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    Cine Alemán Siglo XXI

    Escenas (#0): «Adaptation (El ladrón de orquídeas)»

    «Adaptation, el ladrón de orquídeas»

    Cronotopos, la cuarta dimensión de una escena | #0

    | Nota: recuperamos una de las secciones básicas de EAM dedicada a analizar la anatomía de la puesta en escena de trabajos que, de una manera u otra, han esculpido nuestra visión fílmica. En este primer capítulo, Juan Montón se adentra en uno de los segmentos clave de una de las grandes obras del cine norteamericano del siglo XXI |

    En muy pocas ocasiones se encuentran películas de las que resulte complicado extraer referencias. Y si, además, en lugar de tratarse de un único largometraje este hecho se extendiera a una filmografía completa, el fenómeno ya superaría lo excepcional. Este es el caso de los guiones de Charlie Kaufman, uno de los pocos escritores hollywoodienses capaces de hacer una película suya, por encima del influjo del director. Su manera de escribir se caracteriza por un puñado de rasgos inconfundibles, tanto en su exitosa etapa en colaboración con Spike Jonze como en su trayectoria como director en solitario. La originalidad es una constante en sus escritos, y resulta sorprendente observar cómo la tarea de encontrar fuentes de inspiración para sus relatos se complica por momentos –quizá evoque, en un tono más burlón, cínico y neurótico, a Alain Resnais, al Woody Allen más corrosivo y metacinematográfico, o al Fellini de –. Así, el caos estructural, el juego entre realidad y ficción, unas altísimas dosis de humor negro autodestructivo, su constante burla hacia la figura del creador y del artista, la autorreferencialidad constante, y un conocimiento enciclopédico de las leyes del guion cinematográfico –aunque este solo sirva para desmontar todas y cada una de sus normas– son algunas de las señas de identidad de los guiones que llevan su firma. Y todos estos elementos están presentes, de una manera abrumadoramente concisa, en esta escena de Adaptation (El ladrón de orquídeas).

    En la escena, el personaje principal –que no es otro que Charlie Kaufman, es decir, él mismo, interpretado por Nicolas Cage– asiste a una sesión de guion para principiantes impartida por el gurú narrativo Robert Mckee, autor de uno de los manuales de guion más difundidos de la historia y que en el largometraje es interpretado impecablemente por Brian Cox. En apenas dos planos, la situación ya queda planteada para el espectador con la inconfundible portada del libro de Mckee, Story, en manos de Kaufman, que a su vez se encuentra en un atestado anfiteatro. Lo que sucede a continuación es simplemente brillante: cuando Mckee se dispone a desvelar a su audiencia “the substance of writing”, la voz en off se superpone a la del orador, balbuceando confusamente para hacer ininteligible lo que el ponente está tratando de explicar, y estableciendo así esa “sustancia” como algo inalcanzable. Justo después del frenético monólogo de Kaufman, este se calla para escuchar a Mckee advertir a sus alumnos de que, precisamente, jamás deben utilizar la vox en off porque cualquier incompetente puede hacerlo. La propia película contradice en su praxis lo que en ella misma se está afirmando, un elemento que se repite a lo largo de todo el filme. De hecho, esto vuelve a ocurrir en la misma escena, cuando Charlie pregunta al maestro acerca de la posibilidad de escribir un guion en el que no pase nada, un relato que constituya una reflexión y no una acción en sí misma. A esto, Mckee responde con vehemencia: lo que Charlie pide es imposible –o, al menos, tremendamente aburrido–. Y, sin embargo, Adaptation parte precisamente de esta premisa: un guionista sufre un bloqueo creativo y no hace prácticamente nada para solucionarlo, mientras presencia cómo todos a su alrededor toman parte activa en sus respectivas vidas.

    Otros claros ejemplos de paradojas dentro de la película: las escenas anterior y posterior a esta misma. En la primera, Charlie Kaufman se entera de que su hermano gemelo Donald, que solo existe en la ficción, acaba de vender su mediocre guion por una gran cantidad de dinero. De hecho, este dato es el que le empuja a asistir al seminario de Mckee para aprender sobre estructura de guion, un elemento totalmente inexistente en el libreto de Adaptation, la película real. Posteriormente, al finalizar el seminario, Kaufman espera a Mckee para pedirle consejo, y este le brinda dos claves narrativas: “Wow them at the end” y “Don’t ever use a Deus ex machina”. La primera de ellas es una de las pocas premisas que Kaufman lleva a cabo, aunque lo haga sarcásticamente. Respecto a la segunda, el uso que Kaufman –el verdadero– le da en Adaptation roza el cinismo: el propio Robert Mckee es un Deus ex machina en la ficción, y luego vuelve a recurrir a esta argucia para cerrar el relato con la intervención decisiva de un absurdo cocodrilo. Kaufman elevado a la enésima potencia.



    ▲ «Adaptation, el ladrón de orquídeas».

    Volviendo a la escena que nos ocupa, sería injusto no mencionar el talento de Spike Jonze en su planificación. Partiendo de un guion tan brillante como enrevesado, el director estadounidense es capaz de contrarrestar su complejidad con una puesta en imágenes sencilla y efectiva a la par que cargada de significado. Con detalles tan elegantes como que la superposición de imágenes –formada por la sucesión de indescifrables esquemas narrativos– se desarrolle mientras los pensamientos de Kaufman también se imponen a la voz de Robert Mckee, Jonze es capaz de contribuir de manera decisiva al desconcierto generado por la locura que impregna el guion del filme. Otro acierto a la hora de interpretar la escena se aprecia en el enfrentamiento entre ambos personajes, con un Nicolas Cage en constantes planos picados y un Brian Cox que no abandona su valor contrario, el contrapicado. Así, lo que sutilmente se transmite es la inferioridad de Kaufman respecto a Mckee, no en cuanto a talento, pero sí respecto a su autoestima –sin mencionar la aportación de otros valores secundarios, como la desigual relación profesor-alumno–. Y, sin embargo, el único personaje que goza de primeros planos es el de Charlie, a pesar de que Mckee tiene pasajes mucho más temperamentales. Esto puede deberse no solo a la evidencia de que Kaufman es, así es, el protagonista, sino también a una declaración de intenciones: los personajes que no saben qué quieren son, al final, mucho más interesantes que aquellos que están seguros de sí mismos y poseen fórmulas mágicas para triunfar, y por ello merecen una mayor atención del espectador, pues son los únicos capaces de mostrar verdadera humanidad.

    En definitiva, Charlie Kaufman plasma en esta escena todas sus inquietudes como artista, marcando un punto de referencia no solo para la película en la que esta se desarrolla, sino también para toda su filmografía. En esta escena se refleja su propia indefinición: ¿qué quiere hacer Charlie? Ya en el título se intuye cómo esta jugará con la intrincada polisemia del término. Porque, al final, ¿qué es lo que se adapta? ¿The Orchid Thief? ¿Story? ¿La vida del que la escribe? Incluso podría debatirse si la principal fuente literaria es El origen de las especies –Darwin tiene un pequeño cameo al principio–. Un auténtico ejercicio de ingeniería narrativa que, gracias al genio tanto del guionista como del director, es capaz de plantear todas sus premisas en apenas tres minutos de metraje.


    Juan Montón
    © Revista EAM / Madrid


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