No habrá paz para los malvados
crítica ★★★ de El valle de la venganza (In a Valley of Violence, Ti West, Estados Unidos, 2016).
Perteneciente a una exitosa cantera de jóvenes realizadores que revitalizaron el género de terror entre finales de los 90 y principios de 2000 –M. Night Shyamalan, James Wan, Rob Zombie o Eli Roth serían los más aventajados–, Ti West le debe la mayor parte de su crédito a La casa del diablo (2008), un humilde pero espeluznante filme de temática satánica, con una elaborada estética setentera que consiguió que el cineasta llegase a ser comparado con el mismísimo Polanski. A partir de ahí, su trayectoria ha sido más bien irregular, alternando tropiezos –Cabin Fever 2 (2009)– con encantadoras anomalías –Los huéspedes (2011), su simpática incursión en los terrenos de las casas encantadas– y algún título nada desdeñable, como es el caso de The Sacrament (2013), su ejercicio de falso documental sobre el mundo de las sectas. Con El valle de la venganza –título español que la distribuidora le ha adjudicado a In a Valley of Violence, algo que propicia que se preste a confusiones con el western clásico de Richard Thorpe, protagonizado por Burt Lancaster y Joanne Dru–, el director se desmarca radicalmente del cine fantástico para probar fortuna con una tradicional historia de venganza, enmarcada en los inconfundibles escenarios del salvaje Oeste y con todos los ingredientes habituales del polvoriento género en el que triunfaran mitos como John Ford, Howard Hawks o Budd Boetticher. Un cambio de aires que le viene muy bien a West para demostrar que está capacitado para, manejando un modesto presupuesto, dotar de cierta identidad propia a un relato que, sobre el papel, peca de falta de originalidad por sus excesivas similitudes argumentales con un éxito del reciente cine de acción como fue John Wick (David Leitch, Chad Staheski, 2014).
Antes de sus maravillosos títulos de crédito, que, con su colorista animación y una magnífica música de Jeff Grace (rindiendo pleitesía a las mejores composiciones del maestro Ennio Morricone), suponen un cálido homenaje al spaghetti western, El valle de la venganza se abre con el primer tropiezo con problemas de Paul –encarnado por un hierático Ethan Hawke, que transmite a la perfección el carácter torturado de su personaje–, un cowboy que viaja por el desierto, camino de México, a lomos de su caballo y con la única compañía de su fiel perra. A través del conflictivo encuentro con un predicador borrachín –con solo tres escenas, Burn Gorman se hace notar– que deambula de pueblo en pueblo "salvando almas del pecado" mediante la palabra de Dios, se nos presenta al eterno antihéroe solitario y de vuelta de todo, desertor del ejército y de una familia a la que también ha dejado atrás. La nota original la pone el papel que desempeña su mascota, convertida en perfecto contrapunto cómico y parte activa de la acción gracias a sus numerosas habilidades y gracias. La estrecha relación entre ella y su dueño brinda también los pasajes más emotivos de la función –esos monólogos en los que Paul se confiesa con la perra–, fundamental para que la escena clave (y detonante de la tragedia) funcione con la contundencia dramática con que lo hace. La llegada del forastero a un desolado pueblo no le traerá más que problemas desde el instante en que osa a ridiculizar de manera pública a Gilly, el provocador hijo del sheriff. Como si de una suerte de revisión en clave de western de la archipopular Acorralado (Ted Kotcheff, 1982), Paul será invitado a abandonar "de buenas maneras" el lugar por la máxima autoridad, ese marshall encarnado, con un entusiasmo rayano en la sobreactuación, por un John Travolta en uno de sus mejores papeles de los últimos tiempos, pero la cruel represalia de Gilly y sus hombres hará que comience una imparable espiral de violencia que sacudirá a todos los habitantes.
«Aun con sus evidentes arritmias y decisiones equivocadas, emerge como una sincera carta de amor de su director al género, tal vez menos arriesgada y gamberra de lo que se podría esperar, pero igualmente disfrutable».
Hay que reconocer que Ti West es bastante mejor director que guionista, por lo que sus intentos de introducir generosas dosis de humor sarcástico en sus diálogos no terminan de encontrar el equilibrio buscado, ese que con maestría manejó Tarantino en sus excelentes Djanago desencadenado (2012) y Los odiosos ocho (2015). A excepción del personaje de Hawke, el resto de secundarios que conforman la (pobre) fauna de El valle de la venganza cae en más de una ocasión en la burda caricatura. Así tenemos a una Taissa Farmiga obligada a lidiar con un rol de damisela enamoradiza de manual, tan poco carismática como escasa de química con su partenaire masculino, o a James Ransone dando vida a un villano que no está a la altura de las circunstancias, limitándose a ejercer de matón de poca monta, fanfarrón y consentido, que tiene atemorizados a sus vecinos. En este sentido, lo que más llama la atención es esa difusa línea que separa al bien del mal en los personajes de Paul y el sheriff, llegando a un punto en la cinta en que el primero sorprende por su absoluta falta de piedad y el segundo deja entrever su lado más humano. Con una puesta en escena minimalista y funcional (la modestia del producto se refleja en los pocos extras que campan por el casi fantasmal pueblo) y una fotografía de Eric Robbins muy por encima de lo exigible, que saca el máximo partido a los espectaculares exteriores de Nuevo México, la película gana muchos enteros cuando entra en materia, escenificando la brutal venganza de Paul. Es ahí, en las muertes de sus enemigos, donde West alcanza sus momentos más brillantes –la sangrienta escena en la bañera, magnífica en su planificación y crudeza, o el imprevisible duelo final–, combinando la violencia con un humor negro que, esta vez sí, actúa con precisión como elemento distintivo y ruptura del tono clásico general. Decía un proverbio ruso que "cuando la cólera y la venganza se casan, su hija es la crueldad", algo que queda bien patente en la narración de esta El valle de la venganza que, aun con sus evidentes arritmias y decisiones equivocadas, emerge como una sincera carta de amor de su director al género, tal vez menos arriesgada y gamberra de lo que se podría esperar viniendo de él, pero igualmente disfrutable para quienes disfrutan con las obras de Sergio Leone o Antonio Margheriti. | ★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2016. Título original: In a Valley of Violence. Director: Ti West. Guion: Ti West. Productores: Jason Blum, Jacob Jaffke, Peter Phok, Ti West. Productora: Blumhouse Productions. Fotografía: Eric Robbins. Música: Jeff Grace. Montaje: Ti West. Diseño de producción: Jade Healy. Reparto: Ethan Hawke, Taissa Farmiga, John Travolta, James Ransone, Karen Gillan, Toby Huss, Tommy Nohilly, Burn Gorman. PÓSTER OFICIAL.