Mágica ingenuidad
Novena jornada del D'A 2015
Ya con el palmarés en nuestras manos —con claro sabor argentino—, al noveno día finalizaba oficialmente esta quinta edición del D'A. Lo hacía, al igual que en los ocho días anteriores, con gran cine. Tres propuestas, tan dispares como sugerentes, sellaban un perfecto sábado. Primero llegaba una de las que debe ser gran sorpresa del año en el cine español: Los exiliados románticos. Sutileza, elegancia y vitalidad que contrastaba con el cierre del día: la insólita In the basement, el recorrido de Ulrich Seidl por los sótanos más extravagantes de Austria. Entremedias, el inicio del movimiento house en Francia con la estupenda Eden, de Mia Hansen-Løve.
Los exiliados románticos
Jonás Trueba, España, 2015
Con tan solo tres películas en su haber, el cine de Jonás Trueba parece encaminarse hacia la libertad y la pureza del concepto. La última película del pequeño del clan Trueba, Los exiliados románticos, es un canto a la vida y al amor que propone liberarse de toda atadura artística para retratar las relaciones humanas, especialmente entre hombres y mujeres (algo que ya estaba en el centro de sus dos anteriores películas), desde un punto de vista impregnado por la vitalidad y las ganas de sentirse vivo de sus protagonistas.
Vito, Luis y Francesco emprenden un viaje en furgoneta a Francia para encontrarse con tres mujeres que han marcado sus vidas. Como se indica en los títulos de crédito, la película es una road movie rodada «sobre la marcha», es decir, que la propia experiencia de rodaje fue, en sí misma, una verdadera road movie. Trueba entiende que su película empieza mucho antes de encender la cámara, y ese proceso de creación es palpable en el resultado final. Hay en Los exiliados románticos mucho del cine de Rohmer, pero también un tratamiento del diálogo cercano al mejor Linklater, con conversaciones que empiezan tratando temas banales y terminan adentrándose en territorios más filosóficos, pero siempre aderezado de un toque de humor y vitalismo que evita que sus personajes se conviertan en pseudopensadores con ínfulas. Porque hay mucho de pensamiento y filosofía en el cine de Trueba (como las referencias a escritores como Natalia Grinzburg o E. H. Carr), pero que se incorpora a la película de forma orgánica y forma parte del armazón del filme. Todo ello, junto con la estupenda banda sonora de Tulsa, convierte a Los exiliados románticos en un rara avis en nuestro cine, en la más libre creación artística que se adhiere a nuestras retinas por su fuerza y vitalidad realista. Una película pequeña, sí, pero deliciosa; un pequeño bocado de optimismo. [90|100]
Eden
Mia Hansen-Løve, Francia, 2014
En esta edición del D’A, las películas de apertura y clausura tenían varios puntos en común. Ambas son francesas. Ambas se encuadran dentro del género del biopic. Y ambas huyen del tratamiento convencional de este género. En Eden, Mia Hansen-Løve se adentra en la historia de Paul Vallée (personaje inspirado en la vida de su hermano Sven), un joven DJ que lideró las pistas parisinas con su estilo garage y french house en los años 90. El ascenso y la caída en un mundo lleno de peligros y amenazas (siendo la droga y los excesos las claras luces rojas) se trata aquí desde un punto de vista más liviano, mucho más fluido, sin caer en el excesivo ensañamiento del personaje perdido por sus actos. Hay una voluntad por huir del momento clave, del instante de pérdida o de éxito, y retratar realmente el vivir del personaje, adquiriendo la cinta sobre sí misma el mismo punto de vista del personaje sobre la vida: la despreocupación y el dejarse llevar por el momento sin grandes sobresaltos.
La mirada de Hansen-Løve, ausente de todo tipo de juicio, posee un toque naïve que entronca con la concepción del mundo de la noche carente de todo glamour. Los clubs nocturnos y las fiestas de París se muestran sin la pomposidad ni la belleza que Bertrand Bonello nos ofrecía en Saint Laurent. Es en este punto en el que ambas películas de distancian. La sinceridad y la sensibilidad con la que Hansen-Løve trata a su personaje le aportan una credibilidad que acerca la imagen del DJ a una realidad cercana y, al mismo tiempo, confieren un toque etéreo al conjunto que ayuda a la película a desprenderse de cualquier impostura. [77|100]
In the basement
Im keller, Ulrich Seidl, Austria, 2014
Charles Darwin explicaba la risa como uno de los reflejos que nos quedan a los humanos de los animales. Los chimpancés, por ejemplo, enseñan los dientes cuando sienten pánico. Muchos animales muestran su dentadura antes de la pelea, con la esperanza de que el otro contrincante salga corriendo y así evitar el enfrentamiento. Es un método de defensa. El naturalista inglés relacionaba la risa con este hecho. Es nuestro mecanismo de defensa frente a aquello que no consideramos normal, frente a lo que se escapa de los sistemas que tenemos establecidos. Así funciona el humor, y nuestra respuesta es, por tanto, enseñar los dientes. Lo mismo ocurre con la última película del austríaco Ulrich Seidl. Frente a la incomodidad de las escenas que nos muestra, lo único que podemos hacer es reírnos, quizás por vergüenza ajena, y enseñar los dientes a las bajezas que esconden en sus sótanos las personas retratadas en In the basement.
Más cercana a Animal love que a la trilogía Paraíso, Seidl abre los sótanos de sus compatriotas, hecho que podría entenderse como una especie de resarcimiento social ante el escándalo de Natasha Kampush. Sin embargo, en manos de Seidl este nunca podría ser el camino. Con una frontalidad extrema, buscando la belleza plástica en una composición casi de naturaleza muerta, el director austríaco pone el dedo en la llaga de las vergüenzas que esconden sus vecinos bajo tierra. No hay censuras ni rodeos: la realidad se debe mostrar de frente. El resultado de esta apertura pública de puertas no puede ser más dantesco: habitaciones decoradas con uniformes nazis, esvásticas y retratos de Hitler (uno de ellos, afirma su dueño, es el regalo de boda que más ilusión le hizo); paredes repletas de trofeos de caza, cabezas de animales de otros continentes; salas preparadas para llevar a cabo las más increíbles fantasías sadomasoquistas… Al final, lo más «normal» que nos encontramos es la decoración un tanto kitsch de algunos sótanos donde antaño sus propietarios celebraban reuniones de amigos. [80|100]
Víctor Blanes Picó
Enviado especial al D'A 2015