Irishman in New York
crítica ★★★ de War on Everyone (John Michael McDonagh, Reino Unido, 2016).
Una película como War on Everyone se expone, no sin mucha premeditación y un poco de mala uva, a toda una suerte de lecturas superficiales, deducciones imprecisas y conclusiones prejuiciosas que terminan por establecer una relación sinonímica entre ella y su objetivo crítico principal: la burla detectivesca. Esta errónea, pero comprensible, suposición parece divertir mucho a su director, y ha llevado a crítica y público a la impresión de encontrarse frente a otra de las recurrentes parodias del thriller policíaco; una suerte de hibridación genérica, ya consagrada como categoría fílmica en sí misma, inevitablemente devaluada por la apatía de los realizadores que se empeñan, año tras año, en presentar pastiches sin ritmo ni coherencia por simple torpeza para ensamblar una atractiva comedia o un interesante thriller. Sin embargo, tenemos que conceder el beneficio de la duda a John Michael McDonagh, quien ha demostrado su sobrada iconoclastia tendenciosa a golpe de socarronería, con la ayuda de un lenguaraz Brendan Gleeson y la perfecta fotogenia que le facilita su Irlanda natal. Puede que la ausencia de estos dos elementos recurrentes haya llevado a McDonagh al remate de un producto más forzado, menos fluido y espontáneo que sus anteriores trabajos, en los que se percibía una dramaturgia mucho más cómoda al cobijo del espacio conocido. Pese a ello, el realizador consigue, con irreverente lucidez, separar ordinariez de causticidad mediante la desmesura formal y textual de su película, un exceso en todos los aspectos narrativos y audiovisuales que, sin el oportuno criterio del realizador, habría terminado con el fracaso de esta incisiva parodia de la “parodia detectivesca”.
Pero detengámonos un momento en este concepto metacaricaturesco con cada uno de los elementos que, subliminalmente, van implantando en nuestro cerebro la idea de que esto no es una simple payasada, sino una burla a las impertinentes pantomimas imitativas sin orden ni concierto con las que Hollywood nos sorprende cada primero de abril. En primer lugar resulta inevitable, por ser el primer contacto con la cinta, atender al título. Entonces recapitulamos sobre el concepto distópico presentado por Hobbes en su seminal Leviatán: War on Everyone suponía la instauración de un estado anárquico por medio de la supresión de todos los privilegios sociales; se alcanzaría, por fin, la ansiada libertad del ciudadano con la que todos los hombres serían iguales ante la ley, con la particularidad de ser ésta una ley marcial, impartida sin estatuto constitucional alguno, y comandada por el individuo, quien impulsaría la aplicación brutal del orden jerárquico por medio de una cruenta guerra civil. Así, en los primeros minutos de metraje, vemos a dos policías que atropellan de forma violenta a un sospechoso en clara posición de rendición y sometimiento. El objetivo de ese arresto no es la corrección y el castigo del criminal, sino robar el botín que éste había afanado con anterioridad. Se establece así una correlación equitativa entre ley y crimen, y se deja en evidencia la primera de las abyectas incongruencias que las ordinarias parodias detectivescas suelen conceder: el apego de los policías corruptos a una justificación moral inverosímil. Además, en esta misma línea, queda patente el contraste entre la pericia al volante del protagonista en las secuencias de acción, y su inexplicable incompetencia en otras de apacible calma, en las que se le ve con una cerveza en la mano. Esto, en la parodia clásica, se explica con la falacia de intoxicación etílica súbita y recuperación inmediata. Así, cuando el detective bebe, sus reflejos quedan anulados por completo a causa de una embriaguez espontánea, sin embargo, instantes después, durante una persecución (ya sin cerveza visible en escena), justo cuando el alcohol debería comenzar a hacer efecto, el protagonista hace alarde de una destreza inaudita. Como colofón, una frase que suena inequívocamente a parodia de la parodia: “Me encanta este coche, es indestructible”, lo que viene a desvelar aquella tendencia absurda de mostrar siempre un vehículo en perfecto estado, a pesar de las múltiples colisiones de sus intrépidos personajes.
«Parece evidente que la importancia argumental queda relegada a un plano anecdótico en el que el insolente cinismo y el descarado humor fácil componen un ejercicio tan sarcástico como displicente. El director sustituye la gravedad formal y la solemnidad humorística de su anterior trabajo, Calvary, por un completo desprecio hacia la ética y la estética».
Saltemos ahora al ámbito idiosincrático; Terry y Bob representan a esa pareja de compañeros unida por un vínculo familiar inquebrantable, y que, en ocasiones, parece llegar a superar el apego que puedan sentir por su verdadera familia. Esto queda ridiculizado en algunos de los comentarios peyorativos que Bob hace de sus hijos, o en la indiferencia conyugal hacia su peligrosa e ilegítima forma de ganarse le vida. La mujer responde a una figura decorativa que apoya y aplaude las decisiones disparatadas de su marido con el propósito de seguir disfrutando de un nivel de vida desorbitado, algo que parece no llamar la atención del jefe de policía. Así, aunque Delores se empeñe en leer los manifiestos feministas de Simone de Beauvoir, mantiene una obstinada perseverancia a actuar de forma opuesta a los principios conductuales de la activista francesa. Este recurso antitético literario que atenta directamente contra las normas de construcción del personaje femenino establecidas en la cultura posmoderna, no será algo aislado y anecdótico, sino que funcionará como una constante en todo el proceso diegético del filme. De este modo, mientras se procede a una sucesión indiscriminada y referencial de algunas de las citas y las obras más populares de escritores y filósofos de fuerte tradición ideológica y política, como Mishima, Bretón o Pitágoras, el filme se empeña en mostrar un antagonismo entre el mensaje de dicha cita y los actos ejecutados por su emisor, lo que viene a poner de manifiesto la falsa elocuencia de los guiones que tratan de ocultar, bajo el nombre mayestático de ciertas figuras literarias, la vacuidad y mediocridad de su discurso.
No es casualidad que el coprotagonista se llame Roberto (Bob) Bolaño, con una excesiva obviedad, casi sonrojante —pero siempre deliberada— maniobra alusiva al escritor chileno, creador de Los detectives salvajes; recurso que no busca adentrarse en las connotaciones visceral-realistas plasmadas en la novela, sino en el sentido más literal posible, puesto que esa es la mejor definición de lo que Michael Peña y Alexander Skarsgård personifican: el salvajismo de dos detectives. Y siguiendo con la tergiversación onomástica, es destacable que el malvado delincuente al que se enfrentan los antihéroes se llame, ni más ni menos, que James Mangan, uno de los poetas irlandeses más lúcidos del siglo XIX. La justificación a este nombre, dado el comportamiento excesivo del personaje, parece, como en el resto de referencias, nula. No es más que una broma patriótica del director, y no será la única, puesto que el personaje de Pádraic Power, el informador irlandés disléxico con esclerosis múltiple, es todo un poema delirante. En resumen, parece evidente que la importancia argumental queda relegada a un plano anecdótico en el que el insolente cinismo y el descarado humor fácil componen un ejercicio tan sarcástico como displicente. El director sustituye la gravedad formal y la solemnidad humorística de su anterior trabajo, Calvary, por un completo desprecio hacia la ética y la estética, algo que, como era de esperar, no ha sentado muy bien en el sector más tradicional, pero que, sin duda, cumplirá con las exigencias básicas de aquellos que busquen la carcajada fácil, tanto si conocen a André Bretón como si no. | ★★★ |
Alberto Sáez Villarino
© Revista EAM / Dublín
Ficha técnica
Reino Unido, 2016. Título original: War on Everyone. Director: John Michael McDonagh. Guion: John Michael McDonagh. Duración: 98 minutos. Fotografía: Bobby Bukowski. Música: Lorne Balfe. Productora: Reprisal Films / Head Gear Films / Kreo Films FZ / Metrol Technology. Edición: Chris Gill. Diseño de vestuario: Terry Anderson. Diseño de producción: Wynn Thomas. Intérpretes: Alexander Skarsgård, Michael Peña, Theo James, Tessa Thompson, Caleb Landry Jones, Esodie Geiger, Rebekah Wiggins, Kyle T. Cowan, Jacob Browne, Jonathan David Dixon, Edric Ray, Richard Beal, Edward A. Duran, Geoffrey Pomeroy, Rodger Larance iser. Presentación oficial: Festival de cine de Berlín, 2016.