De New Jersey a Canadá
crítica a Tusk (Kevin Smith, Estados Unidos, 2014).
20 años separan a Clerks (1994), la inmejorable ópera prima de Kevin Smith, de su última película estrenada hasta la fecha, Tusk (2014), que fue presentada en el Festival de Toronto con división de opiniones. Mucho ha llovido desde que las peripecias de aquellos dos cajeros de supermercado conquistaran a crítica y público a base de irreverencia, descacharrantes diálogos plagados de referencias cinéfilas y una frescura encantadora. El Premio de la juventud a la mejor película extranjera en Cannes y el Trofeo cineastas de Sundance pusieron el listón muy alto para Smith a la hora de estar a la altura de la genialidad de Clerks con sus siguientes trabajos. El cineasta de New Jersey se ha visto obligado a demostrar, película tras película, que aquel éxito no fue flor de un día, aunque también es cierto que, exceptuando la agridulce Persiguiendo a Amy (1997) –notable retrato de las relaciones de pareja que podría calificarse como su obra de madurez– Smith se ha prodigado demasiado en comedias que bebían del espíritu y los aciertos de su debut, incluyendo en la mayoría de ellas el cameo de los inefables Jay y Bob el Silencioso, sus personajes fetiche y toda una marca de la casa. Era necesario un cambio de aires en su carrera y ese llegó con la destacable Red State (2011), violenta visión del fanatismo religioso que sorprendió a propios y extraños, logrando el premio a la Mejor película en Sitges. Con Tusk intenta el director dar un paso más allá en el género del terror, sin desvincularse del todo de ese humor friki que siempre le ha caracterizado.
Concebida como la primera parte de la denominada Trilogía del Verdadero Norte, compuesta por historias construidas a partir de la mitología canadiense, Tusk cuenta la historia de Wallace, el egocéntrico conductor de un programa radiofónico que, en su viaje hasta Canadá para entrevistar a un friki que arrasa con su sangriento video en Youtube, termina descubriendo la historia de Howard Howe, un tipo que fue salvado de morir en el mar por una morsa. Buscando documentarse sobre este curioso suceso, Wallace acaba prisionero del misántropo Howe, aficionado a someter a seres humanos a una serie de operaciones que les convierte en animales. Un punto de partida que, sobre el papel, recuerda demasiado al planteamiento de la violenta The Human Centipede (Tom Six, 2009), pequeño éxito proveniente de los Países Bajos, que también compartía su gusto por el humor negro y escatológico, incluyendo otro villano que también se valía de sus conocimientos de cirugía para realizar auténticas aberraciones con sus víctimas. Si el Dr. Heiter de aquel filme estaba obsesionado con diseñar un ciempiés humano, uniendo los cuerpos de varias personas, el no menos perturbado Howard Howe se dedica a convertir a sus prisioneros en morsas. La diferencia entre ambas obras reside en que Smith no se regodea en la violencia gráfica, siendo ésta mucho menos explícita que en la cinta holandesa. En su lugar, opta por no tomarse demasiado en serio la historia que está contando, dando prioridad a la sátira por encima de la sangre o las vísceras.
En el apartado interpretativo, Justin Long, actor que ya conoció el éxito en el género del horror con Jeepers Creepers (2001), es el encargado de dar vida a Wallace, realizando un trabajo irregular, bastante más convincente en su histrionismo cómico que en los momentos más dramáticos. Génesis Rodríguez está más que correcta como su novia en la ficción, mientras que Haley Joel Osment, el desaparecido niño de El sexto sentido (1999), se revela como un sorprendente secundario cómico, capaz de robar todas las escenas en las que aparece. Michael Parks, que ya estuvo magnífico en Red State –ganó el premio al Mejor actor en Sitges–, repite a las órdenes del director, que le regala otro gran villano como es Howard Howe, maquiavélico e inusitadamente inquietante para lo que es la propuesta, convirtiéndose sin demasiado esfuerzo en el mayor atractivo de la función. El papel más cargante, innecesario y bizarro de la película recae en las manos de una conocida estrella hollywoodiense, especialmente aficionada a este tipo de personajes excéntricos y que requieren mucho trabajo de caracterización. Podría haber sido un cameo simpático si este inspector de policía de Quebec no acaba monopolizando más minutos de los aconsejables para no sacar de quicio al espectador y hacer que desconecte de la trama del secuestro. El guion juega a reírse constantemente de los tópicos raciales y geográficos, acentuando los prejuicios que los estadounidenses tienen de los canadienses y viceversa. Al final, Tusk no termina siendo tanto una experiencia de terror en su variante de científico loco como otra incursión más de Smith en el humor absurdo y cargado de verborrea. El resultado no es del todo desechable, aunque quede la sensación de que Smith se ha quedado un poco en tierra de nadie, volviendo a desperdiciar otra ocasión de entregar ese revulsivo que su carrera necesita para que sea reconocido como un director versátil. En su primera incursión en el género fantástico, con aquella controvertida sátira religiosa que fue Dogma (1999) –salpicada de hilarantes influencias de los superhéroes de cómic–, Smith se mostró mucho más acertado a la hora de llevar lo políticamente incorrecto hasta sus últimas consecuencias, entregando escenas tan memorables como la de aquel monstruo de excrementos que deja al aburrido hombre-morsa de Tusk a la altura del betún. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
Redacción Las Palmas de Gran Canaria
Ficha técnica
Estados Unidos. 2014. Título original: Tusk. Director: Kevin Smith. Guión: Kevin Smith. Productora: Demarest Films / Phase 4 Films / SModcast Pictures. Fotografía: James Laxton. Música: Christopher Drake. Montaje: Kevin Smith. Intérpretes: Justin Long, Haley Joel Osment, Genesis Rodriguez, Michael Parks, Ralph Garman, Harley Morenstein, Bill Bennett, Rob Koebel.