Vuelta de tuerca al héroe hawkiano
crítica de Bone Tomahawk (S. Craig Zahler, 2015).
Dentro de una cosecha de excelentes títulos que, de alguna manera, hacen albergar grandes esperanzas sobre la calidad del cine fantástico actual, una de las películas que despertaron mayor entusiasmo en el último Festival de Sitges fue Bone Tomahawk (2015) —Premio José Luis Guarner y galardón al mejor director de la Sección Oficial, incluidos—, la ópera prima como director de S. Craig Zahler, un prestigioso escritor que ha destacado, especialmente, en novela negra y de temática western. Y justo en este último género es donde se adscribe su potente debut, una película del Oeste en clave crepuscular —la sombra de Clint Eastwood y su Sin perdón (1992) sobrevuela sobre cada imagen de ese primer tercio que transcurre en el pueblo de Bright Hope— que ve rotos su aparente sobriedad y aliento clásico con unos imprevisibles toques de violencia que, en sus momentos más gore, hacen de este filme una auténtica rareza cercana a una versión de Las colinas tienen ojos (Wes Craven, 1977) anclada dentro de los paisajes y parámetros del cine del Oeste. Pero la gallardía de Zahler en el guión no se detiene ahí y su propuesta mezcla estilos diferentes de ver el western de los más grandes, siendo el resultado lo suficientemente compacto y con una personalidad propia asombrosa.
Así, Bone Tomahawk nos presenta a un grupo de personajes que bien parecen emergidos para la ocasión de Río Bravo (Howard Hawks, 1959), siendo especialmente palpable el espíritu de aquel clásico en las escenas que transcurren en la cárcel. Por un lado, el sheriff tranquilo y un poco de vuelta de todo —Kurt Russell, en su espléndida madurez, desempeña magistralmente este rol en un género y un registro que no le son desconocidos, ya que fue el mítico Wyatt Earp de Tombstone (George P. Cosmatos, 1993)— y Chicory, su anciano y bonachón ayudante, sobre el que ejerce una gran protección que viene del cariño que ambos se profesan tras décadas de trabajo en común. El veterano Richard Jenkins, poseído casi por el espíritu del entrañable Walter Brennan, da vida a este personaje cargado de humanidad y una inocencia impropia del entorno en el que le ha tocado vivir, que le convierten en el auténtico alma de la cinta —enternecedora la conversación que mantiene con los personajes de Russell y Lily Simmons sobre la autenticidad o no de los circos de pulgas—. Por otro, Patrick Wilson interpreta a un ciudadano pacífico y felizmente casado, que se encuentra convaleciente con una pierna rota, mientras que Matthew Fox representaría el reverso de su personaje, un pistolero curtido en mil batallas, fanfarrón y de gatillo fácil. Cuatro hombres con psicologías muy diferentes, pero unidos por un férreo sentido de los valores de la lealtad, la integridad, el valor y el sentido del deber, deben dejar a un lado sus rencillas para emprender un difícil viaje de varios días por el desierto, para llevar a cabo la misión de rescatar con vida a un grupo de personas (entre las que se encuentra la esposa del personaje de Wilson) que han sido raptadas por una violenta tribu de indios antropófagos.
«Sorprende el guión de Zahler por unos diálogos inteligentemente irónicos y unas dosis de humor negro que, también, recuerdan por momentos al gamberrismo de Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012), con la que también comparte cierta tendencia a lo macabro en sus momentos más violentos».
Este punto de partida, que tanto recuerda a aquel mítico rescate de la sobrina de John Wayne en la fundamental Centauros del desierto (John Ford, 1956), pone en marcha una aventura que, al contrario de la épica y el gusto por los espectaculares paisajes de, por ejemplo, Anthony Mann o el propio Ford, adquiere un carácter mucho más intimista, centrándose en las relaciones que se establecen durante el viaje de estos cuatro jinetes de una pieza, sus conversaciones nocturnas a la luz del fuego de la hoguera, la camaradería y sus intentos de no dejar atrás a un solo hombre, aun cuando éste tenga todas las papeletas para no llegar vivo al final del camino. Sorprende el guión de Zahler por unos diálogos inteligentemente irónicos y unas dosis de humor negro que, también, recuerdan por momentos al gamberrismo de Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012), con la que también comparte cierta tendencia a lo macabro en sus momentos más violentos. La elegancia extrema de la puesta en escena (tanto la dirección artística como la hermosa labor en la fotografía de Benji Bakshi están muy por encima de lo que cabría esperar en una cinta independiente como la que nos ocupa) y el ritmo pausado de la narración se mantiene durante toda la función, después de un prólogo tan brutal como brillante —con aparición especial de Sid Haig, todo un veterano del cine de blaxploitation, conocido, sobre todo, por ser el Capitán Spaulding en algunos títulos de Rob Zombie—, que deja claro que, en cualquier momento, el festín gore amenaza con salir a la luz. Y vaya si lo hace. El apoteósico clímax final, de casi media hora —Bone Tomahawk es sorprendentemente generosa en metraje: 132 minutos—, rememora, con todo lujo de detalles, la gráfica casquería de aquellos exitosos títulos italianos de finales de los 70 y principios de los 80 que, con Holocausto caníbal (Ruggero Dedato, 1979) como máximo exponente, llenaron las salas de cine de sanguinolentos rituales caníbales. Algo que, por otra parte, ha intentado de forma más explícita y con resultados mucho más discutibles, Eli Roth con la reciente The Green Inferno (2013). La caracterización de los primarios indios a los que se enfrentan los protagonistas está muy lograda, jugando con las deformidades físicas como elemento terrorífico.
«Es bienvenida una apuesta tan bien realizada y con tantas ideas prestadas, pero muy bien asimiladas, que está destinada a convertirse, desde ya, en un título de culto, así como contribuye enormemente a resucitar la carrera de un Kurt Russell al que los aires de héroe decadente hawkiano le sientan como un guante».
Todo en Bone Tomahawk sorprende para bien e, incluso, descoloca. Su bizarra galería de secundarios, que incluye a viejas glorias de la década de los ochenta en franca decadencia tales como Michael Paré —Calles de fuego (Walter Hill, 1984)—, Sean Young —la inolvidable Rachel de Blade Runner (Ridley Scott, 1982)— o James Tolkan —el director Strickland del instituto Hill Valley de Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), unida a la suicida idea de mezclar western y terror, pueden crear unas falsas expectativas de estar ante el típico divertimento descabellado que juega a la baza del factor nostálgico con sus guiños al cine de género del pasado —el slasher de The Final Girls (Todd Strauss-Schulson), otra de las triunfadoras de Sitges, sería un ejemplo—. Por el contrario, lo que S. Craig Zahler nos acaba sirviendo en bandeja de plata es un poderoso western de ademanes clásicos, maravillosamente escrito y perfectamente interpretado por todo el reparto (los actores se toman muy en serio sus personajes, incluido un Matthew Fox que luce mucho menos hierático que de costumbre), siendo sus elementos terroríficos algo casi anecdótico que contribuye a darle un atractivo rasgo diferente a lo habitual en el género. Y es por esto que siempre es bienvenida una apuesta tan bien realizada y con tantas ideas prestadas, pero muy bien asimiladas, que está destinada a convertirse, desde ya, en un título de culto, así como contribuye enormemente a resucitar la carrera de un Kurt Russell al que los aires de héroe decadente hawkiano le sientan como un guante. | ★★★★ |
José Antonio Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: Bone Tomahawk. Director: S. Craig Zahler. Guión: S. Craig Zahler. Productores: Jack Heller, Dallas Sonnier. Productoras: Caliber Media Company / The Fyzz Facility / Realmbuilder Productions. Fotografía: Benji Bakshi. Música: Jeff Herriott, S. Craig Zahler. Dirección artística: Laura Evans. Montaje: Greg D´Auria, Fred Raskin. Reparto: Patrick Wilson, Kurt Russell, Richard Jenkins, Matthew Fox, Lily Simmons, David Arquette, Kathryn Morris, Michael Paré, Sean Young, James Tolkan, Sid Haig, Geno Segers.