Un triunfo creativo y comercial
crítica a Better Call Saul (2015-) | Primera temporada
AMC / 1ª temporada: 10 capítulos | EE.UU, 2015. Creadores: Vince Gilligan & Peter Gould. Directores: Vince Gilligan, Michelle MacLaren, Terry McDonough, Colin Bucksey, Nicole Kassell, Adam Bernstein, Larysa Kondracki, Thomas Schnauz, Peter Gould. Guionistas: Peter Gould, Vince Gilligan, Gennifer Hutchison, Thomas Schnauz, Gordon Smith, Brady Paul. Reparto: Bob Odenkirk, Michael McKean, Jonathan Banks, Rhea Seehorn, Patrick Fabian, Michael Mando, Kerry Condon, Julie Ann Emery, Jeremy Shamos, Gene N. Chavez, Mel Rodriguez. Fotografía: Arthur Albert. Música: Dave Porter.
En una mesa redonda de showrunners de Drama convocada por la revista The Hollywood Reporter hace unos meses, le preguntaron a Vince Gilligan sobre este proyecto tan peculiar, spin-off de la magna Breaking bad (2008-2013) que Gilligan y Peter Gould estaban rodando para AMC. Gilligan no dio muchos detalles internos, pero sí constató su miedo de que Better Call Saul fuera más After MASH (1983-1984) que Frasier (1993-2004). Es decir, que pasara a la historia como un fallido intento de alargar un éxito sostenido en el tiempo y no como una aproximación con potencial de autonomía y finalmente entidad propia. Que M.A.S.H. (1972-1983) y Cheers (1982-1993) sean comparadas indirectamente con Breaking bad es todo un acierto, pero incluso más que el referente para los creadores esté tan claro. Si algo demostró la serie madre es que tratamos con unos guionistas superdotados a la hora de planificar tramas y hacer que todo importe, que ningún detalle sea baladí. De hecho, el estreno de Better Call Saul estaba previsto para noviembre de 2014, pero la noticia de la renovación por una segunda temporada de 13 entregas trajo también su retraso hasta febrero. Más tiempo para planificar y hasta jugar con la perspectiva, ya que no es lo mismo escribir una temporada sabiendo que tienes otra firmada en el bolsillo que hacerlo con la esperanza de que tengas otra o la duda de si tu final no será un Final. La buena noticia es que, al menos por el momento, no parece que Gilligan & Gould tengan de qué preocuparse. Su trabajo duro ha dado sus frutos, y su nueva serie tiene más el potencial de ser Frasier que After MASH.
En apenas diez entregas, que se han terminado antes de darse uno cuenta, los guionistas nos han situado en el universo de Breaking bad pero sin que estemos ante una repetición de los esquemas del gran triunfo de AMC. En un par de episodios, entendemos que ésta es la serie de Saul Goodman, que para cuando termine la temporada será ya para nosotros Jimmy McGill. Interpretado por un soberbio Bob Odenkirk, ahora también productor, que despliega aquí un gran abanico de emociones, el personaje se nos muestra seis años antes de cruzar su camino con Walter White. En una estrategia deudora del cine estadounidense clásico, toda la acción es un gigantesco flashback disparado a través de los recuerdos de Saul en el futuro, responsable con nueva identidad de un puesto de café en un centro comercial. En la soledad de su vida blanquinegra, añora sus mejores años, y su cabeza se va hasta la época en que todo cambió en su existencia. El riesgo de centrar una serie en un personaje así, perfecto secundario con pico de oro, se ha saldado con una historia contada con múltiples perspectivas, triunfo de la narración a lenta cocción y llena de intriga. Reconocibles situaciones llenas de preguntas, los espacios desérticos de Alburquerque como escenario de chanchullos peligrosos y, el elemento más interesante pero también peligroso porque dispara las comparaciones, la presencia de Mike como uno de los personajes protagonistas. Con ese Jonathan Banks que exhuda carisma, también vemos cómo el retirado policía cruzó su camino con el abogado que da sentido a todo este proyecto.
Las expectativas estaban altísimas, y el resultado no ha decepcionado. Se pueden echar de menos las situaciones al límite o la dinámica de los personajes de Breaking bad, pero es que estamos ante otra cosa. Y es mérito de los guionistas (de los que repiten dos más, aparte de los creadores) que la serie se haya ganado la autonomía suficiente para no invocar todo el rato un injusto recuerdo, una sombra imposible de superar. Ayuda mucho que la pauta visual sea diferente, más relajada, y que el ánimo de Jimmy (y ocasionalmente de Mike) sea lo que presida el tono, siempre a medio camino entre la excitación de lo novedoso y la sorna con que nuestro protagonista afronta las situaciones que se dan en su vida. Siempre con un torrente incontrolable de palabras en la boca y un deje asustadizo, como sometido siempre al yugo del que no podrá llegar a ser tan bueno como el resto. Better Call Saul es una exploración de personaje, con la mirada puesta en su pasado, presente y futuro. De ahí que lo importante no sea tanto que tenga su primer contacto con el desierto al casi caer bajo la furia de Tuco Salamanca, sino las relaciones que establece con los personajes. Con su hermano recluso (estupendo Michael McKean), con su amiga Kim, con el inquietante Nacho Varga –muy poco presente para estar fijo en la serie, por cierto– y con el calmado Mike, cuyos servicios ya empiezan a usar mutuamente en 2002. Las interacciones personales son el fuerte de un personaje que se nutre de su entorno, que improvisa como pocos. Y la temporada ha documentado esto sobradamente, hasta terminar de darle tridimensionalidad a alguien que hasta ahora era una mezcla de recurso cómico y pobre diablo con todas las respuestas. Quizá haya faltado rotundidad para redondear una tanda perfecta, pero seguro que nuestra paciencia como espectadores al no pedir lo que todavía no se puede dar tendrá recompensa.
Las únicas otras dos historias sustanciales que viviremos son las referentes al pasado y presente de Mike y a la “alegria al electromagnetismo” de Chuck. Empezamos a atisbar cómo el ex-policía pudo acabar metido en los negocios más turbios de la ciudad, que su letalidad ya era poderosa desde principios de siglo. Y también viene del dolor, el dolor de la pérdida de su hijo, al que Mike rompió, que se negó a ser corrupto como él y por eso pagó el precio. Chuck, por su parte, se tiene que aislar del mundo y depender del cuidado de su hermano pequeño porque una fobia psicosomática es capaz de pararle el corazón. La importancia de estas tramas no es solo la de dar profundidad a los personajes secundarios, sino qué nos dicen (o nos dirán) de Jimmy. Y dicen mucho, y añaden espesura al tapiz de cruces de unos personajes que, el único gran problema de la serie, sabemos hasta cierto punto dónde van a terminar. Todo ha cambiado para seguir subterráneamente igual. Es la historia de cómo un hombre esencialmente bueno, pícaro pero que no hace daño físico a nadie, se convierte en un ser humano sin moral, capaz de ayudar a envenenar a un niño y poseedor del número de alguien que puede hacerte desaparecer y darte una nueva identidad. Solo que aquí no es un padre con una responsabilidad familiar, límite de vida y un talento desaprovechado. Es un hombre libre y sin responsabilidades para con nadie, que vive bajo la sombra (autoimpuesta) de su brillante hermano y lleva una vida triste e insípida respetando los márgenes de la ley. Puede que se balancee en ellos (véase el grandioso intento de defensa del trío de jóvenes en el primer caso de la temporada) pero no los cruza.
Better Call Saul es más terrorífica porque la elección de Jimmy de no seguir el buen camino viene dada con total libertad. El avance de los capítulos le va a hacer cambiar. Reevaluarse sus prioridades y ver que no por tomar el buen camino se llega más alto, no necesariamente. El caso del matrimonio Kettleman, una de las historias más curiosas de la temporada, no es solo un ejemplo de la capacidad de los guionistas para aunar humor y desconcierto (la exasperante negativa de ella a admitir el crimen), sino el acicate perfecto para que Jimmy piense sobre sí mismo y sobre qué quiere en la vida. Tuvo mucho dinero en las manos y no lo aceptó, y no lo hizo porque si Chuck se enterara estaría avergonzando. El mismo Chuck que le dio una oportunidad al sacarle de la cárcel. Y el mismo que, en una escena descorazonadora, le echa en cara una verdad (a medias) terrible. Pero Jimmy, como nos prometieron indirectamente los responsables de esta serie, empieza a convertirse en Saul con ese artero acto fraternal, que duele pero también libera. Lo interesante, según parecen apuntar Gould y Gilligan, es que Saul nació de ese dolor, y que Chuck con su honorabilidad infranqueable fue el que dio vía libre a que Jimmy McGill, Jimmy el Escurridizo, adoptara el alias bajo el cual le conocimos en 2009. Ahora solo falta ver cómo usa su libertad, y cómo su nuevo sendero vital le acerca más a grabar el celebérrimo anuncio con el que entró en nuestras vidas. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
Redacción Sevilla