Más extraño que la ficción
Crónica de la sexta jornada de la 52ª edición del Festival de Gijón.
Las ganas de escapar de la existencia, inherentes a cualquier ser humano mínimamente inteligente o, en su defecto, con algo de sentido común, sean cuales sean la situación y circunstancias de partida de estas ganas de huida, no son solo una de las grandes motivaciones para meterse en una sala de cine, sino uno de los temas más recurrentes del cine en sí y de este festival en particular. Luego vienen las matizaciones en función del lugar del que se desea escapar, que en el caso del título Titli, de Kanu Behl, el lugar a dejar atrás es Dehli o al menos esa parte de Dehli que huele a podrido. Titli se presentaba en pase de prensa a primera hora en la sexta jornada de la 52 edición del Festival de cine de Gijón, aunque ya había sido presentada en Un Certain Regard en Cannes, pasando bastante desapercibida.
También quería huir de su vida Beso, el joven protagonista de I'm Beso, cinta georgiana que nos encandiló hace unos días. Y si la huella que dejó I'm Beso había sido muy dulce, la de Blind Dates, georgiana también y proyectada dentro de la sección Rellumes, será difícilmente superable. De esas sorpresas que por sí solas levantan un día o una semana. Finalmente, y una de las más esperadas en esta sexta jornada era la francesa Hippocrate, de Thomas Lilti, que presenta un drama crítico, muy crítico, y necesario de la situación de la sanidad francesa a través de la figura de un joven médico en su primera experiencia como residente. Francesa, pero en cualquier caso tan extrapolable a nuestra realidad actual que sería de obligado visionado para el futuro ministro de Sanidad. Casualidades de la vida es el terminar el visionado de una obra que carga con el sistema sanitario y enterarse que la Ministra de Sanidad de tu país ha dimitido al fin. El cine también es visionario.
Titli (Kanu Behl, India, 2014)
Ambientada en los barrios bajos de Dehli, se centra en la figura de Titli, un joven que busca salir a toda costa de las circunstancias delictivas por las que está rodeado, incluyendo su propia familia. Es obligado a casarse en un matrimonio concertado con Neela, otra forzada aspirante a tránsfuga. Sellan entonces un pacto entre ambos para huir de esa situación juntos y poder realizar sus sueños por separado. No es casual el peso específico que tiene por sí sola la ciudad de Dehli en el filme: caótica, polvorienta, laberíntica, superpoblada, pero, sobre todo, violenta y caldo de cultivo de delincuencia y corrupción a espuertas. Todo esto hace que las motivaciones tanto de Titli como de Neela para salir de esa cloaca estén bien fundamentadas y definitivamente se explican solas cuando observamos cómo Behl ha integrado la ferocidad y la criminalidad en el filme como algo cotidiano, incluso a veces con cierta comicidad como quien bromea con las rutinas diarias. Pero esa comicidad del principio se va diluyendo, la vehemencia se torna cada vez más gruesa. Y ese mismo camino es el que emprende Titli, que concentra lo verdaderamente interesante de la película: su proceso de transformación hacia lo más oscuro y corrupto de sí mismo para conseguir lo que quiere. Ansiando la huída, acaba jugando al juego del que quiere huir. Resulta destacable en este sentido ya que el proceso de deterioro interior y de valores de Titli es gradual, y va sorprendiendo a media que va bajando escalones, cuestionando la posibilidad de esperanza de mantener los valores rodeado de una sociedad totalmente corrompida. Con un ritmo lento salpicado con explosiones puntuales de acción es una película que se disfruta por el acercamiento a otra realidad y por la construcción y evolución del personaje principal. | ★★★★★ |
Blind Dates (Shemtkhveviti paemnebi, Levan Koguashvili, Georgia, 2013)
Sandro tiene 40 años, es profesor, está soltero y vive con sus padres, que están empeñados en que encuentre una mujer y se case. A veces, arrastrado por su amigo Iva, tienen citas dobles con chicas que conocen online. Un día, por casualidad, conoce a Manana y se enamora de ella, pero ella está casada y su marido, Tengo, en la cárcel. De un modo azaroso, Sandro acaba involucrado en los negocios sucios de Tengo... Blind Dates está en esa categoría de cine que aturde, que sorprende, que emociona de forma inesperada. Su director, Levan Koguashvili, ha conseguido lo más difícil: una película que funciona como un todo, como un reloj bien ensagrado lleno de ínfimos y valiosos detalles, pero, ante todo, mucho encanto. Y quizás ese encanto no reside en otra cosa que en el hecho de que la historia está centrada en lo que denominaríamos un loser. Un loser para la sociedad actual; lo que de toda la vida se ha denominado una buena persona. Y sirviéndose de malentendidos varios, la existencia gris de Sandro toma nuevos derroteros. Todo esto confirma que las historias verdaderamente brillantes están en las vidas grises y que, en el cine, los ganadores no interesan. Narrada con un ritmo sencillo, sencillo y sin pretensiones, uno se da cuenta, pasados unos minutos, de que no para de sonreír: a veces solo sonrisa y otros momentos auténticas carcajadas. De ello tiene mucho la culpa la relación que Sandro mantiene con sus padres y los momentos que ésta nos ofrece. En esas risas provocadas por las interacciones que vemos en pantalla no hay otra cosa que pura identificación. Blind Dates no se recomienda, se necesita. | ★★★★★ |
Hippocrate (Thomas Lilti, Francia, 2014)
Benjamin acaba de comenzar su prometedora carrera como médico residente en el mismo hospital en el que lo hace su padre. Es su primera experiencia directa con la práctica médica. También empieza a trabajar allí como residente Abdel, un médico argelino, muy experimentado, que intenta con esta residencia superar las pruebas que le permitan trabajar en Francia. Muy pronto, Benjamin se dará cuenta de las dificultades diarias de la práctica médica y se cuestionará su valía en la profesión, al tiempo que va tomando conciencia de la diferencia de oportunidades para unos y para otros, que a menudo no están relacionadas con la buena praxis. Thomas Lilti, el director, rodó la película en el mismo hospital donde él ejerció, y es bastante fácil percibir que no es ajeno a la práctica médica porque aborda desde todos los prismas el sector sanitario, sus debilidades y fortalezas. Hippocrate es, sobre todo, una crítica voraz a ese sistema que busca la mayor rentabilidad, entrando irremediablemente en conflicto con el juramento hipocrático. La falta de recursos, las huelgas, la descoordinación entre decisiones médicas para un mismo paciente y las guardias interminables son temas que ofrecen esta visión global que supone Hippocrate. Pero el tema más espinoso es el corporativismo selectivo que es el afecta, une y desune a los protagonistas. Siendo la de médico una profesión meramente vocacional y seguramente de las más valoradas, el filme se acerca sinceramente a todos los factores que intervienen en el ejercicio de la medicina, que no son solamente médicos y obvia todos los clichés de las series de televisión. Todo esto hace de Hippocrate un filme notable en su narración, entretenido en toda su extensión, interesante, revelador y oportunamente crítico. En resumen, Hippocrate es un filme tan imprescindible como una sanidad pública de calidad. | ★★★★★ |
Eva Hernando Romero
Enviada especial a la 52ª edición del Festival de Gijón