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    Cine Alemán Siglo XXI

    Las 10 mejores películas inéditas de 2016

    Certain Women

    The new lights

    Anuario 2016: Las diez mejores películas no estrenadas en España.

    No ha sido un año, este 2016 que ya fenece, de demasiadas sorpresas. En un curso marcado por la excelente cosecha de cine estadounidense de presupuesto medio (La La Land, Moonlight, Jackie, Fences, Loving…) y la devaluación de los Categoría A como resultado de sus elecciones en los cuadros de honor, las joyas anónimas que han surgido desde el circuito de festivales o de cinematografías más modestas han encontrado, contra pronóstico, rápido su mercado. Incluso desde certámenes malditos, como Karlovy Vary o Locarno, han hallado distribución internacional o local productos que, a priori, estaban destinados a rozar pocas retinas. Así, filmes como It’s not the time of my life (Globo de Cristal) o The Teacher –adquirida por Karma Films—, exhibidas en el evento checo, o Godless o La idea de un lago, en el helvético, arribarán a nuestra cartelera durante el 2017. ¿Cómo y cuándo? La respuesta es sencilla: poco y tarde. Pero esto es un debate que, más que cuestionar el sistema de distribución, es un problema de aceptación cultural. Si subimos un poco el escalón, y marchamos al festival indie por antonomasia, Sundance, los resultados no son mucho mejores. Las películas adquiridas por majors están a expensas de su recurrido en la campaña de premios; y este suele ser insustancial, por lo que caen en un limbo del que saldrán como fondo de armario de una pobre semana de estrenos. Utah este año ha dejado títulos de excelente nivel: la mediática Mánchester frente al mar –que parece que luchará por el Óscar a mejor película—; la elevada y después vilipendiada El nacimiento de una nación; Christine, el nuevo acercamiento a la miserias de la psique humana de Antonio Campos; Certain Women, el elegante retrato de Kelly Reichardt de la mujer en la América profunda; las visualmente apabullantes The Fits o Spa Night; Other People, la exhibición interpretativa de Molly Shannon que ha pasado directamente a la pequeña pantalla vía Netflix; o Lovesong, el retrato generacional de una cineasta muy a tener en cuenta como Kim So-yong. Como pueden apreciar, largometrajes no faltan. Y desde Europa ¿qué? Hace unas semanas, conocíamos que Abordar había comprado los derechos de la islandesa Heartstone, la ópera prima de Gudmundur Arnar Gudmundsson, una de las alegrías de la temporada que se presentó en la Mostra de Venecia. Filmes como Baden Baden (Rachel Lang), John From (João Nicolau), Bélgica (Felix van Groeningen), Girls Lost (Alexandra-Therese Keining) o Nightlife (Damjan Kozole) han dejado huella pero sin la suficiente fuerza, por el momento, para encontrar un distribuidor fuera de los aranceles locales. Algo que ocurre también con obras propuestas para el espectro comercial, como la ficción selacofóbica In the Deep, parida a la par que Infierno azul y que parece destinada al mercado doméstico o VOD. Fieles a nuestra idiosincrasia de descubrir todas las gemas a la sombra, a continuación, les dejamos un listado con las mejores películas que aún no tienen distribución en España o cuya fecha de estreno es un enigma.

    Girl lost

    10. GIRLS LOST

    Pojkarna, Alexandra-Therese Keining, Suecia, 2016. Premiere: FESTIVAL DE TORONTO 2015.

    Convertida con Hot Dog (2002) en la directora más joven de la historia de Suecia, Alexandra-Therese Keining dio el protagonismo a una pareja de lesbianas en With Every Hearbeat (2011) y ha optado con su tercer filme por hacer lo propio con un tema tan ignorado por el cine como es la transexualidad infantil (sirva la excelente Tomboy (2011) de Céline Sciamma como excepción que confirma la regla). Su Pojkarna, basada en la laureada novela de Jessica Schiefauer, constituye además una forma única de abordarlo, al aprovechar un giro sobrenatural para explorar sentimientos imposibles de imaginar para todo aquel nacido en el cuerpo correcto. “A veces siento que tengo una cremallera en algún sitio que desvelaría mi propio yo”, confiesa Kim poco antes de que ella y sus dos amigas beban un néctar capaz de darles identidad masculina. Acostumbradas a ser menospreciadas por el contexto machista que las rodea (tan peligrosa es la violencia de sus compañeros como el conformismo de sus profesores), las tres descubren el placer nocturno que el cambio de género conlleva, pero lo que para Momo y Bella es solo un juego constituye para Kim una auténtica revelación. En consonancia con la mutabilidad de las/los protagonistas, el tono del filme se mueve entre el drama, la comedia, la fantasía e incluso el terror, lo que da lugar a una relativa inconsistencia en lo que al guion se refiere (con un par de giros abiertamente destinados al dramatismo gratuito) que es empero fiel a las contradicciones vitales reflejadas. Perceptiva y arriesgada, la realizadora extrae interpretaciones conmovedoras tanto de Tuva Jagell, Louise Nyvall y Wilma Holmen como de sus homólogos masculinos (Emrik Ohlander, Alexander Gustavsson y Vilgot Ostwald Vesterlund), cuya falta de experiencia resulta perfecta a la hora de encarnar a personajes a los que la vida todavía depara innumerables sorpresas. (JRR)

    The Student

    9. THE STUDENT

    (M)Uchenik, Kirill Serebrennikov, Rusia, 2016. Premiere: FESTIVAL DE CANNES.

    El cine contemporáneo de Oriente Próximo ha cobrado gran importancia recientemente debido a la bizarría de sus realizadores —y realizadoras, lo que añade mayor importancia a esa valentía—, al trazar relatos sobre la opresión religiosa a la que sus habitantes, en mayor medida mujeres, están expuestos a diario. Poblaciones obligadas a vivir bajo las reglas extremistas de un grupo de fanáticos religiosos totalitarios que adaptan las escrituras con el fin de someter a la población. Acostumbrado a este tipo de cine de sus vecinos del sur, el realizador ruso Kirill Serebrennikov da un giro radical a esta perspectiva con Uchenik, su última película, para presentar a un adolescente —concepto moderno del individuo solitario— en su particular cruzada ortodoxa cristianizante contra un estado laico tendente al libertinaje y al abuso de derechos. El director dibuja a su protagonista con el típico cuadro del adolescente rebelde que no encaja en la sociedad moderna. Muy sensible, inteligente e introvertido, pero con pésimos resultados en el colegio, tanto en sus evaluaciones como en las relaciones con los compañeros. Sin embargo, esa impresión inicial se irá abriendo progresivamente a medida que el joven comience a hablar, y nos demos cuenta de que todo lo que sale de su boca son versículos bíblicos sacados, de manera muy discreta, a colación en todas sus intervenciones dialécticas. El director utiliza un rótulo blanco con la cita bíblica correspondiente a cada referencia empleada por Veniamin. Mediante este recurso consigue que el efecto evangelizador resulte mucho más evidente en cada una de las batallas libradas por el adolescente, quien, en su contienda personal, atacará todo aquello que atente contra sus principios fundamentales: Las vestimentas inapropiadas de las chicas del centro educativo que, con su indumentaria, promueven la lascivia y nos condenan al adulterio; la educación sexual y el preservativo como instrumentos de frivolización de la reproducción, o Darwin y su “absurda” teoría de la evolución, que colisiona inexorablemente con su creacionismo dogmático.

    Resulta estremecedora la forma con la que el protagonista, cada vez con mayores delirios mesiánicos, va ganando terreno utilizando la clásica artimaña de los modernos manipuladores emocionales y captadores de miembros sectarios: una elocuente verborrea, sustentada en un conocimiento enciclopédico de las sagradas escrituras, que se aprovecha de la mediocridad popular para atraer al pueblo hacia el abrigo de su enorme seguridad en sí mismo. Sólo una persona osará interponerse entre él y su propósito doctrinal: la profesora de biología. Un duelo de titanes entre dos mentes obstinadas que presagia la tragedia. Si sacamos el mensaje fuera del ámbito religioso se obtiene una astuta crítica contra el endiosamiento y la sobreprotección que se hace del adolescente en la actualidad. Un tema que quedó brillantemente interpretado por el grupo teatral, Els Joglars, en su última comedia: V.I.P., en la que, al igual que en Uchenik, se pone de manifiesto el evidente trato privilegiado que han alcanzado los jóvenes en la pubertad, un trato comparable al de las Very Important People, y que viene de la sobreprotección paternal y el miedo del sistema educativo de crear un trauma en los menores por medio del castigo o la amonestación verbal. Una actitud con un buen trasfondo que, paradójicamente, motiva a los niños a convertirse en seres endiosados, inaccesibles y con delirios de grandeza que a la vez allana su camino para que terminen actuando con tiranía y despotismo. Así, al ver el desenlace de la película, tenemos la sensación de que son los alumnos los que educan al profesorado y a los padres, convirtiéndose en modelos ejemplares de sabiduría para unos adultos cada vez más consumidos por sus inseguridades a consecuencia de una inminente revolución tecnológica que los deja irremediablemente en un nivel de marcada inferioridad evolutiva. Con sarcasmo, humor y un derroche de originalidad, Serebrennikov compone un certero retrato de las verdaderas Deidades de nuestra laica sociedad moderna: los adolescentes. (ASV)

    Nightlife

    8. NIGHTLIFE

    Nočno življenje, Damjan Kozole, Eslovenia, 2016. Premiere: FESTIVAL DE KARLOVY VARY.

    Si hace unos días nuestro compañero Víctor Blanes hablaba de la reformulación del thriller identitario en una de las aspirantes al Globo de Cristal, la catalana La propera pell, el veterano cineasta esloveno Damjan Kozole prosigue ese mismo sendero en la competición con Nightlife, una cinta de intriga a la que se le han sustraído todos los elementos del género. El metraje se inicia con una despedida, la de un abogado a su esposa, Lea. La cámara se mueve escudriñando, no estamos ante un domicilio cualquiera de Ljubliana. Una circunstancia que supondrá un detalle más en el intrincado de perversidad que emergerá unos minutos más tarde. En la secuencia posterior, acompañamos al letrado en su coche, en lo que parece una reunión con un amigo. Jamás lo volveremos a ver erguido. La próxima vez que aparezca en pantalla será en la compañía forzada de tres jóvenes ciclistas que lo han encontrado postrado en el carril bici de una arteria de la capital. Con el cuerpo cubierto de sangre y laceraciones, respira con timidez, agoniza ante el gesto desesperado de sus salvadores. La policía y la ambulancia tardan en comparecer a lo que parece la escena de un crimen. Mientras su marido se debate entre la vida y muerte, Lea es notificada del suceso. Una vez en el hospital, y ante la parsimonia del cuerpo médico, ella se topa con la primera prueba. Un objeto que puede cambiar la percepción de lo ocurrido, también su etiqueta. De este modo, comienza un carrusel de preguntas. La primera y más relevante: ¿Quién es realmente su marido? Una cuestión que jamás alcanzará réplica alguna. Al menos ante nuestro ojos. Kozole, como indicábamos al comienzo, ofrece un hilo de investigación escuálido, que articula el vía crucis de una mujer que pasa de querer saber a querer proteger. Al final, la verdad no es relevante, solo prevalecer, y, si es posible, de una pieza. Kozole, en su noveno largometraje, firma un thriller de tensión soterrada y emociones ocultas que tiene en la interpretación de Pia Zemljič su gran baza. Pese a que demandaba  algo más de profundidad, Nightlife es un interesante ejercicio de un género que busca nuevas vías. (EL)

    All these sleepless nights

    7. ALL THESE SLEEPLESS NIGHTS

    Michał Marczak, Polonia, 2016. Premiere: FESTIVAL DE KARLOVY VARY.

    Si la adolescencia es un cuento de terror, la preadultez es un sendero a contracorriente, una exploración libérrima de los nuevos códigos que irán estructurando la madurez. Es un periodo que nos traslada de nuevo al Estudio de las Montañas de Piaget, a ese egocentrismo cándido que, con hormonas de por medio, se convierte en una introspección hedonista del yo. El cineasta polaco Michał Marczak indaga sobre las sensaciones del último estadio de la juventud en una ficción en formato documental sobre la amistad entre Krzysztof y Michal; un relato episódico con claras trazas autobiográficas que define las contradicciones de una etapa de ensayo y error. Ambos habitan en la noche, como depredadores de su propia vida. De fiesta en fiesta, consumen y bailan hasta que llega el frenesí sexual. Es una conducta psicopática y reiterativa; que retrata un inconformismo perenne, y que tiene como cuota una erosión emocional y personal que se fundirá con la desilusión propia que acompaña al futuro. Sabemos, desde el comienzo, que Krzysztof ha sufrido un desengaño amoroso. No sabemos, en cambio, si es coyuntura o espoleta del transbordo a la vanidad que veremos a continuación. Entre música techno, los amaneceres se suceden hasta que llega el ocaso. Ese impasse para los dos protagonistas que acentúa el individualismo del nuevo ciclo. Marczak demuestra talento en la construcción del mundo de ambos. Un universo idealizado, desarrollado en el lado cool de la Varsovia vanguardista. La cámara no solo ama a sus protagonistas, también a su entorno. All these sleepless nights es un relato sobre esas estrellas que creímos que siempre estuvieron al alcance, de todos esos sueños que supusimos viables, y, ante todo, de todas esas noches en las nos sentimos invencibles. La obra de Marczak es un prodigio que rompe los moldes del formato y que dibuja con pasión un ciclo al que le dijimos o diremos adiós. (EL)

    Closet Monster

    6. CLOSET MONSTER

    Stephen Dunn, Canadá, 2016. Premiere: FESTIVAL DE TORONTO 2015.

    Durante el visionado de Closet Monster es imposible no encontrar referencias, tanto estéticas (el uso de la cámara lenta y la importancia de la música que convierten a algunos pasajes en pequeños videoclips) como temáticas con la obra de otro canadiense tan laureado como Xavier Dolan, el nuevo niño mimado por la crítica internacional. Concretamente, el filme de Dunn tiene muchos puntos en común con Les amours imaginaires (2010), con un triángulo amoroso en el que uno de los vértices (el que representa la amiga enamorada en secreto) está destinado a irse de vacío. De hecho, la personificación de Wilder, ese ambiguo adonis capaz de atraer todas las miradas a su paso, tiene los rasgos de Aliocha Schneider, hermano de Niels Schneider, actor que desempeñara idéntico rol en el título de Dolan. El Stephen Dunn guionista, de manera inteligente, se las ingenia para añadir elementos originales y rompedores a su libreto que hacen de su ópera prima algo especial y diferente. La atractiva psicología del personaje de Oscar (encarnado por Connor Jessup), cuya desbordante imaginación le hace ser propenso a sufrir terroríficas pesadillas o visiones –también se atisba la influencia del maestro David Cronenberg en sus momentos más alucinógenos, sobre todo en la escena del fracasado acto sexual en el baño–, bordea la psicopatía y lo emparenta, directamente, con otro adolescente inadaptado como el encarnado por Jake Gyllenhaal en Donnie Darko (Richard Kelly, 2001). Estamos pues, ante el retrato de un perdedor que no se resigna a serlo, un chico con serias carencias afectivas que, por desgracia, no sabe cómo amar y reacciona causando dolor a las personas que le rodean. La excelente fotografía de Baby Shore, colorista y de estética casi ochentera; su atmósfera entre onírica y homoerótica; y una maravillosa banda sonora que recopila música electrónica de grupos alternativos como Laytron, Austra, Allie X o Light Asylum, sirven de perfecto envoltorio audiovisual a una cinta dotada de un magnetismo único, extraña y genial, salpicada de un sentido del humor negrísimo que, en ocasiones, puede llegar a resultar algo desconcertante. Lo que no cabe duda es que Closet Monster, en su imposible equilibrio entre drama familiar (en su vertiente disfuncional), thriller psicológico y romance iniciático, tiene la capacidad de, para bien o para mal, no dejar indiferente a nadie, algo que la encumbra, con todas las de la ley, como una de las perlas por descubrir del año y un futuro título de culto. (JML)

    El invierno

    5. EL INVIERNO

    Emiliano Torres, Argentina, 2016. Premiere: FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.

    De Friedrich a Malick, la colección de apologetas de la pérdida trascendente del ego ante el paisaje natural es amplia. La idea de dejarse arrebatar por esa inmensidad es romanticismo puro, pero no olvidemos que esta corriente estética alberga en su núcleo una contradicción: el deseo de comunión con lo salvaje es formulado por el hombre que habita la civilización. Esto es, la atracción por lo arrebatado, lo irracional, surge por el rechazo a (y desde) un mundo ordenado y racional. El panteísmo como invento mundano. Ahora bien, probemos a revertir el concepto. La permeación del paisaje en el alma no como bendición, sino como maldición. La condena del hombre incivilizado que, al habitar lo salvaje, se expone a ser engullido por su vastedad. En la agreste Patagonia en la que transcurre El invierno, el viento continuo que sopla durante todo su metraje cobra resonancias muy relevantes como elemento que barre de forma incansable cualquier intento de raigambre. Vegetal o humana. El primer protagonista de la cinta es un viejo capataz que lleva décadas trabajando solo en un rancho situado en el inhóspito paraje. Cuando es despedido por el propietario, su soledad absoluta termina de quedar en evidencia: ya no es capaz de replantar sus raíces perdidas. Las inclemencias de una naturaleza desatada le han vaciado de identidad hasta convertirlo en un mero elemento superviviente del paisaje. Cortada su convivencia con él, el vacío es total. Un plano en el que el anciano mira a un viejo barco oxidado en dique seco remata el paralelismo. Una vez regurgitado por la lógica de mercado (que es capaz incluso de llegar a rincones tan remotos), no es más que una pieza de chatarra maltratada por los elementos.

    El segundo protagonista, un joven que es nombrado nuevo capataz, aparece antes de serlo como trabajador temporero de la esquila a las órdenes del viejo, durante el verano. Este último muestra una fascinación inicial por el joven que, como se comprueba pronto, es más bien identificación. Porque el joven, una vez contratado para encargarse del rancho durante el duro invierno, empieza a ser víctima de la misma erosión asoladora legible en el rostro del anciano. Sus lazos con su familia desaparecen gradualmente, hasta que una escena (previa al cierre circular en el que vuelve el verano y que remata la película) culmina su disolución en el paisaje: la nieve y la niebla forman un manto de blanco uniforme que empequeñece su figura hasta sepultarla. Esta cuestión de la sucesión generacional entre el viejo y el joven hace incluso plantearse la linealidad temporal. ¿Hay un verdadero avance cuando todos los elementos del cuadro, humanos y paisajistas, apuntan más bien a una repetición circular? El paisaje es un páramo inmutable a las marcas de cambio y las estaciones, como los desarraigos de los dos protagonistas, son un ciclo cerrado. De modo que, dentro de la lógica que dicta este escenario omnipotente (más determinante que la propia lógica narrativa), el joven y el viejo bien pueden ser la representación de dos momentos vitales de una misma persona. Si nos terminamos de poner metafísicos, incluso la breve deriva que la cinta hace hacia los códigos del western en su ecuador tiene tanto de duelo entre dos como de lucha interior. Quizá toda esta parrafada les parezca un exceso de etereidad. Pero esa es también la propuesta del debutante Emiliano Torres, que prolonga el vaciado de paisaje y personajes a su narrativa hasta alcanzar un tono cercano a la abstracción. Presentando a sus criaturas desde una marcada opacidad y a su escenario desde su interminable monotonía. El invierno, en fin, funciona sobre todo como invitación a sumergirse en la cadencia abrupta de ese paisaje cuya trascendencia a lo humano es una maldición. Entrar en su mundo requiere algo tan arduo como abandonar todo instinto de romanticismo. (MMG)

    Nocturama

    4. NOCTURAMA

    Bertrand Bonello, Francia, 2016. Premiere: FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.

    Flipas cuando lo ves de verdad, dice uno de los protagonistas ante una hilera de televisores que muestran varios enclaves parisinos en llamas. Una línea de guion que explicita con especial tino la cuestión de fondo que subyace en la controvertida cinta de Bonello, dado que lo que muestran las imágenes es el resultado de la propia acción de ese personaje. Un chaval que acaba de volar un edificio ve más verdad en la imagen mediada que en su propia experiencia activa. Las numerosas pantallas que pueblan los planos de Nocturama no pueden ser más relevantes al respecto del retrato de una joven generación definida por su anestesiamiento ante la violencia normalizada por los videojuegos, los telediarios o el mismo cine. El escenario del centro comercial en el que transcurre más de la mitad del metraje añade capas a esta desconexión de la violencia que es, en un sentido amplio, desconexión de la realidad: escaparates minimalistas entre paredes insonorizadas que ofrecen un pequeño paraíso del consumo ajeno a lo que ocurre fuera de sus límites. La revolución del siglo XXI se propaga por mundos virtuales, con actores que llaman a la revuelta envueltos en ropa de marca, música a toda pastilla y sofás confortables. Las injusticias sociales que las espolean, como deja entrever Bonello, siguen estando ahí (los despidos masivos de una multinacional se deslizan vagamente como motivo). Pero las barricadas quedan lejos. La frustración acumulada, por tanto, está condenada al estallido puntual. A los quince minutos de fama con la esperanza de agitar conciencias. Terrorismo o activismo extremo, como prefieran llamarlo. “En algún momento tenía que pasar”, afirma una joven comentando los atentados sobre los que orbita la película. La reflexión no puede ser más perturbadora.

    Uno de los aciertos capitales de Bonello está en hacer desaparecer de la trama al impulsor de los atentados, dejando al grupo de jóvenes protagonistas huérfanos de líder y a su espectador de explicaciones. El encierro en el centro comercial le sirve para mostrar que sus terroristas (denominados según la sensibilidad actual) son jóvenes hedonistas corrientes, entre asustados y aburridos pero nunca demasiado conscientes de las implicaciones éticas de sus actos. Esta familiaridad desprejuiciada provoca una incomodidad que va en aumento al revertir la percepción de indefensión en el relato. En el planteamiento, un plano aéreo sobre París y un montaje alterno de los movimientos orquestados de sus protagonistas (la forma que tiene Bonello de combinar los movimientos de avance físico de personajes con el ritmo fílmico es digna de estudio) sugieren que la indefensa es la ciudad. Pero su desenlace, tras la maniobra de acercamiento que disipa la apariencia de implacabilidad del grupo de muchachos, la sensación es muy distinta. Mientras que el acto revolucionario es pasional, los mecanismos que el sistema emplea para erradicar las anomalías son de pura frialdad racional. El empresario que recorta puestos y el policía que dispara sin vacilar son, en este sentido, mecanismos de funcionamiento estándar. Que Bonello logre generar dudas sobre si la violencia institucional (insistimos, en su acepción más amplia) es plenamente justificable frente a la violencia agitadora ya entraña un mérito indudable. Que lo haga además en la época más inapropiada para plantear estas ambigüedades es un ejercicio de valentía pura. Nocturama es una de esas películas. (MMG)

    El ornitólogo

    3. O ORNITÓLOGO

    João Pedro Rodrigues, Portugal, 2016. Premiere: FESTIVAL DE LOCARNO.

    Al principio, la armonía. El ornitólogo protagonista, Fernando, se encuentra acampado en un bosque del Norte portugués cercano a la frontera con España. Pertrechado con sus prismáticos, su piragua y su grabadora, observa con detenimiento a los pájaros. Los planos se contagian, sumergiéndonos en una cadencia serena que nos invita a presenciar los pequeños rituales del entorno. Las vistas subjetivas, que adoptan la perspectiva de los prismáticos, inciden en el planteamiento contemplativo. Pero la armonía inicial se resquebraja pronto. Mucho más adelante en el metraje, un campo-contracampo llamativo da cuenta de la mutación del relato: Fernando, perdido en los bosques, mira a su frente. El contraplano que le da la réplica es una toma subjetiva que recrea la mirada de un búho hacia nuestro protagonista. La extrañeza, en forma de presencia misteriosa de lo natural, se filtra en las imágenes y amplifica sus ecos. Rodrigues, como el Apichatpong Weerasethakul de Tropical Malady, narra un adentramiento de su personaje en lo selvático donde las trazas de civilización van desdibujándose: los mensajes de un teléfono móvil sin cobertura o un avión que sobrevuela el cielo en la lejanía son los últimos ecos de ese mundo racional.

    Fernando va teniendo una serie de encuentros con personajes entregados al comportamiento selvático. En el primero de ellos, con dos peregrinas chinas extraviadas de la ruta del Camino de Santiago, la fotografía adelanta la extrañeza atmosférica (las dos mujeres le anuncian la presencia de espíritus malignos en el bosque) mediante patentes rupturas de la convención fílmica: los planos espejan el raccord de miradas y filman las conversaciones mostrando las sombras de los personajes. Fernando despierta al día siguiente del encuentro atado de pies y manos, dispuesto para un extraño ritual. Tras escapar, da con la mitad de su piragua partida dispuesta en forma de tótem, y su carnet de identidad con las huellas borradas y un hueco en sus ojos. Sobre el ornitólogo, autoproclamado ateo, comienzan a intervenir fuerzas místicas que combinan iconologías cristianas (la figura de San Antonio de Padua tiene especial importancia en todo esto) con folclores locales. El resultado, como expresa el mencionado detalle del carnet, es una reconfiguración de su identidad que deriva incluso a lo físico. Las claves de interpretación a este respecto son escurridizas, pero quizá más importante que ellas sea la vivencia intuitiva de la cinta. La fascinación se produce por la amplitud metafísica de su paisaje, que se nutre de las dicotomías que Rodrigues pone en confrontación. Lo artificial y lo selvático, lo profano y lo santo, lo sexual y lo violento, e incluso finalmente la vida y la muerte. Opuestos que se enfrentan a la vez que conviven en una película donde perderse resulta mucho más placentero que encontrar la senda. (MMG)

    The eyes of my mother

    2. THE EYES OF MY MOTHER

    Nicholas Pesce, Estados Unidos, 2016. Premiere: FESTIVAL DE SUNDANCE.

    La soberbia labor fotográfica de Zach Zuperstein, con un elegantísimo blanco y negro que subraya el carácter atemporal del relato y lo dota de una ambientación enrarecida y tenebrosa, tiene momentos expresionistas que recuerdan a otro cuento de terror con infancia pervertida como fue la obra maestra La noche del cazador (Charles Laughton, 1955). El debutante Pesce, de solo 26 años, hace gala de una inusual seguridad tras las cámaras, creando una atmósfera opresiva e incómoda, potenciada por la climática música de Ariel Loh, que se apoya en el costumbrismo del monótono día a día de Francisca para generar auténtico pavor sin necesidad de mostrar la violencia desde una óptica explícita. Todos los horrores (que son muchos y variados), al contrario que en otros productos del subgénero de torturas como Martyrs (Pascal Laugier, 2008), suceden fuera de campo, algo que no disminuye su impacto, sino todo lo contrario. The Eyes of My Mother no necesita más de hora y cuarto de metraje para desarrollar una de las historias más tristes, perturbadoras y desasosegantes del año, a la vez que disecciona con la frialdad de un cirujano (nunca mejor dicho) la mente enferma de uno de los personajes femeninos más potentes del reciente cine de terror, interpretado con brillantez por dos actrices en estado de gracia: Olivia Bond, en la niñez, y la sorprendente Kika Magalhaes en su etapa adulta. Cada meticuloso movimiento, cada mirada inexpresiva (entre alucinada y ausente), cada rezo a una madre fallecida tomada como deidad, está representado por esta última con convicción, en una entregada actuación para la que se desnuda en cuerpo y alma. Imágenes poderosas prevalecerán en la retina del espectador mucho tiempo después de su visionado, desde la irrupción del decisivo personaje de Charlie (magnífico Will Brill) en el hogar de la protagonista, a todos los momentos que acontecen en el interior del granero, testigo silencioso de los actos más aberrantes de la protagonista.. Todo esto hace de The Eyes of My Mother una obra muy personal, que nos descubre a un nuevo autor con muchas cosas que ofrecer, al que habrá que seguir la pista muy de cerca en el futuro. Una pequeña gran película a (sinuoso) ritmo de fado, que bien podría ser el psycho-killer más contundente que ha pasado por la gran pantalla desde los tiempos de Henry, retrato de un asesino (John McNaughton, 1986), hermosísimo desde el plano estético, a pesar de que cuenta una historia terrible y descarnada con una naturalidad desconcertante, capaz de helar la sangre más por lo que sugiere que por lo que vemos. (JML)

    Certain Women

    1. CERTAIN WOMEN

    Kelly Reichardt, Estados Unidos, 2016. Premiere: FESTIVAL DE SUNDANCE.

    Reichardt plantea un ejercicio episódico compuesto por tres historias presentadas de forma alternativa y, al menos dos de ellas, paralela. La estructura no podría resultar más sencilla; las acciones suceden de manera lineal y sin grandes saltos durante las 3 primeras partes de la cinta, cada una de ellas destinada a la narración de una anécdota en la vida de una mujer, y un último episodio, reservado a modo de epílogo, en el que se da a conocer el estado de cada protagonista tras ese acontecimiento concreto. En este tipo de cine reflexivo y pausado, suele decirse que es más importante la forma que el contenido; en Certain Women, por el contrario, es tan importante lo que se cuenta como la manera de hacerlo. En cuanto a ese qué, preponderante argumental en toda narración o anécdota, encontramos, como ya hemos mencionado, la trivialidad cotidiana de personas que no destacan por ocupar un cargo de gran poder, ni tampoco por lo contrario, estamos ante gente corriente que trabaja para vivir de la mejor manera que les sea posible. No obstante, sí hay un componente que conectará todas las historias, aunque no resultará una cualidad limitante de su riqueza temática: el machismo, algo que podemos deducir por el título. Además de estar todas ellas protagonizadas por personajes femeninos, el guion indaga en la constante lucha de la mujer actual en un mundo lleno de prejuicios. El machismo sigue presente en el progresista siglo XXI, y se manifiesta de manera recurrente y estandarizada, no sólo en las pequeñas poblaciones rurales norteamericanas que quedan representadas en la película, sino en todo el mundo, teniendo Livingston una función narrativa metonímica con la intención de ejemplificar el alcance pernicioso del trato discriminativo que sufren las mujeres a diario[...]

    Cada narración cuenta con una serie de instantes elocuentemente subrayados con algún truco de edición —un oportuno zoom, la incorporación de música sugerente, un encuadre enfático…—, que nos llevarán a pensar que algo está por suceder. Se establece pues el principio fundamental de la tragedia, el romance, la venganza, el adulterio… pero nada termina de cocinarse, nada alterará la indolente rutina de los personajes, que quedarán a la espera del prometido cambio en sus potencialmente vacías existencias. Entonces, con el poético avance bucólico característico de Miguel Hernández y la dolorosa soledad, originada por el amor (o su ausencia), propia de Petrarca, la directora nos mueve con una flemática narración, llena de recursos estilísticos como descripciones de paisajes, alegorías, antítesis, aliteraciones… incidiendo en un lenguaje claro y transparente con el que se exalta la representación de los sentimientos y pueden éstos cobrar vida propia. Personas que pudieron ser los héroes o los villanos que merecíamos pero, en lugar de ello, saldrán de nuestra cabeza con la misma rapidez con la que entraron, cuando el tiempo termine por otorgar la victoria del olvido frente a la pasión. Certain Women se presenta como una pieza de gran complejidad sintáctica, donde la estética se fundamenta en el uso magistral del lenguaje y los recursos estilísticos, rítmicos y eufónicos, constituyendo el andamiaje del contenido semántico y conceptual de una obra que certifica la evolución autoral de una directora obstinada en dejar una huella indeleble en nuestra memoria. (ASV)
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