A la espera del comienzo de la Sección Oficial, mañana, 7 de marzo, el XVI Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria ha continuado ofreciendo un plantel de propuestas bastante variado, con espacio para el cine europeo, asiático y nacional. Durante la jornada de hoy pudimos asistir a las proyecciones de trabajos ya vistos —y algunos premiados— en pasados festivales. Tal es el caso de, por ejemplo, Afternoon (Tsai Ming-liang, 2015), Cosmos (Andrej Zulawski, 2015), Bone Tomahawk (Craig Zahler, 2015) y de Evolution (2015), este último dentro de la sección Canarias Cinema. El filme de Lucile Hadzihalilovic, premiado en el pasado festival de San Sebastián, es un poderoso ejercicio hipnótico ante la contemplación de lo tenebroso, siempre a medio camino entre lo explícito y lo sugerente, con una estética impecable. Hubo oportunidad también de ver la cinta inaugural del festival, Playing Lecuona (Pavel Giroud y Juanma Villar, 2015), estimulante homenaje al gran Ernesto Lecuona. Asimismo, el Monopol Music Festival, ciclo dedicado a la música desde la aproximación cinematográfica, ofreció Amy (2015), muy recomendable retrato documental que hizo el británico Asif Kapadia de la malograda cantante Amy Winehouse. El teatro Quegles (sala al aire libre) acogió una muestra más del ciclo Neowestern —selección de algunos de los recientes trabajos pertenecientes al renovado género—; en este caso, la proyección de El ardor (Pablo Fendrick, 2014) se vio interrumpida debido a las condiciones climáticas. El cierre de la noche vino de la mano de Francofonia: Le Louvre sous l’occupation (2015), del siempre sorprendente Alexander Sokúrov.
Francofonia. El Louvre bajo la ocupación de la Alemania nazi (Francofonia: le Louvre sous l’occupation, Alexandr Sokúrov, Francia, 2015) [Sección Panorama].
Cuenta Jesse, personaje interpretado por Ethan Hawke en Before Sunrise, que durante la Segunda Guerra Mundial, cerca de la liberación de París, el Führer mandó dinamitar la Catedral de Notre Dame, pero, estando ya los explosivos colocados y todo preparado, el militar encargado de ejecutar la orden fue incapaz de destruir una obra de semejante belleza. Sea como fuere, la utilidad del Arte y los esfuerzos por su conservación es un tema sumamente atractivo; tanto así que el director ruso Aleksandr Sokúrov ha decidido abordarlo mediante un particular modus operandi. Si hace catorce años rindió especial homenaje al Hermitage de San Petersburgo en El arca rusa (2002), en este caso, en el museo parisino del Louvre no solamente es el espacio donde se desarrolla Francofonia: Le Louvre sous l’occupation (2015); es, de hecho, el omnipresente protagonista. Tensando con inteligencia las fronteras entre la ficción y la no ficción, la imagen real y el uso de efectos digitales, la obra comienza con el propio Sokúrov hablando sobre la película con un amigo que viaja en un barco cargado de obras de arte. Pronto el director se transforma en narrador, en la voz en off que va tejiendo el entramado de esta historia. Interpela a Chéjov y acusa a Tolstoi de estar dormido, como metáfora de la barbarie ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial —frente a sendas fotografías de los escritores—, y fluye hacia la representación de los momentos en los que, ocupada Francia por el ejército Nazi, el entonces director de los Museos de Francia, Jacques Jaujard, se vio forzado a tratar con Franz von Wolff-Metternich, responsable de asuntos de gestión artística del III Reich ahora en París, ciudad que, en apariencia, vuelve a funcionar cotidianamente bajo el régimen de Hitler. La curiosa relación que se establece entre los dos hombres, ambos preocupados por proteger a toda costa las obras anteriormente guardadas fuera de la capital, e impedir su traslado a Alemania, traza una interesante reflexión sobre el patrimonio artístico como botín de guerra. ¿Cuán legítima es la colección del museo? Pregunta que el filme parece querer inocular en el espectador, cuando hace acto de presencia Marianne, figura alegórica de la República, recorriendo los pasillos del Louvre junto a un delirante Napoleón que acrecienta su egolatría frente a la vasta muestra de pintura y escultura —incluidas sus propias representaciones—. Sokúrov se atreve, además, a recordar con ironía la situación opuesta a la rendición de Francia; esto es, el brutal asedio de Leningrado, ciudad devastada totalmente. Estos arriesgados elementos, así como el diálogo casi unamuniano de los personajes con el narrador y la interrupción de la línea temporal, funcionan, sin embargo, de manera muy rítmica y nada impostada, alcanzando una distancia necesaria para evaluar la carga discursiva. Parece, en cualquier caso, que el Arte se abre paso en cualquier circunstancia y a pesar de todas las dificultades. (76/100)
Playing Lecuona (Pavel Giroud, Juanma Villar Betancort, España, Colombia, 2015) [Apertura]
Una de las iniciativas más interesantes de esta 16ª edición del certamen canario consistió en conectar la ceremonia de inauguración, el pasado día 4 de marzo, con una muestra de música en directo, ambos eventos pertenecientes a la misma expresión cinematográfica. Playing Lecuona (2015), cuya proyección estuvo acompañada de la actuación del músico Michael Camilo, es una sincera aproximación del los directores Juanma Villar y Pavel Giroud a la música cubana, con intención realizar un ejercicio de restitución de la memoria de uno de sus pilares. Ernesto Lecuona (Guanabacoa, 1895 - Tenerife, 1963) vivió el cambio finisecular del XIX al XX y dos revoluciones nacionales. Su extensa y exitosa producción musical, la cual llevó por medio mundo, consiguió tomar los ritmos más autóctonos y combinarlos con sutileza y genialidad a partes iguales bajo el todopoderoso influjo de su piano. Este documental analiza su figura y, empero, el semblante trazado se lleva a cabo no mediante una enumeración de datos biográficos, sino usando la fórmula indirecta de reflejarlo en algunos de sus herederos, deconstruyéndolo en lo que respecta a la inspiración artística. De modo que esta historia triple parte con la visita de Chucho Valdés al modesto monumento erigido en Guanabacoa, sobre el terreno donde alguna vez estuvo la casa natal de Lecuona. «Debería haber un colegio con su nombre», reivindica Valdés en los primeros compases, en los que el espectador comprueba hasta qué profundidad se encuentra arraigada la presencia del maestro en la cultura musical, a pesar de contar con una austera infraestructura. Los jóvenes alumnos de los conservatorios practican con piezas suyas. Y es que, parafraseando al genial Michael Camilo, segundo protagonista, «el tiempo es algo así como un juez», y el paso de los años, sin embargo, no le ha hecho mella. Tanto Camilo como Gonzalo Rubalcaba narran cómo la música latina fue recibida en New York y Miami, respectivamente, inspirados ambos en el fondo rítmico por piezas como la Malagueña o Siboney. Y la tierna nostalgia con la que los tres rinden este particular homenaje se funde con la historia propia de cada uno; todas vinculadas a través del piano como un instrumento provisto de alma. Las evocaciones y entrevistas están intercaladas con micro-conciertos de una espectacularidad arrolladora, en los que se interpretan variaciones geniales de algunas de estas obras, y cuyo principal activo es el gran talento de los músicos. Este es un viaje a las raíces a través del océano Atlántico, que pasa por diferentes ciudades, siguiendo la ruta del maestro Lecuona y las múltiples capas de la interacción con la cultura musical de cada región. El recorrido llegará hasta Santa Cruz de Tenerife, donde vivió sus últimos días, exiliado tras la revolución castrista. Su recuerdo acaba llegando al espectador con cada nota musical, generando complicidad y cercanía. (68/100)