|| Críticas | FICX 2024 | ★★☆☆☆ |
¡Gloria!
Margherita Vicario
Anacronismo musical para la denuncia
Yago Paris
ficha técnica:
Italia. 2024. Título original: Gloria!. Directora: Margherita Vicario. Guion: Anita Rivaroli, Margherita Vicario. Productores: Carlo Cresto-Dina, Christos Dervenis, Flora Grolitsch, Valeria Jamonte, Alessio Lazzareschi, Nicoletta Maggi, Manuela Melissano, Remo Pini, Katrin Renz. Productoras: Tempesta, RAI Cinema, Tellfilm, Ministero della Cultura, Office Fédéral de la Culture. Fotografía: Gianluca Palma. Música: Davide Pavanello y Margherita Vicario. Montaje: Christian Marsiglia. Reparto: Galatéa Bellugi, Carlotta Gamba, Veronica Lucchesi, Maria Vittoria Dallasta, Sara Mafodda, Paolo Rossi, Elio, Natalino Balasso, Anita Kravos.
Italia. 2024. Título original: Gloria!. Directora: Margherita Vicario. Guion: Anita Rivaroli, Margherita Vicario. Productores: Carlo Cresto-Dina, Christos Dervenis, Flora Grolitsch, Valeria Jamonte, Alessio Lazzareschi, Nicoletta Maggi, Manuela Melissano, Remo Pini, Katrin Renz. Productoras: Tempesta, RAI Cinema, Tellfilm, Ministero della Cultura, Office Fédéral de la Culture. Fotografía: Gianluca Palma. Música: Davide Pavanello y Margherita Vicario. Montaje: Christian Marsiglia. Reparto: Galatéa Bellugi, Carlotta Gamba, Veronica Lucchesi, Maria Vittoria Dallasta, Sara Mafodda, Paolo Rossi, Elio, Natalino Balasso, Anita Kravos.
A pesar del panorama descrito, con cada nuevo estreno de un musical uno nunca pierde la esperanza de toparse con una obra que le haga justicia a la herencia del género, y, en sus escenas iniciales, Gloria! (Margherita Vicario, 2024), parece ser ese caso. El filme, que compite en la Sección Oficial de la edición de 2024 del Festival Internacional de Cine de Gijón, narra la historia de un grupo de mujeres encerradas en el colegio Sant’Ignazio en la Venecia de 1800. La institución es una suerte de orfanato y conservatorio donde un grupo de mujeres aprende música al mismo tiempo que se encarga de las diferentes labores del hogar. La protagonista es una mujer sin nombre a la que se conoce como «la muda» (Galatéa Bellugi), que hace poco ruido y pasa desapercibida pero que en realidad posee un impresionante talento musical. Esto ya se muestra en la escena inicial, donde improvisa una jam session de percusión con un grupo de niños, con quienes parece tener mayor conexión que con los adultos. Sin embargo, la escena musical que despierta los sentidos del apasionado de este género sucede justo a continuación, cuando se muestra la manera en que la protagonista percibe el mundo como una constante oportunidad para lo musical. Así, una serie de labores cotidianas relacionadas con la limpieza de la institución se convierte en un concierto de melodía y percusión, combinada con una serie de movimientos corporales que, poco a poco, se van convirtiendo en danzas. En esta escena, el certero uso del montaje y de la puesta en escena permite pensar que estamos ante un musical formalista.
Estas esperanzas no son más que un espejismo. Da la impresión de que el único momento en que este musical vuela libre es durante el prólogo, cuando todavía no se ha expuesto el contexto que dará lugar a la reflexión. Tras este inicio, el filme cuenta la relación entre la protagonista y un grupo de estudiantes de solfeo de Sant’Ignazio, que forman parte de la orquesta del centro. La protagonista, que no forma parte de la agrupación musical, chocará musicalmente con el resto, dando lugar a uno de los contrastes clave del relato. El grupo está conformado por mujeres más o menos disciplinadas en el arte de la reproducción musical, pero que apenas han desarrollado su creatividad. Justo lo contrario sucede con «la muda» –que posteriormente se descubre que se llama Teresa–, una mujer que entiende la música y la explora más allá de los estrictos códigos del buen y el mal gusto, mostrando un talento descomunal. En un determinado momento, el gobernador le encarga al obispo, a su vez el director de la orquesta, que componga un concierto para conmemorar la visita del papa a la localidad. El hombre conoció tiempos mejores, y actualmente se encuentra incapacitado para sacar adelante semejante petición, por lo que sus pupilas, oliéndose la situación, deciden prepararlo por su cuenta. Es en este momento cuando los destinos de la muda y el grupo de músicas se cruzan, pues, en un corto espacio de tiempo, ambas partes descubren un piano guardado en una especie de trastero del colegio, que parece inspirarlas para crear música.
Lo que sucede a partir de entonces es un choque musical entre lo viejo y lo nuevo, que se utiliza como simbólica crítica al patriarcado. Teresa trae un estilo musical novedoso, entre el jazz y otras melodías modernas, y este anacrónico juego con las melodías permite un contraste con el viejo régimen, aquel que defiende Lucia (Carlotta Gamba), una suerte de lideresa del grupo de mujeres, quien se niega a cambiar de estilo, y con ello a rebelarse contra la ideología que se le ha inculcado. La idea es ciertamente jugosa, y permite un duelo melódico memorable. El principal problema es que la cineasta, y coguionista junto con Anita Rivaroli, parece olvidarse de las ideas de puesta en escena que había exhibido en el prólogo. La película parece secuestrada por la necesidad de denuncia a toda costa, idea que se come el relato a pesar de contar con un punto de partida poderoso, el del anacrónico choque de estilos musicales. Vivimos una época de constante denuncia en los relatos cinematográficos, y esto per se no sería un problema, si no fuera por la flagrante tendencia exhibida hacia el menosprecio de las formas audiovisuales. Parece que denunciar la injusticia ya es suficiente para que la obra sea considerada como fílmicamente valiosa. Este error, tan común en la actualidad, da aquí una cierta tregua en lo referente al nivel de explicitud. Sin ir más lejos, la reciente Prefiro condenarme, que ha recibido una mención especial por parte del jurado de la sección Las Nuevas Olas del pasado Festival de cine europeo de Sevilla, es una película que repite cada escena de tres maneras diferentes, reincidiendo en las mismas ideas y utilizando unos subrayados formales sonrojantes. Afortunadamente, Vicario no tropieza de esta manera en su denuncia, pues palabras como opresión, feminismo o patriarcado no son mencionadas ni una sola vez, y sin embargo las ideas llegan con claridad cristalina. A pesar de que el filme cae en otra tendencia algo bochornosa, señalada por el crítico Diego Salgado, según la cual este tipo de ficciones empoderantes deben acabar con la pueril idea de una suerte de danza liberadora, Vicario muestra en Gloria! algo más de buen gusto a la hora de retratar la denuncia, lo que le permite no dinamitar las posibilidades de su ficción para sustentarse como tal. Algo bien distinto es que como obra en general, y como musical en particular, resulte especialmente memorable, y la lástima es haber comprobado, en el prólogo del filme, la película que esta podría haber sido si la denuncia no se hubiera antepuesto a la creación cinematográfica. ♦