La vida en un hilo
Crítica ★★★★☆ de «She Dies Tomorrow», de Amy Seimetz.
Estados Unidos, 2020. Título original: She Dies Tomorrow. Director: Amy Seimetz. Guion: Amy Seimetz. Productores: Justin Benson, David Lawson Jr., Aaron Moorhead, Amy Seimetz. Productoras: Rustic Films. Fotografía: Jay Keitel. Música: Mondo Boys. Montaje: Kate Brokaw. Reparto: Kate Lyn Sheil, Jane Adams, Kentucker Audley, Katie Aselton, Chris Messina, Tunde Adebimpe, Jennifer Kim, Josh Lucas, Michelle Rodriguez, Olivia Taylor Dudley, Madison Calderon, Adam Wingard.
Amy Seimetz, actriz a la que hemos podido ver alternando el cine comercial de Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017) o Cementerio de animales (Dennis Widmyer, Kevin Kolsch, 2019) con proyectos más independientes como The Off Hours (Megan Griffiths, 2011) o Upstream Color (Shane Carruth, 2013), ha tardado ocho años en estrenar su segundo trabajo como realizadora. Demasiado tiempo si se tiene en cuenta que Sun Don't Shine (2012) fue una ópera prima que captó los parabienes de la crítica a su paso por festivales, si bien su repercusión comercial fue escasa. Con She Dies Tomorrow, la directora ha realizado un salto mortal sin red, facturando una obra única, inclasificable y que ha llegado en un momento de lo más oportuno para ser valorada aún más allá de sus incuestionables valores artísticos. El estado de alarma causado por la pandemia del covid-19 ha limitado el estreno en salas comerciales de un filme que, ya de por sí, estaba destinado a ser carne de cines de arte y ensayo, pero ha encontrado en el Festival de Sitges –esa maravillosa catapulta para buen cine de género que, sin su empuje, pasaría desapercibido– una magnífica puerta para ser descubierto y apreciado como una de las pequeñas perlas de su edición más surrealista. En unos tiempos, de los más oscuros que le ha tocado vivir a la humanidad en el último siglo, en los que millones de personas permanecen confinadas en sus hogares tratando de evitar la propagación de la pandemia que nos azota, She Dies Tomorrow llega para confirmar la sensación general que todos estamos sintiendo: que el ser humano es más frágil de lo que pretendíamos creer y que la muerte, a la que la sociedad occidental se niega a mirar a los ojos, está acechándonos a todos, a la vuelta de la esquina. Todo lo demás es pasajero pero la verdad incuestionable es que todos nacemos para morir algún día.
El coronavirus ha sido un duro golpe sobre la mesa para que mucha gente aprenda a valorar las cosas verdaderamente importantes de la vida, respirar aire puro, estar al lado de los seres queridos, dar un abrazo. Plantearnos, de pronto, qué hemos estado haciendo con nuestras existencias hasta este mismo momento y poner en orden las prioridades de lo que deseamos para el incierto futuro. Esta sensación es muy similar a la que sufren los personajes de la película de Seimetz, que parte de una premisa tan desasosegante como oportunamente acorde con el pesimismo que nos invade. En su original (y muy alegórica) historia, una aterradora idea se instala en la cabeza de todos y cada uno de sus personajes, como si de un virus silencioso y extremadamente contagioso se tratara. “Voy a morir mañana”. Ese es el convencimiento al que llega Amy, la protagonista, cuyo nombre no ha sido escogido por casualidad, ya que la directora se ha basado en sus problemas de depresión y ansiedad para concebir un guion rico en detalles cotidianos sacados de su propia experiencia personal. La terrorífica certeza de Amy de que se encuentra viviendo los últimos compases de su vida, se contagia a su amiga Jane a través de una conversación que ambas mantienen y, a su vez, esta última planta la semilla de la idea de una muerte inminente en otro grupo de personas con los que comparte una cena de cumpleaños. De este modo, la angustia, el miedo y la confusión va extendiéndose por la población. Algo así como una suerte de La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1979) que cambia sus vainas extraterrestres por algo más intangible pero no menos letal: una sensación. Y es que, más que un filme al uso, She Dies Tomorrow es lo más cercano que ha estado un estado de ánimo de representarse en imágenes en celuloide. Todo un logro que convierte a esta propuesta en una singular pieza de horror minimalista, más cercana al drama psicológico introspectivo. Un estudio de personajes y sus conductas en ese momento crucial en el que toca despedirse de sus vidas.
«She Dies Tomorrow enfrenta directamente a la muerte, mirándola a los ojos. Relativiza las prioridades de la vida, recordándonos que esta es solo una y corta. No es un tema agradable ni comercial, desde luego, pero Amy Seimetz se ha atrevido a hacerlo entregándonos una obra catártica y purificadora, coincidiendo con un momento en el que todos estamos más cercanos (y receptivos), por circunstancias obvias, a su extraordinaria (hiper)sensibilidad».
No es esta una experiencia fácil. Sus primeros 15 minutos, crípticos y reiterativos, muestran a una Amy (Kate Lyn Sheil, espléndido álter ego de la directora) sumida en un estado cercano al sonambulismo mientras se mueve por las estancias de su casa, en una extraña coreografía de movimientos que la lleva a frotarse contra las paredes de la habitación o el suelo de madera, mientras el Réquiem de Mozart suena una y otra vez de fondo en un tocadiscos. Unas imágenes hipnóticas que son interrumpidas por la visita de su amiga Jane –maravillosa Jane Adams, actriz a la que recordamos por Happiness (Tod Solondz, 1998)– que, sorprendida por el estado en el que encuentra a Amy, aún tiene que soportar cómo esta le hace prometer que se encargará de convertirla en una chaqueta de cuero tras su muerte, el día posterior. El surrealismo de la situación y de los diálogos, el ambiente onírico que envuelve su puesta en escena y el comportamiento emocionalmente distante de sus personajes, parecen remitir al cine de David Lynch. Lo que precede a tan desconcertante inicio de viaje es una concatenación de reuniones entre distintas personas, en las que se va instalando la idea del fallecimiento inminente y que muestra las distintas maneras que estas tienen de afrontar su despedida de la vida terrenal. Una vez que todos los personajes han quedado contagiados de la melancolía y la ansiedad – estos momentos en que toman plena consciencia de que van a morir son plasmados con gran fuerza visual y sonora (la banda sonora de Mondo Boys es hipnótica)–, muchas son las preguntas que parecen ser lanzadas al aire contra el espectador. ¿Qué harías si supieses que ibas a morir mañana? ¿Te arrepentirías de algo que has hecho mal, aunque ya no tuvieses tiempo para enmendarlo? ¿Tratarías de reconciliarte con el pasado o acercarte a alguien a quien tenías abandonado? Es ocasión de hacer examen de conciencia y plantearse el tiempo malgastado en cuestiones banales (esa distendida conversación durante su cumpleaños sobre el apareamiento entre delfines); o en relaciones sentimentales alargadas en el tiempo cuando, en realidad, tenían fecha de caducidad. She Dies Tomorrow enfrenta directamente a la muerte, mirándola a los ojos. Relativiza las prioridades de la vida, recordándonos que esta es solo una y corta. No es un tema agradable ni comercial, desde luego, pero Amy Seimetz se ha atrevido a hacerlo entregándonos una obra catártica y purificadora, coincidiendo con un momento en el que todos estamos más cercanos (y receptivos), por circunstancias obvias, a su extraordinaria (hiper)sensibilidad. | ★★★★☆
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