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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Hipnosis

    || Críticas | ★★★☆☆
    Hipnosis
    Ernst De Geer
    Desprenderse de la fachada y remover los cimientos


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Suecia y Noruega, 2023. Presentación: Festival de Karlovy Vary 2023. Título original: Hypnosen. Dirección: Ernst De Geer. Guion: Ernst De Geer y Mads Stegger. Producción: Garagefilm International. Fotografía: Jonathan Bjerstedt. Montaje: Robert Krantz. Música: Peder Kjellsby. Dirección artística: Linda Elmborg. Vestuario: Fianna Robijn. Reparto: Asta Kamma August, Herbert Nordrum, Andrea Edwards, David Fukamachi Regnfors. Duración: 98 minutos.

    Cada vez es más frecuente en el cine moderno que las narraciones de ficción no sigan un desarrollo ortodoxo, algo a lo que estamos acostumbrados cuando nos cuentan cualquier historia (pues no es algo exclusivo del cine), con un principio y un final definidos, un meollo dramático con su correspondiente conflicto, unos personajes con sus motivaciones, incluso un género concreto que ciña el tono del relato o un montaje que vaya desvelando la información y resolviendo los problemas de forma progresiva. Ahora, sin embargo, muchas películas tienen un principio y un final abruptos o abiertos, el grueso de la narración no sigue un avance real, sino que va y viene entre escenas que parecen aportar poco al drama, los personajes tienen un comportamiento errático o unos deseos confusos, y a menudo el género está desdibujado (o se busca una confluencia difusa entre varios géneros) y el montaje poco equilibrado. A cambio, estas películas posmodernas (calificativo más ajustado que el mero hecho de ser modernas, por recientes o coetáneas al tiempo en que vivimos) tienen o pretenden otras virtudes que deberían compensar las anteriores carencias, pues quieren transmitir un mensaje o generar inquietudes o simplemente provocar al espectador de una manera novedosa, o más alejada de las convenciones cinematográficas clásicas, por juzgar que tal apuesta es más creíble o escrupulosa con la historia en cuestión que se narra.

    Lo anterior podría aplicarse a la ópera prima del sueco Ernst De Geer, titulada Hipnosis, lo que ya nos adelanta su premisa. La misma, en efecto, tiene que ver con este tratamiento que sigue su protagonista (de nombre Vera), a priori para dejar de fumar, pero en verdad para darle la vuelta a toda su personalidad, hasta entonces reprimida o, al menos, no plenamente liberada. Antes de acudir a la cita con la hipnoterapeuta, hemos asistido durante algunos minutos a los dos contextos que definen la película: el laboral y el de pareja, en este caso imbricados puesto que su novio (André) es también su compañero de trabajo. Ambos son emprendedores y han creado una aplicación para móvil que permite a cualquier mujer atender las dudas que pueda tener acerca de su salud, en concreto, acerca de su ciclo menstrual o más ampliamente de su higiene íntima. Tal aplicación está en las fases iniciales de desarrollo y ambos acuden a un evento, junto con otras compañías en ciernes, para presentarlo y promoverlo entre gente del gremio y en particular ante potenciales inversores, evento que concentra el grueso de la narración, una vez realizada la sesión de hipnosis. Esta premisa es entonces la que justifica esencialmente ese desarrollo heterodoxo de la historia al que nos referíamos, donde cuesta identificar sus elementos más tradicionales (de principio y fin, de orden de secuencias, de género, etc.), y en particular donde la protagonista se comporta en apariencia con arbitrariedad, pero lo hace porque está bajo los efectos de dicho tratamiento, no porque esté hipnotizada como tal, sino porque la hipnosis ha tenido precisamente el resultado deseado de liberar algo que en ella estaba latente. Podría interpretarse que su comportamiento anterior no era el que en verdad correspondía a su naturaleza o forma de ser, o que esa liberación repentina e insospechada la ha imbuido de un estado anímico que aún no es capaz de asumir o controlar.

    En todo caso, existiría una cierta coherencia entre la forma en que se nos cuenta la historia y el fondo que la misma aborda, ambos niveles marcados por su extrañeza inherente, por las dudas de hacia dónde se dirigen e incluso por pasos en falso o acciones inconclusas. Ahora bien, ello no justifica que toda la película adolezca de cierta superficialidad, ya no tanto en su estructura, que también (por no estar bien definidos esos elementos estructurales del libreto), incluso en su técnica, donde se observa cierta dejadez, por ejemplo, en los ejes de miradas o en los tamaños de encuadre, de hecho, en la puesta en escena en general, sino sobre todo por su escasa profundidad o grado de detalle en lo que, al fin y al cabo, es un estudio de personaje. La protagonista, Vera, es la que debería guiar el relato y a su vez este debería permitirnos entenderla mejor, compartir su desasosiego o conmovernos ante sus traumas. Sin embargo, ni ella termina de servir de tal guía, por un lado porque comparte protagonismo con su novio y este solo puede estar afectado por su misma tribulación de una forma derivada, por otro lado porque el relato apenas adopta su subjetividad, ni siquiera cuando ella domina la escena, sino que la perspectiva es más bien de otros hacia ella; ni el relato funciona del todo como ese análisis personal, ya sea puramente suyo o más ampliamente de la relación de pareja, pues no dedica tiempo suficiente a ello, ni globalmente ni en la mayoría de las escenas que, en lugar de dilucidar con rigor o compasión ese meollo dramático, pasan casi de largo o tienen otras prioridades, más cómicas que dramáticas. Aquí De Geer sigue un estilo que recuerda al de su compatriota Ruben Östlund, generando situaciones absurdas cuya reacción vira entre la incomodidad, la pena y la risa, pero quedan truncadas en una narración que, como advertíamos, no se ajusta a un género concreto. Por tanto, Hipnosis es parte comedia y parte drama, podría decirse que es una tragicomedia, pero ni una parte ni otra están bien aprovechadas. Pese a estas carencias, la cinta logra transmitir un mensaje valioso, ya no solo de salud física sino también mental de una típica representante generacional del cambio de siglo, genera las correspondientes inquietudes, pues no deja indiferente a nadie, y ciertamente provoca al espectador, que no sabe muy bien lo que puede acontecer en cada momento. Estaríamos así, en definitiva, ante un triunfo del cine (pos)moderno, aunque en gran medida nos haga echar de menos las virtudes quizá más prosaicas, pero también más discernibles, del cine “clásico”. ♦


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