Luchar contra sí mismo
crítica de Sin ley (Lawless, John Hillcoat, 2012)
El western es un género en desuso, pues lejos quedan sus películas más representativas, aquellas dirigidas por nombres de la talla de John Ford o Howard Hawks. Llegado también el ocaso de quien quizás lo reformuló con más éxito, Clint Eastwood, lo cierto es que sus pautas a duras penas se ajustan a los nuevos cánones de la industria cinematográfica. Las historias de deteriorados y polvorientos ranchos, hombres de gatillo fácil y mujeres de pata quebrada, en el marco de un territorio yermo en vías de conquista fronteriza, no parecen las más atractivas para el espectador de hoy en día. Son pues cada vez más escasos los ejemplos de calidad que retratan el panorama de esta gente obligada a vivir en un contexto salvaje, como si de una vuelta al estado de naturaleza se tratase. Pero precisamente por corresponderse con una condición esencial y primitiva del ser humano, dicho marco permite múltiples derivaciones. Sus elementos básicos seguirán pues presentes aunque su interpretación pueda ser diversa. En este sentido ha discurrido la filmografía del australiano John Hillcoat, que en sus tres películas más conocidas recoloca en tiempo y lugar la topografía característica del lejano oeste, sorteando el riesgo de anacronismo gracias a ese punto de partida original que resulta inevitable olvidar. En La propuesta (The Proposition, 2005), sitúa en su Australia natal, ambientada a finales del siglo XIX, el retrato de un hombre de ley y un forajido destinados a entenderse. En La carretera (The Road, 2009), se sirve, en cambio, de un desierto postapocalíptico para comprobar que, efectivamente, la historia puede ser cíclica, y que el futuro puede volver a depender de los instintos más crudos de supervivencia. Y en la recién estrenada Sin ley (Lawless), tras su presentación hace casi dos años en el festival de Cannes, vuelve al escenario norteamericano, esta vez enmarcado en la era de la depresión y la prohibición, propicia también para hacer renacer rasgos casi animalescos en medio de las dificultades económicas y sociales.
Estas tres películas tienen además en común la colaboración del polifacético artista Nick Cave, encargado siempre de la música junto a Warren Ellis, y en el caso de La propuesta y Sin ley, también del guion. En esta última adapta la novela de Matt Bondurant, que narra la historia de su abuelo y sus dos tíos abuelos, en la Virginia de la citada época de los años 20. Los tres hermanos mantienen un negocio de producción y venta ilegal de alcohol, que trasladan desde la montaña hasta el pueblo, al tiempo que sobreviven regentando una aislada gasolinera que más bien hace las veces de cafetería. En realidad, el metraje se inicia cuando los tres son unos críos, mostrándonos cómo el más joven, Jack (interpretado luego por Shia LaBeouf), es incapaz de dispararle a un cerdo, de manera que es su hermano mayor, Forrest (después Tom Hardy), quien ejecuta la matanza sin pensárselo dos veces. Este breve prólogo anticipa la naturaleza opuesta de ambos hermanos protagonistas, mientras el tercero (a cargo de Jason Clarke), queda algo más desdibujado. Pero también es fácil adivinar que ello sirve de premisa inicial para, a lo largo del desarrollo narrativo, darle la vuelta, y así lograr la imprescindible evolución de sendos personajes. No se descubre nada nuevo desvelando esta simetría, pues precisamente responde a una estructura muy clásica y por ende muy reconocible. Es más, el relato transcurre por tres actos claramente identificables, dejando de lado un epílogo que se antoja, por romper esa progresión meridiana, algo innecesario.
El primer acto introduce a los demás personajes, en particular el perfumado y repelente antagonista (Guy Pearce), llegado de Chicago para imponer el orden por la fuerza y acabar con todo trapicheo; una antigua bailarina (Jessica Chastain) también proveniente de la gran ciudad, pero en este caso para escapar de su pasado y hallar cierto sosiego lejos de la compañía de seres civilizados; y la pura e inocente hija (Mia Wasikowska) del párroco de la localidad, de la que se enamora el menor de los Bondurant. El elenco cuenta pues con bastantes caras conocidas, que cumplen con creces en la caracterización de unos individuos que luchan contra las adversidades con armas propias, hasta el punto de que su comportamiento es harto singular y favorece el retrato específico de cada uno de ellos. Gracias a ello sus relaciones son cinematográficamente provechosas, y se justifican porque, por mucho que el contexto empuje a uno a no poder contar más que consigo mismo, el aliento de otro ser humano es algo ineludible. Así se explica de hecho la identificación del malo de la función, pues él mismo admite en una ocasión que agrada a pocas personas. Establecidos de esta forma los distintos roles, las confrontaciones entre ellos se suceden hasta que al tal Jack se le ocurre empezar a hacer contrabando por su cuenta, con resultados inesperablemente fructíferos. Ello influye en el clima anímico, que pasa a ser más optimista y permite que los anhelos más sensibles de los personajes alcancen cierta satisfacción. Pero el ya reiterado paisaje depresivo impide que la felicidad sea duradera. Se llega así a un tercer acto en que la violencia vuelve a ser visible y los conflictos se agudizan hasta su sangrienta resolución.
Este resumen pone de manifiesto que Hillcoat y Cave saben componer su historia con veteranía, pero quizás esta última no sea la más adecuada teniendo en cuenta que se trata, como decíamos, de hallar nuevas formas de narrar un género tradicional. Se echa de menos en este sentido mayor riesgo dramático, que por lo demás sería acorde con la naturaleza rebelde de sus personajes, su localización y su núcleo narrativo. La técnica que lo envuelve tampoco es llamativa, alternando con acierto una modalidad sobria de clasicismo con momentos de planificación más tensa, pero sin demasiada personalidad ni suficiente capacidad atmosférica, algo en lo que se debería haber incidido dado el hábitat en cuestión. Hay excepciones que sí logran sortear la imagen a la que estamos más acostumbrados, como la iconografía crepuscular de ese enfrentamiento final entre protagonista y antagonista. Pero aunque el mismo sea satisfactorio, nuevamente parece diseñado con mecanismos habituales, en vez de surgir de forma más repentina e inesperada, como demandaría la anarquía del contexto. En definitiva, estamos ante una película más que competente en sus distintos departamentos, destacando como principales virtudes el dibujo de sus intérpretes y su amplia filosofía subyacente, aunque a la vez sus defectos traigan causa de tales cualidades, pues aquellos difícilmente trascienden el marco que se les impone y ésta no resulta lo innovadora y transgresora que, paradójicamente, podría llegar a ser. | ★★★★★ |
Ignacio Navarro Mejía
Redacción Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos, 2012, Lawless. Director: John Hillcoat. Guion: Nick Cave (basado en la novela de Matt Bondurant). Productora: The Weinstein Company / Yucaipa Films / Revolt Films / Benaroya Pictures. Presentación: Festival de Cannes 2012. Fotografía: Benoît Delhomme. Música: Nick Cave & Warren Ellis. Montaje: Dylan Tichenor. Intérpretes: Shia LaBeouf, Tom Hardy, Jessica Chastain, Mia Wasikowska, Jason Clarke, Guy Pearce, Dane DeHaan, Gary Oldman.