La mirada sesgada
Con la guerra de Iraq, las nuevas tecnologías posibilitaron maneras inéditas de ejercer el periodismo bélico: más inmediato, próximo a los hechos y, en el mejor de los casos, independiente de los intereses que arrastraban los medios de comunicación tradicionales. No pensemos únicamente en WikiLeaks, sino en múltiples proyectos informativos —algunos ya enterrados en el olvido— que, desde modestos blogs e incluso usando las redes sociales como trinchera, han ofrecido documentos gráficos de relevancia diversa a propósito de la experiencia del hecho bélico. En 2014, la página web Raqqa Is Being Slaughtered Silently comienza a dar cuenta de los horrores sufridos por los vecinos de Al Raqa (Siria), ciudad bajo el control del autodenominado Estado Islámico de Abu Bakr Al-Baghdadi. A los vídeos y fotografías de los anónimos que, jugándoselo todo —y, en más de una ocasión, perdiéndolo—, nos traían fragmentos del horror, se sumaban artículos planteados desde los enfoques y disciplinas más diversos. Por aquel entonces, en Alepo, capital del mismo país, la joven periodista Waad al-Kateab, alineada con la oposición al régimen de Bashar Hafez Al-Ásad, llevaba a cabo, en cambio, una labor que apelaba estrictamente a lo emocional: filtraba a la prensa europea y americana vídeos de notable crudeza para dar cuenta del día a día en el hospital donde trabajaba su marido, Hamza Al-Kateab.
Para Sama, concebida como una compungida carta de Waad a su primogénita, recoge —casi siempre a través de grabaciones realizadas por Al-Kateab— un lustro de lucha ininterrumpida, permaneciendo atenta al sufrimiento y a la muerte circundantes, pero recordándonos también cómo la humanidad aflora, pese a todo, de entre los restos de un mundo en ruinas: las reuniones con amigos en apartamentos sin electricidad, las partidas de ajedrez junto a edificios derruidos, los misiles que se convierte en improvisadas estufas. Con la ayuda de Edward Watts, quien había adquirido cierto prestigio en este tipo de trabajos gracias a «Escape From Isis», laureado episodio de la serie Dispatch (1987-), la directora de piezas homemade le da forma a una narración con dos intenciones primordiales: relatar las añoranzas y pesares de un matrimonio que resiste el asedio, y posibilitar una aproximación didáctica a lo que sucedió durante aquellos años en el país. Como veremos más adelante, justo en este punto Para Sama se da de bruces con varios problemas que responden a decisiones en absoluto inocentes.
Entre las imágenes que nos ha dejado Al-Kateab, algunas calan en el espectador no solo por lo que muestran —sin escatimar detalles—, sino porque están dotadas de ese extraño y sobrecogedor fulgor que la existencia es capaz de irradiar en sus instantes más deslumbrantes o terribles. Como en una cinta de terror found footage, Para Sama se inicia con la protagonista filmando, en primera persona, la búsqueda de su hija, a quien es incapaz de hallar tras la caída de una bomba. Corre junto a individuos heridos, cadáveres y padres que tratan de encontrar a sus propios retoños. En tramos como este, uno no puede dejar de admirar esa firmeza: no apartar la mirada jamás, pase lo que pase. El objetivo llega a capturar un suceso muy cercano al milagro: un recién nacido sin pulso que, inesperadamente, rompe a llorar. Los muchos momentos en que se manifiestan la esperanza y la desesperación bastan para aconsejar el visionado de Para Sama, un filme que nos recuerda que lo valioso de una imagen tiene en ocasiones que ver menos con la pericia del realizador que con una combinación de arrojo y, por supuesto, de azar.
«Para Sama disimula bajo un sofisticado sentimentalismo su esencia propagandística. Pero como en esta Siria reducida a cenizas, la vida, encarnada en imagen, consigue abrirse paso hasta nosotros y legarnos fragmentos conmovedores, atroces, difíciles de olvidar».
Sin embargo, la aplaudida película de Al-Kateab y Watts no está exenta de aspectos discutibles. En primer lugar, una voz en off excesivamente preocupada por otorgar un sentido cerrado a lo que estamos viendo coarta la expresividad de aquello que sucede al otro lado de la pantalla. Estos comentarios explicativos normalmente no nos ayudan a profundizar en temas o ideas, sino que reescriben lo audiovisual para adecuarlo a un relato sentimental e ideológico determinado. Por si alguien lo dudaba, esta no es una carta fílmica para Sama: se trata, más bien, de una misiva dirigida a la audiencia occidental. A este respecto, es importante citar el uso y abuso de la empalagosa banda sonora de Nainita Desai, que funciona a modo de Loctite entre lo que nos cuentan las imágenes y la interpretación (unívoca) que Al-Kateab pretende que hagamos de ellas. Al contrario de lo que sucedía en un largometraje reciente, de temática y características similares, como es The Cave (Firas Fayyad, 2019), Para Sama quiere convencernos de que un documento íntimo, testimonial, puede abarcar una realidad complejísima. A todas luces, las vivencias recogidas por esta «cineasta a su pesar» son un plano detalle en el contexto global de la batalla de Alepo; y es una lástima que no se conforme con ello.
En Para Sama no hay un ápice de candidez, como adelantábamos unas líneas atrás. Como hemos visto, Al-Kateab no se limita a contarnos el día a día de su familia, amigos y colaboradores. Las detalladas referencias a la situación de Alepo resultan sospechosas por su demagógico esquematismo: las tropas de un pérfido dictador se enfrentan a jóvenes idealistas y de espíritu moderado. Incluso el Estado Islámico sale bien parado, en palabras de la narradora, en comparación con los ejércitos de Al-Ásad y aliados. Es inevitable, entonces, que uno comience a hacerse preguntas: ¿Por qué, tras decenas de alusiones a la destrucción ejercida por la Rusia de Putin, no hay ni una sola mención a los ataques estadounidenses?, ¿cuál es el nexo de Waad y Hamza con los distintos grupos de «resistencia» que operaban en el lugar? Al-Kateab difumina los detalles que rodean su compromiso activista, más allá de lo relativo a la necesidad de derrocar a un régimen tiránico y brutal. No tenemos dudas: Para Sama disimula bajo un sofisticado sentimentalismo su esencia propagandística. Pero como en esta Siria reducida a cenizas, la vida, encarnada en imagen, consigue abrirse paso hasta nosotros y legarnos fragmentos conmovedores, atroces, difíciles de olvidar.