Flema británica y rudeza vaquera
Crítica ★★★ de Kingsman: El círculo de oro (Kingsman: The Golden Circle, Matthew Vaughn, Reino Unido, 2017).
Después de la agradable sorpresa que significó Kingsman: Servicio secreto (2014), la primera entrega cinematográfica basada en el cómic creado por Dave Gibbons y Mark Millar The Secret Service, que recaudó la nada desdeñable cifra de 415 millones de dólares en todo el mundo y cosechó estupendas críticas, era inevitable que sus responsables se decidieran a explotar el filón en más secuelas. Matthew Vaughn, realizador dotado de un talento especial para sacar auténtico oro de proyectos suicidas que, en otras manos, parecerían destinados al mayor de los fracasos –resucitó la fantasía de cuento de hadas con aroma ochentero en la estimulante Stardust (2007) y supo darle una segunda vida a la saga de los mutantes con la rompedora X-Men: Primera generación (2011), después de que su fallido tercer episodio hiciese temer su final–, llegó al primer Kingsman animado por los fabulosos resultados obtenidos con su otra adaptación de un cómic de Mark Millar, la irreverente Kick-Ass: Listo para machacar (2010), todo un revulsivo dentro del género de superhéroes, cargado de humor y una violencia gráfica poco usual en el cine comercial. Al igual que en aquella, el realizador supo combinar unas escenas de acción de lo más originales –que alcanzó su punto álgido en una magistral set piece de casi cinco minutos en la que el agente Harry Hart (Colin Firth) realiza una sangrienta matanza en una iglesia, con decenas de cristianos convertidos en letales asesinos por obra y gracia del experimento tecnológico diseñado por el villano de turno (Samuel L. Jackson) para acabar con la superpoblación– con una visión paródica del género de espías internacionales involucrados en aventuras rocambolescas que tendría a sus más famosos representantes en el agente James Bond 007 o el Ethan Hunt de Tom Cruise en la franquicia de Misión imposible, en un espectáculo divertidísimo y brillantemente rodado.
En Kingsman: El círculo de oro nos reencontramos con un Eggsy (Taron Egerton) muy diferente al chico de barrio, macarrilla y poco amigo de la disciplina, que fue reclutado y reciclado en una máquina de matar por el agente secreto Harry Hart. Aquí ya es todo un Kingsman, y luce los trajes de diseño con la misma elegancia de gentleman del hombre que le sirvió de Pigmalión. Tras la baja de Hart en la anterior cinta y la desaparición de la mayoría de compañeros en un atentado al inicio de esta, Eggsy y Merlin (formidable Mark Strong, ganando protagonismo y adueñándose de sus escenas) tienen que unir sus fuerzas con una organización norteamericana, homóloga de los Kigsman, denominada Statesman, formada por agentes como Champagne (Jeff Bridges), Tequila (Channing Tatum), Ginger Ale (Halle Berry) y Whiskey (Pedro Pascal), para enfrentarse a una nueva supervillana que amenaza con destruir la humanidad. Se trata de Poppy (Julianne Moore), la jefa del cártel de drogas más importante del mundo que, desde su guarida secreta en lo más profundo de la jungla de Camboya (una suerte de parque temático que recrea restaurantes y boleras estadounidenses de la década de los cincuenta, custodiado por serviciales lacayos y voraces perros robóticos), trafica con todo tipo de estupefacientes, adulterados para acabar con la vida de los millones de consumidores que han tenido acceso a ellos. Su objetivo final es el de extorsionar al Presidente de los Estados Unidos, vendiéndole el antídoto por una gran suma de dinero. Así, sobre el choque cultural entre los metódicos agentes británicos y sus "primos estadounidenses", mucho más rudos en sus ademanes de vaqueros (el personaje de Whiskey, con su bigote a lo Burt Reynolds y su lazo de rodeo como arma principal, supone todo un hallazgo) se sustentan algunos de los chistes más recurrentes de una continuación que aparca un poco la inteligencia y la fina ironía de los diálogos de la primera película en pos de un humor mucho más obvio y facilón, aunque, no por ello, menos efectivo.
«La experiencia de acercarse a Kingsman: El círculo de oro es equiparable a la de visitar una feria, con sus colores, ruido atronador, una banda sonora repleta de grandes clásicos y las emociones fuertes acaparando nuestra atención y embriagándonos sin remedio. Una golosina cara que sacia pero no alimenta. El blockbuster en su máxima expresión».
Parece que en este nuevo asalto de estos agentes británicos a la gran pantalla, Vaughn ha optado por potenciar todos los elementos que hicieron de la cinta inaugural un éxito. Más presupuesto, más metraje, más estrellas en su reparto, más efectos especiales y acción más aparatosa es lo que nos ofrece esta secuela y, sin embargo, en ningún momento logra estar a la altura de Servicio Secreto. El filme se inicia por todo lo alto, con una espectacular secuencia de pelea en el interior de un taxi en medio de una vertiginosa persecución automovilística, en la que los imposibles movimientos de cámara y el abuso de efectos CGI se adueñan de la pantalla. Un abrumador comienzo para un viaje en el que el pie no se levanta del acelerador en ningún instante de su (demasiado) larga travesía de casi dos horas y media, con una aventura mucho más grande y ambiciosa, que abarca escenarios de acción a lo largo de todo el planeta, desde Reino Unido a Kentucky, pasando por Camboya o el Mont Blanc –donde tiene lugar otro de los episodios más explosivos de la función, el que tiene como protagonista a un teleférico fuera de control–, y que vuelve a apostar por las coreografías más "creativas" en las escenas de pelea, pese a que ninguna de ellas nos hace olvidar la ya mencionada de la iglesia en la primera película. No se rebaja, eso sí, el nivel de sadismo en las acciones de la villana, espléndida Julianne Moore, una mujer de apariencia frágil y encantadora que esconde una infinita megalomanía y la personalidad de una auténtica psicópata que es capaz de meter a sus víctimas en una trituradora y hacer hamburguesas con su carne sin perder la sonrisa de su rostro. Sin duda, en este sentido poco tiene que envidiar a los logros de Samuel L. Jackson, su antecesor en el arte de declarar la guerra a los Kingsman.
Es cierto que Kingsman: El círculo de oro es un trabajo mucho más prefabricado que el anterior, al que se le ven en exceso las costuras y sus intenciones de dar al público lo que quiere en grandes cantidades. La desmesura a veces puede ser agotadora y, a mitad de metraje, el espectador corre el riesgo de sentirse exhausto por la sobredosis de adrenalina, bombardeo constante de chistes, profusión de gadgets a cual más disparatado y momentos de lucimiento para todos sus secundarios (desde un Channing Tatum que no puede evitar marcarse uno de sus tradicionales bailes sensuales a una estrella pop que, en clave de (mucho más que) cameo, protagoniza algunas de las bromas más celebradas por la audiencia–, pese a que hay que reconocer que el ritmo se mantiene bastante bien y resulta prácticamente imposible aburrirse ante todo lo que sucede en pantalla. En medio de tanta locura, destacan sus certeros dardos envenenados a la política estadounidense, con un Presidente de los Estados Unidos (bien podría ser Trump) con menos escrúpulos que la misma Poppy, que no duda en aprovechar la situación para limpiar el país de drogadictos, aun dejando morir a millones de ciudadanos. En definitiva, Vaughn ha facturado su obra menos personal hasta la fecha, carente de frescura y verdadero afán trasgresor (pese a que una escena sexual con rastreador de por medio todavía sorprenda por su audacia), pero muy divertida y visualmente apabullante, que ha encontrado en el carismático Taron Egerton y en el recuperado Colin Firth (genial en su versión mentalmente trastocada) un tándem de aventuras lo suficientemente simpático y pleno de química cómica y (a su especial manera) emotiva, como para cargar sobre sus hombros con más entregas de esta serie. La experiencia de acercarse a Kingsman: El círculo de oro es equiparable a la de visitar una feria, con sus colores, ruido atronador, una banda sonora repleta de grandes clásicos y las emociones fuertes acaparando nuestra atención y embriagándonos sin remedio. Una golosina cara que sacia pero no alimenta. El blockbuster en su máxima expresión. | ★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Reino Unido. 2017. Título original: Kingsman: The Golden Circle. Director: Matthew Vaughn. Guion: Matthew Vaughn, Jane Goldman (Personajes: Dave Gibbons, Mark Millar). Productores: Adam Bohling, David Reid, Matthew Vaughn. Productoras: Twentieth Century Fox Film Corporation / Marv Films / TSG Entertainment. Fotografía: George Richmond. Música: Henry Jackman, Matthew Margeson. Montaje: Eddie Hamilton. Diseño de producción: Darren Gilford. Reparto: Taron Egerton, Colin Firth, Julianne Moore, Mark Strong, Halle Berry, Pedro Pascal, Channing Tatum, Jeff Bridges, Hanna Alström, Edward Holcroft, Poppy Delevingne, Elton John, Emily Watson, Bruce Greenwood, Sophie Cookson, Michael Gambon.