El impulso final
crónica de la novena jornada de la 68ª edición del Festival de Cannes
La jornada tomaba propulsión con la nueva película de Audiard, un estupendo drama social con aires de thriller que mezcla astutamente la parquedad dialéctica de sus personajes con un ritmo contenido y cargado de tensión. Posteriormente, acudimos a ver Comoara y The Other Side, dos cintas sencillas que, una pero medio del humor, y otra por medio del cinismo, muestran los problemas de adaptación de dos tipos de poblaciones diferentes: la clase media-baja rumana, y los marginados norteamericanos. El japonés Takashi Miike llegó para cerrar el día con uno de sus productos más hilarantemente absurdos y envuelto en un show que comenzaba con una disculpa virtual del propio Miike vestido de geisha por no poder acudir al estreno, y terminaba con una rana gigante apareciendo ante el atónito público.
«Las mujeres me interesan mucho más que los hombres. Tienen una sensibilidad más rica y una forma de pensar más compleja, y una forma de relacionarse con la realidad más sofisticada. Los hombres son demasiado racionales y, por tanto, muy aburridos... Mi principal objetivo fue ser realista, y el realismo no es habitual en el género. Contraté a unos profesionales de las artes marciales para que me asesoraran y tuve que despedirlos porque no me los creía. Y, al acabar el rodaje, eliminé muchas escenas que había rodado porque no me convencían. De ahí las agresivas elipsis que incluye la película. Espero que el espectador no se pierda». Hou Hsiao-Hsien. Crítica a The Assassin.
DHEEPAN
Jacques Audiard, Francia / Competición
Jacques Audiard es un autor que se dio a conocer en Cannes, y por ende al gran público, gracias a la excelente Un héroe muy discreto. Su habilidad para el cine negro le hizo destacar desde bien temprano como uno de los relevos contemporáneos del estilo tosco de Melville o Clouzot. Con Dheepan, el realizador continúa con su particular visión sobre los conflictos de identidades individuales y problemas sociales; tampoco le tiembla el pulso al hurgar en el estado moral de su país y exponer conclusiones, no demasiado alentadoras, que atacan directamente a la política interna, hasta el punto de llegar a comparar la terrible Guerra Civil de Sri Lanka con las peleas entre bandas rivales en los suburbios parisinos. Para ello, Audiard acude a su recurrente personaje del fabulador sin atributos, que vaga por la vida a base de construirse una identidad ficticia, representando un papel de sí mismo que, en cierto momento, llegará a creerse. Comprobaremos que no se puede vivir en una constante quimera, al final, los fantasmas del pasado siempre vuelven.
Dheepan (cuyo título se refiere al nombre protagonista del filme) es, entre otras muchas cosas, la construcción de una vida basada en el engaño y el dominio de las apariencias, como medio para ocultar una identidad de la que se trata de huir a toda costa. La familia sustitutiva es uno de los denominadores comunes del cine de Audiard y, de una forma u otra, siempre aparecerá como la situación dramática inicial del protagonista o de algún secundario. El metraje comienza con la escapada de tres personas desde Sri Lanka hasta Francia. Para conseguir el deseado exilio, los tres personajes —un hombre, una mujer y una niña— tendrán que fingir ser familia, algo que les facilitaría mucho el dificultoso proceso de expatriación. La relación entre los tres es uno de los aspectos más volubles del filme, en tanto que afronta la convivencia de tres personas que nunca antes habían estado juntas. Así, la forma en la que Dheepan trata a las mujeres nos ayuda a hacernos una idea de la unión que debió tener con sus auténticos familiares en el pasado, antes de que los perdiera a todos en la guerra. De esa relación extrajo, probablemente, su concepción modélica de la femineidad, atendiendo al respeto y a la paciencia con las que afronta su nueva vida en compañía de dos mujeres, que deja intuir una personalidad sensible y cariñosa pese a que el filme sólo nos lo ha mostrado como un despiadado luchador. En el personaje materno, por el contrario, no encontramos las características propias de cariño, amor o condescendencia tradicionalmente de la ficción cinematográfica —o la realidad—, sino que se intuye independiente y con un fin muy concreto lejos de esa “pantomima” temporal.
Finalmente, Audiard ofrecerá algunas concesiones románticas que, lejos de ser gratuitas, serán utilizadas para justificar el trepidante desenlace final, marcado por una explosión de violencia que representa al pasado dando alcance de forma inexorable al protagonista, y obligándolo a romper con su utópica charada. Esta violencia resulta un ejemplo claro de la hipermoderna y ruidosa crudeza atrabiliaria, muy funcional y descarnada, con la que se pone fin al metraje, a falta de un epílogo, algo reiterativo, que explica visualmente el concepto posmoderno del final feliz decepcionante. [70/100]
COMOARA
Corneliu Porumboiu, Rumanía / Un Certain Regard
El director rumano Corneliu Porumboiu realiza con su última obra, Comoara, una adaptación muy personal del cuento infantil Robin Hood. Uno de los aspectos más acertados de esta cinta es la capacidad que tiene Porumboiu de cambiar la intensidad y el tono de su narración. Así, una historia que comienza como un nuevo ejemplo sobre los problemas de la crisis económica y el desempleo, se convierte de repente en un cómico relato de aventuras.
La trama comienza cuando un vecino llama a casa de Costi para pedirle un préstamo de 800 euros que necesita para evitar el embargo de su casa. Pese a las buenas intenciones del protagonista, y sus deseos de ayudarle, no puede permitirse el desembolso. Sin embargo, cuando el vecino vuelve para contarle que ese dinero es en realidad para contratar a un buscador de metales, que lo ayude a encontrar un tesoro enterrado en casa de su madre, el protagonista mostrará verdadero interés y se decidirá a colaborar con su vecino. Aquí el realizador comienza un juego de empatías, vemos como en el hombre no termina de despertar su lado samaritano hasta que se le ofrece una recompensa a cambio. Desde ese momento, la trama se focalizará en la búsqueda del tesoro, planteada mediante una divertida y lenta búsqueda protagonizada por un trabajador muy singular. En un momento de máxima extenuación, tras haber cavado una fosa de más de un metro y medio de profundidad, el vecino de Costi y el buscador de metales tienen una fuerte discusión que hace que éste último abandone, no sin antes asegurar que, si continúan cavando, encontrarán lo que buscan; por lo que el protagonista le paga lo estipulado y deja que se marche. El espectador se pone en lo peor, pensando que todo podría ser parte de un timo premeditado. Sin embargo, una misteriosa caja aparecerá escondida cuando ya estaban a punto de rendirse.
El tesoro tiene, desde que conocemos su “presunta” existencia, una evidente función narrativa catalizadora. Toda la trama y las decisiones de los personajes girarán en torno a él; tanto cuando no era más que un simple ente ilusorio —llevando todo el peso de la trama hacia el dónde, hasta que por fin se materializa en un objeto real, momento en el que se cambia la interpretación del mensaje hasta en dos ocasiones: primero en busca del qué y posteriormente del cuánto. En Rumanía existe una ley por la que cualquier tesoro que sea encontrado ha de ser inmediatamente declarado a la policía, para que ésta decida si su contenido forma parte del patrimonio nacional —y por lo tanto, es propiedad instantánea del estado—. Así, el director aprovecha para incluir esta paradójica y controvertida idea de manera hilarante, cambiando completamente el tono serio del comienzo por uno sardónico al final. [65/100]
THE OTHER SIDE
Roberto Minervini, Italia / Un Certain Regard
The Other Side, traducida literalmente como La otra cara, muestra precisamente eso: los invisibles o desconocidos de la blanca Norteamérica. Aquellos a los que nadie toma en serio, ni tan siquiera se les escucha, pero que tienen una opinión muy válida de la sociedad en la que viven. Gente que no tiene ni voz —medios de comunicación que les pregunte por su opinión—, ni voto —ya que la mayoría son ex convictos a los que se les ha vetado el ejercicio de ese derecho—. Dentro de esta grandísima población de marginados sociales, el director Roberto Minervini nos presenta dos grupos muy definidos.
El primero es el de los adictos a la droga. Gente que vive atrapada en una espiral autodestructiva por culpa de un gobierno que los margina en áreas suburbanas donde no puedan entorpecer el tránsito cotidiano de los ciudadanos “respetables”. Personas como la pareja que lidera la trama principal de The Other Side, un hombre y una mujer que protagonizan una historia de amor con todos los clásicos clichés del romanticismo más enternecedor. En concreto, el hombre hará las veces de perfecto galán; muy educado y respetuoso, tanto con su novia como con sus vecinos, que siempre está dispuesto a ayudar a los demás (aunque sea con sus conocimientos en química con los que elabora su propia heroína). Cada vez empatizamos más con ellos pese a que, en un principio, los mirábamos con desconfianza y distanciamiento. Esa pareja representará la imposibilidad de salir de esa marginalidad por mucha fuerza de voluntad que se tenga.
Por otra parte, se mostrará la historia de los nuevos movimientos milicianos creados por grupos de extrema derecha, fanáticos antisistema que creen en un complot izquierdista oculto tras el “régimen dictatorial” del gobierno demócrata estadounidense. Ellos son la otra cara del ejército, aquellos que dicen estar protegidos por la ley, pero no sujetos al control del estado. Un claro ejemplo antagónico de la imagen militarista ofrecida por el cine con respecto a los ultra patrióticos marines estadounidenses. Gracias al aspecto casi documental de la cinta, el mensaje queda explicado con toda contundencia aunque, por momentos, con excesivo énfasis en cada uno de los temas que trata, que quedan sobre-explicados y demasiado evidentes, principalmente en el caso de los paramilitares. Son las imágenes más abstractas y ambiguas las que más fuerza y profundidad ofrecen a este ejemplo de crítica social. [60/100]
YAKUZA APOCALYPSE
Takashi Miike, Japón / Quincena de Realizadores
Delirio marcial en la Quincena de Realizadores con la última película de Takashi Miike, un histriónico relato sobre una nueva clase de yakuzas que se enfrentan a una crisis interna debido al asesinato de su jefe y el desorden jerárquico que esto ha originado en la organización criminal. El prolífico realizador japonés presenta a un jefe mafioso inmortal, en concreto se trata de un vampiro honorable que sigue un estricto código de defensa de la población civil. Antes de morir, pasará su poder a uno de sus subalternos, un soldado a quien nadie tomaba en serio por su intolerancia a los tatuajes.
Pronto comenzarán a aparecer despiadados clanes rivales que se enzarzarán en una despiadada lucha, con la particularidad de que las bandas están formadas por monstruosas criaturas, como por ejemplo, un imitador de Brandon Lee en El Cuervo, una rana de peluche con poderes paralizantes, o un niño homicida que persigue con un hacha a sus enemigos. Western pre-apocalíptico a ritmo de un silbido presagioso con el humor absurdo marca de la casa Miike.[SC]
Alberto Sáez Villarino
Enviado especial a la 68ª edición del Festival de Cannes