Nada dorado puede permanecer
crítica ★★★★ de Heartstone (Hjartasteinn, Guðmundur Arnar Guðmundsson, Islandia, 2016).
Nature's first green is gold,
Her hardest hue to hold.
Her early leaf's a flower;
But only so an hour.
Then the leaf subsides to leaf.
So Eden sank to grief,
So dawn goes down to day.
Nothing gold can stay.
Un servidor opina —temblor estremecedor mediante— que una de las historias de amistad adolescentes más hermosas de todos los tiempos es la que se da entre Ponyboy y Johnny en la película Rebeldes. Lo más interesante es que la autora de la novela en la que se basa apenas contaba con dieciocho años cuando fue publicada. Cuando intentamos comprender el alcance o la profundidad de los sentimientos que albergan al mundo adolescente, nada mejor que sentirlo cerca, en tiempo presente, incluso sin recurrir a ninguna nostalgia errónea o a la mitificación de recuerdos que alteren o sobre todo distancien la mirada del retrato. Esa historia terrible acerca de las emociones juveniles de un grupo de chicos de clases sociales desfavorecidas dolía más que ninguna otra principalmente por el marcado sufrimiento de sus personajes. El texto arriba citado corresponde al fragmento de un hermoso poema de Robert Frost que es recitado en uno de los más bellos instantes del metraje en boca de Ponyboy. El rostro del muchacho con la camisa algo abierta mirando perdido en el horizonte nos persigue desde entonces. La escena triste y desgarradora pero amueblada todavía de una esperanza abrumadora es filmada por Coppola y su director de fotografía en un romántico color dorado en homenaje a la paleta de colores usada en Lo que el viento se llevó. «Nada dorado puede permanecer», concluía; —podríamos perdernos en esa frase maravillosa— y, de esa forma, las palabras de Ponyboy resonaban intensas en la cabeza de su inseparable amigo Johnny.
Sería absurdo equiparar, por una simple razón de contexto, origen o de tiempo, las cintas de temática adolescente de los ochenta, probablemente la edad dorada estadounidense del subgénero, con las últimas e interesantes historias de iniciación y despertar que hemos podido disfrutar, no solo desde Estados Unidos o Europa, sino especialmente desde lugares mucho más recónditos e inexplorados como Islandia. Heartstone, digamos de antemano que es una cinta más que soberbia sobre «el despertar», viene a continuar con la buena cosecha de esta cinematografía después de éxitos como Sparrows (Concha de Oro en Donostia Zinemaldia 2015). Valga de entrada que el territorio de referencias sustanciales a las que se enfrenta Heartstone solo pueden venir en primer término de la sensibilidad de cada espectador, y de las vivencias personales de cada uno de nosotros en relación directa con nuestra pubertad. Pocas, o quizás ninguna, traten de cerca temas tan reconocibles o naturales como lo hace Gudmundur Arnar Gudmundsson en su primer largometraje. El filme se centra en la historia de Thor y Christian, dos amigos que pasan su adolescencia en un pequeño pueblo pesquero islandés. La cotidianidad de sus vidas durante el verano nos va dibujando una difícil amistad, especialmente íntima y unida, que no es bien vista por los ojos de la cerrada e intolerante comunidad en la que habitan.
Exploración y masturbación
Recurrente por motivos evidentes, en el cine juvenil las escenas de masturbación han tenido muchas veces un acercamiento humorístico, véase el grueso de la producción americana, o desaliñado e indiferente. Vamos a hacer una primera parada en este aspecto para subrayar los motivos y la forma que tiene el realizador de articular mediante la puesta en escena las distintas exploraciones sexuales que tienen, tanto Thor como Christian, a lo largo de la película. Thor vive en casa con su madre soltera y sus dos hermanas mayores. Es un chico que ha sufrido la ausencia de una figura masculina que ejerza de padre durante todo su desarrollo. Esto implicará una confrontación que, si bien no es complicada ni negativa, le impedirá fomentar una intimidad sin el acoso constante de madre y hermanas. La escena donde Thor en clara alusión al florecimiento de sus instintos sexuales, quiere tocarse, es rota por la intrusión de la hermana en el cuarto. Thor no cuenta con un espacio privado ni tampoco con el clima propicio para dar riendas sueltas a su pubescencia. Contamos entonces con una ligera represión, aquí matriarcal, hacia el chico. En el otro caso, en el de Christian, resulta más apreciable pues Gudmundur Arnar decide visualizar la masturbación en la soledad del cuarto con un estilo mucho más climático. La atmosfera es cuidadosa y fomenta la naturaleza sexual en un entorno favorecedor sin que nadie se entrometa. Christian es hijo único y vive con sus padres padeciendo la más absoluta de las indiferencias. Un padre borracho y una madre a la fuga marcados por la personalidad ofuscada y retrograda del lugar. Esa escena a la que nos referimos contiene detalles interesantes. Por ejemplo, será la primera vez que escuchemos una música extradiegética que sirva de apoyo ambiental. La sugerente partitura reafirma por tanto las diferencias entre un amigo y otro alrededor de sus pulsiones. Ambos estarán atrapados de cualquier forma en sus hogares, bien sea por el acotamiento del espacio o por la represiva educación familiar y la asfixiante soledad. Venimos a contar estos dos momentos para describir un tercero que ocupará en la misma escena a los dos amigos y que resultará una decisión magistral de escritura narrativa. Thor y Christian se quedan una noche a dormir en la habitación de unas amigas. Los cuatro, las dos chicas y ellos, duermen en colchones separados. Cuando Thor despierta se dará cuenta de que ha mojado los calzoncillos con una emisión nocturna de esperma. Posteriormente, antes de regresar a su casa, lanzará los calzoncillos al mar en un tierno reflujo de malestar y vergüenza. Al despertar más tarde Christian, y levantar la sabana donde antes dormía Thor verá el cerco de la mancha. Avergonzado, querrá retirar las sabanas antes de que la vean las chicas y lavarla. Muchas veces hemos sentido esa misma rara desazón: ¿por qué nos sentimos culpables al dejar manchas o rastros que señalen una sexualidad? Es precioso y simbólico cómo enfoca Gudmundur tales situaciones. Los focos del despertar sexual están mimados con sincera psicología, en la relación con la admirable puesta en forma de la cinta.
Estaciones y paisaje
La segunda parada recae en algo habitual en el cine islandés: su compleja mirada del paisaje. Debido a su ubicación septentrional y sus extrañas condiciones climatológicas, Islandia cuenta con inviernos con poquísimas horas de luz y veranos especialmente luminosos. Heartstone divide los diferentes estados de ánimo de los chicos y su rapidísima adaptación al mundo adulto por medio de la meteorología; la lluvia representando hostilidad o melancolía, el sol ilustrando los últimos suspiros de inocencia, la nieve albergando la muerte o la frustración. La grandiosidad del lugar es encuadrada siempre con virtuosismo. Amueblando la imagen con la majestuosidad rural del paisaje descubrimos no solo una cultura, sino un modo de vida durísimo complicado para ciertas sensibilidades. En Thor la exploración del lugar le sirve de escapatoria, mientras en Christian es una carga más ante las responsabilidades del duro trabajo del campo. Señalemos la emocionante escena del río donde se baña Christian la cual representa la catarsis ante su incipiente e incomprendida homosexualidad (el plano del grito bajo el agua), y que anticipa la grieta abierta, y la incomodidad que este empieza a sufrir con Thor. Un equilibrio, el de fondo y forma, magníficamente construido. Las propias siluetas de los chicos están sujetas a la prolongada línea de las montañas. El dolor de hacerse mayor, de no escapar de la terrible mirada de los que nunca entenderán tus emociones, de la estulticia de los otros. «Nada dorado puede permanecer» en el oasis imaginario de un jardín edénico donde la niebla y las nubes estén siempre teñidas de colores y los brotes de esperanza jamás desaparecen. | ★★★★ |
David Tejero
© Revista EAM / XIII Festival de Sevilla
Ficha técnica
Islandia, 2016. Título original: «Hjartasteinn». Director: Guðmundur Arnar Guðmundsson. Guion: Guðmundur Arnar Guðmundsson. Productoras: SF Studios, Join Motion Pictures. Presentación oficial: Orizzonti de la Mostra de Venecia 2016. Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen. Música: Kristian Eidnes Andersen. Montaje: Janus Billeskov Jansen, Anders Skov, Andri Steinn y Anne Østerud. Diseño de producción: Hulda Helgadóttir. Reparto: Gunnar Jónsson, Søren Malling, Nína Dögg Filippusdóttir, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Nanna Kristín Magnúsdóttir, Diljá Valsdóttir, Baldur Einarsson, Katla Njálsdóttir, Blær Hinriksson, Daniel Hans Erlendsson. Duración: 128 minutos. PÓSTER OFICIAL de HEARTSTONE.