|| Críticas | SEFF 2024 | ★★★☆☆ |
Windless
Pavel G. Vesnakov
Resignificar el pasado
Yago Paris
ficha técnica:
Bulgaria. 2024. Título original: Windless. Director: Pavel G. Vesnakov. Guion: Pavel G. Vesnakov, Simeon Ventsislavov, Teodora Markova, Nevena Kertova, Georgi Ivanov. Productores: Veselka Kiryakova, Alessandro Amato, Luigi Chimienti. Productoras: Red Carpet, Dispàrte. Fotografía: Orlin Ruevski. Música: -. Montaje: Ognyan Pavlov - "FYRE", Veselin Petrov, Mihail Mutafov, Nadya Derderyan, Lidia Vulkova, Konstantin Trendafilov, Vasil Binev.
Bulgaria. 2024. Título original: Windless. Director: Pavel G. Vesnakov. Guion: Pavel G. Vesnakov, Simeon Ventsislavov, Teodora Markova, Nevena Kertova, Georgi Ivanov. Productores: Veselka Kiryakova, Alessandro Amato, Luigi Chimienti. Productoras: Red Carpet, Dispàrte. Fotografía: Orlin Ruevski. Música: -. Montaje: Ognyan Pavlov - "FYRE", Veselin Petrov, Mihail Mutafov, Nadya Derderyan, Lidia Vulkova, Konstantin Trendafilov, Vasil Binev.
Tomar esta impresión como una certeza incuestionable lleva, necesariamente, al error. Afortunadamente existen filmes actuales filmados en formatos cuadrados que presentan virtudes cinematográficas de peso, y una de ellas es Windless (Pavel G. Vesnakov, 2024). La cinta narra la historia de Kaloyan (Ognyan Pavlov, el rapero búlgaro conocido como FYRE), un joven búlgaro que se gana la vida en España pero que vuelve por un breve espacio de tiempo a su país natal para vender la casa de su padre, una vez este ha fallecido. El joven no ha asistido a su funeral, pues la distancia emocional entre progenitor e hijo siempre ha sido inmensa. De hecho, esta visita a Bulgaria es un engorro para el protagonista, quien encara el viaje como un trámite que intentará quitarse de encima lo antes posible. Sin embargo, como suele suceder en este tipo de relatos, la estancia breve nunca acaba siéndolo, pues las raíces parecen atraparle a uno los pies, impidiendo el avance. Kaloyan experimenta una serie de encuentros con diferentes personas, cada una de las cuales ha conocido a su padre, y cada una de las cuales le ofrece diferentes visiones de este, lo que le permite ganar perspectiva y acceder a aspectos de la personalidad de su progenitor que el protagonista nunca tuvo la oportunidad de conocer mientras este vivía.
La mayor virtud de Windless es la manera en que las ideas expuestas en el párrafo anterior se vuelcan en la propuesta formal del filme. La primera decisión llamativa consiste en la aplicación de un formato literalmente cuadrado, es decir, con una relación de aspecto de 1:1. Cuando se habla del formato cuadrado, en realidad se alude al clásico 4:3, que porta la impresión de ser una imagen cuadrada, pero donde, en realidad, el ancho es algo mayor que el alto. En el caso de Windless se ha optado por un formato todavía más estrecho, como si se buscara una diferenciación visual frente al resto. Si en su día la aplicación del 4:3 se utilizó como distinción, años después este parece haberse convertido en una suerte de nuevo estándar del cine de festivales. Inicialmente se podría pensar que esta decisión atiende exclusivamente al manido argumento de la asfixia emocional del personaje, enfatizada por la elección de un formato incluso más estrecho de lo habitual. Las alarmas se encienden cuando se observa que se trata de un modelo de cine basado en planos técnicamente ultraplanificados –fotografía muy cuidada, planos fijos, composiciones llamativas–, pues el cine reciente de festivales acostumbra a presentar propuestas con una carcasa espectacular sin apenas virtudes en su interior. Afortunadamente, las decisiones formales de Windless acaban teniendo su razón de ser, concretamente a través de la utilización del fuera de campo. Las imágenes se componen de tal manera que el personaje en cuestión aparece en el centro del encuadre, sin apenas espacio a ambos lados del mismo. Se podría interpretar que esta decisión funciona como una ausencia simbólica que no obstante se hace notar de manera atronadora: la de un padre, figura crucial para el desarrollo de cualquier hijo.
En Windless el formato 1:1 parece querer hablar de todo aquello que se le está denegando al público –cuya mirada coincide con la del protagonista–, aquello que está constantemente presente en el ambiente, pero que, sin embargo, no se puede ver. Kaloyan no deja de escuchar historias laudatorias sobre su progenitor, pero es incapaz de localizar esas virtudes en su realidad, en aquello que vivió junto a esa persona de la que le hablan y que siente como desconocida. El personaje se relaciona con desdén e indiferencia –en realidad un mecanismo de defensa para no entrar en contacto con su dolor– con los relatos que diferentes personas le narran sobre su padre, pero poco a poco se va generando curiosidad en su interior, a medida que los testimonios se acumulan en su subconsciente; si diferentes personas, que no se conocen entre sí, repiten las mismas ideas, algo de verdad debe de haber en lo que exponen. Esta curiosidad, el anhelo de que su padre no sea (solo) el monstruo con el que convivió, llevan a Kaloyan a prolongar su estancia en Bulgaria, a la vez que su trauma se va movilizando, hasta culminar en una catártica escena donde se explicita verbalmente lo que en realidad ya se había contado en imágenes. Windless no revoluciona el cine de festivales con su propuesta narrativa, pero en el panorama actual, plagado de obras más sobre temas que sobre formas audiovisuales, resulta imprescindible poner en valor una obra humilde que se limita a pensar qué hacer con las imágenes, nada menos que aquello que define al cine. ♦