|| Críticas | ZINEBI 2024 | ★★☆☆☆ |
Rising up at night
Nelson Makengo
Linterna sin pilas
Javier Acevedo Nieto
ficha técnica:
República del Congo-Bélgica-Alemania-Catar-Burkina Faso, 2024. Título original: «Tongo saa». Dirección: Nelson Makengo. Guion: Nelson Makengo. Productoras: Auguste Orts, Diam Production, Film Five, Magellan Films, Mutotu Productions. Fotografía: Nelson Makengo. Intervenciones: Davido Woko, Joseph Kidilu, Junior Kieleka, Julienne Bakuka, Chantal Kulenga, Norah Nenga, Kerene Kinkela. Duración: 96 minutos.
República del Congo-Bélgica-Alemania-Catar-Burkina Faso, 2024. Título original: «Tongo saa». Dirección: Nelson Makengo. Guion: Nelson Makengo. Productoras: Auguste Orts, Diam Production, Film Five, Magellan Films, Mutotu Productions. Fotografía: Nelson Makengo. Intervenciones: Davido Woko, Joseph Kidilu, Junior Kieleka, Julienne Bakuka, Chantal Kulenga, Norah Nenga, Kerene Kinkela. Duración: 96 minutos.
De ahí que confrontar una película como Rising Up at Night sea difícil. Desde luego, no es difícil por la distancia geográfica y cultural que separa a un occidental de un habitante de la República del Congo. Tampoco lo es porque la película de Nelson Makengo aborde una temática exógena o sensible; todo lo contrario, el relato de la construcción de una central eléctrica a medida que se arremolina el desastre humano y ambiental nos resulta estos días tan dolorosamente cercano como familiar. Si es difícil analizar documentales como este es porque quienes escribimos nunca sabemos si decirles si hay un posicionamiento político o no en aquello que vemos. En esencia, el documental de Makengo es cine observacional que se limita a registrar, de manera fragmentaria, las experiencias de algunos habitantes de Kinsasa que pergeñan planes cotidianos bajo la luz de linternas. Kudi busca recolectar dinero para reparar el suministro eléctrico mientras se desplaza en su barca, Davido busca hogar tras las crecidas del río Congo y un pastor sermonea acerca de la necesidad de abrazar a Cristo en tiempos de oscuridad.
La pregunta que nos ocupa es, por lo tanto, ¿Rising Up at Night es cine político? Si nos atenemos a las reflexiones de sus personajes, constantemente estableciendo un dialogismo sobre la corrupción, la pobreza, la espiritualidad como vía de escape o la gestión política, lo sería. Ahora bien, que este documental sea una suerte de cinema verité que hace suyas ciertas técnicas naturalistas y observacionales —el distanciamiento dramático, la ausencia de clímax narrativo, la narración episódica y fragmentada, la renuncia a una voz narradora omnisciente, etc. — para registrar la experiencia no lo exonera de tener que justificar por qué la cámara y el montaje seleccionan estas imágenes y no otras. En consecuencia, la retahíla de narraciones y vidas que cruzan la pantalla parecen el resultado de una selección arbitraria y se impone un cierto tedio que no es resultado de las intenciones del cineasta, es el resultado de privilegiar unas secuencias sobre otras sin que exista una conciencia que unifique todo en un discurso más o menos coherente.
Nadie niega que la empatía de Makengo con las personas que registra está ahí, pero es esa misma empatía la que traiciona su película. Esto incluye la secuencia final, en la que una música extradiegética subraya la mirada de rabia de un niño que observa el desastre. Esta pequeña traición que rompe el carácter observacional de la película podría tener su encaje si antes hubiera existido una tensión entre aquello que se quiere mostrar y aquello que se busca decir; sin embargo, esta tensión ni existe en el montaje ni existe en el trabajo del montaje en cámara. Se sucede el tenebrismo de imágenes llenas de grano digital en las que no existe extrañamiento alguno. El objeto estético de la película ya sea la contemplación de unas ruinas en penumbra, de ciudadanos pugnando por un poco de bienestar o la luz que, como afirma el pastor, “es la clave para un hogar feliz”, no está ahí. Rising Up at Night no es política, sus personajes sí lo son. En sus imágenes no se produce la realización de los conflictos que muestra.
Si el cine puede ser una forma de organizar los sentimientos de un artista, esta racionalización de la empatía que genera en Makengo la contemplación de las sombras de su país en ningún momento se trasluce en el documental. Perdura, en cambia, una doble falacia: una intencional en la que pesan más las circunstancias de producción de la película —la cercanía con el tema tratado y las condiciones de un proyecto auspiciado en el clasismo del laboratorio de Berlinale Talents— y otra afectiva en la que los efectos producidos en el espectador trampean toda intención de construir un dispositivo que se sienta como algo más que un reportaje. De nuevo, Rising Up at Night no es política ni documental. Todas sus imágenes son construcciones culturales y artísticas a priori, resultado de ver el cine como una estructura plegada en sí misma y no abierta. Cuando el cine se convierte e en un acto de autojustificación, pierde su capacidad de interrogación. Este es el problema central de Rising Up at Night: al intentar ser observacional y político a la vez, la película no alcanza ni el distanciamiento de un cinema verité ni la contundencia de un cine activista. El resultado es un relato fragmentado y estéticamente hermético que impone distancia en lugar de invitar a la reflexión. La cámara de Makengo observa, pero no profundiza; la empatía está presente, pero no se traduce en una narrativa que revele, cuestione o critique. Así, la película acaba encapsulando el conflicto en imágenes sin tensión, en una atmósfera de penumbra que se queda en la superficie. Rising Up at Night podría haber sido un potente reflejo de la vida en la República del Congo, pero su falta de cohesión y la falta de un discurso claro hacen que se pierda entre las sombras que pretende iluminar. ♦