Caprichos del destino
crítica ★ de Maggie's Plan (Rebecca Miller, EE.UU., 2015).
Cada vez son más los cineastas que tratan de emular (con mayor o menor fortuna) la estructura de aquellas comedias inteligentes de Woody Allen que, desde los tiempos de Annie Hall (1977), nos han mostrado la cara más agridulce de las relaciones sentimentales, convirtiendo, de paso, a la ciudad de Nueva York en un personaje más, testigo silencioso de las desventuras de sus criaturas. Aun teniendo en cuenta que títulos como Manhattan (1979) o Hannah y sus hermanas (1986) continúan siendo cumbres inalcanzables –de hecho, es muy probable que ni su propio director vuelva a ofrecernos una obra tan redonda o trascendente como aquellas–, no faltan directores que aspiren a llegar, al menos, al nivel del Allen menor (pero de encanto reconocible) de Todo lo demás (2003) o Melinda y Melinda (2004). En este sentido, hay que reconocer que algunos como Josh Radnor –HappyThankYouMorePlease (2010)–, o, sobre todo, Noah Baumbach –Frances Ha (2012), Mistress America (2015)– han sabido captar buena parte de su mirada ácida y bohemia, revelándose como unos alumnos aventajados de Allen en unos tiempos en que éste se ha propuesto probar otros géneros y escenarios. Del mismo modo, Greta Gerwig, actriz fetiche de Baumbach en los filmes antes mencionados, se ha proclamado como una versión contemporánea de la fémina alleniana representada por Diane Keaton o Mia Farrow, consolidándose como estrella indiscutible de la actual comedia romántica indie. Un tipo de mujer, un tanto perdida sentimentalmente, que comenzó a labrarse en Lola Versus (Daryl Wein, 2012) y del que corre el peligro de encasillarse tras su colaboración en esta Maggie's Plan (2015), la nueva incursión como directora de Rebecca Miller, hija del célebre dramaturgo Arthur Miller y autora de la novela Las vidas privadas de Pippa Lee, adaptada por ella misma al cine en 2009.
En esta ocasión, Gerwig se mete en la piel de Maggie, una profesora de universidad que sobrepasa la treintena y ha aceptado su mala suerte en el amor después de que sus diferentes relaciones no durasen más de seis meses. Sin embargo, no ha renunciado a su sueño de ser madre, así que cuando su reloj biológico le dice que ha llegado la hora de dar ese paso, decide someterse a una inseminación artificial, con el dueño de una fábrica de pepinillos como donante del esperma. Por caprichos del destino, al mismo tiempo entra en su vida John Harding, un antropólogo con aspiraciones de triunfar como novelista, cuyo matrimonio con la eminente académica Georgette no atraviesa por su mejor momento. Y es aquí donde nace el conflicto interno de Maggie: abandonar los planes que había elaborado para su vida, con la maternidad como prioridad máxima, o dejarse llevar por un nuevo (e inesperado) romance. Desde los primeros minutos, el guion de Rebecca Miller nos dibuja en Maggie al enésimo (y cada vez más habitual) exponente de la mujer independiente, triunfadora en lo profesional, que no necesita una pareja para traer una nueva vida a este mundo. La gracia del asunto reside, en teoría, en que nuestra protagonista acaba cayendo presa de sus propias contradicciones, encaprichándose, en medio de su proceso de inseminación, de un hombre que está de vuelta de todo sobre el tema de la paternidad, con varios hijos fruto de su relación con Georgette a los que dedica pocas atenciones. Esto hace que se vea abocada a una espiral de mentiras, frustraciones y el trazo de un nuevo plan para recuperar el control de su desorganizada existencia. Que no estamos ante una comedia romántica convencional es algo palpable si nos fijamos en el desesperanzador retrato que Miller realiza de la vida en pareja, con un sentimiento, el del amor, destinado a conocer fecha de caducidad, y con unos personajes egocéntricos y cargados de sombras, por los que, a veces, es complicado sentir empatía.
«Una obra impersonal y errática, coronada con un final anticlimático y pueril, solo apta para los seguidores menos exigentes de este tipo de comedias urbanas, estructuradas sobre crisis existenciales, aunque solo sea por el pálido reflejo de Allen que se percibe en sus formas (sobre todo en los encantadores escenarios neoyorquinos) y en la construcción de su personaje femenino central, muy bien defendido por una Greta Gerwig que sobrevive al naufragio con comodidad».
Maggie's Plan es una cinta que contaba con algunos puntos a favor para ser notable, comenzando por un reparto de excelentes actores. Todos ellos, sin excepción, están más que correctos a nivel individual, pero no acaban de funcionar en conjunto. Así, Greta Gerwig se muestra entregadísima como esta versión actualizada de las heroínas de Jane Austen, pero su química con Ethan Hawke –en el rol más desdibujado de la trama, tal vez por su fallido intento de desmarcarse de los clichés– nunca llega a traspasar la pantalla. Tampoco Hawke y Julianne Moore –en esa faceta neurótica y de mujer conflictiva que tan bien domina– forman una pareja convincente, y Travis Fimmel apenas tiene opciones de lucimiento en su breve papel de "padre a la carta". Tan solo los divertidos Maya Rudolph y Wallace Shawn consiguen levantar sus escenas dentro de su función de eficaces secundarios cómicos, ejerciendo de ese matrimonio amigo de Maggie que sirve como voz de su conciencia, ese necesario Pepito Grillo que la ayude a no perder del todo la percepción de la realidad. Por contra, los diálogos, con insufribles ínfulas pseudo-intelectuales –nada que ver con el genuino ingenio de Woody Allen, por mucho que se quiera evocar–, oscilan entre lo pedante y lo ñoño sin término medio, y recurren a la psicología de baratillo con más frecuencia de la aconsejable, algo que resta naturalidad y frescura al conjunto. Las escenas se suceden sin demasiada cohesión (hay un salto temporal de tres años que se antoja del todo chirriante), brillando el ritmo brilla por su ausencia y no existiendo esa necesaria evolución "dramática" en el trascurso de la historia o en el devenir de sus protagonistas (envueltos en unas historias cruzadas de "amores de ida y vuelta" tan cansinas como poco creíbles) que consiga que el espectador se sienta interesado por lo que Miller nos cuenta. Como comedia, Maggie's Plan es sorprendentemente aburrida y previsible, rompiendo en ocasiones su inicial apuesta por la elegancia a base de chistes zafios (hay uno sobre testículos colgantes muy representativo) o tópicos instantes de accidentes domésticos que pretenden subrayar (aún más) las dificultades a las que Maggie se enfrenta en su nueva vida (soso reflejo, que aspira al realismo, de los modelos de familia disfuncionales de la sociedad actual). Una obra impersonal y errática, coronada con un final anticlimático y pueril, solo apta para los seguidores menos exigentes de este tipo de comedias urbanas, estructuradas sobre crisis existenciales, aunque solo sea por el pálido reflejo de Allen que se percibe en sus formas (sobre todo en los encantadores escenarios neoyorquinos) y en la construcción de su personaje femenino central, muy bien defendido por una Greta Gerwig que sobrevive al naufragio con comodidad. | ★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: Maggie's Plan. Directora: Rebecca Miller. Guion: Rebecca Miller. Productores: Damon Cardasis, Rachael Horovitz, Rebecca Miller. Productoras: Round Films / Specialty Films. Fotografía: Sam Levy. Música: Michael Rohatyn. Montaje: Sabine Hoffman. Dirección artística: Brian Goodwin. Reparto: Greta Gerwig, Ethan Hawke, Julianne Moore, Bill Hader, Maya Rudolph, Travis Fimmel, Wallace Shawn, Mina Sundwall. PÓSTER OFICIAL.