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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Black Dog

    || Críticas | ★★★☆☆ ½
    Black dog
    Guan Hu
    Amigos desarraigados


    Miguel Martín Maestro
    Valladolid |

    ficha técnica:
    China. 2024. Título original 狗阵. Dirección: Guan Hu. Guión: Guan Hu, Ge Rui, Wu Bing. Fotografía: Gao Weizhe. Montaje: Mathieu Laclau. Sonido: Kang Fu. Música: Breton Vivian. Productores: Liang Jing, Zhu Wenjiu, Justine O., Wang Donghui. Compañías productoras: The Seventh Art Pictures, Huayi Brothers, Momo Pictures. Intérpretes: Eddie Peng, Tong Liya, Jia Zhang-ke, Zhang Yi, Zhou You, Xin. 110 min. Estreno en el festival de Cannes, ganadora de Un certain regard 2024. Distribuidora en España: Surtsey films.

    En un paso adelante respecto a la quinta generación, desde el interior de la sexta generación se fraguó la forma en la que había que mostrar el desencanto con el modelo comunista en lo político y salvajemente capitalista en lo económico que perpetua y potencia las enormes desigualdades de China. Obviamente la referencia no puede ser directa y actual, la generación de los Wang Xiaoshuai, Lou Ye, Lu Xuechang, Zhang Yuan, Guan Hu, Li Xin, Hu Bo o Bi Gan, y superado Jia Zhangke (partícipe desde la producción y reparto de este Black dog), quería mostrar ese malestar, pero para ello hay que recurrir al eufemismo porque la crítica directa significa cárcel, y en ocasiones la indirecta también. Para reflejar contemporaneidad hay que huir del retrato social y centrarse en la radiografía de un personaje o de una familia, nunca de una comunidad. Para conectar con el presente nada mejor que referirse a una época que desde el poder esté siendo depurada como ejemplo de corrupción y desinterés por los ciudadanos (nadie sabe dónde para Jin Tao, el anterior presidente, después de ser humillado y expulsado en público en el último congreso del PCCh). Guan Hu ni más ni menos que se remonta a los días inmediatamente anteriores a los Juegos Olímpicos de Pekín y sitúa su acción en el borde del desierto de Gobi. Situando el relato en un tiempo y espacio alejado al actual centro de poder es más permisible realizar un retrato duro, deshumanizado, sin expectativas donde se mezcla el desinterés político y la connivencia con la corrupción de baja intensidad. Si casi ninguno de los partícipes de esta generación se atreve a seguir el método directo de denuncia de Wang Bing, que bien podría haber sido adoptado como referente para sus ficciones, al menos se han separado radicalmente del servilismo y acomodación de Zhang Yimou o de la incipiente complacencia de Jia Zhang ke hacia el régimen actual. Guan Hu no es un cineasta que empiece, ni realmente podría incluirse en la misma lista de Bi Gan o Hu Bo, es más, ha realizado un cine completamente alejado de cualquier interpretación política crítica, un cine de género destinado al entretenimiento y a la alabanza de los valores tradicionales. Black dog supone un punto y aparte en una filmografía plagada de cine de acción y de aventuras épicas, más hermanado con la desesperanza radical de sus compañeros de filmación aunque sin acercarse a la deshumanización que acompaña a películas como An elephant sitting still, Kaili blues o A river runs, returns, erases, replaces porque Black dog no deja de mostrar guiños de humanismo en un mundo completamente devastado, un optimismo si se quiere de diseño, pero que permite esperanzas.

    Cuando Lang regresa a su ciudad, tras pasar unos años de cárcel por un motivo que no se explicita pero que guarda relación con la muerte de una persona y su afición por las motos, se encuentra un entorno sin vida, casi moribundo, como la luz que acompaña el inicio de la película tras un eclipse, un frío lumínico que empaña a cosas y personas. El parque de atracciones ha cerrado, en el zoológico quedan los animales pero sin visitantes y los cuidados recaen sobre una persona, el padre de Lang, que los necesita tanto o más que los seres encerrados en instalaciones obsoletas y arcaicas. Las calles aparecen desiertas, los edificios abandonados y en ruinas. No ha habido una guerra, ni un desastre natural ni una pandemia, simplemente el poder ha decidido que esa ciudad "ya no existe" y hay que construir otra más moderna en otro sitio y derruir lo inicial. En ese entorno Lang se ve hostigado por la policía, que tiene que controlar sus movimientos y actividades como exrecluso que es, por los familiares de la persona muerta que no consideran suficiente los diez años de prisión transcurridos, por la imposibilidad de encontrar trabajo donde no lo hay si no te integras en las bandas que se encargan de lo que la administración no tiene medios, ni ganas, de hacer. En ese ambiente surge la leyenda del perro imposible de cazar y que muerde a todo aquél que lo intenta. El paralelismo entre Lang y el perro del título se hace evidente, los dos son unos marginados, viven prácticamente solos, están marcados por el resto. Así, cuando el municipio encarga que se cace a todos los perros callejeros de la ciudad a cambio de unos yuanes por animal, y existiendo una recompensa extra para quien cace al perro negro, Lang lo intenta con ahínco, recibiendo esos mordiscos que tan bien conoce porque los ha sufrido durante mucho tiempo. Por eso, porque se va produciendo una transferencia entre el carácter del animal y el adormecido carácter del hombre, cuando consigue su objetivo prefiere renunciar a la recompensa y tratar de apaciguar ese carácter rebelde del perro transformándole en su mascota porque ambos se reconocen en la derrota.

    Mientras la relación hombre-animal se va fortaleciendo el entorno va convirtiéndose en una hostil representación del cercano desierto de Gobi. Si la simbiosis entre ambos seres modula sus reacciones violentas y tratan de aportar sentimientos congelados a sus relaciones, lo que proviene del sistema no facilita la integración. Guan Hu utiliza el clásico esquema de "buddy movie" para ir reflejando el "estado de las cosas" en una China del pasado que ha marcado la evolución del presente, una China que no se preocupa de sus mayores o que no persigue al crimen de baja intensidad mientras sea útil para mantener un orden dentro de la decadencia. Se permite Hu introducir temas tabú en su película como la eutanasia, la liberación femenina, el culto a lo nuevo destrozando lo antiguo y todo ello con una filmación desprovista de adornos (salvo la más que discutible liberación animal digital del final que rompe el realismo absoluto de todo lo anterior), imágenes nítidas y claras, sin artificio y cuya belleza, y también fealdad, provienen de lo que es más difícil esconder, el paisaje y la ruina urbana. En un mundo de humanidad en franco retroceso, de solidaridad inencontrable, Hu busca esos lazos de amistad silenciosa, de apoyo vecinal, de sacrificio anónimo en los que, un simple encuentro verbal íntimo con una mujer arroja más luminosidad sobre el futuro personal que cualquier anuncio propagandístico oficial.

    La referencia al color del perro en el título podría jugar como metáfora del entorno, el perro no es negro más que en su color, pero el alma del entorno sí lo es; el terreno reseco, polvoriento y descuidado va ennegreciendo el espíritu de los últimos residentes. El alcohol, el juego y el aburrimiento se personifican como alternativas únicas para aquellos que se resisten a abandonar su lugar mientras lo oficial sabe que, desentendiéndose de la vieja ciudad nadie será capaz de resistir y todo el mundo terminará desplazándose a la nueva Xanadú o morirá abandonado y con el hígado corroído. Matar el tiempo no es más que asistir a la propia muerte a cámara lenta. El lacónico Lang aguantará lo que su sentido del deber filial le exija, rebelde y callejero como su amigo de cuatro patas, ni podrá permanecer entre los restos de lo que fue su juventud ni aceptar un traslado forzoso a un nuevo, y falso, decorado de modernidad. El símbolo de libertad, como en tantas películas, volverá a ser una motocicleta, ese aparato que le permite redimirse, probarse, apostar y liberarse. Estamos ante una película en constante metáfora sobre mundos que se transforman demasiado deprisa y sin mucho sentido, pero siempre de espaldas a quienes tenemos que soportarlos. El único acto rebelde que Lang (Eddie Peng) puede permitirse es el de viajar sin rumbo con quien le ha aceptado como nuevo amigo. ♦

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