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    Cine Alemán Siglo XXI

    Seminci 2014 | Día 4: críticas a Regreso a casa & Utóélet (El más allá)

    Regreso a casa

    El día del barato cine español

    Crónica de la cuarta jornada de la 59ª edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid

    Como manda la tradición, dentro del protocolo de organización de un gran festival es de recibo dejar un día reservado para la exhibición del cine nacional, hecho que en otras circunstancias más favorables podría ser un acto de celebración se convierte hoy más que nunca en una necesidad de exposición. Algo a lo que digamos, se podría contribuir bajando el precio de las propias entradas, ya que no parece muy válido el discurso de “qué malo es el gobierno que sube el IVA al 21% acrecentando el precio del cine” cuando se están cobrando en un festival PÚBLICO entradas a 7 y 8 euros, las cuales están EXENTAS del mencionado impuesto. Pero no nos desviemos, además de darle la Espiga de Honor a un Imanol Arias que parece haberse quedado congelado en los cincuenta, tocaba la típica cinta española que diera algo de sentido a la celebración de tan especial día. Y no son pocos los que sospechan una cierta obligación por parte de la dirección del festival para programar alguna cinta española en sección oficial al precio que sea, constante que viene repitiéndose durante los últimos años en dónde, cómo es lógico, San Sebastián se suele llevar a la chica guapa a casa. Y ojo, que no estoy diciendo que nos tengamos que conformar con la hermana fea, que vale, a lo mejor que a lo mejor no es muy agraciada, pero eso no quita para que pueda ser interesante. Y total, para una noche… El caso es que ya saben ustedes como de mal está la industria patria. Evidentemente, hablando en términos económicos, algo que las últimas ediciones de Málaga, plagadas de obras de bajo coste, parecen confirmar. La sorpresa es que un evento como la Seminci, que tradicionalmente se había mantenido alejada de ese concepto de propuesta acunado por Daniel San Román que es el Baratometraje, se ha subido finalmente al carro con El arca de Noé [Crítica], un todo o nada que es difícil deje a alguien indiferente. Pero estén tranquilos, pues para contrarrestar los efectos de una posible revuelta basta con asegurar una buena recepción inmediatamente después, algo que un nombre como Zhang Yimou, que estrenaba Guilai (Regreso a casa), da garantías de poder lograr. Además, se pudo ver The Angriest Man in Brooklyn, última película del recientemente fallecido Robin Williams [Crítica], y Utóélet (El más allá), una pequeña maravilla que ya estuvo presente en Karlovy Vary.

    Regreso a casa (Guilai, Zhang Yimou, 2014))

    Le tocaba este año al director chino aportar la muestra de cine asiático que siempre suele formar en Sección Oficial. El realizador, que ya estuvo presente en la edición de 2010 con la excelente Amor bajo el espino blanco, que además logró el premio a mejor actriz, ha labrado un trabajo acorde con la mayor parte de su filmografía. Lejos quedan locuras estilísticas y maravillas visuales como Hero o La casa de las dagas voladoras. Emanando un sentido de coherencia con la mayor parte de su obra, Yimou vuelve a encerrarse en la revolución cultural china para ofrecer un retrato de las clases bajas desde perspectivas individuales. En este caso, el de una familia cuyo padre es enviado a un campo de trabajo por delitos políticos mientras que su hija se vuelve contra él gracias al característico aparato propagandístico de los regimenes totalitarios. Será al cabo de los años, cuando finalmente el padre cumpla condena y vuelva al hogar, cuando tenga que enfrentarse a la dura transformación de los hechos. Sobre todo, a la dura enfermedad de su mujer, la amnesia, la cual ha borrado de su mente todo recuerdo de su amor, instalando a su vez una esperanza e ilusión total por su reencuentro. La sensibilidad de Yimou volverá a jugar con el simbolismo más fetichista, y si en Amor bajo el espino blanco éste estaba representado por el objeto de la palangana y el citado árbol, aquí serán las cartas que el propio marido ha enviado a casa durante años las que funcionen a modo de máquina del tiempo, de congelación de la vida y la ilusión para una esposa que cada día cinco acude con puntualidad a la estación de tren esperando ver a su marido perdido.

    La cinta está bellamente rodada con sobriedad y contención. Yimou sigue la escuela de los clásicos japoneses, jugando con el intimismo y la delicadeza de planificación. Parte el tiempo en pedazos y hace de estos un elemento más de su filme que maneja a su voluntad con unas elipsis que esta vez no quedan tan bruscas, es un artesano que no deja que nada se infiltre en su narración, son los propios personajes, perfectamente interpretados, los que van entrando y saliendo de dentro de ellos mismos, autoconociendose en un proceso cíclico. Es el amor que mantiene la lucha del marido en busca del recuerdo de su mujer, lo que conmueve y da el verdadero alma a la historia, la de una China que como habitualmente pasa cuando se pierde, parece haber olvidado todo lo que padeció, como esa hija reconvertida en la doctrina del sentido común que lucha por al lado de su padre contra la terrible enfermedad degenerativa. ¿La pena? La sensación de que en cierto sentido Yimou se está conformando con un resultado que tiene ciertas semejanzas con el de sus primeras obras. | |

    China, 2014, Guilai. Dirección: Zhang Yimou. Guion Zou Jingzhi. Productora: Le Vision Pictures. Intérpretes: Chen Daoming, Gong Li, Zhang Huiwen, Guo Tao, Liu Peiqi, Zu Feng, Yan Ni, Zhang Jia-yi. Fotografía: Zhao Xiaoding, en color. Montaje: Meng Peicong, Zhang Mo. Música: Chen Qigang. Duración: 111’.  Sección Oficial.

    Utóélet

    El más allá (Utóélet, Virág Zomborácz, 2014)

    Para acabar el día una pequeña joyita perteneciente a esa sección tan ilusionante unas veces y tan plana otras tantas como es la de Punto de Encuentro. Utóelet supone el debut cinematográfico de la joven húngara Virág Zomborácz, que rueda con precisión la historia de Mózes, un joven de veintitantos años que sufre problemas psicológicos que le llevan a estar internado en un centro. Su padre, ministro de una congregación religiosa decide devolverlo a casa para centrarse más en él, siempre con un deseo tan paterno como es el de reconducir según los propios gustos la vida del descendiente. Hasta aquí la historia conflicto padre-hijo lleva el mismo tono que tantas y tantas veces hemos visto en este tipo de obras de tacto sensitivo. Porque es verdad, nadie elige la familia en la que quiere vivir ni el tipo de hijo que quiere tener, lo cual suele llevar a problemas relacionales y guerras emocionales que solo en los casos más exremos acaban derivando en violencia física. Sin embargo, aquí lo importante es que en lugar de seguir el típico derrotero, la directora aporta un punto de giro especial, que aliviará de forma momentánea al hijo, pero que le dejará desprovisto de elementos que lo convertirán en un desnudo fantasma antes lo ojos inertes de otro. Construye así la joven hungará un relato de búsqueda del padre y, sobre todo, de la relación con uno mismo de una manera original y atractiva, guiándose por un estilo cómico que da muestras de un ingenio irónico y sagaz.

    Y es gracias a ese humor que el cruce de géneros es resuelto de una manera eficaz, pues la historia sabe jugar perfectamente con el doble código de género realidad-fantasía sin llegar a resultar poco natural o incluso cargante. Algo que se echaba en falta en la española Todos están muertos a la que esta cinta puede recordar por el juego de relaciones establecidas entre muertos y vivos. Aunque aquí este tiene un sentido narrativo pleno, y es que, por primera vez (omitiendo cómo no al fantasmita Casper), la cercanía viene con la muerte, el redescubrimiento de la figura paterna desde el punto cero, la accesibilidad del progenitor como virgen amigo que comparte intereses y existe a modo de conciencia que poco a poco va desarrollándose hacia su antigua forma paternal sin llegar a recuperar del todo la carga autoritaria. Solo así, parece decirnos la directora, puede elaborarse una relación sana que permita al sujeto vencer sus propias inseguridades y alcanzar una liberación e independencia en la que no exista ninguna dolorosa adicción a nada o a nadie. | |

    Hungría, 2014, Utóélet. Dirección: Virág Zomborácz. Guion: Virág Zomborácz. Productora: KMH Film. Intérpretes: Márton Kristóf, László Gálffi, Eszter Csákányi, Andrea Petrik, Krisztina Kinczli, Lili Rozina Hang, József Gyabronka, Zsolt Anger. Fotografía: Gergely Pohárnok, en color. Montaje: Károly Szalai. Música: Ádám Balázs. Duración: 95’. Punto de Encuentro.


    Álvaro Martín
    Enviado especial a la 59ª edición de la Seminci


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