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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Stranger Things 2

    Eleven ex machina

    Crítica ★★★★★ de la segunda entrega de Stranger Things.

    Netflix | EEUU, 2017. Directores: Los Hermanos Duffer (capítulos 1, 2, 8 y 9), Shawn Levy (capítulos 3 y 4), Andrew Stanton (capítulos 5 y 6), Rebecca Thomas (capítulo 7). Guionistas: Los Hermanos Duffer (capítulos 1, 2, 4, 8 y 9), Justin Doble (capítulos 3 y 7), Jessie Nickson-Lopez (capítulo 5), Kate Trefry (capítulo 6). Reparto: Winona Ryder, David Harbour, Finn Wolfhard, Millie Bobby Brown, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp, Sadie Sink, Natalia Dyer, Charlie Heaton, Joe Keery, Dacre Montgomery, Cara Buono, Sean Astin, Paul Reiser, Linnea Berthelsen, Joe Chrest, Catherine Curtin, Brett Gelman, Kai Greene, Randy Havens, Matthew Modine. Fotografía: Tim Ives. Música: Kyle Dixon & Michael Stein.

    Surgida casi por sorpresa, Stranger Things se convirtió el año pasado en un fenómeno de masas y en uno de los principales motivos por los que suscribirse a la plataforma Netflix. Por supuesto, como ocurre con todo aquel producto que satisface a la mayoría, no faltaron voces críticas con la serie, a la que acusaban de mero contenedor de referencias pop de los 80 sin nada más que ofrecer. Pero, en general, Stranger Things logró imponerse sobre las opiniones negativas y ganarse el cariño de gran parte del público y crítica, erigiéndose como uno de los eventos más destacados de la televisión reciente gracias a la habilidad con la que apelaba al sentimiento nostálgico del espectador, al mismo tiempo que le ofrecía una nueva historia con sus propias reglas y personajes carismáticos que ya forman parte de la cultura audiovisual colectiva de nuestra era. Una segunda temporada era inevitable, y los Hermanos Duffer han optado por respetar todo aquello que funcionó en la anterior tanda de episodios, pero también han sido capaces de matizar un poco el festival de guiños y de elevar la escala de los acontecimientos hasta lograr que todo resulte más grande, más terrorífico y más oscuro. No podríamos decir que eso signifique que esta Strangers Things 2 (ojo, titulada así, como si se tratara de una secuela cinematográfica… y ahí está una de las claves para valorarla) sea mejor que la anterior, porque ya la primera temporada funcionaba de manera perfecta al cumplir todos los objetivos que se proponía. Pero sí me atrevo a afirmar que esta continuación se desmarca un poco de lo visto anteriormente para buscar (y encontrar) una personalidad propia que no depende tanto de referencias exógenas como de su propia mitología y de la evolución de sus personajes. Y en ese sentido, hablamos de un triunfo total.

    A partir de aquí habrá spoilers, así que lean con cuidado si no han visto todavía la serie. La acción se sitúa un año después de los acontecimientos narrados en la primera entrega. Los vecinos de Hawkins intentan volver a la normalidad. El grupo de amigos formado por Mike Wheeler (Finn Wolfhard), Dustin Henderson (Gaten Matarazzo), Lucas Sinclair (Caleb McLaughlin) y Will Byers (Noah Schnapp) no se ha recuperado todavía de todo lo que ocurrió meses atrás, cuando Will quedó atrapado en esa dimensión paralela a la que llaman Del Revés. Este intenta volver a la cotidianidad con sus amigos y con el apoyo de su familia: su madre Joyce (Winona Ryder) y su hermano Jonathan (Charlie Heaton). La primera busca rehacer su vida con un nuevo novio, el entrañable Bob Newby (Sean Astin), mientras que el segundo se ve cada vez más cerca de establecer una relación romántica con la hermana de Mike, Nancy (Natalia Dyer), cuya relación con Steve Harrington (Joe Keery) no ha terminado de cuajar, a pesar de que éste realmente se haya enamorado de la chica y haya dejado atrás su etapa de acosador de instituto. ¿Y Eleven (Millie Bobby Brown, dónde está? Pues aquí se despeja una de las grandes incógnitas que nos dejó el final de la temporada 1: Eleven está oculta en el bosque, en una vieja casa donde vive recluida bajo la protección del Sheriff Jim Hopper (David Harbour). Pero, después de un año encerrada en ese refugio que cada vez la asfixia más, Eleven siente la necesidad de reencontrarse con sus amigos y, sobre todo, de obtener respuestas sobre su pasado. Cuando descubra que su madre quizá todavía siga viva, decidirá huir de la casa en el bosque para aventurarse en busca de sus orígenes y de un hogar. Este es uno de los leitmotivs de Stranger Things 2: varios personajes anhelan un lugar al que llamar hogar, una compañía con la que sentirse protegidos y comprendidos… incluso amados. La familia Byers busca una estabilidad que quizá podrían encontrar junto a Bob, quien a su vez ha encontrado en los Byers algo que nunca ha conocido y que le hace sentirse realizado. El Sheriff Hopper pretende convertir a Eleven en la hija que perdió hace años, adoptándola bajo su regazo no sólo para protegerla de quienes pudieran hacerle daño, sino también para educarla e intentar que en un futuro cercano pueda tener una vida normal. Pero hasta que eso pueda suceder, Eleven tiene asignaturas pendientes: encontrar a su madre (algo que supondrá una decepción y a la vez un revulsivo en la joven) y descubrir que tiene algo parecido a una hermana, la enigmática Roman (Linnea Berthelsen), otra de las niñas raptadas con las que hicieron experimentos y que ahora lidera un grupo de rebeldes con los que pretende vengarse de todos aquellos científicos que le hicieron daño cuando todavía no sabía defenderse.

    «Uno de los grandes aciertos de Stranger Things 2: se aleja de lo previsible. Eso no significa que huya de los arquetipos, ya que estos forman parte de la propia esencia de la serie, pero sí parte de estos para hacer crecer a los personajes y colocarlos en situaciones insospechadas. Un buen ejemplo es el arco argumental de Eleven, que discurre en paralelo a lo que sería la acción principal y que incluso tiene un capítulo propio para desarrollarse del todo».


    Todos los personajes, en definitiva, de algún u otro modo están esta vez en un estado de evolución que hace que la serie avance y no se convierta en una simple repetición del esquema ya probado en la primera parte. Y este es uno de los grandes aciertos de Stranger Things 2: se aleja de lo previsible. Eso no significa que huya de los arquetipos, ya que estos forman parte de la propia esencia de la serie, pero sí parte de estos para hacer crecer a los personajes y colocarlos en situaciones insospechadas. Un buen ejemplo es el arco argumental de Eleven, que discurre en paralelo a lo que sería la acción principal y que incluso tiene un capítulo propio para desarrollarse del todo (el número 7), antes de que Eleven vuelva con sus viejos amigos en una reentrada absolutamente triunfal (en el que es uno de los varios momentos en los que la serie recurre al deus ex machina para resolver situaciones aparentemente irresolubles, pero funciona tan bien que supone uno de los highlights de la temporada). Pero esta Eleven punk no es la única sorpresa en lo que a evolución de los personajes se refiere: véase también el caso de Steve, que pasa de ser un tipo odioso a continuar esa progresión que ya se atisbaba al final de la primera temporada y que lo convierte ahora en un héroe y hasta en un mentor/protector para los personajes más jóvenes, especialmente para unos Dustin y Lucas que verán cómo su amistad amenaza con romperse cuando ambos se enamoren de Max y se conviertan en rivales. Por otro lado tenemos la evolución de Will, en lo que es otro de los puntos fuertes de ST2. Si en la primera entrega, por necesidad, este personaje permanecía en un segundo plano, ahora vuelve a ser uno de los ejes pivotales de la trama pero de una manera mucho más activa: debido a su conexión con Del Revés, Will ha sido poseído por una peligrosa fuerza maligna conocida como el Azotamentes (Mind Flayer), alojada en el interior del cuerpo del joven como un virus que hace que su huésped se comporte de manera extraña y sea involuntariamente el portador de lo que podría desembocar en el Juicio Final. Esta trama posibilita al actor Noah Schnapp convertirse en una de las grandes revelaciones de ST2, ya que por fin puede lucirse con un papel complejo y difícil que protagoniza algunos de los momentos más impactantes de toda la serie. Quizá el personaje que peor parado salga esta vez sea el de Mike, quien se mantiene ahora relegado a una posición de acompañante de Will y no recupera la energía hasta que se reencuentra con Eleven, aunque incluso esto está justificado por el argumento.

    «Si bien aquí también hay guiños a la cultura pop de los 80, unos más evidentes que otros, que van de los Cazafantasmas al cine de John Hughes o Joe Dante, pero sobre todo al de James Cameron o John Carpenter (en una clara muestra del cambio de tono de esta secuela), una vez pasados los primeros episodios de esta nueva temporada estas referencias se van suavizando y diluyendo de tal modo que siguen presentes pero de un modo más sutil y menos determinante para disfrutar de la historia».


    Stranger Things 2 pierde inevitablemente la frescura de la anterior. Es algo que se veía venir y resulta bastante lógico. Pero lo compensa haciendo crecer a los personajes, como ya hemos visto, y también las amenazas. El Azotamentes es un ser lovecraftiano realmente impresionante, no tanto por su recurrente diseño arácnido como por la arrolladora fuerza visual de los planos en los que domina la escena. Y si en la primera temporada teníamos al Demogorgon como el villano principal, aquí hay que añadir al Azotamentes la presencia de decenas de Demoperros (bautizados así por Dustin) que aportan set-pieces de alta tensión como la que sucede en el cementerio de vehículos abandonados o todas las persecuciones que transcurren en los angostos túneles subterráneos de Del Revés. Esto nos lleva a otra de las virtudes de ST2: si bien aquí también hay guiños a la cultura pop de los 80, unos más evidentes que otros, que van de los Cazafantasmas al cine de John Hughes o Joe Dante, pero sobre todo al de James Cameron o John Carpenter (en una clara muestra del cambio de tono de esta secuela), una vez pasados los primeros episodios de esta nueva temporada estas referencias se van suavizando y diluyendo de tal modo que siguen presentes pero de un modo más sutil y menos determinante para disfrutar de la historia. Es decir, que llega un momento en el que el espectador está tan metido en la trama, tan preocupado por los personajes y tan ansioso por saber cómo terminará todo que, si no es capaz de identificar algunos guiños propuestos por los Duffer y sus socios, no se pierde nada realmente importante para la comprensión y disfrute del argumento. Y más aún, volviendo ahora a los túneles subterráneos de los que hablaba hace unas líneas, esta vez algunos de los guiños retro sirven como avance de lo que ocurrirá más tarde en la ficción. El mejor ejemplo es el uso del videojuego Dig Dug en el primer capítulo. En una secuencia ambientada en el salón Arcade de nuestros sueños, Dustin sufre al ver cómo alguien que se hace llamar “MADMAX” le ha arrebatado el puesto número uno en el ranking de jugadores de esta placa. Nos podríamos quedar en lo superficial y perder el tiempo intentando identificar todas las máquinas que aparecen en la escena, o la música que suena de fondo, o cualquier otro rasgo estético. Y eso ya podría resultar agradable.

    «Stranger Things 2 cumple la regla de muchas secuelas cinematográficas: ofrecer más de todo, más grande y, si se puede, mejor. Habrá quien eche de menos el tono más infantil de la primera parte, pero aquí jugamos en otro campo, y uno ya no piensa tanto en la Amblin mientras se suceden los episodios un cliffhanger tras otro, sino en un cine de terror adolescente de serie B algo más agresivo y violento».


    Pero la cuestión aquí es que Dig Dug nos está avanzando que habrá partes importantes de la temporada que transcurrirán, como en ese videojuego, en túneles subterráneos atestados de monstruos; y el apodo que utiliza Max para grabar sus récords también funciona doblemente, primero como un guiño simpático a la saga postapocalíptica protagonizada por Mel Gibson, y después como presagio de la habilidad de la chica para conducir un coche a toda velocidad en uno de los momentos previos al clímax final de la temporada. También hay guiños cómplices más gratuitos, como ese instante en el que Bob (recordemos, interpretado por Sean Astin, protagonista de Los Goonies) pregunta si están buscando un tesoro pirata. Pero, en general, la nostalgia está en ST2 mejor digerida y gestionada, y llega un punto en el que no es necesario acudir a ella para disfrutar de la serie en esta segunda temporada. En resumen, Stranger Things 2 cumple la regla de muchas secuelas cinematográficas: ofrecer más de todo, más grande y, si se puede, mejor. Habrá quien eche de menos el tono más infantil de la primera parte, pero aquí jugamos en otro campo, y uno ya no piensa tanto en la Amblin mientras se suceden los episodios un cliffhanger tras otro, sino en un cine de terror adolescente de serie B algo más agresivo y violento como el que vimos en El terror no tiene forma (The Blog, Chuck Russell, 1988) o La puerta (The Gate, Tibor Tackacs, 1987) —no creo que por casualidad, el noveno y último episodio de ST2 se titula precisamente así, The Gate—, e incluso en las mastodónticas Aliens: El regreso (Aliens, 1986) o Terminator 2: El Juicio Final (Terminator 2: Judgment Day, 1991), ambas de James Cameron, quien ha sido la mayor fuente de inspiración para esta temporada según han confesado los propios Hermanos Duffer. Y eso algo que se nota, para bien, en esta irresistible superproducción televisiva que ofrece más emoción, tensión y espectacularidad que algunos de los blockbusters que se pasean por las carteleras cada semana. Y todo ello sin salir de casa. | ★★★★★ |


    Pedro José Tena
    © Revista EAM / Badajoz



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