Un conejo sin chistera
crítica a Xenia (Panos H. Koutras, Grecia, 2014)
El pasado 20 de abril, Jordi Soler nos brindaba un maravilloso reportaje, en El País Semanal, sobre la situación de Grecia. En él contaba que la República Helénica lleva seis años, casi siete, de recesión o crisis (al gusto). Su tasa de paro ronda el 30 %. Cerca de 4 millones griegos están en situación de pobreza (su población es de 11 millones). Un partido de extrema derecha ocupa 18 escaños en su Parlamento. Fueron víctimas de dos rescates. La malaria ha vuelto después de cuatro décadas. Los suicidios han aumentado en un 45%. Su capital se encuentra en una fase de envejecimiento a medio camino entre lo decadente y lo ruinoso. El escritor mexicano dibujaba un país apocalíptico donde hay politólogos que son fotógrafos de boda y filósofos taxistas. Pese a todo, comentaba, la vida continúa y se sigue haciendo cine. Con dificultades, sin excesivos medios y con exiguas ayudas públicas. Sin ir más lejos en la categoría Una cierta mirada, del pasado festival de Cannes, participó Panos H. Koutras con la excéntrica Xenia (2014), su cuarto largometraje. Un film que bebe de las vicisitudes arriba enumeradas y que vio la luz gracias a la aportación de capital de tres países distintos (Bélgica, Francia y, por supuesto, Grecia). Sobre el fondo enfermizo de la Grecia actual dos hermanos, de madre albanesa, buscan al padre que les abandonó para así conseguir la nacionalidad griega y dejar de ser extranjeros en su país de nacimiento. Por el camino hay lugar para la fantasía, para participar en Greek Star (algo así como Operación Triunfo), para mejorar su relación y para los dulces.
Xenia es un trampantojo que parece muchas cosas y solo es una: hortera. No lo digo como algo peyorativo, ni mucho menos. De hecho su punto irresistiblemente hortera y su flirteo con la fantasía son de lo poco rescatable de un filme estirado hasta la saciedad. Recuerda, a su manera, al primer Almodóvar pero con un toque naïve. En los primeros minutos de metraje todo parece indicar que la crisis, la nacionalidad, el patriotismo, el derecho de suelo, los neonazis y la situación social marcan la agenda; no es así, sencillamente sirven de decorado para contar otras cosas (que no me han quedado claras). Entre peinados extravagantes, chupachupas, espaguetis con azúcar, canciones italianas y ridículas peleas Dany (Kostas Nikouli), de dieciséis tacos, homosexual, extravagante y con un conejito como mascota; y su hermano mayor Ody (Nikos Gelia), de dieciocho, heterosexual y ligeramente atormentado, protagonizan una fábula sobre la camaradería fraternal. Con el hilo conductor de Patty Bravo (una cantante italiana de los años que saltó al estrellato en los años 60), que se prestó para un cameo, los hermanos viven su propia odisea a través de una Grecia viciada por la violencia de los grupos de extrema derecha, para finalmente ser agredidos por albaneses (¿?). Sobre la personalidad de los disparatados protagonistas, Xenia se desarrolla como una película multigénero donde la comedia, el musical y el melodrama tienen cabida. Un remix por momentos infumable, por momentos cautivador. Precisamente su irregularidad encaja perfectamente con su singularidad. Distinta, atrevida, estúpida, en las antípodas de lo que uno llamaría buen cine pero elogiable por pretender hacer algo corrosivo, al margen de los cánones establecidos. Una propuesta valiente con la que solo comulgo en el espíritu. Intuyo que su aplaudido paso por Gijón, en las últimas fechas, responde a eso y a la mediocridad de sus competidoras.
La atmósfera y la puesta en escena hacen digerible un guion cogido con alfileres. Se abren mil historias y no se cierra ninguna. Los affaires amorosos de Danny, su disparo, el asalto a una casa, el casting de Ody… El realizador heleno toca más asuntos de los que en realidad puede abarcar. Es posible que ese fuese su objetivo pero lo que consigue, en mi opinión, es reducirlo todo a la mera anécdota. Entre lo sugestivo del libreto se halla ese afán de Koutras por ridiculizar los aspectos más pueriles de la personalidad de Dany, para finalmente enaltecerlo. Su actitud infantil, su talante caprichoso, su llamativa apariencia y su debilidad por los dulces quedan dignificados gracias al amor que profesa por su hermano, con el que termina haciendo buenas migas a pesar de las diferencias iniciales. Un mensaje, en favor del respeto por la pluralidad y los gustos, más fuerte que el retrato social que, para algunos, manifiesta. Ese tipo de toques, aderezados con un deje burlescamente onírico, en contraposición con lo real resultan atrayentes. No obstante, la situación que aparentemente critica está retratada con acierto como contexto, pero dista mucho de ser un subtexto rico en matices. Xenia es, en definitiva, un conjunto de buenas ideas, colocadas de manera anárquica para darle ínfulas de obra artística y disfrazar sus múltiples defectos; entre los que se encuentra su carácter aburrido, a pesar de la fácil digestión. | ★★★★★ |
Andrés Tallón Castro
Redacción Madrid
Ficha técnica
Grecia. 2014. Título original: Xenia. Director: Panos H. Koutras. Guion: Panagiotis Evangelidis, Panos H. Koutras. Música: Delaney Blue. Fotografía: Hélène Louvart, Simos Sarketzis. Productora: 100% Synthetic Films. Intérpretes: Kostas Nikouli, Nikos Gelia, Yannis Stankoglou, Marissa Triandafyllidou, Patty Pravo, Romanna Lobats.