Recuento (im)parcial de una tragedia
crítica ★★★ de Día de patriotas (Patriots Day, Peter Berg, Estados Unidos, 2016).
El 15 de abril de 2013 dos artefactos explosivos estallaban a pocos metros de distancia hacia el final del recorrido del maratón de Boston, el más antiguo del mundo. El resultado: 3 víctimas mortales, casi 300 heridos, algunos daños materiales y profundos daños morales en una nación todavía afectada por el trauma del 11-S, teniendo en cuenta además la simbología del evento, que para conmemorar el Día del Patriota acogía a múltiples familias y eventuales turistas al margen de los corredores participantes. Algunos de ellos continuaron cruzando la meta tras el doble bombardeo, dada la confusión reinante, mientras los policías intentaban delimitar el perímetro antes de la llegada de los agentes del FBI que tomarían las riendas del asunto. Entonces comenzó una frenética investigación para descubrir a los culpables, dos hermanos de origen checheno que planeaban luego dirigirse a Nueva York para colocar más bombas. El desarrollo de los acontecimientos en esos días posteriores lo impidió, pues tras dos enfrentamientos con las fuerzas del orden uno de los terroristas murió tiroteado y el otro fue arrestado y condenado a muerte. A tal desenlace contribuyeron no sólo las pesquisas de la autoridad, sino también la colaboración ciudadana, motivando el lema Boston Strong. En otras palabras, este resumen del atentado nos adelanta que el mismo tuvo dos facetas: una intrínseca a su naturaleza delictiva y otra más amplia derivada de las coordenadas espacio-temporales en las que tuvo lugar.
La última película de Peter Berg, director entre otras de cintas de acción (del que podríamos llamar subgénero bélico o industrial) como Último superviviente (Lone Survivor, 2013) o Marea negra (Deepwater Horizon, 2016), combina ambas dimensiones en un libreto coescrito por él mismo y que en su origen las dividía. Se ha pretendido con ello compaginar el relato casi documental, basado en una estricta observancia de los hechos; con las exigencias narrativas que aseguren su componente dramático y el esparcimiento del espectador. Esto último cobra cuerpo en gran medida gracias al sargento Tommy Saunders interpretado por Mark Wahlberg, actor fetiche de Berg, pues ya había protagonizado los dos títulos antes citados. Su personaje no existió en la realidad, al menos no como aquí se lo presenta, y en cambio esta recreación lo sitúa en el meollo de los tres hitos antes relatados de la historia, correspondientes a las tres secuencias propiamente “de acción”: la doble explosión, el primer tiroteo con los terroristas y el segundo encuentro con el que ha sobrevivido. A esta división tripartita, de la que el resto del metraje funciona en gran parte como anticipación, se añade un sentido monólogo del susodicho sargento que acompaña una secuencia de montaje en la que vemos algunas secuelas momentáneas de otros supervivientes, tras una confesión igual de emocional con su mujer Carol (Michelle Monaghan), otra de las asistentes al trágico evento. Empero, el hecho de reconducir los principales puntos de giro o al menos las escenas más memorables a una invención del guionista traiciona en parte la voluntad de transcribir la historia con intención fáctica, como revelan por ejemplo los insistentes rótulos que nos van informando del tiempo que ha transcurrido desde la explosión. La presentación coral que la antecede, de los varios personajes implicados, queda en consecuencia desdibujada, ya que la pretendida atención que se le quiere prestar a estos otros individuos cuyos nombres y vivencias son auténticos no se cumple del todo. Un caso llamativo es el del oficial Sean Collier (Jake Picking), asesinado por los terroristas mientras intentaban huir, en tanto que hasta entonces se nos hace partícipes de algunas de sus relaciones y experiencias, pero cuando acontece su crimen el forzoso montaje en paralelo obliga a trasladarse a otros hechos, antes de volver a él para certificar su muerte cuando ya ha pasado demasiado tiempo. Se quiere mostrar así como una vida con gran potencial puede acabar de forma repentina, pero faltan el suficiente desarrollo previo y la necesaria gravedad posterior para interpretarlo con todo su dramatismo.
«El interés se mantiene gracias a ese afán por el detalle que, licencias y deslices aparte, permite integrar esta película en un escalón medio del procedural más meritorio».
En este sentido, Día de patriotas adolece de ciertos problemas de ritmo y planificación, que se ponen de manifiesto desde el principio, cuando se introduce al tal Saunders durante una entrada y registro en domicilio particular. Hay entonces un plano general de la situación que dura muy poco, impidiendo que la emplacemos entre los bruscos planos y contraplanos de los intervinientes, incluido el comisario Ed Davis (John Goodman), cuya mirada con su sargento llega a dibujar un par de saltos de eje que refuerzan nuestra desorientación. Podría pensarse que esta es deliberada por lo perturbable de la escena, y sin embargo similares despistes se repiten en la secuencia siguiente, una más tranquila en la casa de la pareja formada por Patrick Downes (Christopher O’Shea) y Jessica Kensky (Rachel Brosnahan). Otros ejemplos de este cuestionable montaje los encontramos poco después, con un extraño fallo de raccord cuando Carol Saunders está en la cocina de espaldas manejando una sartén, y al plano siguiente la encontramos de escorzo al borde de la puerta; o cortes innecesarios, al menos poco académicos, como cuando el sargento Jeffrey Pugliese (J.K. Simmons) va a comprar un muffin y visualizamos a la dependienta primero en plano frontal y luego de perfil, mientras realiza un gesto continuo. En suma, la técnica es cuanto menos errática, aunque su efecto anárquico se preste mejor a otros momentos, especialmente el del atentado, eficaz en su caos turbador y carente de tomas morbosas, algo reseñable por contraste con el antedicho desahogo de Saunders a su esposa, en el que relata un espectáculo dantesco que apenas visualizamos cuando el mismo sucede. Se mezclan entonces la intensidad de la imagen y el respeto hacia sus referentes, aprovechando también un uso de imágenes de archivo que en ésta y otras ocasiones se introducen con bastante fluidez. De hecho la historia concluye, como es ya tradición en la industria norteamericana cuando se parte de hechos reales, con un registro suyo que aquí se prolonga más de lo habitual. En cualquier caso no molesta porque se inicia con una nueva inserción de lo ficticio y porque corrobora esa vertiente documental que caracteriza a esta historia, llegando hasta la entrevista y el reportaje. Para su otra dimensión que hemos llamado dramática, un elemento de armonización sería la música sutilmente ominosa de Trent Reznor y Atticus Ross, acentuando el suspense de una narración ambiciosa cuyo desenlace ya conocemos, pero cuyo interés se mantiene gracias a ese afán por el detalle que, licencias y deslices aparte, permite integrar esta película en un escalón medio del procedural más meritorio, algo a lo que contribuye su mensaje tan solemne como esperanzador. | ★★★ |
Ignacio Navarro
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos & Hong Kong, 2015. Título original: «Patriots Day» Presentación: AFI Fest 2016. Dirección: Peter Berg. Guion: Peter Berg, Matt Cook & Joshua Zetumer. Productoras: Bluegrass Films / CBS Films / Closest to the Hole Productions / Hutch Parker Entertainment / TIK Films. Fotografía: Tobias A. Schliessler. Montaje: Gabriel Fleming & Colby Parker Jr.. Música: Trent Reznor & Atticus Ross. Diseño de producción: Tom Duffield. Dirección artística: Steve Cooper. Decorados: Donald R. Reiss. Vestuario: Virginia Johnson. Reparto: Mark Wahlberg, John Goodman, Kevin Bacon, Michelle Monaghan, J.K. Simmons, Christopher O’Shea, Rachel Brosnahan, Jake Picking, Jimmy O. Yang, Melissa Benoist, Alex Wolff, Themo Melikidze, James Colby, Michael Beach. Duración: 133 minutos.