Somos siempre principiantes
Crónica de la séptima jornada de la 64ª edición del Festival de San Sebastián.
Ha querido la organización concentrar en un mismo día dos de las películas más potentes a competición (y también de las más esperadas por el equipo mohicano) que aportan visiones distintas sobre el amor pero comparten una idea principal: la de acercarnos a él despojados de complejos, como si lo hiciéramos por primera vez sin importar cuantas veces lo hayamos hecho anteriormente. Como principiantes. Y ahora que el cansancio ya empieza a hacer mella tras varios intensos días de festival, uno se pregunta si no es eso lo que hemos intentado hacer cada vez que poníamos un pie en el Kursaal, el teatro Principal o el Victoria Eugenia, nuestras verdaderas casas desde hace ya una semana. Es la idea de acercarse a cada película como quien no sabe nada, algo muy complicado en estos tiempos modernos donde las noticias viajan de continente a continente a golpe de tuit. Lo cierto es que hemos comprobado como en demasiadas ocasiones las expectativas nos jugaban una mala pasada a la hora de disfrutar de una película, algo que afecta sobremanera a las opiniones que cada noche vertemos sobre ellas. Por ello, y aunque ahora pueda parecer un poco tarde, reivindicamos desde aquí la necesidad de ser siempre principiantes. De enfrentarnos a cada experiencia fílmica como auténticos ignorantes, como torpes aprendices de un mundo que se despliega ante nosotros. Solo así lograremos que cada película sea un aprendizaje.
AMERICAN PASTORAL
Ewan McGregor, EE.UU. / COMPETICIÓN.
por Miguel Muñoz Garnica.
Una luz amarillenta tiñe de limpio esplendor las hojas verdosas de un árbol, que encuadran un plano general en cuya lejanía se distinguen tres siluetas: una atractiva mujer de mediana edad, una adorable niña rubia y una vaca de manchas negras perfectas. De espaldas, el padre de la familia contempla la escena con regocijo. El sueño americano en su plenitud, trazado en forma de ensoñación pastoral. La ópera prima de Ewan McGregor, como la novela homónima de Philip Roth que adapta, se dedica a retratar la caída de ese mundo, enfrentado con la irrupción de lo inexplicable. Seymour “el sueco” Levov (interpretado por el propio McGregor), uno de los personajes más celebrados de Roth, es un prototipo intachable de la América del trabajo bien hecho, el gusto por la sencillez y la honestidad y el continuismo generacional. Cuyos valores sufren un progresivo proceso de erosión al enfrentarse al deseo irracional de destrucción de todo en cuanto ha querido creer que encarna su hija Merry (Dakota Fanning). El actor escocés ha ido a escoger para su debut tras las cámaras a una de las cumbres literarias de las últimas décadas, la obra maestra de un Philip Roth que disecciona el derrumbe de este ideal americano. Que explora, dilatación mediante, el dolor de la pérdida. La pérdida de un ser amado, la pérdida de un mundo amado.
No pretendemos aquí detenernos en todos los subtextos que entrañan la novela de Roth, pero sí al menos subrayar su abundancia y su complejidad. Las trazas ensayísticas, el flujo desordenado de recuerdos o el doble nivel narrativo, en una pirueta típicamente posmodernista que antes de empezar a contar explicita sus limitaciones para hacerlo, son una buena muestra de la cantidad de capas que dificultan la posibilidad de adaptación. La mala noticia es que el guionista John Romano ha tomado el camino fácil. American Pastoral, película, cae en el error de confiar en el simple ceñirse a la trama como intento de trasladar a la pantalla la obra de Roth. Una fidelidad mal entendida que la dirección de McGregor no mejora. Ya desde el inicio, el minimizar dos aspectos fundamentales para la aproximación al relato (el papel del narrador y la admiración que despertaba en él, como en el resto de su comunidad, el Sueco) lastra la expresividad del conjunto posterior. El avance no hace más que confiar en lo textual para explicitar todas las cuestiones de fondo citadas, configurando una cinta que transcurre siempre entre la superficialidad inocua. Que además se resiente de errores como la actuación del propio McGregor (que ya físicamente no encaja con su personaje), una blandura en secuencias que demandaban cierta truculencia para su impacto, y mucha torpeza para trazar la evolución temporal de sus personajes. Nos gustaría indagar en American Pastoral más allá de su condición de adaptación, pero la importancia de la novela de Roth, sumada a la planicie de la propia cinta, hace que no haya en ella demasiado donde rascar, más allá de un ritmo y unos apartados técnicos correctos por lo que tienen de formulaicos. [40/100]
LA RECONQUISTA
Jonás Trueba, España / COMPETICIÓN.
por Víctor Blanes Picó.
Jonás Trueba es un cineasta del antes y el después. En toda su corta pero excelente filmografía, se ha centrado en retratar los aledaños temporales a la relación propiamente dicha, es decir, el cortejo inicial y, sobre todo, el reencuentro tras la ruptura. Es en este último caso en el que deslumbra de manera más evidente. Por la propia naturaleza del hecho filmado, sus historias y personajes están cargados de la melancolía de quien mira hacia atrás con la duda de saber si el presente que vive es mejor que el futuro que le deparaba la historia de amor truncada. Ese miedo intrínseco del ser humano a saber si se ha acertado aun habiéndose convencido de que la vida sigue. En La reconquista Trueba vuelve a hablar sobre ello, pero el camino que recorre para canalizar las vivencias románticas de sus protagonistas es un tanto diferente. Olmo y Manuela se reencuentran una noche de invierno en Madrid tras años sin verse, 15 años después de compartir juntos la experiencia del primer amor adolescente, y lo hacen para mirarse a los ojos, desnudar su presente y recordar juntos las promesas del pasado. Aunque el título pueda llevar a algún engaño inicial, La reconquista en ningún momento habla de la necesidad de recuperar un amor, sino de reconquistar un recuerdo, la idea de un amor, un sentimiento romántico perdido en el camino a la madurez. Algo, en definitiva, que dé sentido a quienes somos en el presente.
Entre conversaciones, canciones, alcohol y swing, ese recuerdo se convertirá en deseo, y el deseo en pecado (nunca una mirada había sido más explícita que un beso). La soberbia primera mitad de la cinta se centra en el transcurso de esa noche. En ella podemos encontrar todas las constantes de su cine: el uso de la música como hilo conductor de la historia y los sentimientos (en esta ocasión, la del cantautor Rafael Berrio); una concepción del amor romántico e idealizado; unos diálogos que respiran verdad interpretados de un modo desacomplejado y real, cargando de silencios y pausas cada pensamiento; y los referentes propios de su cine: Rohmer, Eustache, Sang-Soo (licor de arroz mediante)… Aunque, en este último caso, esta insistencia por nombrar y listar referentes afrancesados cada vez que nos topamos con una película de Trueba (en ocasiones, como si se tratase de algo negativo), esconde un hecho inevitable que La reconquista viene a confirmar. El joven director madrileño ha realizado un proceso de asimilación del cine con el que disfruta para cincelar un estilo propio, que bebe de tantas referencias como lo hace cualquier otro creador de cualquier disciplina. Y, como decíamos, su último trabajo certifica su universo estilístico en cuanto que es el más depurado y elegante, el más cuidado a nivel narrativo y estructural, y también el menos autoconsciente filosóficamente. En cierto sentido, esto es gracias al riesgo que toma una vez empieza a amanecer. Tras una pequeña escena que sirve como enlace, Trueba dedica la segunda mitad a poner en imágenes el recuerdo verbalizado anteriormente por Olmo y Manuela. Las palabras que recuerdan los dos adultos en sus exaltadas cartas encuentran su eco en los dos adolescentes que las escriben y leen por primera vez; las canciones que evocan sus sentimientos en la noche madrileña son escuchadas por primera vez por los jóvenes amantes mientras se dan los primeros besos. Este juego temporal provoca una serie de reiteraciones que ayudan a tejer los hilos del subtexto y enriquecen esa pátina de nostalgia romántica de la que están recubiertas las pequeñas grandes historias de amor sencillas y corrientes. Sin rencores ni dramas y con el único efecto especial de los sentimientos en estado puro, Jonás Trueba firma en La reconquista su obra más madura y completa que consagra su modo de mirar. Una invitación a sentirse siempre como un principiante pese a las duras penas que irremediablemente el amor nos depara: como apunta el poema de Juan Antonio González Iglesias que abre el filme, a poner el corazón en el futuro y esperar nada más. [91/100]
LO TUYO Y TÚ
Dangsinjasingwa dangsinui geot (당신 자신과 당신의 것), Hong Sang-soo, Corea del Sur / COMPETICIÓN.
por Miguel Muñoz Garnica.
En Ese oscuro objeto de deseo, Ángela Molina y Carole Bouquet imprimían un toque de desconcierto al interpretar ambas a la misma protagonista, llegando al punto de intercambiarse dentro de una misma secuencia. Una forma de apuntar, dentro de un único personaje, a dos facetas latentes: la comedida y la descarada. El juego que proponía Buñuel iba del interior al exterior. Cómo una mujer puede albergar en su fuero íntimo dos personalidades contrapuestas que emergen según las circunstancias. El desconcierto del espectador surgía ante la sugerencia, efectiva por su vaguedad, de que el concepto de persona admite el desdoblamiento. En Yourself and Yours, Hong Sang-soo propone el juego en sentido contrario. Su protagonista femenina tiene un único cuerpo (el de la actriz Lee Yoo-young) pero varias identidades. En apariencia, al menos. Porque aquí no hablamos de fuero interno sino de percepción: del exterior al interior. En su primera identidad adquirida, se trata de Minjung: la novia de Youngsoo, pintor, que rompe con él tras una discusión. En la segunda, se trata de su hermana gemela, que inicia una relación con un hombre que la conoce tras haberla confundido con su hermana. En la tercera, hablamos de una mujer sin nombre que inicia una relación con otro hombre que cree haberla conocido hace años. En una hilarante escena, el segundo hombre se la encuentra bebiendo en un bar con el tercero. Ella actúa como si no lo conociera, y la negación se intrinca: una mujer niega ser la mujer a la que un hombre conoció confundiéndola con otra mujer. ¿Complicado? Sigamos. La ruptura de Minjung con Youngsoo, además, la provoca un rumor propagado por sus amigos, que aseguran haberla visto bebiendo con otro hombre. ¿Es posible que a quien hayan visto sea a una de las “dobles” de Minjung? ¿O todo consiste en un ardid perpetrado por ella? Depende de en qué escojamos creer. Si atendemos a sus palabras, hablamos de diferentes personajes. Si nos fiamos de las apariencias, estamos ante una única mujer que juega a confundir al resto de caracteres.
Sang-soo, como es habitual en su cine, plantea la ambigüedad sin resolverla. En un par de planos que nos sentimos tentados a leer en clave de figura retórica, se muestra un maniquí que es desmontado y desvestido de sus ropajes. Y algo así es nuestra protagonista. O nuestras protagonistas. Al despojarse de los complementos identitarios que la arropan, queda dispuesta a ser vestida de nuevo por la mirada de los distintos personajes masculinos, que proyectan sobre ella sus necesidades propias. “¿Estás seguro de que me parezco a alguien que conoces? ¿No será que quieres que me parezca a alguien?”, le espeta la mujer sin nombre al tercer hombre. Existe incluso una escena de ensoñación en la que Youngsoo imagina una reconciliación ideal con Minjung. Desde una óptica convencional, esta ensoñación no nos diría nada sobre ella. Pero, dado que hablamos de un personaje que se deja construir por la percepción subjetiva de los otros, ¿qué diferencia hay entre la Minjung soñada y la Minjung vivida? Sang-soo, con más vehemencia que nunca, dibuja un panorama de absoluta confusión respecto a la posibilidad de conocimiento auténtico del otro. Youngsoo, tras la ruptura, evidencia un idealismo romántico exacerbado cuando expresa a sus amigos su deseo de querer a Minjung sólo por lo que es, de ignorar lo que digan de ella tanto los demás como él mismo. Pero la película parte precisamente de una situación en la que él ha contravenido este noble propósito reconfigurado su imagen de ella por culpa de un simple rumor. El abismo insalvable entre la intención y el comportamiento. Por eso, cuando en un momento dado Youngsoo retoma sus promesas, nuestra desconfianza se activa. Y el director coreano desvela la eficacia con la que funciona su mecanismo de derrumbe de las relaciones humanas, eternamente condenadas a un caos de proyecciones subjetivas sobre realidades ajenas. Al final, no se trata tanto de acercarnos a las vivencias de unos personajes perdidos, sino de enfrentarnos a nuestro propio extravío como seres sociales. Yourself and Yours es una nueva demostración de la maestría de Sang-soo para construir narrativas espejadas, resonantes, que se llenan de sentido abstracto al hacer tambalearse su sentido lógico. [90/100]
YOUR NAME
Kimi no Na wa (君の名は。), Makoto Shinkai, Japón / FUERA DE COMPETICIÓN.
por José Luis Forte.
El cometa Tiamat está pasando cerca de la Tierra y por unos días será visible a simple vista. La joven Mitsuha vive el fenómeno ante la expectación de la maravilla y el aburrido discurrir de la vida en su pequeño pueblecito entre las montañas, una existencia sin sorpresas ni demasiadas emociones, ni tan siquiera hay un café en el que ir a pasar una tarde, que comparte con su hermana pequeña, su abuela, dos amigos y en menor medida su distante padre, ahora también el alcalde de la perdida villa. Pero un día despierta y asombrada examina su cuerpo, no se reconoce en él, tal vez se trate de un extraño sueño. Pronto descubriremos atónitos que quien vive en su interior es un joven de Tokio, Taki. A este le está sucediendo lo mismo, o más bien a su cuerpo: es Mitsuha la que se intercambia con él. Entre los dos se establecerá así una relación, cuando descubran que lo que les sucede es real y no ningún tipo de ensoñación: que hay días en los que vivirán uno dentro del cuerpo del otro. Poco a poco, según van haciéndose conscientes de su imposible situación, comenzarán a comunicarse a través de mensajes en sus respectivos teléfonos móviles o a través de notas en hojas de papel: deben intentar que cuando uno actúe en la piel del otro no acaben cometiendo demasiados errores y que sepan qué ha hecho cada cual en estas ausencias inexplicables. En un tono de comedia amable, no carente de un gran encanto inocente, se va desenvolviendo la trama en la que comienza a adivinarse una historia de amor y de fondo la conciliación entre la tradición, representada por la abuela de Mitsuha y su mundo, y la modernidad, representada por ese Tokio con el que la joven sueña y que acabará conociendo de la más inesperada de las maneras. Your Name (Kimi no Na wa, 君の名は。, Makoto Shinkai, 2016) responde tanto a sus formas como a su contenido a la tradición más clásica del anime o cine de animación japonés, que en esta ocasión al no venir avalada por la firma de la conocida y reputada productora Studio Ghibli se ha presentado sin esa pátina de prestigio habitual cuando alguna película se estrena bajo su firma, aunque por momentos no la necesita. Your Name funciona a la perfección cuando mantiene su tono de comedia desenfadada y resulta sorprendente en su elaborado entramado fantástico de intercambio de cuerpos y paradojas temporales, narrados con sencillez y de manera diáfana pese a su nada simple planteamiento, y sabiendo impregnar de calidez y vida a sus personajes. Los detalles de los ritos ancestrales que se perpetúan en la casa de Mitsuha gracias a su abuela se complementan con el ajetreado quehacer en el restaurante en el que trabaja Taki, lo viejo y lo nuevo que se desvelarán como un reflejo de las distintas líneas temporales en las que se desarrollan las vidas de los protagonistas: el tiempo no es sino hilos que se enredan y se retuercen para acabar encontrándose en una cinta común. Tal vez el exceso de almíbar y las vueltas de más del guion en su algo extendido tramo final puedan provocar un comprensible rechazo, pero encantará a aquellos que no se avergüencen de conservar algo de ese corazón ñoño pero incombustible de adolescente en su interior, un poco de ese espíritu vigorizante que aún sueña con amores imposibles, con que en algún lugar del mundo existe esa persona que siempre se ha estado buscando y que, contra toda lógica realista, uno puede llegar a encontrar. [85/100]
SOMETHING IN BLUE
Hu xi zheng chang, Yunbo Li, China / NUEVOS DIRECTORES.
por Juan Roures Rego.
Proliferaron los bostezos durante la proyección de la ópera prima del joven Yunbo Li, quien ha optado por retratar a la juventud contemporánea a través de pequeñas instantáneas de la ciudad de Guangzhou. En su pausada Something In Blue abunda la espontaneidad y escasea el clásico hilo narrativo esperado por la mayoría de espectadores. De hecho, durante la preproducción se dejó en el aire gran parte del guion, permitiendo al reparto poner en él cuanto de sí quisiera. Y es que Ruihong Ye, Xingchao Zhang, Hui Li y compañía, no sólo no son profesionales, sino que se limitan a interpretarse a sí mismos. Todo ello dota sus propósitos y diálogos de gran verosimilitud, así como de un humor cuya efectividad radica precisamente en la familiaridad que encierra. No es necesario sentirse atraído por el gigante asiático para apreciar esta cinta, pero hacerlo ayuda (y mucho), ya que, de lo contrario, su honesto acercamiento al día a día puede perfectamente tornarse en tedio. Something In Blue es, además, una comedia hecha por y para los jóvenes, pues quienes han atravesado la adolescencia en el siglo XXI conocen mejor que nadie la frustración que la era de la tecnología ha traído consigo. Ese doloroso pesimismo es palpable, tanto a través de los irónicos mensajes que separan cada una de las escenas, como en el desarrollo de todos y cada uno de los bien definidos protagonistas. Pero jamás cae la cinta en el derrotismo, respirándose en todo momento un bucólico aroma que trae a la mente el bohemio Nueva York de Woody Allen a través de la combinación de pulcros planos generales y refinada música jazz. No son empero todo virtudes en este humilde trabajo, claro está, siendo especialmente cuestionable que un enfoque por completo heteropatriarcal pretenda compendiar una realidad tan amplia: ¿hay acaso que esperar un Something In Pink para contar con personajes femeninos en primer plano? Porque, para bien y para mal, Yunbo Li deja claro que la mirada del filme no es otra que la suya propia (o sea, la de un hombre heterosexual; vamos, la que acostumbra a tener el séptimo arte). Pero lo que define Something In Blue es la eterna quimera a la que se enfrenta la juventud moderna sea cual sea su lugar de procedencia: búsqueda de amor; búsqueda de ocupaciones; búsqueda de motivación para seguir viviendo. Ahí es donde los embriagadores ecos a Woody Allen resuenan con fuerza: pase lo que pase, la vida es —y seguirá siendo— bella; disfrutémosla. [73/100]