El pícaro
crítica a A cambio de nada (Daniel Guzmán, 2015)
La adolescencia siempre ha sido un tema recurrente en el cine. Concretemos: los adolescentes problemáticos han sido un tópico usual en el cine español. Aunque con matices, sí que podemos dibujar una especie de género patrio con jóvenes de extrarradio con serios problemas. Hablamos de Barrio, de Fernando León de Aranoa, de El Bola, de Achero Mañas, o de 7 vírgenes, de Alberto Rodríguez. El debut en el largometraje del actor Daniel Guzmán tiene un poco de todas ellas. Se sirve de elementos que ya están presentes en estas tres películas (y en muchas otras) y los lleva a su terreno para crear una cinta con un fuerte contenido personal. Tras nueve años preparando el proyecto y después de arrasar en el Festival de Cine Español de Málaga, A cambio de nada se presenta más bien como un ejercicio narrativo que como un ejercicio de estilo. La historia, la trama, los personajes y la búsqueda empática del público copan la propuesta, en la que Guzmán prefiere ocultar su mano como director en una película solvente, correcta, pero que en algunos momentos requiere de un poco más de valentía en la puesta en escena.
La historia del joven Dario y su incondicional amigo Luismi en las calles de Carabanchel no esconde en ningún momento la voluntad autobiográfica del director. Su cercanía personal con la historia contrasta con esa frialdad visual, que también podríamos definir como planteamiento excesivamente distante a nivel de dirección. Quizás este distanciamiento sea necesario desde el punto de vista del autor para conseguir no involucrarse demasiado y dejar que la película vuele sola sin necesidad de subrayados. Aun así, es en los pequeños momentos en los que Guzmán se arriesga y juega con la composición de la escena donde la película gana en empaque y calidad (como ocurre durante la reunión en el colegio: cuando salen a relucir todas las mentiras, la cámara se muestra nerviosa, recorriendo los rostros de los protagonistas y yendo de uno a otro con movimientos secos y bruscos). Estos pequeños detalles de oficio son los que se echan de menos. Y eso que a Guzmán se la adivina ingenio, buen gusto y ojo a la hora de componer el plano, pero no logra que la película se desprenda de ese aire de «producto diseñado para gustar a todos los públicos». El riesgo, que siempre debe estar presente en una ópera prima, se ve superado por la necesidad de crear una historia universal, sin ambages ni zancadillas, que sea de fácil digestión y disfrute, pero que conlleva una importante pérdida de personalidad.
«El objetivo de Guzmán en su debut es minimizar cualquier rasgo de estilo que pueda aportar subrayados dramáticos para mostrar a unos personajes pegados a una realidad que le es cercana».
Para compensarlo, Guzmán necesita apoyarse en la veracidad que impregna al diálogo y a la interpretación de los actores adolescentes. Así, la frescura y la gracia del lenguaje directo, ágil y veraz que pone en boca de sus personajes acerca a la cinta al carácter de sus referentes cinematográficos españoles. Pero además, como también hacían estas películas, Guzmán no deja pasar la oportunidad de incluir en el guión otros elementos más sociales y reflexivos que despojan de ligereza el mensaje y le aportan otras caras de significado. La responsabilidad de los padres, la reinserción en la sociedad, la soledad y la vejez tienen cabida en una película que no esconde, y hace bien, su voluntad de querer trascender la historia que cuenta, pero que lo hace sin gritar y de un modo más bien orgánico. Del mismo modo, si El Bola sirvió para descubrirnos a Juan José Ballesta y 7 vírgenes vino a confirmar al actor en este tipo de papeles y nos regaló a un secundario de lujo como Jesús Carroza, A cambio de nada es la carta de presentación de Miguel Herrán y Antonio Bachiller. Ellos son la película. Sin su buen hacer y naturalidad, la cinta caería en la representación impostada del macarra de barrio, cuando en realidad Guzmán nos habla más bien de adolescentes en busca de su propio camino, con sus propios sueños incapaces de realizar en las calles y los descampados de su barrio. La buena dirección de actores del elenco adolescente contrasta, de manera sorprendente, con la exagerada interpretación, demasiado teatralizada y muy gestual, de Felipe García Vélez. Sorprende porque el propio Guzmán es actor, y sorprende porque el trabajo realizado con los nuevos actores es excelente.
Pese a todo ello, el filme funciona y convence en gran medida porque es capaz de recuperar un personaje de gran tradición española y lo adereza con varios elementos castizos. La figura del pícaro, protagonista de toda una corriente literaria, se adapta aquí al siglo XXI. El pícaro del Siglo de Oro de las letras españolas, entendido como personaje que proviene de un estamento social bajo y de familia poco respetable, encuentra su reflejo en la España actual en Darío, un joven de extrarradio marcado por el inminente juicio de divorcio de sus padres. Aún así, sus cualidades no han cambiado: su astucia, desvergüenza e ingenio le hacen sortear todo tipo de tretas y peligros. Además, Guzmán recupera la figura del fiel escudero en el personaje de Luismi, un compañero que será capaz de seguir ciegamente a su amigo, cual Sancho Panza tras Don Quijote. Este inteligente apunte a los clásicos viene acompañado de algunos toques muy genuinos, como las canciones de Julio Iglesias o el rastro madrileño, que aportan los toques de humor necesarios para desdramatizar la historia y conseguir arrancar alguna risa en el patio de butacas. Porque, al fin y al cabo, esa es el objetivo de Guzmán en su debut: minimizar cualquier rasgo de estilo que pueda aportar subrayados dramáticos para mostrar a unos personajes pegados a una realidad que le es cercana. Queda ahora preguntarse por los siguientes pasos de Guzmán, Herrán y Bachiller. El primero, deseamos que tenga la oportunidad de arriesgar en un segundo largometraje. Los segundos, esperamos que puedan reponerse de unos papeles con un carácter tan marcado como Darío y Luismi. El tiempo dirá. | ★★★ |
Víctor Blanes Picó
Barcelona
Ficha técnica
España, 2015, A cambio de nada. Dirección: Daniel Guzmán. Guión: Daniel Guzmán. Reparto: Miguel Herrán, Antonio Bachiller, María Miguel, Felipe García Vélez, Luís Tosar, Antonia Guzmán. Producción: El Niño Producciones, La Competencia, La Mirada Oculta, Ulula Films. Presentación oficial: Festival de Málaga 2015 (Biznaga de Oro a la Mejor Película).