La Tierra es un mundo hostil
crítica a Retorno de las estrellas, de Stanislaw Lem | Alianza Editorial, 1993 / 2015.
El escritor polaco Stanislaw Lem (1921-2006) quizá sea el mayor representante de una ciencia ficción que siempre buscó respuestas filosóficas a qué es el hombre, cómo se relaciona éste con sus semejantes y cómo se enfrenta a la conquista espacial, al descubrimiento de otros planetas y seres alienígenas. Su opinión acabó siendo negativa: la imposibilidad del hombre de comprender a otros habitantes del universo desde el momento en que se muestra incapaz de abandonar una visión antropocéntrica, el definitivo abandono de la creencia de que tal contacto fuera posible por pura imposibilidad física y la misma incapacidad del hombre de aceptar y comprender a otros hombres lo llevaron a tal postura. Quizá sea Fiasco (Fiasko, 1986), su última novela, la que muestra de manera más cruda su punto de vista. Una novela presidida por el concepto del error, en la cual los humanos muestran tal ineptitud para la comprensión de lo que no es propio a él y de resolver con eficacia los diferentes problemas que le van surgiendo que sumerge al lector en un mundo gobernado por continuas equivocaciones. Si la vida misma es un fiasco, ¿qué esperamos encontrar más allá de nosotros mismos?
En Retorno de las estrellas (Powrót z gwiazd, 1961) están presentes la mayoría de estas propuestas. Un astronauta regresa a la Tierra diez años después de su partida a una galaxia lejana. Pero lo que para él ha sido una década en lo más profundo del espacio para los humanos que han quedado atrás han supuesto la friolera de ciento veintisiete años. Hal Bregg, nuestro hombre, vuelve a una sociedad que ha cambiado de manera imposible. La sensación de extrañeza, de sentirse ajeno a un mundo que es el suyo pero que le ha dejado indefectiblemente atrás, fuera de él, es tan profunda como lejana es la distancia que ha recorrido en su viaje hacia las estrellas. Lem consigue que el lector sienta esto de manera tan intensa como el propio protagonista gracias a unos capítulos iniciales en los cuales compartimos su asombro, su incomprensión. Vemos con sus ojos una realidad plagada de colores, sensaciones, arquitecturas increíbles e indescifrables comportamientos en los humanos con los que se cruza. Es la inadaptación más absoluta a un mundo que lo envió al espacio como un héroe y que al volver es recibido con vergüenza, pues la sociedad ha cambiado hasta ese extremo. Se ha implantado en el planeta la betrización, la anulación genética de todo instinto de violencia, y Hal Bregg es el ejemplo viviente de una sociedad ya extinta y olvidada. Su sola presencia trae al presente lo que debe ser anulado, extirpado, borrado de la existencia.
El individuo aislado y solo entre los que deberían ser sus iguales es uno de los grandes temas de Lem. Y que esta situación tenga su origen en una decisión humana, también (como he comentado, el error humano es el corazón de su impresionante novela Fiasco, para mí el epítome del pensamiento de Stanislaw Lem). Porque si Bregg se encuentra en esta situación es debido a que nadie estaba preparado, ni preparó a Bregg, para su regreso. Lanzado al espacio en una misión de alto riesgo, entrenado para vivir en condiciones de extrema dificultad, descubre al volver que su misión ha sido irrelevante, que los viajes espaciales, el conocimiento de la galaxia, ya no tienen sentido. La sociedad ha abandonado todo deseo de expansión: las condiciones de vida se han alterado de manera tal que la consecución del placer inmediato parece el único objetivo de la existencia. Extirpados todo el dolor, toda la violencia, la Tierra es ahora un mundo hedonista. Lem defiende que el hombre debe aceptarse a sí mismo como un todo: sus errores le pertenecen, y la única manera de vencerlos es aceptar su capacidad de cometerlos. O al menos tener esa opción: de él depende si evitarlos o no, pero no dejarlo todo a una operación genética. Anulada la posibilidad de error, queda anulada la esencia misma del hombre. Aunque Lem presente un mundo futuro hostil parta el hombre actual, concluimos con él que el mundo siempre ha sido hostil. Bregg supone pues un anacronismo viviente, algo de lo que avergonzarse y ocultar, y los intentos por reconvertirlo en un miembro de la nueva sociedad chocan con su rebeldía, con su deseo por no ser absorbido por una masa humana que ni comprende ni lo comprende a él. Soledad, fracaso, error, la vida presente como fruto de una equivocación absurda (la betrización). Su novela Congreso de futurología (Kongres futurologiczny, 1971) también se dibuja aquí. Y la incomprensión del otro, otro que tanto en Solaris (1961) como en El invencible (Niezwyciężony, 1964) se trata de un ente alienígena y que aquí es la propia humanidad del futuro. O el protagonista, el propio Hal Bregg, si nuestros ojos fueran los de esos hombres y mujeres del futuro. Con el punto de vista alterado, el alienígena sería Hal Bregg. Al fin y al cabo, es él quien ha venido de las lejanas estrellas.
Ya hemos visto que en estos capítulos iniciales, extendiéndose hasta casi la mitad de la novela, todo resulta desconcertante. Tanto para Bregg como para el propio lector. Lem describe un futuro en verdad ajeno en el cual hasta los actos más normales y cotidianos devienen imposibles de llevar a cabo: lavarse las manos, cepillarse los dientes, tomarse un café. De lo pequeño a lo más grande, la sensación de que ese mundo del futuro es realmente otro, incomprensible tanto para Bregg como para nosotros, está representada de forma magistral. Lem crea toda una sociedad que nada tiene que ver con lo que conocemos. Pero sin perder nunca la perspectiva literaria, no queda autofascinado por su creación y se pierde en demostrarnos científicamente, al detalle, la posibilidad o no del mundo nacido de su imaginación. Porque todo tiene un sentido más allá de su poder creador: quiere trasmitirnos extrañeza, la infinita soledad de una humanidad que ha alienado su pasado. La idea que quiere comunicarnos por encima de la arquitectura sobre la cual la erige. Por eso su obra es imperecedera: será superada la tecnología, pero no el pensamiento. En el futuro, no sabemos si Lem será un nombre recordado u olvidado. Pero alguna vez alguien abrirá uno de sus libros (o un lector digital, uno mismo de los que Lem vaticina en esta misma novela) y lo leerá. Y mientras exista esa persona, mientras perdure el hombre, Lem vencerá siempre al tiempo. Lástima que se enfangue en la segunda mitad del libro en contarnos la en principio fallida relación sentimental que Bregg mantiene con una joven, Eri, y con dos antiguos compañeros de aventura espacial, Olaf y Thurber, que también luchan por mantener la cordura en esta Tierra tan distinta a la que dejaron atrás. Se explaya en conceptos que páginas antes había narrado con mayor concisión y de manera tan excepcional que se hacía innecesaria la repetición. Brillan, eso sí, los momentos en los cuales Bregg recuerda como fogonazos ora siniestros, ora preñados de maravilla, su viaje a lo más profundo del espacio, a las estrellas. Hasta que al fin acepta su destino, el mundo al que ha retornado y al hecho de que el hombre jamás abandonará su deseo de conocer y comprender el universo aunque no sirva, quizá, para nada. Hal Bregg no volará de nuevo. La aceptación de su presente traerá la calma a su espíritu, pero también el adiós definitivo a volver a caminar por entre el polvo de los meteoritos, el horror de lo desconocido y la luz fantástica de las más lejanas estrellas.
José Luis Forte
Redacción Cáceres
Retorno de las estrellas
de Stanislaw Lem (1961)
título original | Powrót z gwiazd
traducción | Pilar Giralt y Jadwiga Maurizio
editorial | Alianza
nº de páginas | 273 / 344
colección | El libro de bolsillo, 1647 / Biblioteca Lem
ISBN | 84-206-0647-2 / 978-84-206-9367-5
precio | 11,95 €
★★★★