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    Cine Alemán Siglo XXI

    Resumen 2014 | Las 10 mejores películas del año

    El lobo de Wall Street

    Sólo las almas ambiciosas y tensas saben lo que es arte y lo que es alegría, apostillaba Niestzche. Es más que probable que no encajemos en la descripción del genio alemán, pero sí podemos constatar que el ya pasado 2014 nos ha dejado mucho de ambas, al menos en el plano cinematográfico. Un curso que ha subrayado la fina línea que existe entre el cine comercial y unas propuestas autorales cada vez más accesibles a todo tipo de públicos. La situación socioeconómica actual así lo requiere. Miradas divergentes y críticas, que otorguen aire y luz a un espectador dubitativo que añora respuestas aunque sea de forma ficcional. El apelativo obra maestra ya queda demasiado grande en los tiempos actuales, con tanto vivido, con tanto admirado; no por ello, al echar una vista reciente atrás, tenemos que infravalorar un cine que ofrece prismas variados, que apuesta por una estética que busca el roce con lo clásico así como con la fábula utópica. Ante nuestros ojos, han pasado ganadores y perdedores, el amor y la muerte, héroes y villanos; una amalgama de sensaciones que sólo aparecen en nuestros sueños o en esas instantáneas almacenadas en nuestros subconsciente, que brotan logrando una sinestesia, una magia que no entiende de cosechas ni tendencias. Incluso, en este 2014 ha transitado nuestra propia vida en la pantalla, con otro nombre (Mason) pero recordándonos que la inspiración y la alegría sigue sin depender de minuteros. Están ahí, agazapadas en varios frames, deseando llegar a nuestra retina y provocar un terremoto en nuestro sistema nervioso. 2014 ha concluido con la eterna promesa de que todas estas constantes se seguirán repitiendo. Es la magia, la fe por el cine.

    Y si, por un casual, estas sensaciones, estos anhelos les llegan de forma demasiada desordenada, para eso estamos nosotros. Para sugerir una perspectiva distinta, para proponer otros caminos. No les garantizamos que sean los correctos pero sí, al menos, los más amenos y didácticos posibles. Ha sido un gran año para EAM. Hemos estado presentes en lugares como Cannes, Berlín, Toronto, San Sebastián, Karlovy Vary, Gijón, Londres, Valladolid, Sitges o Santiago de Compostela para mostrarles, de forma episódica, las películas que formarán parte de nuestra agenda los próximos meses, y contarles de primera mano que se siente en el onírico ambiente de los festivales. Hemos reseñado más de tres centenares de películas, conversado con los responsables de nuestros sueños; hemos paseado por la siempre reconfortante pequeña pantalla, también valorado la actualidad más rabiosa; hemos intentando ofrecer un metro más de profundidad en este etéreo mundo de un arte que no conoce límites y siempre está al servicio de nuestra imaginación. Ahora, comienza el 2015, con el listón muy alto, por mucho camino que recorrer pero, sobre todo, con mucho que experimentar. Por lo pronto, y como es habitual, les dejamos con nuestro antepenúltimo vistazo al 2014: la selección de largometrajes estrenados en España que han entusiasmado a todos los componentes de El antepenúltimo mohicano. Disfruten de la vida, disfruten de los suyos, disfruten del cine.

    Su banda sonora:



    [*]LAS 10 MEJORES PELÍCULAS DEL 2014 votadas por el equipo de redactores de El antepenúltimo mohicano: Juan José Ontiveros, Andrés Tallón Castro, Ignacio Navarro Mejía, Alberto Sáez Villarino, Judith Romero, Juan Roures, Adrián González Viña, Pedro José Tena, José Antonio Martín, Gonzalo Hernández, Andrea Núñez-Torrón Stock, Miguel Muñoz, Daniel Jiménez Pulido, Eva Hernando, Víctor Blanes Picó, Álvaro Martín, Carlota Moseguí, Inés Lendínez, Marco Antonio Núñez & Emilio Luna.

    Menciones de honor: 11. Dos días, una noche (102 puntos); 12. El gran hotel Budapest (97 puntos); 13. Magical Girl (95 puntos); 14. Locke (90 puntos); 15. Frances Ha (85 puntos); 16. Interstellar (78 puntos); 17. Oh Boy (73 puntos); 18. Mr. Turner, Enemy y Nymphomaniac Vol. 2 (68 puntos); 21. Relatos salvajes (67 puntos); 22. 10.000 km (62 puntos); 23. El viento se levanta (60 puntos); 24. El amanecer en el planeta de los simios (59 puntos); 25. Guardianes de la galaxia y El pasado (58 puntos). Lista completa de puntuaciones.

    Winter Sleep

    10| Sueño de invierno (Kış Uykusu, Nuri Bilge Ceylan, Turquía, 2014). 106 puntos.

    [Texto de Alberto Sáez Villarino, Dublín]... Con la impronta emocional de los cuentos de Chéjov y la trascendencia narrativa del relato naturalista de Dreyer, Ceylan plantea una dilatada obra introspectiva estructurada en cuatro historias correspondientes a las diferentes relaciones entre los personajes principales. Así encontramos a Aydin, el propietario de un hotel y arrendador de diferentes inmuebles obtenidos de una herencia familiar. Él será el nexo de los cuatro relatos, identificables por los diferentes diálogos entre el gerente y su joven mujer, Nihal; su hermana recientemente divorciada, Necla; los inquilinos de una de sus casas, y como historia subsecuente encontraremos la de Necla y Nihal, como confrontación de los dos personajes femeninos que representan momentos culturales diferentes. Las cuatro historias se irán alternando a lo largo del metraje y seguirán el patrón de los dramas clásicos, como bien podemos deducir por el nombre del hotel del protagonista: “Hotel Othello”. Los celos, el choque entre estratos, la servidumbre y la falsa cortesía de las clases inferiores, que se deshacen aparentemente en agradecimientos y muestras desmesuradas de respeto, pero albergan un terrible y secreto odio interior hacia la clase alta, hipócritas por naturaleza; la figura de la mujer desdichada que sufre las malas decisiones de un matrimonio precipitado… todo se irá presentando de manera reflexiva y sin eufemismos... La película no es aleccionadora en absoluto, sino que critica todo lo contrario, a aquellos que predican dando lecciones atrapados en su mediocridad. El desenlace pesimista tendrá como elemento protagónico al materialismo y al dinero, en una extraordinaria escena que cierra el filme y confirma que no existe la posibilidad de redención, ni las segundas oportunidades en una cultura cuyas arcaicas y obsoletas raíces están tan arraigadas que sería necesario un salto generacional para poder olvidarlas, un eslabón —intencionadamente— perdido. [Crítica].

    Mommy

    09| Mommy (Xavier Dolan, Canadá, 2014). 117 puntos.

    [Texto de Emilio Luna desde el Festival de San Sebastián] Una lección de madurez. Xavier Dolan llegaba al apartado de Perlas con la obra que ha consolidado su estatus de auteur de referencia. Tras varias intentonas de trascender en Cannes, el director canadiense dio el salto en la última edición –Premio del Jurado bajo el brazo— con Mommy, un caleidoscopio emocional sobre la relación de una madre independiente con un hijo problemático diagnosticado con numerosos déficits mentales y temperamentales. A la pareja, además, se une una tercera variable: una vecina, de vida gris, con severas (y momentáneas, aparentemente) alteraciones en el habla. Lo que parece una vuelta de tuerca al manual semántico de Dolan, se convierte en una fábula sobre el apego y la familia que exhala un sinfín de sensaciones. La primera, la más llamativa, es su apartado visual. Comenzando con un ratio de pantalla de 1:1 (el mismo que el de una fotografía tomada de forma vertical) que remarca el punto de vista maternal con largas concesiones a ese volátil vástago. En uno de los instantes álgidos del filme (con la maravillosa Wonderwall de Oasis como acompañante) el formato varía, ampliando el horizonte y subrayando la geografía anímica del adolescente. El segundo, atiende a su selección musical. Una playlist de temas representativos de los noventa y principios del nuevo milenio que funcionan como un termómetro afectivo de los dos roles principales. Hits de Dido, Lana del Rey, Celine Dion… logran crear momentos de alta intensidad y completar la mirada de sus personajes. Tercero, el apartado interpretativo. Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon y Suzanne Clément, se muestran cercanos y naturales en todo momento. Por una vez, Dolan deja a un lado tendencias autobiográficas para dotar a los caracteres de un espíritu único y ambivalencia nada forzada. Mommy expira reflexión. También ternura. Su final debe convertirse en uno de los símbolos de la nueva generación de realizadores. Con 26 años, Dolan ha llegado más lejos que la mayoría. [Crítica].

    Inside Llewyn Davis

    08| A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis, Joel & Ethan Coen, Estados Unidos, 2013). 118 puntos.

    [Texto de Judith Romero, Londres]... Ellos [en referencia a los intérpretes], que son el corazón de la película, son envueltos por la espléndida fotografía de Bruno Delbonnel (responsable de la ultraimitadísima fotografía de Amélie), que consigue reflejar a la vez el frío cortante de Nueva York y Chicago en lo más crudo del crudo invierno, y la cálida luminosidad de los hogares y lugares por los que pasa Llewyn, hogares y lugares a los que nunca pertenecerá. Cromáticamente, nos movemos de Fargo (1996) a O Brother! (2000) y viceversa, un espectro que contribuye a realzar el aire melancólico de la historia, por unos u otros motivos. Melancolía que también se ve realzada por su fantástica banda sonora, producida al alimón por T-Bone Burnett (quien ya colaboró con los Coen en Ladykillers y O Brother!) y por Marcus Mumford, del grupo Mumford & Sons y pareja precisamente de Carey Mulligan. Regada por una larga lista de clásicos populares del folk, la banda sonora de Inside Llewyn Davis es toda una carta de amor al género que hicieron grande Woody Guthrie, el trío Peter, Paul and Mary o, sobre todo, Bob Dylan (objeto de un brillante gag al final del filme). Y sólo por eso —y porque Oscar Isaac es un cantante sensacional—, una de las mejores bandas sonoras que escucharéis en todo el año. Inside Llewyn Davis es tan cruel y melancólica como cálida y envolvente. Es el equivalente a entrar en un agradable café en una tarde de invierno... y luego tener que volver a salir a la calle. Es un retrato sobre la amargura del fracaso parido por dos directores de enorme éxito. Mordiente y conmovedora. Y merece figurar entre las mejores películas de los Coen. [Crítica].

    Ida, de Pawel Pawlikovski

    07| Ida (Pawel Pawlikowski, Polonia, 2013). 122 puntos.

    [Texto de Judith Romero, Londres]... Para contar una historia que se intuye profundamente personal, Pawlikowski sólo necesita ochenta ajustadísimos minutos, que aprovecha a la perfección. Menos tiempo hubiese sido impensable en un momento en que nos estamos acostumbrando a que las películas sean cada vez más largas, y más minutos hubiesen resultado en añadidos innecesarios. Con hora y veinte de metraje, Pawlikowski convierte Ida en el ejemplo perfecto de narrativa eficiente: nada sobra, nada falta. Pero la gran baza de Ida son sus dos actrices protagonistas: Agata Trzebuchowska y Agata Kulesza. La primera, casi debutante en el cine, resulta fascinante; su rostro pálido, de grandes ojos oscuros, es un regalo para la cámara, y contribuye a hacer de Anna/Ida un personaje extraño, misterioso y etéreo, más ángel que humano, del que es difícil apartar la mirada. Pero es la segunda, veterana de la televisión polaca, quien se lleva la parte del león: Wanda es un personaje seco, lleno de defectos y de resentimientos, que sin embargo resulta más digna de compasión que de desprecio. Es una mujer que una vez pudo haber sido alguien, que una vez fue alguien, pero que, por varios motivos, terminó con un pasaporte al fracaso, que diría el Marlon Brando de La ley del silencio. La interpretación de Kulesza hace sentir todo eso a flor de piel, casi en carne viva, y, aunque ambas mujeres, tan opuestas como complementarias, son imprescindibles para entender las diferentes concepciones de la existencia que plantea Pawlikowski, es Wanda la que resulta más humana, la que se parece más a nosotros. Visualmente, Ida es una película seca, austera, casi ascética; un estado al que ayudan la fotografía en blanco y negro más espectacularmente bella de los últimos años, obra de Lukasz Zal, y la utilización del ratio académico (1.37:1, en lugar de los actuales 1.85:1 y 2.39:1 o anamórfico), que fue el estándar entre 1932 y 1953, y recientemente utilizado en películas como Fish Tank (Andrea Arnold, 2009) o The Artist (Michel Hazanavicius, 2011), que lamentablemente se perderá en la gran mayoría de pantallas en que se proyecte. Sin embargo, a pesar de su sobria belleza, de su pulso certero y de sus dos espléndidas actrices, es una película que debe ser vista en el estado de ánimo adecuado. De lo contrario, esa misma austeridad podría provocar que nos quedemos en la superficie, y que sea vista como un ejercicio de estilo, bellísimo pero frío, y no como la experiencia emocional y reflexiva que puede llegar a ser. [Crítica].

    Her, de Spike Jonze

    06| Her (Spike Jonze, Estados Unidos, 2013). 133 puntos.

    [Texto de Ignacio Navarro, Madrid] Hace tiempo, me contaron una anécdota sobre un famoso guionista que tenía sueños constantes en torno a una idea brillantemente original, pero que frustrantemente por la mañana nunca recordaba. Decidió entonces colocar papel y lápiz en su mesilla pensando que así podría registrar inmediatamente la increíble historia que se desarrollaba en su cabeza mientras dormía, y una noche, efectivamente, consiguió garabatear unas palabras en mitad de su sueño, medio sonámbulo. Cuando a la mañana siguiente comprobó lo que había escrito, sorprendentemente eran sólo tres palabras: chico conoce chica. Pues bien, la moraleja de este cuento no es otra que recordarnos que en la base de un sinfín de películas, desde las más anodinas y sencillas hasta las más innovadoras y celebradas, siempre hay una historia de amor. Lo que cambia simplemente es su envoltorio. Con este dato bien presente, el selecto director Spike Jonze parte en su cuarto largometraje de una premisa aparentemente rompedora: la de un hombre que se enamora de un sistema operativo. Una circunstancia que a primera vista puede parecer inverosímil, pero que enseguida deja de serlo cuando se desarrolla de manera tan tierna y honesta como en Her. Como la necesidad de cariño y compañía es algo que está siempre ahí, de algún modo debe satisfacerse en un mundo caracterizado tanto por un desarrollo tecnológico exponencial como por una creciente alienación social. En un futuro no muy lejano, lo que le ocurre al protagonista de esta película bien podría ocurrirnos a alguno de nosotros... El discurso de Her traza una línea difusa entre lo tópico y lo utópico, o simplemente entre lo próximo y lo lejano. Y su mencionado equilibrio se sintetiza en una secuencia final en la que, tras una simetría narrativa, aparece, esta vez sí, una interpretación rotunda: el objetivo no es sólo reencontrarse y reconciliarse con uno mismo, sino reencontrarse y reconciliarse con la humanidad. [Crítica].

    La isla mínima

    05| La isla mínima (Alberto Rodríguez, España, 2014). 135 puntos.

    [Texto de Juan José Ontiveros, Madrid]... Dos policías forasteros, de chotis y café con churros, llegan a un pueblecito sevillano junto a las marismas del Guadalquivir y los autóctonos les escrutan como a Spencer Tracy en Conspiración de silencio. Uno se rasca el cuero y otro sopla el cañón de su escopeta, así de tapadillo y sin inmutarse. O son cosas mías. Están en fiestas; hay tómbolas (tres) y un par de atracciones que sólo atraen mosquitos. Los polis se llaman Pedro y Juan: no había nombres más reconocibles, y es que si por algo nos distinguimos los españoles es por ser originales y comunes; gente del montón. Nada exótico puede salir de un Pedro con bigote y un Juan también con bigote, aunque más funcionarial. Como pretérito. Tienen miga, él y su mostacho. Ya se enterarán más tarde. Porque allí están y allí investigan la desaparición de dos hermanas quinceañeras cuyo rastro es seguido —a regañadientes y con más Chufi que sangre corriendo por sus venas— por sendos tricornios que no encontrarían un mamífero en el Zoo de Madrid. El director y guionista Alberto Rodríguez (Grupo 7) nos ofrece aquí una implacable, siniestra y lijosa historia a través de las costuras del sur, acaso un noir de navaja y vino peleón y terratenientes cuatreros que olisquean, como pontier o beagle sin collar, el sudor rancio y la carne virgen que busca escapatoria, salir de aquella prisión a la intemperie, en el orco mismo, donde el brete se liquida a bostezos e incluso a puñaladas traperas. Ozú, qué caló; pues toma lo tuyo y quédate con el cambio. En la España cañí, de taleguilla y pitarra, de lindes confusas, guiso de Bambi y hermosas mujeres tristes y jornaleros en huelga por un jornal no ya espléndido, sino decente y que mande callar a las tripas. La España que era, es y será vestigio del 1 de abril de 1939 y del entonces futurible apaño allá por 1978. Rodríguez apunta y dispara, y el muerto cae a plomo. Me suena y me perturba sin giros bruscos; a menudo reconozco esa circunstancia sociopolítica que entre gerifaltes labró épocas de una (in)cierta prosperidad, porque yo también empiné los codos para bruñirle un trago al botijo, que mantenía fresca el agua y resucitaba un tiempo que todavía no había examinado ni en películas. [Crítica].

    Nebraska, de Alexander Payne

    04| Nebraska (Alexander Payne, Estados Unidos, 2013). 146 puntos.

    [Texto de Judith Romero, Londres]... Igual que lo sería dejar de lado en la carrera al Óscar a June Squibb, que ya trabajó a las órdenes de Payne en A propósito de Schmidt (era la esposa de Jack Nicholson), y a quien los más jovencitos del lugar recordarán como la dulce abuelita de Jennifer Love Hewitt en Entre fantasmas. Aquí, Squibb encarna a la no por sufrida menos tremenda esposa de Woody, Kate, quien tiene a su cargo aportar la carga de humor malévolo y cáustico propio del cine de Alexander Payne. Y vaya si lo consigue. Kate es, de lejos, el personaje más malvadamente divertido y mordaz creado por Payne desde que Tracy Flick nos hizo creer que Reese Witherspoon podía ser buena actriz. Su escena en el cementerio, mientras repasan las tumbas de varios amigos y familiares de su juventud, es uno de los torrentes de humor negro más desternillantes de la filmografía de Payne; en un año en que la carrera al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto está más que reñida, esa sola escena justifica un puesto en la terna final para June Squibb. Igual que debería tenerlo, aunque seguramente no será así, ese especialista en personajes despreciables que es Stacy Keach (American History X, Prison Break). En una historia repleta de gente de poca moral, Ed Pegram se destaca como el peor de todos ellos, un auténtico hijo de perra pelota, embustero y matón, que merece con todos los honores entrar en la lista de los villanos más memorables del año. Agridulce en su concepto, tan divertida y mordiente como triste y crepuscular, su secuencia final es posiblemente la más bella y emocionante jamás filmada por el director de Entre copas. Se la ha acusado de ir a la lágrima fácil; y quizá sea así. Sin embargo, es una escena profundamente emotiva, que supone la culminación de dos viajes: el de Woody, consiguiendo tal vez no lo que quería, pero sí lo que necesitaba (que dirían los Rolling Stones). Y, sobre todo, el de David, reconciliándose con su padre a través de una acción tan absurda como maravillosa. Nebraska es ni más ni menos que eso: la historia de un hijo redescubriendo a su padre y el amor que siente por él, a pesar de sus defectos y del pasado. Y sin necesidad de repetirle constantemente al espectador lo mucho que mola ser Alexander Payne, oigan. [Crítica].

    El lobo de Wall Street

    03| El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, Martin Scorsese, Estados Unidos, 2013). 149 puntos.

    [Texto de Juan José Ontiveros, Madrid]... Héroe o demonio, o las dos cosas. Belfort interpretó el latido que, lenta e irremediablemente, nos ha parapetado tras la mugre. Y pese a todo nos sabemos cómplices: nos gusta, nos apetece, nos apetece ser DiCaprio sobre Margot Robbie o Margot Robbie imantándose a ese magnífico actor. Nos gusta, en fin, contemplar el artificio de lo increíble. Aquí, un producto hecho a rayas, y a pesar de sus clientes. Un joven y (casi) esquizoide Gordon Gekko sin más oscuridad que el materialismo en ebullición. "Es la historia de una locura", según el director. Y esa locura vislumbro cuando aparece Jonah Hill, un secundario que inflama el aire con su percha equívocamente nerd. Más por naturaleza que por cálculo, aunque sujeto al rigor disfuncional del comediante (de) post-teen. A 2,82 fuck (joder) por minuto, nuevo récord Guinness cinematográfico (sin contrastar), la película se abandona al desorden para emerger luego como la más impúdica y asquerosamente divertida exhibición mainstream. Falta mesura, eso sí, y sobra autoindulgencia, culos pelaos mediante. A caballo entre el Henry Hill de Uno de los nuestros (esa manera de reventar la cuarta pared y esnifar compulsivamente y mostrar chulería, así como apetito sexual) y el Sam Rothstein —filtrado con mucha gestualidad y menos claroscuros— de Casino, este recién mafioso corredor de Bolsa se descubre vendiendo inalcanzables: "Quiero que superéis vuestros problemas haciéndoos ricos". Y ya. Porque si algo acusa este filme, es el haber desaprovechado a un personaje y un actor pletóricos. Una canción sobre la avaricia interpretada por, quién se ríe ahora, Matthew McConaughey. [Crítica].

    Boyhood

    02| Boyhood (Richard Linklater, Estados Unidos, 2014). 173 puntos.

    [Texto de Emilio Luna desde el Festival de Karlovy Vary]... Se puede abordar este filme desde dos vertientes: la emocional o la técnica. Si empezáramos por la segunda, estaríamos hablando de un trabajo único. Por la paciencia de su autor, por el tono aplicado, por la labor de unos actores que se convierten en pocos minutos en primos o vecinos que pasan ante nuestros ojos semana tras semana. La sensibilidad con la que Linklater describe el caminar de un niño hasta la adultez, es solo descifrable si nuestra memoria decide abrir sus puertas para permitir ese flujo de imágenes y situaciones que han tenido un equivalente en uno mismo. Y ahí entra lo emocional, la extrapolación es tal que es imposible no sentir la empatía por Mason, en cualquiera de sus momentos vitales. Pero también por su madre (Patricia Arquette) y su padre (un brillante Ethan Hawke). Boyhood es un álbum de instantáneas que debe marcar un hito en la Historia de la cinematografía. Importará poco si los Óscar o los Globos de Oro le dan la mano. El trabajo de Linklater representa todos los valores del buen cine: experimentar otra vida, en este caso, ya vivida por un yo paralelo que tiene los rasgos de Ellar Coltrane. Un filme que es inspiración pura y que certifica que el alma está bastante por encima de cualquier cimiento preciosista, tan habitual en eventos de este tipo.

    [Texto de Gonzalo Hernández desde el Festival de Berlín]... El trabajo de Ellar Coltrane está fuera de una valoración común. El actor prácticamente se interpreta a sí mismo, pero es de admirar su presencia ante la cámara. Lo tendrá difícil para encontrar en el futuro algo como lo que le ha dado Boyhood. Un papel hecho para crecer en la pantalla, personal y profesionalmente. Por su parte, tanto Patricia Arquette como Ethan Hawke dejan constancia de lo que fueron y de lo que son. Ella dando entrada a la que será su peor década a nivel profesional; él continuando una carrera donde no faltarán títulos de interés y donde nunca terminará de separarse del todo de Linklater, con quién filmará paralelamente hasta dos filmes —Fast Food Nation (2004) y Antes del atardecer (2006)—. Ambos intérpretes entregan un trabajo sincero y emotivo, destacando la química que desprenden con Ellar y Lorelei. Es evidente que se conocen y tienen complicidad. Sin ese elemento, la película no funcionaría como lo hace. Los que nos hayamos enamorado de Patricia con Carretera perdida (1997) asumiremos con cierta pena lo que el paso de los años ha hecho a la actriz. Verlo documentado poco a poco, es algo que impacta y forma parte del gran poder de una cinta que, como ejercicio de cinefilia, tiene mucho jugo. Las conversaciones en torno a Boyhood están aseguradas, pues Richard Linklater ha apostado fuerte y la jugada le ha salido victoriosa. Es difícil que su último trabajo se lleve algún cuestionamiento severo más allá de su libreto —que se adivina que ha estado abierto a distintos cambios— no por imperfecto, sino por el registro tan común que hace de lo que significa crecer, madurar y tomar decisiones en la vida, en una tónica que habremos visto muchísimas veces antes, aunque no de esta manera. Lo que está claro es que habrá bipolaridad en torno a la cinta. Algunos se implicarán desde el principio con la icónica imagen de Ellar tumbado en la hierba y el grupo de Chris Martin dando el opus de apertura, mientras otros, por su parte, aplaudirán la valentía de su realización y se sentirán algo más fríos por su contenido. Lo que sí puede decir un servidor es que Boyhood gana en el recuerdo. Su melancolía es contagiosa y no he podido resistirme a ella. Soy un nostálgico empedernido. [Crítica].

    Perdida (Gone Girl), de David Fincher

    01| Perdida (Gone Girl, David Fincher, Estados Unidos, 2014). 194 puntos.

    [Texto de Alberto Sáez Villarino, Dublín]... El irónico retrato caricaturesco que se hace del sensacionalismo informativo, tiene como finalidad mantener al espectador alerta ante las diferentes perspectivas que aparecen en toda historia. Así se diferencia entre falacia, percepción de realidad, y realidad absoluta. Los personajes de la ficción a veces no son conscientes de tener una visión diferente de la realidad, otras sí lo son, pero fingen la ignorancia para obtener una ventaja posicional, y en otras ocasiones, la realidad que simulan no conocer, no es la verdad absoluta. Esta disyuntiva será apreciable en la cinta con la aparición del segundo flashback, con él nos daremos cuenta de que esa onírica atmósfera que nos inundó en la primera analepsis, motivada por un incómodo pero efectivo acompañamiento sonoro muy incidente y a mayor volumen que las voces de los personajes, tiene una función narrativa muy concreta dentro de la historia: generar un efecto de inestabilidad perceptiva que desoriente al personaje y al espectador. El segundo y definitivo giro argumental con el que finaliza la segunda parte de la película, no se producirá al final del metraje como cabría esperar, sino que servirá de introducción a un sensacional epílogo idiosincrático con la suficiente duración para que emitamos nuestro juicio categórico. Fincher recupera su mejor versión y logra construir un nuevo y complejo rompecabezas perturbador. Sólo el corrosivo y reiterativo humor negro nos permitirá tomar aliento durante la lectura de este cuadro clínico sobre los límites de la enajenación mental, tanto la facultativa, como la socialmente aceptada. [Crítica].

    [Texto de Juan José Ontiveros, Madrid]... Perdida muestra tácitamente la praxis esquizoide de los mass media en tanto que construye un tiovivo de espejos deformadores frente a dos amantes que buscan, sin apenas éxito, justificación para seguir buscándose las cosquillas. Todo es angustia, galimatías en sobres, besos glaseados. Y oscuridad, y sátira. Más elegante enajenación, a lo Steven Soderbergh, que suspense mágico, estilo Christopher Nolan. "Me dijeron que el amor debería ser incondicional. Esa es la regla, todo el mundo lo dice. Pero si el amor no tiene fronteras ni límites ni condiciones, ¿por qué iba nadie a intentar hacer lo correcto?" Al habla Amy Elliott Dunne, esposa desaparecida en violentas circunstancias. Una excusa por la que sufrir mientras David Fincher invoca a los maestros y los sublima dejándolos atrás. [Crítica].


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