de Daniel Rojas, publicado en 1912. El autor de la postal sospecha que se trata de uno de los múltiples heterónimos de Rafael Bolívar Coronado, uno de los escritores más relevantes de la literatura venezolana. Así, se desarrolla una investigación de tintes detectivescos entre padre e hija, que visitan múltiples puestos de venta de libros de segunda mano, en busca de la novela esquiva que podría cambiar la historia de la literatura venezolana. Y en este contexto de cruces entre la realidad y la ficción, el último paso, casi inevitable, es la creación de una ficción a raíz de un suceso real dentro del contexto ficcional que es Los capítulos perdidos: inspirada por esta búsqueda, Ena decide iniciar un proyecto literario que ficcionalice esta investigación. Así, se podría interpretar que toda representación de la realidad es siempre de ficción, y que la realidad es al mismo tiempo el mayor campo de inspiración para la esta última. Así, la ficción vive de la realidad, pero al mismo tiempo se desliga de ella, como si fuera un cordón umbilical: en un primer momento imprescindible pero que, tarde o temprano, debe ser cortado. De esta manera cobra todo el sentido que la localización del libro nunca se descubra, o que la autoría del mismo nunca se aclare, o que la evolución del proyecto literario de Ena nunca se revele. La ficción por el mero placer de la ficción, con la realidad de fondo. ♦