La mugre invisible
crítica de Los casos del departamento Q: Profanación (Fasandræberne, Mikkel Nørgaard, 2014).
No debía sospechar Stieg Larsson antes de morir de forma prematura en 2004 que su trilogía Millennium, publicada póstumamente, llegaría a superar la cifra de 80 millones de copias vendidas en todo el mundo. El éxito de la saga protagonizada por Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, extraña pareja de detectives contra pronóstico, revelaba el inesperado entusiasmo que podían suscitar entre muchos lectores unas tramas criminales, centradas en torno a personajes oscuros y acciones perversas, en el marco de riqueza y bienestar que caracteriza a la alta sociedad escandinava. Es este contraste entre la apariencia sofisticada y el trasfondo siniestro el que proporciona gran parte del atractivo morboso e interés sociológico de estos libros, que más allá de la ficción nos recuerdan que incluso en la cuna de la socialdemocracia pueden esconderse los peores delincuentes y asesinos. El ejemplo real más chocante de los últimos años sería el de la masacre de 77 jóvenes en Noruega en julio de 2011, a cargo de Anders Breivik, identificado por su ideología cercana a la francmasonería y a la extrema derecha. Y es que a veces la realidad supera a la ficción en cuanto a lo oculto, retorcido e indignante que puede llegar a ser un suceso de estas características. En cualquier caso, lo dicho hasta ahora muestra que existe un trasfondo y una preocupación que naturalmente suelen quedar reflejados en la literatura y en ocasiones en el cine. Fue el caso de las novelas de Larsson, y también lo ha sido el de la obra del escritor danés Jussi Adler-Olsen, que siguiendo la estela de su colega sueco ha publicado la llamada serie del Departamento Q, desarrollada de nuevo en torno a las investigaciones de unos crímenes verdaderamente maquiavélicos.
En España se han estrenado las dos primeras películas que adaptan dicha serie: Misericordia y Profanación, con apenas unas semanas de intervalo, lo cual permite al espectador familiarizarse mejor con sus personajes y tramas, al margen de justificarse en principio como provechosa estrategia comercial. Lo cierto es que ambas películas han sido muy taquilleras en su país de origen, mientras que en el nuestro han pasado más desapercibidas, pero aún así han gozado de cierta difusión, sin duda más de la que habrían tenido si se hubiesen estrenado más separadas la una de la otra. Conviene detenerse en este dato porque la segunda parte objeto de esta reseña no se entiende del todo, al menos en lo que se refiere a las caracterizaciones de sus protagonistas, sin haber visto la primera. Y es que aquella comienza enseguida con el objeto del crimen, unas violaciones y asesinatos cometidos hace unas décadas en los alrededores de un elitista internado, sin detenerse en la presentación de los dos policías y personajes principales que lo desempolvan: el alcohólico, solitario y taciturno Carl Mørck (Nikolaj Lie Kaas) y su más afable y paciente compañero Assad (Fares Fares). El primero recibe la visita de un familiar de las víctimas, perturbado todos estos años porque la muerte de las mismas no fue resuelta satisfactoriamente, y Carl se empeña en sacar a la luz los verdaderos motivos y responsables del caso, que como ya hemos podido esbozar le llevaran a investigar a las más altas esferas de la sociedad. Sin revelar muchos más detalles del misterio que se va desvelando poco a poco, conviene añadir que otro de sus partícipes es una mujer que lejos de vivir en mansiones y rodearse de opulencia vagabundea por las calles, huyendo de un pasado que la sigue acechando.
«Todo está rodado de forma competente, la atmósfera es malsana, los diálogos son pertinentes, las interpretaciones son sentidas… Hay incluso momentos realmente potentes, pero falta en general la chispa o el efecto, sobre todo en un desenlace un todo anticlimático y previsible, para que pudiéramos estar hablando de un gran thriller».
El citado contraste entre riqueza y pobreza, sin corresponderse precisamente con el de bondad y maldad, es pues bien visible. Y el dato anterior nos adelanta igualmente que la narrativa se desenvuelve en dos niveles temporales, pues por medio de varios flashbacks se nos va contando en paralelo los orígenes de la susodicha profanación. El modo en que ambos tiempos están hilados es muy hábil, alternando con gran fluidez y sentido tanto visual como narrativo ambas historias, y al tiempo aportando una cierta dosis de lirismo entre tanta turbiedad. De hecho la trama es bastante más compleja que la de Misericordia, el caso anterior del famoso departamento Q: por el número de personas implicadas, por los recovecos del crimen, por localizaciones y revelaciones… Pero el suspense y la tensión que de forma casi natural debería conllevar un relato con tales ingredientes no llega a alcanzar las cuotas que cabría esperar. Todo está rodado de forma competente, la atmósfera es malsana, los diálogos son pertinentes, las interpretaciones son sentidas… Hay incluso momentos realmente potentes, sobre todo en esa parte ambientada en el pasado, a cargo de la mencionada muchacha que por querer juntarse con los compañeros más reputados de la clase acabará desgraciada y a la deriva. Pero falta en general la chispa o el efecto, sobre todo en un desenlace un todo anticlimático y previsible, para que pudiéramos estar hablando de un gran thriller. De hecho con la base de suciedad y crueldad que hemos venido destacando Profanación se queda extrañamente corta en cuanto al trastorno que debería causar en el espectador. En cualquier caso, se trata una película con suficientes cualidades, y un resultado final satisfactorio, como para que su visionado pueda recomendarse sin vacilaciones. | ★★★ |
Ignacio Navarro Mejía
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Dinamarca, Suecia & Georgia, 2014. Título original: Fasandræberne. Dirección: Mikkel Nørgaard. Guion: Nikolaj Arcel & Rasmus Heisterberg (basado en la novela de Jussi Adler-Olsen). Productora: Zentropa Entertainments. Fotografía: Eric Kress. Música: Patrik Andrén, Uno Helmersson & Johan Söderqvist. Montaje: Morten Egholm & Frederik Strunk. Intérpretes: Nikolaj Lie Kaas, Fares Fares, Pilou Asbæk, David Dencik, Sarah-Sofie Boussnina, Danica Curcic.