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    Cine Alemán Siglo XXI

    Cine Club | La Atlántida (Jacques Feyder, 1921)

    La Atlántida (Jacques Feyder, 1921)

    El desierto mítico

    La Atlántida (Jacques Feyder, 1921)

    En el año 1919, una excelente novela de aventuras sobre una mítica ciudad perdida bajo el reinado de una semi diosa devoradora de hombres obtuvo un más que merecido éxito. Con ecos del clásico Ella (She, 1877) de Henry Rider Haggard y de las obras de Jules Verne, La Atlántida (L’Atlantide, 1919) del escritor francés Pierre Benoit nos mostraba que el continente misterioso no era una isla tragada por los océanos, sino un baluarte que al secarse el mar a su alrededor, formándose así el desierto del Sáhara, se mantuvo oculto e inexpugnable bajo un cinturón de montañas. Un vergel en el corazón de la nada, el mismo paraíso en la tierra si no estuviera gobernado por una reina ávida de venganza contra los malvados machos de la especie. Benoit construyó un relato apasionante y febril donde el misterio y la fascinación deslumbran casi a cada página. Apenas un par de años después, el director Jacques Feyder escribió una adaptación y dirigió lo que en su tiempo bien podríamos considerar una superproducción: La Atlántida (L’Atlantide, 1921). Casi diez meses de rodaje en los escenarios naturales mentados en la novela, Argelia y el Tugurt, sito éste último en lo más profundo del corazón del desierto sahariano, ofrecían el exotismo obligado para narrar el destino fatal de unos intrépidos soldados franceses. Feyder fue un prestigioso director en el período mudo que pasó al sonoro manteniendo incólume su reputación, aunque hoy apenas se le recuerda por algunos títulos protagonizados por la esplendorosa Greta Garbo, El beso (The Kiss, 1929) y la versión en alemán, cuando se realizaban varias versiones en distintos idiomas del mismo filme pues aún no se había estandarizado el doblaje, de Anna Christie (1931), cuya versión en inglés la había dirigido Clarence Brown un año antes, y un par de películas ya al término de su carrera, La kermesse heroica (La kermesse héroïque, 1935) y La condesa Alexandra (King Without Armour, 1937), ésta con una deslumbrante Marlene Dietrich y nuestro adorado Robert Donat al frente.

    Aunque Feyder es en esencia fiel a la novela, opta por una relación lineal de los acontecimientos rehuyendo en su inicio de la más compleja estructura concéntrica de la obra de Benoit. El teniente Saint-Avit es hallado moribundo en el desierto sin su compañero de expedición el capitán Mohrange. Se recupera en un hospital, pero pronto recae sobre él la sospecha de que tal vez haya podido asesinar al desaparecido capitán. Dado de baja del servicio, no aguanta la vida en París, anhela volver al desierto, y cuando al fin logra hacerlo es enviado a un recóndito emplazamiento. Pero ése y no otro es su objetivo, pues lo que en verdad anega de tristeza y añoranza el corazón de Saint-Avit es retornar al lugar del que huyó en el pasado: la Atlántida. Y antes de este postrer viaje Saint-Avit confesará al teniente Ferrières, quien comanda este puesto perdido, qué ocurrió en su anterior expedición con el capitán Mohrange. Cuando Saint-Avit da inicio a la narración de su aventura, tanto la novela como la película recurren a un gran flashback que no es sino el corazón de la historia. Feyder abusa un tanto del uso de intertítulos, y si bien cuando de manera irremediable estemos atrapados por el devenir de los dos soldados franceses y su encuentro con la reina de la Atlántida, la tan cruel como hermosa Antinea, esto nos dé un poco igual, no ayuda a que la cinta goce de la fluidez que en nuestra memoria tras verla sí parece tener, mérito por otra parte éste que tampoco podemos obviar. Sí es brillante en su forma de aprovechar esos escenarios naturales únicos: el uso de la profundidad de campo y de los planos generales para imbuirnos de las ideas de la grandeza y la eterna soledad del desierto es soberbio.

    La Atlántida (Jacques Feyder, 1921)

    Hay partes de la novela que por desgracia hubo que ignorar. Uno de los momentos más impresionantes del libro es cuando nuestros protagonistas se ven arrollados por una brutal tormenta, una lluvia torrencial que casi los deja en brazos de la muerte, y que en la película es sustituido, algo previsible pues la dificultad de llevar semejante escena a la pantalla la hace inabordable, por una descafeinada tormenta de arena despachada con un solo plano. Hasta llegar a la ciudad perdida la película es entretenida pero no transmite del todo el misterio insondable y la atracción abisal del desierto, por más que se aluda a ellos en más de una ocasión. ¡Están hollando las arenas casi vírgenes del País del Miedo! Sí se mantiene sin embargo la magnífica búsqueda de unas extrañas inscripciones garabateadas en las paredes de una cueva, en la cual para iluminarse nuestros héroes prenden unas ramas que resultan ser de cáñamo. La planta de hachís los hará pillar un ciego monumental. Hacia la hora de metraje (de los más de 160 minutos del total) llegan al fin a la Atlántida. Y como era de esperar el filme crece, si no en belleza pues los planos del desierto son magníficos siempre en manos de Feyder, sí en poder de sugestión. Un palacio horadado en la roca viva es lo que permanece del antiquísimo continente. Y en su centro, Antinea esplende todopoderosa. Los decorados diseñados por Manuel Orazi son magníficos, en especial la impresionante Sala de Mármol Rojo, donde la arácnida reina aloja en sarcófagos con forma de estatuas de oro a sus amantes muertos y momificados.

    La Atlántida (Jacques Feyder, 1921)

    Antinea está interpretada, a la manera de vampiresa que inmortalizara la gran Theda Bara, por Stacia Napierskowska, una actriz que había trabajado para Louis Feuillade en el serial Los vampiros (Les vampires, 1915-16). También para el magnífico Feuillade había actuado Georges Melchior, el teniente de Saint-Avit, en Fantomas (Fantômas, 1913-14). El capitán Mohrange, impertérrito a los ataques sexuales de la perversa Antinea, fue interpretado por Jean Angelo. Y el papel de la encantadora esclava Tanit-Zerga recayó en Marie-Louise Iribe, quien con anterioridad había estado bajo las órdenes de Feyder en el cortometraje La pièce de dix sous (1916), y que en los últimos años de su corta vida (falleció a los 40 años) destacó como directora de cine llegando a filmar tres películas. Volviendo a La Atlántida, tanto en sentido metafórico como real, me gustaría destacar su tramo final, la desesperada huida de Saint-Avit y Tanit-Zerga de la trampa mortal que supone el reino de Antinea. A mi gusto encierra los planos más bonitos y expresivos, las composiciones más cinematográficas, y en el cual el drama de la impiedad del desierto hacia las más débiles de las criaturas duele con fuerza. Tanit-Zerga se ha enamorado del teniente y este proceso ha sido mostrado por Feyder con un cuidado y una delicadeza magistrales, por lo que su terrible desenlace se torna casi insoportable en su crudeza. Una media hora final que por su intensidad y belleza plástica recuerda de manera poderosa a ese otro drama en el desierto, casi surrealista por su tono onírico y su trama de delirante amour fou, que es Manon (1949), la obra maestra que dirigiera Henri-Georges Clouzot basada en la sublime novela del Abate Prévost.

    José Luis Forte
    Redacción Cáceres


    Ficha técnica
    Francia, 1921. Título original: L’Atlantide. Director: Jacques Feyder. Guión: Jacques Feyder, basado en la novela de Pierre Benoît. Productoras: International et Commercial de la Cinématographie (Thalman), Société Générale pour le Développement y Thalman et Cie. Productor: Louis Albert. Estreno: 28 de mayo de 1921. Fotografía: Victor Morin, Amédée Morrin y Georges Specht. Decorados y diseño de producción: Manuel Orazi. Intérpretes: Jean Angelo, Stacia Napierkowska, Georges Melchior, Marie-Louise Iribe, Abd-el-Kader Ben Ali, Mohamed Ben Noui, Paul Franceschi, André Roanne, Genica Missirio, René Lorsay.


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