La unión hace la fuerza
crítica a Pride (Matthew Warchus, 2014)
Hay un subgénero que el cine británico adora, aunque no nos lleguen muchos ejemplos de él. No tiene un nombre definido, pero pudiera definirse de forma tosca como «comedia de lucha social». Suele ambientarse en algún momento temporal entre los ’60 y los ’80, y narrar las desventuras de personajes que podrían ser perfectamente usted o yo (si fuésemos británicos, claro), en busca de una vida mejor que hasta el momento se le ha negado, ya sea por causas políticas, sociales, familiares, o todo ello a la vez. Todas tienen en común el retratar algún momento concreto de los muchos que dieron esas convulsas décadas en el Reino Unido, salpicadas por el fantasma de una de las épocas más negras, socialmente hablando, de la historia del país: el thatcherismo. De Tocando el viento (Mark Herman, 1996) a Made in Dagenham (Nigel Cole, 2010) —que por cierto triunfa ahora en los escenarios londinenses en forma de musical—, pasando por la celebérrima Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000), todas ellas sirven como mirada hacia atrás sin ira al pasado reciente de un país que no ha sido tan adalid de las libertades como ha querido hacer creer al mundo.
Pride es el ejemplo más reciente de ese subgénero, y posiblemente uno de los más cálidos. Matthew Warchus nos acerca un episodio poco conocido, al menos fuera del Reino Unido: la insólita alianza que tuvo lugar a mediados de los años ’80 entre un pueblo minero de Gales y un grupo de jóvenes activistas gays y lesbianas de Londres, en el marco de lo que se llamó la Gran Huelga Minera de 1984 —la misma en la que se ubica la ya citada Billy Elliot—. Todo comienza con la idea de Mark (Ben Schnetzer), quien convence a sus amigos de la librería londinense Gay’s The Word para recaudar fondos a favor de los mineros en huelga durante el desfile del Día del Orgullo Gay. Sin embargo, el sindicato de mineros rechaza su donación, avergonzados de que se les relacione con la comunidad gay. Es entonces cuando deciden ponerse directamente en contacto con los mineros, poniendo rumbo al pequeño pueblo galés de Onllwyn, donde, claro está, no tardará en producirse el choque entre dos formas totalmente opuestas de entender la existencia: no sólo por la visión de la orientación sexual, sino también por la contraposición entre madurez y juventud, entre territorio rural y gran capital, entre conservadurismo y progresismo.
A pesar de que, con esas herramientas, podría haber construido un drama sobre la incomprensión, el miedo y otras mil consecuencias negativas, Warchus ha optado por todo lo contrario: la conciliación, la celebración y el entendimiento, todo ello envuelto en comedia amable, en lugar de dramón tremendista. De hecho, hay mucho del humor de Full Monty (Peter Cattaneo, 1997) en Pride, de sus ganas de conectar con el espectador, de su —valga la redundancia— orgullo de ser lo que es y como es, sin necesidad de engañar a nadie ni aspirar a grandilocuencias. Buena parte de ello se lo debe Warchus a sus magníficos actores; aquí, sin embargo, la experiencia es un grado, y aunque todo el reparto está excelente, son los más veteranos los que sobresalen, capitaneados por la maravillosa Imelda Staunton, a quien la mayoría recordarán como la odiosa profesora Dolores Umbridge de la franquicia Harry Potter, y algunos menos como la protagonista de El secreto de Vera Drake (Mike Leigh, 2004). La actriz londinense es capaz de aunar espléndidos momentos “madre coraje” con otros absolutamente descacharrantes, como el que tiene que ver con un gigantesco dildo rosa, en el que no puedes parar de reír. Por cierto, ésa es otra de las virtudes de Pride. Siempre teniendo en cuenta su público objetivo (por supuesto, esto no es Queer as Folk), no tiene problema alguno en hablar abiertamente de sexo y amor, en mostrar a una pareja gay dándose un beso tal como podría mostrar a una heterosexual, en no convertir en tabú algo que está en el mismo corazón de la película. A diferencia de, por ejemplo, The Imitation Game, donde a pesar de vender la figura de Alan Turing como mártir de su sexualidad, apenas se alude al tema (no hablemos ya de mostrar absolutamente nada), Pride no tiene problema en recordar al espectador que los protagonistas de la historia son quienes son y como son, y de hacerlo de forma totalmente normalizada, sin que resulte morboso, forzado, grandilocuente o extraño.
Mencionada Imelda Staunton, no hay que dejar de lado a otros grandes secundarios del cine británico que se pasean por el filme, como Paddy Considine, cuyo personaje rebosa humanidad, o Bill Nighy, que se despoja aquí del personaje que interpreta habitualmente (variantes más o menos gamberras del rockero de Love Actually), para beneficio de la película y del espectador. Junto a ellos, toda una hornada de jóvenes actores, algunos más conocidos que otros, que aguantan admirablemente el asalto a semejante grupo de veteranos, con descaro y mucho talento. Posiblemente el más reconocible es el irlandés Andrew Scott, conocido por ser el Moriarty de Sherlock, que compone aquí un personaje diametralmente opuesto al maestro del crimen de la serie de Steven Moffat, y que ganó el British Independent Film Award como mejor actor secundario por su trabajo. Todos ellos contribuyen a que la cinta sea tan divertida y amable como conmovedora, y la reunión de todos ellos durante el desfile del Día del Orgullo Gay de 1985 es una de las escenas más emotivas de lo que va de año. Habrá gente que diga que Pride es tópica, que es emocionalmente manipuladora o trillada en sus formas. Es preferible quedarse con el mensaje, con que es mejor salir al mundo y encontrarte con aquellos que son distintos a ti, ya sea por raza, orientación sexual, género, edad o cualquier otro motivo, antes que quedarse con lo que puedas ver a través de una ventana, una televisión, o un ordenador. Que es la mejor forma de entender y respetar la forma de vivir de los demás, de acabar con miedos y prejuicios absurdos, con el “divide y vencerás” que tanto se practica desde ciertas esferas. Si eso es un tópico, bienvenido sea. Ojalá se use tanto que todo el mundo llegue a estar convencido de ello. | ★★★★★ |
Judith Romero
Londres (Reino Unido)
Ficha técnica
Reino Unido-Francia, 2014. Director: Matthew Warchus. Guión: Stephen Beresford. Productora: Calamity Films. Fotografía: Tat Radcliffe. Música: Christopher Nightingale. Montaje: Melanie Oliver. Intérpretes: Bill Nighy, Imelda Staunton, Dominic West, Paddy Considine, Andrew Scott, George MacKay, Ben Schnetzer, Joe Gilgun, Freddie Fox, Russell Tovey.